Si el país tuviera más Gilmas Jiménez….

#Gilma

La muerte la encaró hace ya varios meses: debe estar sorprendida de su carácter, rectitud, perseverancia y coraje, las mismas virtudes con las que ha enfrentado todas las batallas que ha asumido, algunas por convicción y otras –como esta- porque la vida se las ha propuesto. Columna de Héctor Riveros sobre su amiga Gilma Jiménez, el día antes de su muerte.

La muerte la encaró hace ya varios meses: debe estar sorprendida de su carácter, rectitud, perseverancia y coraje, las mismas virtudes con las que ha enfrentado todas las batallas que ha asumido, algunas por convicción y otras –como esta- porque la vida se las ha propuesto.

No le han regalado nada. Al contrario, todo lo que ha logrado ha sido producto de una dura batalla.

Es una muy importante figura política en Colombia.  Obtuvo la segunda votación más alta en el Senado en 2012, después de recorrer un largo camino en el que hubo no pocos sinsabores y varias satisfacciones, los unos y los otros los recibe de la misma manera porque sabe que son pasos que hay que dar. La vida le enseñó desde niña que así era. No heredó nada y combinó trabajo con estudio para poder llegar.

Lo que cree, lo cree de una manera tan firme que no ve los matices, que no está dispuesta a negociar nada, que no encuentra nada que conciliar. Va para adelante, de frente sin detenerse.

La vida y su paso por la política la han convertido de una liberal de trapo rojo, que termina sus discursos con un “viva al gran partido” en una mujer que no está dispuesta a contemporizar con esas cosas que tanto le mortifica encontrar: la componenda y la corrupción. La “mano dura” contra todo el transgresor de la ley es hoy su máxima. Debe no estar de acuerdo con las negociaciones con las Farc porque esos delincuentes –como todos los demás- no merecen sino podrirse en la cárcel y etc.

Tiene una característica extraña en el mundo de la política: no calcula riesgos, o si los calcula no es para detenerse sino para prepararse para enfrentarlos. Durante casi tres años entraba al “Cartucho” sola o quizás con alguien más, caminando rápido, mirando fuerte impulsada por la convicción de que si alguien podía hacer algo por impedir que esa vorágine siguiera ocurriendo debía hacerlo.

De tantas cosas que ha enfrentado, nada la ha impactado más que el bebe castrado que tuvo que alzar y proteger en una de esas casas. El golpe fue más duro que cuando enfrentó cara a cara –en esa misma zona- a los violadores de una niña de solo 14 meses.

Estoy seguro que desde entonces se propuso dedicar su vida a conseguir un castigo, sin atenuantes, sin negociaciones, sin perdones para los perpetradores de ese tipo de delitos. Recogió millones de firmas y se ganó el afecto de la gente que la alienta en las calles de cualquier ciudad colombiana para que no pare. La idea de la cadena perpetua se ha hundido pero ella no ha parado. Anda con un montón de papeles y de explicaciones para contarle al que la quiera oír, y a veces a quien no quiere también, el camino que se le ocurrió la noche anterior para poder seguir.

Con todo lo feliz que fue el día que logró la segunda votación al Senado, está aburrida de esos largos debates improductivos y de tanta componenda. No quiere volver en el próximo período aunque tendría votos de sobra porque no siente que ahí vaya a conseguir lo que quiere prefiere, buscar otros destinos donde puede se más efectiva.

Ha pensado ser candidata a la Alcaldía de Bogotá porque sabe que desde ahí se pueden hacer cosas de verdad, más allá de la teoría o la carreta. Al Gobierno del Distrito llegó con Enrique Peñalosa, el único jefe que reconoce y que está dispuesta a acatar, un hombre con el que se entiende bien porque comparten carácter y convicción y ahí en pocos meses lograron convertir en realidad la teoría de que a los niños y niñas en primera infancia hay que darle una atención profesional y no solo protección como la de las madres comunitarias desde el ICBF. Construyeron decenas de jardines sociales, con los mejores estándares de infraestructura, que luego han sido replicados y hoy son centenares en todo Colombia.

Sin mucho cuento lograron diseñar lo que los “cuenteros” llamarían una política pública y que para ella es más y más importante que eso: el hecho concreto de que hay miles de niños y niñas que están mejor que antes.

No está cómoda en el Partido Verde. Allá llegó porque Peñalosa está ahí y allá estará mientras él esté. Para el Partido, la presencia de Gilma le aseguró su existencia porque ella puso casi la mitad de los votos del umbral. Nunca ha ocultado su incomodidad. En las reuniones de dirección saben que ella va y les “canta la tabla”, que no va a pasar de querida, sino a defender sus posiciones. Unas veces la derrotan y otras persevera hasta que se impone.

A pesar de que en los últimos años hemos tenido posiciones políticas distintas, especialmente porque por razones filosóficas e ideológicas nunca he podido compartir su propuesta de cadena perpetua para los maltratadores de menores, he disfrutado mucho dándole consejos jurídicos sobre cómo seguir el camino o ayudando a organizar algún evento para que recogiera firmas. Las razones de la diferencia solo las hemos discutido una vez, cualquier argumento resulta insuficiente ante tanta convicción.

De los políticos no hay que esperar que estén de acuerdo con uno, sino que tengan convicciones, que las defiendan en forma transparente, que no estén dispuestos a negociarlas por el primer ofrecimiento, es decir que sean como ha sido Gilma Jiménez. A Mockus lo ha criticado desde el primer día y él reconoce que lo hizo siempre en forma abierta, sin esperar nada a cambio, en el ejercicio leal que le imponía el hecho de ella ser concejal y él Alcalde.

Después de estos varios meses de batalla ya la muerte sabe perfectamente con quién se enfrenta y que a pesar de su agresividad no la tiene ganada. Gilma le debe cantar la tabla todos los días, y aunque la muerte finalmente nos la gana a todos, ante tanto coraje y rectitud es probable que ella le gane esta como le ha ganado ya varias en los últimos meses.

Ella ha querido enfrentar la batalla sola.  En eso no la hemos podido complacer quienes hemos tenido la fortuna de su amistad, calladamente y sin que se de cuenta la hemos acompañado desde el primer minuto esperando que vuelva a ganar porque nosotros la necesitamos y el país necesita muchas Gilmas Jiménez.

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