Santos y Petro de acuerdo con el retorno de los Embera, pero el Ejército...

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Desde hace diez años, indígenas embera han comenzado a llegar a Bogotá desplazados por la violencia en sus resguardos en Risaralda y Chocó. Pero en julio de este año su problemática se hizo más visible cuando protestaron en el Parque Santander, en el Centro de Bogotá, para pedir su retorno. Su deseo finalmente será concedido en una operación conjunta entre el Gobierno Nacional y la Alcaldía de Petro.

Foto: Juan Pablo Pino

En la protesta  el 11 de julio de 2012, los embera expresaron con danzas y carteles que quería volver a sus tierras y exigieron acuerdos inmediatos con el gobierno que se lograron esa misma noche 

Desde hace diez años, indígenas embera han comenzado a llegar a Bogotá desplazados por la violencia en sus resguardos en Risaralda y Chocó. Pero en julio de este año su problemática se hizo más visible cuando protestaron en el Parque Santander, en el Centro de Bogotá, para pedir su retorno. Su deseo finalmente será concedido en una operación conjunta entre el Gobierno Nacional y la Alcaldía de Petro. Sin embargo, aún no es claro la suerte que les depara una vez vuelvan a sus tierras pues el Ministerio de Defensa no ha hecho parte de estos acuerdos.

Paula Gaviria, directora de la Unidad de Víctimas y Ana Teresa Bernal, la Alta Consejera Distrital para las Víctimas, se comprometieron hace unos días con los embera katío desplazados en Bogotá a que el 25 de noviembre retornarían a su territorio en el Alto Andágueda, Chocó. 

Inicialmente, el acuerdo era que retornarían el 11 de septiembre. Pero ocho días después de firmar ese acuerdo con Gaviria, el Ejército bombardeó una zona del resguardo embera. Reportó que con estas operaciones se logró la desmovilización de tres miembros de las Farc y la muerte de una enfermera de la guerrilla. Pero este bombardeo causó el desplazamiento de los tres mil indígenas del Resguardo al poblado de Aguasal, en donde todavía se encuentran y en donde han recibido escasas ayudas humanitarias.

Foto: Juan Pablo Pino

Paula Gaviria, la directora de la Unidad de Víctimas ha asumido el liderazgo del retorno de los embera katío a su territorio.

Foto: Juan Pablo Pino

Ana Teresa Bernal, Alta Consera para las Víctimas del Distrito, gestiona desde Bogotá las actividades de preparación para el retorno. Foto: Juan Pablo Pino

Desde entonces, según la Asociación de Cabildos del Chocó, Asorewa, tres niños han muerto por inanición, información que La Silla no pudo verificar de manera independiente.

La situación de seguridad llevó a que Asorewa pidiera que se aplazara el retorno de las familias desplazadas en Bogotá. Y así se decidió.  El 27 de septiembre, la Unidad de Víctimas y la Alta Consejería para las Víctimas fijaron con los indígenas la fecha definitiva: el 25 de noviembre de 2012.

Para poder hacer efectivo el retorno, acordaron que el Distrito aportaría recursos para alojamientos temporales en el resguardo y que la Unidad lo haría para proyectos de fortalecimiento organizativo, y que la guardia indígena acompañaría el proceso.

Lo único que no han acordado es el papel de la Fuerza Pública. No hay, hasta ahora, compromisos explícitos de concertación con el Ministerio de Defensa, ni el Ejército.  El retorno se basa en la voluntad de los embera en hacerlo y en la de la Unidad y el Distrito en respetar y cumplir su voluntad. 

Pero no hay ningún estudio que dé cuenta de la situación de seguridad a la que se enfrentarán allá los indígenas, ni un acuerdo oficial con el Ministerio de Defensa para que una situación como la del bombardeo no se vuelva a repetir.

Los embera en Bogotá

Uno de los acuerdos del 11 de julio fue que el Distrito asumiría el alojamiento en albergues y alimentación de los embera katío que vivían en ‘paga diario‘, es decir, que tenían que rebuscarse cómo pagar un arriendo cada noche.

El Distrito ha cumplido con su compromiso.  El albergue de los embera katío es una vieja casona en el barrio La Favorita, donde actualmente viven 220 indígenas. Las condiciones de vida son dignas y las instalaciones limpias y ordenadas. Los niños van todos al colegio en la jornada de la tarde, los hombres hacen campeonatos deportivos en el Parque Tercer Milenio y las mujeres cocinan cerca de Monserrate. Pero aún así los embera están cansados.

La ciudad no es su entorno, y el barrio del albergue no es el mejor. Muchos jóvenes consiguen en los alrededores bazuco y otras drogas y los niños comienzan a probar el cigarrillo y el alcohol a una edad temprana. Además, la sensación de encierro ha llevado a que los adultos, en ocasiones, abusen del alcohol y ha propiciado algunos episodios de violencia.

"Estamos contentos de poder regresar", dijo Juan Carlos Murillo, uno de los líderes de los embera katío.  Ya se están preparando para su regreso y han comprado equipos de sonido e instrumentos, que van a llevar a su territorio como recuerdo de la ciudad. 

Los embera en el Alto Andágueda

Para llegar al resguardo, se puede ir en carro hasta Pueblo Rico y Santa Cecilia, en Risaralda, y desde ahí es necesario andar ocho horas a pie. Es un lugar escondido entre Chocó y Risaralda.  Las Farc lo saben y por eso está presente allí el Frente 34 que se instaló en un lugar sagrado del pueblo embera y fue detectada por el Ejército que bombardeó.

Es tan remoto el lugar, que pocos pueden dar cuenta de lo que pasa adentro. No hay ningún informe oficial que cuente qué está pasando. El Ejército ha presentado en dos reuniones en Bogotá, en una en Risaralada y otra en Quibdó la situación general de seguridad de la región, pero no un diagnóstico detallado del área.

Para Otoniel Queragama, Presidente de Asorewa, la situación está estable luego del bombardeo.  En los próximos días se va a hacer el retorno de la población que está en Aguasal, acompañado por la guardia indígena.

Pero estabilidad en el Alto Andágueda no significa paz, porque desde hace décadas la región está en guerra. Por eso, los indígenas consideran que no pueden esperar a que se acabe el conflicto para volver.

Detrás de la guerra, o mejor, debajo, lo que hay es mucho oro. El conflicto por el mineral viene desde los años setenta, como lo cuenta el libro El Oro y La Sangre de Juan Manuel Hoyos de 1994.

Hoy, esto se ve reflejado en que sobre una parte importante del Alto Andágueda ya hay títulos mineros, que dan permiso de hacer exploraciones y está casi toda solicitada para concesiones mineras.
 


Mapas elaborados por Julio Fierro

Los indígenas finalmente consiguieron que el Estado respondiera a su deseo de volver a sus tierras. Pero ahora la Unidad de Víctimas enfrenta el reto de garantizar que el remedio no sea peor que la enfermedad dado que la seguridad de la zona no está ni consolidada, ni estudiada,  y que es tan cotizada por el oro que subyace a estas tierras.

 

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