Una Comisión más cercana a las víctimas que a la academia

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La conformación de la Comisión de la Verdad que dio a conocer el Comité de Escogencia se destaca tanto por el arraigo regional de sus integrantes como la simbología que encarna su presidente, Francisco de Roux.

Esta mañana se conocieron los nombres de los miembros de la Comisión de la Verdad. Son once personas que, con algunas excepciones, son de menor perfil que varios de los que se quedaron por fuera. Sin embargo, el grupo tiene tres fortalezas que pueden jugar a su favor: tiene arraigo regional, está integrada por personas con más experiencia de campo que académica y tiene un líder simbólico como Pacho de Roux que le puede dar la credibilidad que necesita para funcionar.

La Comisión

La Comisión anunciada hoy por el Comité de Escogencia creado por el Acuerdo de Paz para escoger los miembros de la Jurisdicción Especial de Paz y de la Comisión de la Verdad fue una sorpresa para muchos, más que por los que quedaron, por los que no aparecieron en el listado.

Para comenzar, no quedó Gonzálo Sánchez, el director del Centro de Memoria Histórica, que ha hecho una labor titánica reconstruyendo la historia de la violencia de este país y cuya inclusión en esta Comisión habría sido como mínimo un “guiño muy lindo” -como dijo una fuente- al trabajo tan valioso que han hecho.

No quedó la académica reconocida Arlene Tickner ni el ex magistrado de la Corte Constitucional Nilson Pinilla.

Tampoco quedó Iván Orozco, uno de los académicos más agudos sobre el conflicto, a quien La Silla Vacía incluyó en su especial de los Súperpoderosos de las Ideas.  La idea de este profesor de ciencia política de la Universidad de los Andes e investigador del Centro de Memoria Histórica ha permeado la aproximación de este gobierno al tema de víctimas y en el mundillo de la justicia transicional se daba por hecho que estaría en la Comisión.

Su trabajo ha mostrado cómo en un conflicto interno como el nuestro, a diferencia de una dictadura como las del Cono Sur, la violencia no ha sido vertical -con un victimario y una víctima clara- sino más bien horizontal, donde las víctimas a veces se convierten en victimarios y los victimarios a veces han sido víctimas antes.

Sin embargo, se quedó por fuera, quizás porque fue un asesor clave del Gobierno en la Habana.

Tampoco quedaron otros que cuentan con reconocimiento en el mundo del activismo de derechos humanos como Gustavo Gallón, director de la Comisión Colombiana de Juristas; Camilo González Posso, de Indepaz; o Ana Teresa Bernal, de Redepaz.

De los 11 que si quedaron, cinco son mujeres, con lo cual el Comité de Escogencia mantuvo la paridad de género que exige el Acuerdo y que poco se ve en otras instituciones del Estado.  

Cinco son de Antioquia, la región que ha tenido un protagonismo en el conflicto, tanto por el número de víctimas como de victimarios.

Académicos puros no hay ninguno, aunque hay varios que tienen experiencia en investigación como el médico paisa Saúl Alonso Franco, que ha estudiado el conflicto en Antioquia pero que también ha sido activista en derechos humanos, o la economista valluna Alejandra Miller, que ha investigado sobre mujeres víctimas del conflicto armado pero también es activista de la Ruta Pacífica de las Mujeres.

Hay cuatro víctimas, lo que podría permitir una mayor empatía con las personas cuyos testimonios van a recoger.

Hay tres abogados, incluyendo Alejandro Valencia Villa, que fuera de ser víctima tiene una experiencia como asesor de las comisiones de Verdad del Ecuador, de Paraguay y de Perú. Hay una arquitecta, una economista, dos periodistas, dos médicos y un sociólogo, lo que permite cierta pluralidad de miradas.

Pero lo que los une a todos, es un contacto directo con las caras del conflicto.

Marta Ruiz, una de las mejores periodistas de conflicto de este país, que lleva años trabajando en la revista Semana, se ha recorrido Colombia escuchando y escribiendo sobre la guerra, sus lógicas, sus protagonistas y sus despojos.  

Lo mismo Alfredo Molano, que ha escrito muchos libros periodísticos sobre la violencia y la colonización agraria.

Molano conoce tan íntimamente a las Farc como el mayor del Ejército Carlos Guillermo Ospina, de Acore (Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Armadas) conoce al al Ejército, al que perteneció por más de dos décadas y fue a La Habana en su condición de víctima de las Farc.

La abogada indígena María Patricia Tobón ha trabajado con los cabildos indígenas del Chocó, una de las regiones y poblaciones más golpeadas por la guerra. Y Lucía González, la antigua directora del Museo casa de la Memoria de Medellín y actual directora del Museo Reimaginado de Medellín, entre otros varios cargos culturales importantes, logró durante la parte más álgida del conflicto poner a hablar a los paramilitares y a sus víctimas en los espacios de diálogo que abrió en el Museo.

Por eso, más allá de las críticas que se le vienen a esta Comisión principalmente porque son más de izquierda que de derecha o porque no tienen todos un alto perfil, sus trayectorias sí les pueden permitir cumplir con el principal propósito con que se diseñó: abrir espacios para que a partir de un reconocimiento de la verdad entre las víctimas, los victimarios y todos los que tuvieron alguna responsabilidad en el conflicto armado, la gente que padeció el conflicto pueda comenzar a mirar más para adelante que para atrás.

Por el mismo hecho que no sean todos tan académicos o tan importantes que no estén dispuestos a meterse en el barro, estos comisionados podrían ser capaces de crear esos espacios en los municipios y regiones y escucharlos. No tanto para escribir la Historia sobre lo que nos sucedió como lo ha hecho el grupo de Memoria Histórica sino más para reestablecer cierto equilibrio en las comunidades a partir de que los unos sean escuchados y los otros hagan un acto de reconocimiento y humildad para aceptar su responsabilidad.

Para lograr esa confianza el liderazgo del padre jesuíta Francisco de Roux será vital.

El indispensable

Hace un año, cuando el ELN secuestró a Odín Sánchez Montes de Oca y no lo devolvía a pesar de su estado de salud,  Pacho de Roux ofreció canjear su libertad por la del ex congresista chocoano. Y ese solo era el gesto más reciente de reconciliación de este jesuita, uno de los pocos líderes que logra ser escuchado por encima de la polarización actual.

Como lo contamos en nuestro perfil del Quién es Quién, desde 1995 de Roux, como director del Programa por la Paz de la Compañía de Jesús y director del Cinep había creado el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, un experimento que busca financiar las iniciativas de convivencia y desarrollo sostenible en una zona de 30.000 kilómetros en 29 municipios rurales de Santander, Bolívar, Cesar y Antioquia.

Allí, de la mano con la ex gerente del Incoder Miriam Villegas, De Roux ha liderado proyectos de economía campesina y créditos asociativos -como alternativas económicas en medio de la guerra- y el retorno de poblaciones desplazadas, como por ejemplo en el polémico caso de la hacienda Las Pavas. También es conocido por impulsar las zonas de reserva campesina como la del Valle del Río Cimitarra y por buscar salidas salomónicas a los conflictos por la tierra.

El éxito de su experimento de promover el desarrollo ‘de abajo hacia arriba’ y a partir de una fe ciega en las posibilidades de las comunidades, inspiró el concepto de paz territorial del actual proceso de paz, que si se cumplen los acuerdos, se replicará en muchas zonas.

En el ambiente de pesimismo que vive el país, que una persona que vive la fe y la promueve, no tanto en Dios como en los hombres, sea el líder de esta Comisión podría ayudar a que la verdad sirva para la convivencia y no para la venganza como temen muchos.

Estos son los miembros de la comisión :


 
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