La fiebre del carbón se comienza a notar incluso antes de que se extraiga la primera piedra, como sucedió en el pueblo de San Juan del Cesar (La Guajira).
San Juan del Cesar, pueblo minero sin mina
La fiebre del carbón se comienza a notar incluso antes de que se extraiga la primera piedra, como sucedió en el pueblo de San Juan del Cesar (La Guajira). El anuncio de la multinacional CCX -propiedad del magnate brasilero Eike Batista- de que sus depósitos de carbón serían los quintos más grande del mundo despertó un verdadero auge del sector de la construcción en este municipio del suroriente de La Guajira. En dos años se han levantando tres hoteles de lujo, dos clínicas privadas, varios restaurantes de alto nivel, ferreterías, moteles, lavaderos de carros y una cancha de fútbol con gramilla sintética.
Pero ahora, ante el aplazamiento y posible reestructuración del proyecto de la multinacional carbonífera, muchos de los habitantes del municipio donde nacieron los vallenatos Diomedes Díaz y Juancho Rois están preocupados de que sus inversiones no puedan recuperarse al mismo ritmo que habían proyectado.
Al caminar por cualquier cuadra de este caluroso municipio de 50.000 habitantes, situado en la llanura entre la Sierra Nevada de Santa Marta y la serranía del Perijá, resulta palpable que la llegada de CCX despertó grandes expectativas entre la población.
Por todas partes se ven casas y pequeños edificios en construcción, así como nuevas tiendas, agencias de viajes y almacenes de artesanías. Pero también abundan los letreros de 'se vende' o 'se arrienda', y las construcciones en obra negra.
Son las señales más visibles de que este pueblo, de origen ganadero, busca volver a las épocas doradas de la primera mitad del siglo XX, cuando era uno de los más prósperos de La Guajira. Pero que desde los años ochenta vio su economía estancarse y a buena parte de su población migrar hacia Valledupar o Ríohacha, debido al acoso de las Farc en este estratégico corredor entre las zonas montañosas de la Sierra Nevada y el Perijá, y hacia Venezuela.
Decididos a aprovechar el boom minero, los sanjuaneros decidieron madrugarle a la extracción. Y así asegurarse que los servicios en torno a la explotación de carbón no quedaran en manos de personas de fuera de la región, como sucedió en los cercanos pueblos de La Loma, El Hatillo o La Jagua de Ibirico (Cesar).
Pero no contaban con la coyuntura económica global. A mediados del año pasado comenzaron a circular rumores de que CCX frenaría sus planes en La Guajira, debido a la fuerte caída en los precios internacionales del carbón y a los reveses en la bolsa de Brasil de las empresas de Eike Batista.
La multinacional ha desmentido que esté pensando salir de Colombia, donde ya ha invertido unos 500 millones de dólares y tenía prevista una inversión total de 4.000 millones de dólares, pero ha reconocido que está en proceso de reestructurar su proyecto. Como parte de ese reajuste, han salido unos 70 empleados en los últimos dos meses.
Aún así, las dos minas de carbón de CCX en San Juan del Cesar -de las tres que prevé explotar en el departamento- generaron optimismo en muchos de sus habitantes, que vieron una oportunidad y se fueron preparando con antelación. Un buen ejemplo es el Hotel Arisuan, un lujoso hotel de 32 habitaciones, 3 suites, restaurante y piscina situado en las afueras del pueblo que abrió sus puertas en diciembre.
“Apenas CCX anunció la mina, todo se despertó y las expectativas eran muy grandes”, le contó a La Silla su propietario Jairo Suárez, sanjuanero de nacimiento y ex alcalde del municipio (1995-1997). “Nos llamaron la atención poderosamente las metas del Gobierno para el sector minero, el objetivo de pasar de 60 a 120 millones de toneladas de carbón al año”.
Como muchos otros sanjuaneros, los dueños del Arisuan comenzaron a construir el hotel pensando en las minas de Cañaverales y San Juan. “Ante la perspectiva de una mina, uno se adelanta. A nosotros nadie nos dijo 'Hagan un hotel', sino que vimos que habría unas necesidades y una demanda. Y cada uno, a su medida, fue haciendo lo que pudo”, dice su esposa Victoria Ariza, también sanjuanera y hoy la gerenta del hotel.
Para construirlo, ella y su esposo vendieron varias fincas y también pidieron un préstamo. “No queríamos que sucediera aquí lo que sucedió en La Loma o La Jagua, tan pobres como pueblos pero tan ricos en recursos. Y llenos de gente de fuera haciendo el trabajo que podrían estar haciendo los locales”, dice Ariza.
El Arisuan no es el único hotel en San Juan. Sobre la Plaza Bolívar se encuentra Casa Murillo, una casa republicana que alberga 26 habitaciones en una moderna estructura oculta tras la fachada restaurada. El Victoria Plaza, de cuatro pisos y una veintena de habitaciones, se está construyendo actualmente sobre la avenida principal, conocida como El Embudo. Otro más, con unas sesenta habitaciones, se encuentra alquilado por completo a CCX.
Todos nacieron, en gran medida, con la idea de proveer alojamiento a los técnicos de la minera durante la etapa de exploración, que solían trasladarse a diario desde Ríohacha o Valledupar, y cuyo número podría ascender a 3.000 durante la fase de explotación. Y todos esperaban beneficiarse de un auge comercial que ahora se ve más distante.
“En tres años San Juan pasó de ser un pueblo muerto a ver un resurgimiento impresionante. El pueblo se le midió a los requerimientos del proyecto minero. Y aunque éstos nunca fueron expresados directamente, nosotros sabíamos de la infraestructura que iba a ser necesaria y nos preparamos para proveerle todo”, dice Andrés Murillo, quien inauguró Casa Murillo en septiembre pasado en la vieja casona familiar, construida durante el apogeo de San Juan a comienzos del siglo XX. “Yo ya tenía la idea de montar un hotel, pero a medida que comenzó el trabajo de CCX vimos que había mucho movimiento y también potencial así que lo crecimos”.
Otros han vivido esta realidad de manera menos directa, pero también han sentido los efectos de la parálisis del proyecto de CCX. "A nosotros nos ha afectado de manera indirecta, porque -si bien venían muchos empleados de CCX- solían venir con mucha frecuencia muchos de sus contratistas", cuenta Rodrigo Torres, uno de los socios -también sanjuaneros- de Bahareque, un asadero gourmet en la esquina de la Plaza Bolívar, en diagonal a la Catedral. "De igual manera, han dejado de venir muchos clientes que le alquilaban casas a CCX y a quien se las han devuelto. O personas que prestaban servicios al Cerrejón y que, debido a la huelga, no han podido volver".
Inicialmente CCX les propuso alquilar el sitio en exclusividad, pero sus tres propietarios prefirieron abrir pensando en el resto de San Juan. Hoy se alegran porque el restaurante -ubicado en una vieja casona, cuya fachada recibe la sombra de un frondoso bouganville- ha conquistado a una clientela entre San Juan y Valledupar, además de muchos de los empleados de la minera.
Como en otros pueblos con perspectivas mineras, los precios de la vivienda, la mano de obra y los materiales fueron aumentando. “Hubo una burbuja porque las expectativas eran muy altas y se estaban alquilando casas en el pueblo hasta por 4 millones de pesos. Es decir, más de cuatro veces lo que cuesta una casa similar en Valledupar. Afortunadamente esa burbuja reventó y la gente ha tenido que aterrizar”, dice Suárez. “A la gallina de huevos de oro la estaban ahorcando”.
Ahora, con las perspectivas más inciertas, hay cautela y preocupación. Y también la conciencia de que necesitarán ser recursivos para garantizar que el despertar de San Juan -cuya economía decayó en los años ochenta- se mantenga. “Nos dimos cuenta durante la obra que la cosa se iba frenando pero decidimos seguir adelante. Estamos haciendo un esfuerzo grande para prestar los servicios no sólo a la mina, sino a la represa del río Ranchería y apuntándole a desarrollar el turismo en la zona porque el carbón es un recurso finito y no renovable”, dice Jairo Suárez. También están intentando capturar parte del público para el Festival de la Leyenda Vallenata, que colma todos los hoteles de Valledupar en abril, dado que están a una hora de distancia.
Pero para lograrlo, los sanjuaneros insisten en que se necesita una política pública clara que permita dinamizar de nuevo al municipio que le apostó fuertemente a la locomotora minera y que ahora teme por la viabilidad de sus inversiones. “Necesitamos que el gobierno, desde lo nacional hasta lo local, se siente con nosotros para ver cómo hacemos entre todos para desarrollar y reactivar la economía de esta región. No vemos un respaldo político ni el dinamismo que esto requiere”, dice Andrés Murillo, cuyo hotel tuvo buena afluencia durante sus primeros meses de operación pero que ha sentido el bajón desde enero.
“Yo no estoy viendo el vaso medio vacío, sino medio lleno”, dice Victoria Ariza, quien fundó el grupo 'Los que no queremos que CCX se vaya de La Guajira' en Facebook que cuenta con 1.687 miembros. “Ha sido difícil pero no imposible y hasta ahora hemos conseguido que se sostenga. Las expectativas no las creó CCX sino el gobierno y nosotros hemos cumplido, al generar empleo”.
Desde hace dos años, CCX -antes llamada MPX, como la casa matriz- anunció un complejo minero que contaría con tres minas de carbón. En total, sus tres minas podrían producir unas 30 millones de toneladas de carbón al año, comparables a las 34 millones que actualmente produce el Cerrejón. Para transportar el carbón, CCX tiene previsto construir un ferrocarril de 150 kilómetros y un puerto de cargue en Dibulla.
Dos de estas minas serían a cielo abierto, similares a las del Cerrejón. La mina de Cañaverales, en San Juan del Cesar, tiene previsto exportar 2,5 millones de toneladas al año a partir de y cuenta desde 2011 con licencia ambiental para comenzar a explotar. La mina de Papayal, ubicada en la vecina Barrancas, tiene un potencial similar.
Pero la verdadera joya de la corona es la mina subterránea de San Juan, repartida entre San Juan del Cesar, Distracción y Fonseca. En mayo del año pasado, CCX anunció que esta mina podría producir unas 25 millones de toneladas anuales y contaría con reservas probadas de 672 millones de toneladas de carbón, convirtiéndola en una de las cinco mayores en el mundo. Esta mina, que CCX preveía comenzar a explotar en 2019, sería la primera en el país en emplear la tecnología de corte horizontal (longwall).
Sin embargo, la realidad económica -sobre todo la caída en un 50 por ciento del precio del carbón- ha obligado a CCX a reconsiderar sus planes. La principal causa de la caída del precio es el auge que vive en Estados Unidos el shale gas, un tipo de gas que se encuentra atrapado entre las formaciones de esquisto y que se extrae mediante inyecciones de agua.
El rápido crecimiento de esta fuente alternativa de combustible ya motivó que las exportaciones de carbón desde Colombia hacia el que era uno de sus tradicionales clientes cayeran en un 53 por ciento el año pasado. A eso se suman otros factores como la desaceleración de un cliente clave como China o la crisis de la deuda soberana en Europa, que también se han traducido en una caída en la demanda de carbón colombiano.
“La compañía concentra sus esfuerzos para sacar los procesos de licenciamiento ya en curso y en la revisión del proyecto, ya que la coyuntura del mercado a nivel internacional y los precios del carbón no permiten desarrollar el proyecto tal como estaba planteado inicialmente”, señaló CCX. “Se están evaluando opciones para redimensionar o revalorar el proyecto, las cuales aún no han sido definidas”.
En la vecina Fonseca el entusiasmo por CCX es menor que en San Juan. El alcalde José Manuel 'Chema' Moscote acusa a la multinacional de no haberle cumplido al municipio con cuatro proyectos con los que se había comprometido en la anterior administración.
Moscote dice que el pueblo no ha visto un sólo peso de los más de 1.000 millones que la multinacional prometió para construir un hogar múltiple, un centro de recursos educativos (Cren) y un compactador en zonas cercanas a la mina de San Juan.
Y que tampoco han respondido para reparar la carrera 14, la vía de salida de Fonseca hacia el corregimiento de Conejo donde está el proyecto de CCX. "Esa carretera la pavimentaron hace como 20 años y nunca había tenido problemas. Pero en tres años que han venido pasando con toda esa maquinaria pesada ha quedado así", cuenta María Isabel Londoño, la propietaria de una tienda vecina.
“No son serios cuando interactúan con la comunidad y han venido creándole falsas expectativas a la gente. Aducen problemas financieros, pero les duele poner los 150 millones de pesos que cuesta arreglar la vía por donde transitaron sus camiones”, dice Moscote. “Nosotros no les hemos pedido que suplan al Estado colombiano, sino que contribuyan a la educación, la salud y el desarrollo de Fonseca. Entendemos la situación en la que están y por eso sólo les estamos pidiendo que nos cumplan con arreglar la vía”.
CCX reconoció los daños en la carrera 14 y señaló que están actualmente trabajando en ello. La Silla comprobó que efectivamente se está terminando el arreglo del último tramo de la vía, aunque constató que varios de los anteriormente reparados tienen ya baches e irregularidades en su superficie.
Sobre los otros tres proyectos no se pronunció, limitándose a señalar que por la situación económica “las acciones que apoya la Compañía en este municipio están siendo revisadas y se adecuarán de acuerdo al momento en el cual se encuentra CCX”.