Si los pronósticos de muchos analistas políticos sobre que el uribismo difícilmente repetirá sus impresionantes resultados de las elecciones presidenciales en octubre se cumplen, el principal sacrificado será su ex candidato presidencial Óscar Iván Zuluaga.
Óscar Iván arma partido pero se desarma para el 2018
Si los pronósticos de muchos analistas políticos sobre que el uribismo difícilmente repetirá sus impresionantes resultados de las elecciones presidenciales en octubre se cumplen, el principal sacrificado será su ex candidato presidencial Óscar Iván Zuluaga.
Zuluaga obtuvo casi 7 millones de votos en las elecciones pasadas a pesar de estar enfrentado a un presidente en ejercicio, con los medios tradicionales a su favor y con la ilusión de la paz avivada mediáticamente alrededor de las elecciones. De su lado, como factor de poder, solo tenía al ex presidente Álvaro Uribe.
Un año después, y tras ser elegido director del Centro Democrático, el partido uribista solo tiene candidatos fuertes en Medellín, Manizales, Caldas, Cundinamarca y Tolima. Estos últimos tres en alianza con otros partidos de la Unidad Nacional. A varias de las alianzas, el Centro Democrático ha llegado de último y las múltiples que hará con el Partido Conservador serán principalmente alrededor de candidatos azules.
Más allá de los líos judiciales que todavía penden sobre su cabeza y su hijo por el escándalo del hacker. Y que hoy un juez de Bogotá ordenara la captura de su amigo y mano derecha en la campaña Luis Alfonso Hoyos, si las regionales de octubre son las “primarias” de las presidenciales del 2018, como piensan algunos, la situación de Zuluaga como candidato presidencial no pinta bien.
Mientras que el partido de un potencial rival suyo como el vicepresidente Germán Vargas Lleras ha logrado “poner” candidatos fuertes en toda la Costa Atlántica y en otras regiones del país como lo mostró La Silla, Zuluaga no podrá contar sino con unos cuántos gobernadores o alcaldes agradecidos. Y como se demostró en las elecciones pasadas, no hay ningún factor de poder que sirva más para ganar una elección presidencial que tener un gobernador o un alcalde de su lado.
Zuluaga, entonces, salvo que algo cambie en los próximos años, llegará al 2018 sin estos aliados clave. Lo que sí tendrá es una estructura de partido que no dependerá exclusivamente del caudillismo de su líder natural.
La creación de un partido
Cuando Óscar Iván fue elegido presidente del Centro Democrático hace más de un año, su mayor reto era liderar la transformación del grupo significativo de ciudadanos que conformaban el movimiento uribista que lo inscribió como candidato en un verdadero partido político con miras a las elecciones del 2015. Y a crear esa estructura de partido se ha dedicado Zuluaga.
La obsesión de Óscar Iván por crear partidos es conocida. Él fue uno de los fundadores del Nuevo Partido en 2003 cuando un grupo de uribistas consideró que Álvaro Uribe necesitaba su propio partido. Este partido luego evolucionó en el Partido de la U, del cual Zuluaga también fue fundador. El Centro Democrático es su tercer partido.
“Óscar Iván está haciendo mucho en la construcción del partido, en crear una estructura que recoja el uribismo y que permita el proceso de migración del uribismo al Centro Democrático”, dice Alejandro Arbeláez, quien fue el primer director del Centro Democrático.
Crear un partido nuevo es una tarea difícil. Implica viajar por todo el país creando direcciones municipales y departamentales.
Como contó la senadora Paloma Valencia a La Silla, toca llegar a un pueblo, sentarse en la primera cafetería, preguntar quién es uribista y líder a la vez, ir a visitarlo, convencerlo de ser parte de la dirección, convocar más gente. Escoger los candidatos a ediles, concejos y asambleas.
En otras palabras, crear una organización nacional a partir de un sentimiento alrededor de un solo hombre y una idea y que, además, lo trascienda.
Fuera de esta tarea, Zuluaga ha estado buscando financiación para el partido. La financiación estatal se da de acuerdo al número de cargos de elección popular ganados a nombre del partido. En el caso del Centro Democrático solo tienen 39 congresistas y cero funcionarios. La plata la tienen que buscar esta vez por fuera.
Paloma Valencia cree que el uribismo tendrá el 10 por ciento de las listas al Concejo y a las Asambleas (“con ese diez por ciento le hubieramos ganado al clientelismo santista que nos ganó por un punto”, dice) y el senador Iván Duque considera que por mal que les vaya serán la segunda fuerza política a ese nivel.
“Es que la manito en el corazón jala en todo el país”, dice Duque. “El partido va a salir más fortalecido de lo que ya estaba”.
La pregunta es si también saldrá fortalecido Zuluaga.
El futuro de Óscar Iván
Crear un nuevo partido suena más fácil que hacerlo, sobre todo porque entre más local es la disputa electoral son más las divisiones y los celos entre corrientes del mismo uribismo.
Eso sucede igual en todos los partidos, pero la diferencia es que por estatutos, la regla en el Centro Democrático es ir con listas cerradas. Las excepciones las tiene que decidir la instancia superior.
En cada municipio y departamento, entonces, por cada avalado que queda feliz, hay varios frustrados. Y según la estructura del nuevo partido, los conflictos que quedan sin resolver a nivel municipal van ascendiendo a la departamental. Y lo que ocurre en las regiones, sube al nivel nacional. Es decir, a Óscar Iván. Y ahí, el liderazgo que ha demostrado Zuluaga ha sido cuestionado por muchos uribistas.
Zuluaga logró durante estos meses demostrar dos cosas dentro de su partido, según varias fuentes uribistas consultadas y de diversas tendencias: que es un gerente muy eficiente pero que como líder político le falta capacidad de decisión.
“Cuando se le pide que tome una decisión difícil, no la toma. La delega hacia arriba. Hacia Uribe, pero Uribe no puede decidirlo todo”, dice uno de los congresistas.
“Oscar Iván ahora está en el peor de los mundos. Es que es dificil aspirar a ser candidato y ser director de un partido”, dice otra política. “Eso es incompatible en la práctica porque el director de un partido tiene que tomar decisiones que pueden molestar a los que se quedan sin avales pero que a él no le importe. (El problema) es que él tiene inclinaciones por su gente, para armar sus estructuras y está reventando estructuras por apoyar a los suyos lo que es fatal”.
La Silla trató de encontrar ejemplos de casos en los que Zuluaga hubiera impuesto personalmente a sus candidatos y no logró que le dijeran cuáles.
Lo que sí encontró fueron casos en los que al final el partido le apostó a políticos más tradicionales, en desmedro de figuras nuevas que tenían el apoyo de las incipientes estructuras uribistas en algunos lugares. Los consultados que tenían esta percepción, en diferentes regiones, señalaban que detrás de esas decisiones estaba la mano de Fabio Valencia Cossio.
Uno de esos casos ocurrió en el Meta, donde el uribismo tenía tres candidatos, dos de los gremios. Al final quedó Hernán Gómez Niño, que ha estado en varias campañas y viene de aspirar en el Partido Verde (a la Cámara y se quemó), no apoyó a Óscar Iván en las elecciones presidenciales y estuvo con los liberales en la Cámara y después con la U.
“Por desfortuna quedó él, a última hora, que llegó en paracaídas. Los empresarios no nos vemos representados en él, pero fue una pelea que ganó la politiquería, los uribistas por ocasión, los mismos con las mismas, en un departamento donde el uribismo se vende solo”, nos dijo una fuente del partido local. “A Óscar Iván le faltó carácter. Toma decisiones a medias aguas.”
Según esta fuente, el ungido “fue donde Fabio Valencia y se vendió. Eso fue una componenda que se armó en Bogotá. Ahora nos toca echarnos al hombro este muerto.” La Silla no pudo comprobar si fue así.
Ya sea por no crear enemigos para el 2018 o por su carácter poco confrontacional o porque su defensa judicial y la de su hijo David por el caso hacker le absorben tiempo, o sencillamente porque es imposible estar pendiente de todo el país, en varios miembros del partido existe la sensación de que en casos dificiles Zuluaga crea un vacío. Y que ese vacío con frecuencia lo llena Valencia Cossio, cuya lógica es la de la politiquería tradicional: ganar, no importa mucho con quién.
Esta frustración con ese estilo de liderazgo ha llevado a que un sector de representantes uribistas esté discutiendo proponer un cambio en la dirección del partido. Es un mini-complot el que se estaría cocinando, que sin embargo, parece no tener muchas posibilidades de prosperar pues entre los senadores consultados nadie lo había oído mencionar y tampoco es claro por quién lo podrían reemplazar.
Consultado por La Silla, Zuluaga explicó que su prioridad ha sido organizar un partido y una estructura política en todo el país. “Es un partido que de forma más clara puede enfrentar el 2018”, dice. “Tendremos listas al Concejo en más de 800 municipios y candidatos a alcaldías en 600 municipios”.
Dice que a él no le preocupan los pronósticos que están haciendo sobre la supuesta derrota del uribismo (y menos la de él en el 2018) y qué más bien siente que se está “repitiendo la película” de lo que dijeron cuando en marzo del año pasado él supuestamente era un candidato inviable y terminó ganando la primera vuelta.
“En el 2018 no nos vamos a enfrentar a un presidente en ejercicio; habrá una situación fiscal complicada; ya no estará la unidad nacional; Vargas tendrá que retirarse un año antes y competir; el gobierno ya tiene un desprestigio. Los escenarios están abiertos y el Centro Democrático tendrá una estructura política, con concejales, diputados y alcaldes en todo el país”, afirma Zuluaga.
La carrera es larga y muchos escenarios futuros de la política seguramente dependerán del éxito o fracaso de las negociaciones de la Habana. Pero en la foto de los presidenciales hoy, Zuluaga se ve menos fuerte que hace un año.