Aunque la ceremonia de hoy haya sido breve y sobria, marca un antes y un después.
Por fin llegó el fin
Con la firma del acuerdo definitivo entre el Gobierno y las Farc en el Teatro Colón de Bogotá se acaban más de 50 años de conflicto entre esa guerrilla y el Estado. Y eso, a pesar de la falta de acuerdo nacional que lo respalde y de una emoción que lo rodee, es un hito histórico.
Firmar un acuerdo con las Farc es algo que habían intentado todos los presidentes desde hace más de 30 años, cuando Belisario Betancur abrió negociaciones con todas las guerrillas de la época. Ninguno había llegado hasta la firma. La firma de hoy supera esa frustración histórica.
A diferencia de la firma de Cartagena del 23 de septiembre, esta vez no hay mayores dudas sobre si se logrará la refrendación del Acuerdo, pues el camino para hacerlo por el Congreso pinta despejado
Además, las Farc han demostrado que se la están jugando por él: a pesar de más de 20 asesinatos de líderes sociales desde la firma del cese al fuego el 26 de agosto, incluyendo 6 de Marcha Patriórica, no se han bajado del proceso. Y eso muestra que la firma de hoy marca un cambio en la historia de Colombia.
Son casi 6 mil hombres que se van a desarmar, decenas de veredas las que pueden ser desminadas, miles de campesinos los que podrían ahora sí tener tierras propias y acceso a ayudas del Estado.
Sobre todo, desaparecerá el grupo armado más grande y antiguo tras una negociación y para convertirse en un partido político, lo que le quita sustento al argumento de que la democracia colombiana es tan limitada que es legítimo rebelarse contra ella.
La ceremonia
La ceremonia, a puerta cerrada y a la que solo se podía acceder con invitación, fue bastante sobria: aparte de la firma y los discursos del presidente Juan Manuel Santos y el máximo jefe de las Farc, Rodrigo Londoño alias Timochenko, solo hubo una canción de cumbia contra la violencia. Nada de desfiles, jefes de Estado o discursos de tercos elogiando la firma.
En el Teatro Colón se reunieron buena parte de los congresistas y principales funcionarios, además de algunos invitados de diferentes sectores sociales, como gremios, pastores o animalistas.
Después de las firmas de Timochenko y Santos, el jefe de las Farc fue el primero en hablar.
Fue un discurso breve, en el que se cuidó de evitar el debate semántico de la forma de pedir perdón a las víctimas (dijo que les hacían una “petición de perdón”) e inició con un tono bastante normal.
En esa primera parte del discurso Timochenko se enfocó en defender el nuevo Acuerdo y resaltar la importancia de lo pactado, en unas palabras similares a las que dio en Cartagena el 23 de septiembre.
En ese momento agradeció a la comunidad internacional, a los grupos que se movieron para apoyar la renegociación, y habló en concreto de los sectores de jóvenes, indígenas, mujeres o ciudadanos Lgbti; y reiteró que lo que viene es pasar a una oposición sin armas en la que no renuncian a sus posiciones ideológicas.
Sin embargo, en la segunda mitad se salió de lo esperado y dejó varios mensajes importantes para lo que viene.
Primero dedicó varias frases a dejar una queja muy dura por los recientes asesinatos de líderes sociales y campesinos.
“Asombran al país el desalojo violento del Campamento por la Paz de la Plaza de Bolívar, la indolencia del Gobierno frente al asesinato de dirigentes campesinos y activistas de la Marcha Patriótica; mientras se felicita al Ejército por golpes al ELN es nula la solidaridad hacia las familias de los activistas populares y guerrilleros de las FARC dados de baja”, dijo en la parte más fuerte.
Luego dejó sobre la mesa lo que parece ser una propuesta para conformar un Frente Amplio del Sí en las elecciones presidenciales de 2018: “Destacamos la importancia que tendría para el país la conformación de un Gobierno de Transición cuyo propósito fundamental sea el cumplimiento cabal de los Acuerdos de La Habana, el cual debería estar integrado por todas las fuerzas y sectores que han trabajado sin tregua por ello.”.
Por último, saludó a Donald Trump como nuevo presidente de Estados Unidos, algo muy llamativo por la distancia ideológica con el presidente electo y las perspectivas poco halagüeñas de que su gobierno se meta la mano al bolsillo para financiar la implementación, pues Trump ha hablado de recortar gastos y reducir el involucramiento de Estados Unidos en el exterior.
En esos tres puntos, Londoño reiteró que están pensando como políticos: una alianza para las próximas elecciones o un saludo a un poderoso de signo ideológico opuesto son muestras de ello.
Después del jefe guerrillero, habló el Presidente. Su discurso tuvo menos sorpresas y empezó reivindicando todo el proceso de negociación con las Farc y especialmente la renegociación del acuerdo durante el último mes y medio.
“Este acuerdo, mejorado y ajustado gracias a los aportes de la sociedad, incorpora la inmensa mayoría de las propuestas presentadas, pero preserva los objetivos esenciales del acuerdo de Cartagena“, concluyó
Luego pasó a explicar y defender el Acuerdo, incluyendo tanto puntos que ya estaban en el firmado en Cartagena como algunos nuevos, como contó que los responsables de los crímenes más graves serán sancionados y “deberán decir toda la verdad y reparar a sus víctimas, con sus bienes“.
De ahí en adelante pasó a defender lo más polémico que viene: el papel central del Congreso en la refrendación e implementación del Acuerdo, algo que ha sido objeto de fuertes críticas del uribismo en los últimos días.
“Dice también nuestra Carta que los miembros de los cuerpos colegiados –en particular el Congreso-- representan directamente al pueblo. Es la esencia de la democracia. Allí se analizan y deciden los temas importantes para el país, para los ciudadanos. Y la paz es el más importante de todos los asuntos de la Nación… de toda Nación.”, dijo Santos.
Pero no solo dijo que refrendar vía Congreso es legal y legítimo, sino que era necesario. “Este procedimiento se adoptó también por la urgencia de la paz. Había comenzado a desmoronarse el cese al fuego por cuenta de la incertidumbre sobre el futuro. No podíamos dilatar un minuto más la implementación. Imagínense por un momento lo que hubiera significado volver a la guerra con las Farc”, fueron sus palabras
Después de esas palabras de Santos, tras cortos gritos de “viva la paz, viva la paz” de muchos de los asistentes y de la cumbia, se acabó la ceremonia que duró apenas 42 minutos. Y que empezó inmediatamente a tener efectos.
Lo que viene
Desde antes de que se acabara la ceremonia, como contamos en nuestro tuiterazo, el ministro de Interior Juan Fernando Cristo tenía lista la carta para presentarle el Acuerdo al Congreso. Es decir, para arrancar inmediatamente el proceso para refrendarlo.
Después de presentarlo, las bancadas de la Unidad Nacional en la Cámara y el Senado presentaron proposiciones en sus plenarias, proponiendo que el martes se haga un debate con Cristo, el alto comisionado de Paz Sergio Jaramillo, el jefe del equipo negociador del gobierno Humberto de La Calle, y voceros del Sí y del No, sobre la política de paz.
Y que al final del debate se vote si están satisfechos de lo planteado y “se adopta la decisión política de refrendar” el acuerdo.
El Senado aprobó la nota, con 54 votos a favor (necesitaba 52 y el Centro Democrático no votó), para que el debate se haga el martes 29. Y la Cámara, por 90 votos a favor y 13 en contra, definió que hará su debate el miércoles 30.
Si todo sale como es previsible, y cada debate se hace en un día, ocurriría lo que anticipó La Silla: el próximo jueves se empezaría a implementar el acuerdo.
En su discurso Santos resaltó que una vez el Senado y la Cámara hagan el debate y voten esa proposición, la próxima semana, arrancaría la aplicación del acuerdo, pues ese sería lo que el texto del acuerdo llama el “día D”.
Santos solo habló de una de sus consecuencias, que es que a los cinco días (más o menos el lunes 5 de diciembre) las Farc deben empezar a moverse a las zonas de concentración, que a los 90 días (hacia el 28 de febrero) deben empezar a entregar las armas y que a los 150 días (hacia fines de abril) todas sus armas deben estar en manos de las Naciones Unidas, según lo acordado.
Pero eso no es lo único que va a empezar a pasar.
Según el Acuerdo, en los días siguientes el Gobierno deben presentar en el Congreso por lo menos siete proyectos de ley o de reforma constitucional, lo que pondrá al Congreso a trabajar a todo vapor en las dos semanas siguientes de sesiones - y seguramente obligará a convocar a sesiones extras entre el 16 y el 23 de diciembre para que alcancen a salir por lo menos las leyes más urgentes.
El primero de esos proyectos, para el que ya hay un texto acordado entre el Gobierno y las Farc y que se espera quede listo antes de Navidad, es la ley de amnistía que se le aplicará a los guerrilleros de las Farc y que incluye un capítulo para que los agentes del Estado que hayan cometido delitos dentro del conflicto reciban beneficios jurídicos equivalentes a las de los guerrilleros.
Ese proyecto es fundamental porque es el que permite a las Farc estar tranquilos de que el Gobierno les va a empezar a cumplir, y para que los guerrilleros de base sientan un alivio rápidamente.
Además de ese proyecto, el Gobierno debe presentar las reforma constitucionales que incluyan en la Constitución “la prohibición de la promoción, organización, financiación o empleo oficial y o privado de estructuras o prácticas paramilitares”, las que creen las del acuerdo (la Jurisdicción Especial para la Paz, la Unidad para la investigación y desmantelamiento de las organizaciones criminales y la Unidad de búsqueda de personas dadas por desaparecidas), las del plan cuatrienal de implementación del acuerdo y las que incluyen en la constitución las garantías para el futuro partido político de las Farc.
Además, la Fiscalía debe suspender las órdenes de captura de los guerrilleros que luego quedarán cobijados por la ley de amnistía y la justicia debe preparar la excarcelación de casi mil militares que quedarían en libertad hacia finales del año.
Todas esas tareas muestran que falta un camino largo para que el Acuerdo se convierta en realidad, y que hay espacio para más peleas políticas o para acuerdos en asuntos concretos. Pero también que el acto discreto y poco emocionante de hoy sí es el fin del conflicto entre el Gobierno y las Farc.