Es pertinente volver a la vieja pregunta de cuál es el camino para acabar con una guerrilla como la del ELN o antes las Farc.
Si no era así, entonces, ¿cómo?
Hay varios departamentos afectados por la amenaza de un paro armado convocado por el ELN. El Presidente ha repetido el discurso de que “no lo vamos a permitir”, a pesar de lo cual está ocurriendo, por lo que es pertinente volver a la vieja pregunta de cuál es el camino para acabar con una guerrilla como la del ELN o antes las Farc.
Santos propuso la fórmula de la negociación y desarmó a más de 10.000 guerrilleros, el uribismo, encabezado por Duque, se opuso férreamente a esa vía y consiguió, incluso que en un plebiscito convocado para ello ganara el NO. Lo hicieron con un slogan que todavía usan que es: la paz sí, pero no así. Ahora en el gobierno tienen que responder la pregunta: entonces, ¿cómo?
El gobierno no parece tener respuesta. Sorprendentemente parece preferir la vía de la negociación, a la que se opuso con las Farc, pero con unas condiciones que el ELN no va a aceptar, lo que nos deja en una sin salida. Mientras tanto un poco de contención militar y mucho de retórica para denunciar la complicidad de Maduro y señalar a los cabecillas de esa organización de no querer la paz, pero de lo importante, que es debilitarlos, desarmarlos o derrotarlos, no mucho.
En los ya largos 18 meses del actual gobierno, el ELN ha logrado fortalecerse en regiones en las que había prácticamente desaparecido como el norte del Cauca, para solo poner un ejemplo. La ambigüedad del gobierno en la implementación del acuerdo con las Farc les ha facilitado reclutar disidentes y la negligencia gubernamental les ha facilitado aumentar el reclutamiento de menores en lugares como el Chocó.
En este tiempo, el ELN ha dado golpes militares tan duros y dolorosos como el ataque a la escuela de policía en Bogotá y ha incrementado, como en décadas anteriores los ataques a la infraestructura eléctrica y petrolera. Se ha infiltrado aún más en las universidades públicas y, como nunca antes, sus panfletos atemorizan a Bogotá, tanto que las autoridades ordenan el acuartelamiento de la policía y las tropas militares.
Santos había dejado un intento mal armado de negociaciones, que Duque decidió dar por terminadas. Seguramente eso era la correcto después del ataque a la escuela General Santander. No se antes de ese hecho. Se decía que había un diseño de cese del fuego que el nuevo gobierno desechó.
Probablemente no había condiciones para mantener la negociación con el ELN, pero y, ¿entonces?, si no era así, entonces ¿cómo? No hay respuesta y lo que hacen desorganizadamente ha sido totalmente ineficaz porque hoy, 18 meses después, el ELN está más fuerte que cuando lo recibieron los que decían saber cómo acabarlo.
Una de las consecuencias negativas de la enorme oposición que Duque encabezó contra el acuerdo con las Farc fue haber desincentivado hacer uno con el ELN. Si el acuerdo de La Habana hubiese tenido un masivo apoyo ciudadano, es probable que el ELN se hubiera visto obligado a avanzar en uno parecido. Los efectos de que la “paz” no fuera total eran previsibles.
La pregunta que nos ronda, es la misma que hemos tenido los colombianos hace cincuenta años y hemos ido entre las posibilidades de una negociación y la confrontación militar, con resultados ya conocidos: la negociación desmovilizó al M 19, al EPL, a otras guerrillas menores y a las Farc. La confrontación –la de la seguridad democrática de Uribe- debilitó fuertemente a las Farc, lo que probablemente los forzó a negociar, pero no logró acabar con esa guerrilla.
Ninguno de los dos caminos ha sido eficaz contra el ELN. Esa guerrilla la debilitó hace algunos años las Farc, que le disputó la dominación de territorios y la derrotó en casi todos.
Las víctimas del ELN esperan con paciencia que el camino escogido por Duque les garantice verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición, lo que el entonces senador decía que no ofrecía la negociación.
Hasta ahora ninguna de las cuatro. La reparación la ofrece el Estado y no hay expectativa de que la haga el ELN. Hay casi total impunidad en los delitos cometidos por esa guerrilla y todos los días se repiten acciones armadas. Ayer no más, hirieron a cuatro policías.
¿Cuál es la oferta del gobierno a los ciudadanos en relación con el ELN?, ¿derrotarlos militarmente? En caso afirmativo, ¿en cuánto tiempo?, ¿a qué costo? ¿debilitarlos y obligarlos a aceptar una negociación en los mismos términos en que se podría hacer hoy? ¿En caso de una negociación, qué le ofrece a cambio de la desmovilización?, o, ¿es un proceso de sometimiento a la justicia para los que queden vivos después de la confrontación?, ¿a qué escenario estamos abocados?
Después de 50 años, los colombianos ya estamos curados de los discursos altisonantes. Nada ganamos con que el Presidente diga que “no nos van a amedrentar” si al día siguiente, como ocurre desde el viernes, las carreteras del Cauca, de Arauca y las que conducen de Santander a la Costa Atlántica están vacías porque la gente sí se amedrentó con los panfletos del ELN y no confió en las ofertas de seguridad del gobierno.
Pastrana diseñó una estrategia enormemente equivocada y entregó una guerrilla multiplicada por cuatro a la que recibió. Uribe, con un altísimo costo institucional y de derechos humanos, debilitó fuertemente a las Farc y las redujo considerablemente. Santos desmovilizó y desarmó a más de 10.000 guerrilleros de las Farc. Duque, recibió unos grupos residuales que están creciendo en sus manos, ¿qué nos ofrece y para cuándo?