En Medellín se cuaja la Cuarta Revolución Industrial del país

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Esta ciudad puede ser la clave para aterrizar en el resto del país la economía basada en los datos y la tecnología y lo que el presidente Duque tendrá para mostrar hoy en Washington sobre innovación

Medellín es reconocida en Latinoamérica como el epicentro de la cuarta revolución industrial y lo que tendrá el presidente Duque para mostrar hoy en Washington cuando hable de innovación en Colombia. 

O al menos así lo hizo el Foro Económico Mundial cuando decidió y anunció que en esa ciudad quedaría su quinto Centro para la Cuarta Revolución Industrial en el mundo, financiado por el Gobierno Nacional y la Alcaldía de Medellín.

Que los otros cuatro estén en San Francisco (Estados Unidos), Tokio (Japón), Pekín (China) y Bombay (India), da una idea de su importancia.

Y aunque a muchos aún el término no les suene a nada, la cuarta revolución industrial define el momento histórico que vivimos, marcado por el hecho de que la tecnología impacta en todos los escenarios de la vida, y por supuesto en las empresas.

La Primera se dio más o menos entre 1760 y 1840 con el comienzo de la producción mecánica; su símbolo fue la máquina de vapor. La Segunda, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, permitió la producción en masa; el símbolo fue la cadena de montaje. La Tercera inició en 1960, impulsada por la computación y, más tarde, el internet.

Hoy vivimos la Cuarta Revolución Industrial, término acuñado en la Feria de Hannover, Alemania, en 2011, como lo cuenta el libro The Fourth Industrial Revolution de Klaus Schwab. Se trata de una etapa histórica en la que se articulan y convergen tecnologías desarrolladas para impactar los procesos de producción.

En Colombia, como lo explica Mónica Vásquez en un artículo de la revista Universidad Eafit, los avances propios de esta etapa “son utilizados desde hace varios años por grandes compañías como las productoras de cerveza, las mineras y la mayoría de bancos”.

De ahí que cuando se hable de cuarta revolución industrial se hable también de robótica, inteligencia artificial (dispositivos y programas de tecnología que aprenden a predecir comportamientos), el internet de las cosas (la interconexión de objetos cotidianos con internet), la realidad aumentada (que combina el mundo real y virtual) y otras tecnologías que han dado vida a una serie de emprendimientos que están cambiando la cotidianidad en el mundo.

Y también están transformando la capital de Antioquia.

Que tiene, por ejemplo, el Centro de Monitoreo del Transporte Público Colectivo en el que se vigila en tiempo real que los buses del Área Metropolitana vayan por la ruta que es, a una velocidad adecuada, no se pasen semáforos en rojo y no lleven sobrecupo, lo que termina mejorando el servicio que usan los habitantes.

Por otro lado, las cámaras de seguridad ubicadas en el Estadio y otros puntos álgidos de la ciudad cuentan con reconocimiento facial para ayudar a identificar personas que cometan algún tipo de delito o infracción y saber si tienen antecedentes judiciales.

Estas tecnologías ya están funcionando y ahora está en etapa de prueba la implementación de una herramienta basada en blockchain (un sistema que codifica datos informáticos de tal manera que es casi imposible alterarlos, pero permite que estén visibles para mucha gente) para una contratación pública transparente. 

Es algo que desde hace más de un año investiga y quiere implementar en Colombia la Procuraduría General con ayuda del Foro Económico Mundial.

Con su fundación, el Centro para la Cuarta Revolución Industrial pasó a ser el articulador de los actores interesados, como Colombia Compra Eficiente; la Universidad Nacional y el ViveLab, que desarrollan la plataforma que soportará la cadena de bloques de información; la Universidad de Berkeley con asesorías; y la Alcaldía de Medellín, que será la primera en probarla.

La idea es empezar con los contratos del Programa de Alimentación Escolar de la ciudad, y que las licitaciones y las propuestas estén encriptadas en la nube, para que el proceso pueda estar a la vista de muchas personas y que solo se pueda manipular con la verificación y aprobación de todos los nodos de la cadena, con la idea de reducir el riesgo de corrupción. 

También se ve en que la ciudad ha logrado estimular la creación de nuevos negocios, como Sempli, la primera fintech (empresa de finanzas digitales) de Colombia que se especializa en prestar plata a empresas pequeñas y medianas evaluando el riesgo con un algoritmo; o Netux, que es una empresa que comercializa dispositivos médicos para monitorear de manera remota los signos vitales de los pacientes.

Y en emprendimientos digitales de empresas grandes, como Accenture, una multinacional consultora en temas de tecnología e inteligencia artificial, que hace parte de las 500 empresas más grandes del mundo y decidió montar allí un Centro de Tecnología Avanzada. 

U otras más pequeñas como Kiwi.  Esta empresa que fabrica robots que hoy entregan domicilios a estudiantes en la universidad de Berkeley, en California, decidió pasar su base de operaciones a Medellín.

No es que la ciudad sea Silicon Valley o Barcelona pero, para funcionarios del Gobierno Nacional y expertos con los que hablamos para esta historia, en la experiencia de Medellín están las claves para aterrizar al resto del país la cuarta revolución industrial.

La revolución paisa

Carlos Fonnegra montó su empresa Backbone en Bogotá hace diez años. Su empresa tiene una tecnología que le ayuda a otras compañías a innovar más y más rápido, y tiene sedes en Canadá y Grecia.

Sin embargo, desde hace año y medio se instaló en Medellín. “Hace diez años la ciudad no estaba lista, pero seis años después vine y me di cuenta de que la ciudad no solo se puso al día con Bogotá, sino que la pasó”, nos dice. Fonnegra, por si acaso, es bogotano. 

Y es que en cinco años la ciudad pasó de invertir 0,7 puntos del PIB en ciencia, tecnología e innovación (más o menos lo que invierte hoy el país) a invertir 2,14 puntos del PIB, lo que equivale a 1,2 billones de pesos al año.

Este desarrollo no se dio de la noche a la mañana ni es responsabilidad de un solo alcalde, o de un grupo de empresarios. 

El proceso arrancó en firme desde principios de siglo con el comité Universidad Empresa Estado (CUEE), creado en 2003 por el Consejo Superior de la Universidad de Antioquia para hacer una agenda de trabajo en torno a la ciencia, la tecnología y la innovación. 

La idea era plantear acciones para mejorar la productividad y competitividad de los sectores productivos estratégicos que existían ya en la ciudad. Una de estas acciones fue Tecnnova, una institución sin ánimo de lucro fundada en 2007 para apoyar la investigación aplicada, el desarrollo tecnológico y la innovación en el país.

Hoy hacen parte de esta iniciativa la Universidad de Antioquia, Universidad de Medellín, Universidad Nacional, la Lasallista, la UPB, la Universidad del Norte, la del Atlántico, el Instituto Tecnológico de Medellín y el CES, y desarrollan, junto con empresarios, tecnologías que solucionen sus problemas. De esa unión han salido desde programas para calcular riesgos financieros, hasta sensores para medir la fuerza de la mordida de los dientes, y un sistema para dar créditos por internet. 

Sergio Marín, uno de los fundadores de Netux, la empresa que hace dispositivos para ver en tiempo real los datos de los pacientes, montó su compañía en ese entonces. Le contó a La Silla que el apoyo de las universidades y los programas públicos para ayudar a los emprendedores fueron la clave para que su empresa naciera.

Su idea de negocio surgió del Grupo de Investigación de Ingeniería Genética de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) y, para convertirla en un producto que pudiera vender, fueron claves las asesorías del Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia (una iniciativa de la Alcaldía de Medellín, que es una corporación conformada por empresas privadas, universidades y la Alcaldía de Medellín). Más el dinero que le prestó el Fondo Emprender del Sena, que es un programa del Gobierno Nacional; y el programa Destapa Futuro, de la Fundación Bavaria, que también lo financió.

También ha contribuído a esta revolución que en la agenda de los alcaldes de la ciudad la promoción de las industrias tecnológicas también se ha mantenido desde hace más de diez años

En 2009, la capital antioqueña reforzó su apuesta con la creación de Ruta N, que es una entidad pública creada por la Alcaldía y dos empresas públicas: Grupo EPM y UNE (hoy Tigo-Une) y se ha convertido desde entonces en el centro de innovación y negocios de Medellín. 

Su creación se dio bajo la administración del alcalde Alonso Salazar y bajo su mandato Ruta N empezó a trabajar en el Plan de Ciencia Tecnología e Innovación, que fue aprobado en el Concejo de Medellín durante el Gobierno de su sucesor, Aníbal Gaviria. Ese Acuerdo fijó una hoja de ruta a 10 años que se cumplen en 2021, y ordenó a la Alcaldía a disponer de por lo menos el 7 por ciento de los recursos de las utilidades de EPM a financiar ese plan, administrado por Ruta N.

Esta entidad apoya a los emprendedores con asesorías, capital semilla y dándoles espacios para que puedan instalar sus emprendimientos allá. Además, conversa con las empresas para entender qué tipo de técnicos y profesionales necesitan, y así planear y desarrollar con las instituciones educativas programas en el mismo sentido. 

Alejandro Delgado, gestor de portafolio de Ruta N, cuenta que la sede de la entidad se convirtió, junto con varias universidades de la ciudad, en el punto de encuentro de más de 40 grupos de tecnología, en los que unas 40 mil personas se reúnen a estudiar, compartir conocimientos y trabajar en blockchain, inteligencia artificial, JavaScript y desarrollo de software, entre otras tecnologías y nuevos lenguajes. 

La mayoría lo hace en sus tiempos libres; tienen grupos de Whatsapp y de Facebook donde se comparten eventos, información y se ayudan entre sí para solucionar problemas difíciles de hacer. Esto es clave para las empresas de la Cuarta Revolución Industrial porque son estos códigos y programas la materia prima de todos los negocios.

La fintech Sempli salió justamente de ahí. Sus fundadores, Felipe Llano y Esteban Velasco, trabajaban en un Fondo de Inversión en el que metía plata Ruta N, y eran los que se encargaban de escoger a qué emprendimientos financiar. 

“A ese fondo llegaban empresas micros y pequeñas que tenían cómo acceder a créditos, pero los bancos no se los daban porque no sabían cómo evaluar el negocio”, le contó Felipe a La Silla. 

Entonces le hicieron “doble clic” al tema, es decir lo estudiaron más a fondo, y vieron una oportunidad para crear un banco digital que tuviera la capacidad de evaluar las ideas de negocio no solo por la plata que tuvieran, sino también por la calidad del equipo de trabajo y el emprendimiento en sí mismo. La tecnología la hicieron gracias a dos programadores que se vincularon a Sempli desde el principio.

Desde 2016 a la fecha, esta fintech ha prestado 120 mil millones de pesos a mil emprendedores que hoy generan 10 mil empleos directos. 

Juan Manuel Restrepo, responsable de Comfama Educación, una de las cajas de compensación familiar de la ciudad, dice que trabajan en la formación de jóvenes en programas de tecnología, con alianzas con instituciones como Holberton School, de desarrollo de software. Los estudiantes pagan sus estudios una vez estén vinculados al mercado laboral con el 17 por ciento de su salario durante 3 años y medio, solo si consiguen un sueldo de más de tres millones de pesos.

Y en Sumanti, un fondo de créditos de Comfama, Sura Asset Management, Protección y Ruta N, para estudiar programas de tecnologías 4.0 en diferentes instituciones de Medellín “con tasas favorables”. Para Restrepo, hay una demanda muy amplia de estas habilidades por parte de las empresas, pero como las encuentran poco, optan por traerlas del exterior. 

Por eso no es poco común ver en la ciudad programadores estadounidenses y europeos trabajando en la ciudad. “Uno se encuentra gente de todas partes trabajando en tecnología, que la ciudad sea un ‘buen vividero’ ayuda”, nos dijo Fonnegra.

Ahora, uno de los grandes retos de Ruta N es sacar adelante el llamado Distrito de Innovación Medellín, un proyecto de renovación urbana en cuatro barrios del norte de la ciudad (Sevilla, Chagualo, San Pedro y Jesús Nazareno), contemplado en el Plan de Ordenamiento Territorial creado en la administración de Gaviria y aprobado en 2015 por el Concejo durante la de Federico Gutiérrez. 

El Distrito busca crear “un ecosistema de innovación que concentre a ciudadanos, emprendedores, compañías e instituciones dentro de la economía del conocimiento, que participen en proyectos conjuntos y permitan convertir a Medellín en la Capital de la Innovación de Latinoamérica”, dice su sitio web, una definición parecida a la de Sillicon Valley guardando proporciones.

El nuevo alcalde, Daniel Quintero, quiere reforzar esa apuesta con su idea de que la ciudad sea un “Valle del Software”.  Es un concepto que, según dijo a La Silla Paola Vargas, secretaria de Desarrollo Económico de Medellín, están aterrizando a las comunidades porque es complicado, pero consiste en una estrategia transversal del gobierno que busca poner a la tecnología como centro de la productividad y competitividad de la ciudad en el mercado internacional.

“Medellín es un referente importante hoy en innovación en parte porque ha habido un liderazgo desde la Alcaldía que se ha mantenido a pesar de los cambios de Gobierno”, dijo a La Silla el director de Desarrollo Digital del Departamento Nacional de Planeación, Iván Durán.

Ruta N también promociona a la ciudad para traer empresarios a ubicarse en Medellín, las asesora para instalarse allí, y ahora está concentrada en desarrollar programas y proyectos alrededor del Valle del Software.

La nueva cara

“Medellín se ha consolidado como la capital de la innovación en Colombia”, nos dice el viceministro de Economía Digital, Germán Rueda, cuando le preguntamos por qué el Gobierno Nacional terminó promoviendo que el Centro de la Cuarta Revolución Industrial se hiciera en esta ciudad y no otra.

“Es una de las ciudades con mejor desempeño económico en América Latina, según el Global Metro Monitor de The Brookings Institution, cuenta con un ecosistema empresarial dinámico y en constante crecimiento”, dice, y enumera otras iniciativas, como la de MEData, un portal de datos abiertos generados y publicados por la Alcaldía de Medellín, que tiene desde estadísticas de calidad de vida, hasta información del presupuesto de la ciudad, además de las visualizaciones y análisis que se han creado para darles valor.

Según los datos de Ruta N, hoy el 60 por ciento de las inversiones en ciencia, tecnología e innovación se dan gracias a empresas privadas, algunas tradicionales de la ciudad, otras que han llegado impulsadas por lo que está pasando en Medellín. Hace diez años, solo el 30 por ciento de estas inversiones eran privadas.

Dos personas que están en los grupos de tecnología que se reúnen en Ruta N, nos contaron que con frecuencia se están compartiendo entre ellos ofertas para trabajar en empresas en Medellín y del extranjero que contratan programadores paisas para trabajar remotamente, pagándoles entre 5 y 8 millones mensuales o más.

“Empresas grandes y multinacionales están impulsando una cultura de colaboración, en Medellín ya no es paisa con paisa, eso ya cambió”, nos dijo el vicepresidente de transformación digital de la Andi, Santiago Pinzón. Agregó que el hecho de que empresas del llamado Grupo Empresarial Antioqueño como Nutresa, Bancolombia y Sura sean hoy multilatinas que operan en varios países del mundo y la necesidad de adaptarse a las nuevas necesidades del mercado ha abierto la puerta a la innovación.

Casi todas las empresas del Grupo Empresarial Antioqueño tienen fondos de inversión que buscan emprendimientos para invertir en innovación de sus propios empleados o por fuera.

Pero parte de esta historia se explica también desde los emprendedores. “Hay procesos de disrupción en los negocios que se deben a los emprendimientos pequeños”, nos dice el cofundador de Sempli. 

Cuando esta fintech nació, los bancos tradicionales no tenían productos digitales fuertes, pero hoy varios de ellos como Bancolombia, Davivienda y el Grupo Aval, tienen productos digitales e incluso hacen parte de Colombia Fintech, el gremio de las empresas digitales del sector financiero en Colombia.  Y se han metido en el tema, incluso más allá del negocio financiero.

“APIs (programas para desarrollo de software) y la analítica de datos emergen y están modificando la forma de operar, impactando a todas las industrias”, opina el presidente de Bancolombia, Juan Carlos Mora. Pone como ejemplo la plataforma de inteligencia de negocios de Bancolombia Plink, que “permite a los comercios conocer de manera predictiva el comportamiento de los consumidores para así mejorar su oferta. Hoy 21.263 puntos de venta del país cuentan con Plink”. 

Pero estos desarrollos tienen sus límites y sus ventajas todavía no son para todo el mundo.

Los rezagados de la cuarta revolución

Cristina Gómez, quien es la líder de Inteligencia Artificial del Centro para la Cuarta Revolución Industrial, dice que las grandes compañías están trabajando en transformación digital, en nuevas aplicaciones para sus líneas de negocio e intereses, pero, desde su día a día observa que “se está abriendo una brecha con las empresas más pequeñas”.

Las primeras, según ella, tienen más estabilidad y capacidad, se pueden actualizar tecnológicamente y sacar provecho, pero las más pequeñas “se están quedando rezagadas, a pesar de ser el mayor porcentaje de empresas que tenemos en Medellín y en Colombia”. Por eso cuenta que las iniciativas de cuarta revolución se están volcando hacia las pymes, que son las que necesitan más apoyo.

El otro problema es, que por muchos nuevos emprendimientos y desarrollos que trae la cuarta revolución industrial, su implementación implica también la pérdida de empleos. Por ejemplo, si los robots de Kiwi se implementaran en Colombia para repartir sus domicilios, como ya sucede en California, miles de personas que viven de ese negocio se quedarían sin trabajo.

Este temor pesa en Medellín y su área metropolitana, una ciudad que a pesar de tener la segunda economía más grande del país, arrancó el 2020 con una tasa de desempleo de 11 por ciento, que son 232.000 personas sin empleo.

Esta preocupación se ha visto en escenarios como el Concejo de Medellín. En marzo del año pasado la corporación sesionó para tratar el tema específico de la Cuarta Revolución Industrial y el entonces concejal de Cambio Radical Ricardo Yepes puso sobre la mesa la situación de desempleo y dijo que “a Ruta N le ha faltado mucho”. Consideraba que ya era hora de que Medellín fuera el Silicon Valley de Colombia, con los empleos que eso implica. 

De acuerdo con Iván Durán, del DNP, en efecto esos son riesgos de esta transformación económica, que van a existir desde que sigan desarrollándose las tecnologías de automatización e inteligencia artificial. Es decir, son inevitables.

“Lo que estamos haciendo es preparándonos”, nos dijo, mencionando dos documentos Conpes sobre explotación de datos y transformación digital, la ley TIC y la accidentada subasta del espectro con la que el Gobierno Nacional promete pasar a una cobertura de internet de 80 por ciento.

Y por eso la primera fase del Centro de la Cuarta Revolución Industrial se concentra en pensar en políticas públicas que permitan poner al día la regulación con los nuevos desafíos de esta industria.

Mientras el país se va poniendo al día con estas regulaciones, Medellín sigue recogiendo los frutos de su revolución.

 
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