Estas elecciones mostraron un crecimiento de la votación por candidatos no tradicionales en Cundinamarca. Eso se notó sobre todo en los municipios cercanos a Bogotá, donde el discurso ambientalista y el progreso económico fueron claves.
Con Petro y Fajardo emergió el voto alternativo en la Sabana
Sergio Fajardo y Gustavo Petro.
A pesar del triunfo de Iván Duque en Cundinamarca, los seguidores de la Coalición Colombia de Sergio Fajardo y los de la Colombia Humana de Gustavo Petro tienen con qué celebrar no sólo porque le ganaron en primera vuelta a Germán Vargas Lleras, sino por los buenos resultados que obtuvieron en municipios de la Sabana de Bogotá, incluidos los de las legislativas.
Que las maquinarias no hayan mostrado la misma fuerza de antes es un indicio de que el voto por opciones alternativas y no tradicionales está ganando fuerza y puede comenzar a ganar espacios en las elecciones locales del año entrante.
El cambio general
Antes de estas elecciones presidenciales, el 2010 fue la última vez en que se enfrentaron un candidato ligado a las estructuras políticas tradicionales (Juan Manuel Santos) y otro que se presentaba como alternativa a esas estructuras (Antanas Mockus). Y en Cundinamarca este último no tuvo mucho qué hacer.
Santos sacó el 76,5 por ciento mientras Mockus, el 20,7.
Este año, sin embargo, el candidato que llegó a segunda vuelta por la derecha y con el que se alinearon las estructuras tradicionales (Iván Duque) ganó en todos los municipios, pero con menos fuerza que Santos en su momento, al obtener el 56,4 por ciento.
Y Petro, que fue el candidato alternativo en esta ocasión, perdió, pero con el 38,8 por ciento, con lo que superó la fuerza de Mockus en su momento; y además ganó en 10 municipios.
Para las elecciones al Congreso, en las que las maquinarias tienden a influir más que en las presidenciales, la tendencia también cambió este año a favor de los partidos no tradicionales.
En 2014 y 2018 los resultados favorecieron principalmente a Cambio Radical, el Partido Conservador, Centro Democrático y La U, pero la Alianza Verde pasó de 19 mil a 75 mil votos en el Senado. A grandes rasgos, cuadruplicó su votación.
El Polo Democrático pasó de 21 mil a 28 mil votos. Y aunque ese fue un aumento mínimo, si se le suman los 33 mil votos de la lista de ‘Los Decentes’ que lideró Gustavo Petro, la izquierda este año sacó un poco más del doble de su votación con respecto a 2014.
Ese cambio se notó, sobre todo, en los municipios en los que ganaron Fajardo y Petro, que principalmente hacen parte de la Sabana de Bogotá o, en todo caso, son cercanos a la ciudad. Y eso no es gratuito.
Lo que pasó en la Sabana
De los 19 municipios que integran la Sabana de Bogotá, en primera vuelta Fajardo ganó en nueve: Madrid, Facatativá, Tocancipá, Cajicá, Chía, Funza, Mosquera, Zipaquirá y Sopó, así como en otros tres cercanos a la capital: La Calera, Ubaté y Suesca.
Por su lado, Petro triunfó en Soacha, Pasca y Cabrera, también cercanos a Bogotá. Estos dos últimos son de la provincia de Sumapaz, una región históricamente afecta al liberalismo y al Partido Comunista y donde las Farc tuvieron una retaguardia. El triunfo de Petro allí sería un indicador de que la izquierda puede volver a ser fuerte donde alguna vez lo fue.
El potencial de votos de todos estos municipios es en conjunto de 800 mil votos, similar al de una ciudad como Cartagena.
En segunda vuelta, el candidato de izquierda volvió a ganar en esos tres, y de los ‘fajardistas’ triunfó en seis: Mosquera, Funza, Zipaquirá, Suesca, Sopó y Tocancipá, con lo que ratificó una tendencia de esos pueblos a votarle a un candidato no tradicional.
Además, se impuso en Gachancipá, también de la Sabana y donde en primera había ganado Duque. (De los ‘fajardistas’, Duque en segunda se quedó con Facatativá, La Calera, Madrid, Cajicá, Ubaté y Chía).
Que el triunfo de Fajardo y Petro se haya dado en municipios aledaños y cercanos a Bogotá tiene varias explicaciones.
En primer lugar, son municipios que por su industrialización, urbanización y mayor dinámica comercial han adquirido una realidad económica mucho más urbana, que hace que las maquinarias, generalmente enquistadas en las alcaldías, no sean tan efectivas para amarrar los votos porque la mayor parte de la gente no depende económicamente del Estado.
Eso los diferencia de otros pueblos más alejados de Bogotá, y más rurales, donde las alternativas económicas diferentes a las que brindan las alcaldías y la Gobernación son más escasas y por lo tanto, las maquinarias enquistadas en las administraciones tienen mayor margen de maniobra para amarrar los votos.
“El progreso económico de Bogotá ha repercutido en los municipios de la Sabana”, precisa Eduardo Pizano, exalcalde de Chía, exdiputado de Cundinamarca y director de la Escuela de Gobierno de los Andes.
Algo que complementa el diputado liberal Ricardo Porras, oriundo de Funza, diciendo que allá “la administración ya no es la principal fuente directa de empleo, sino la empresa privada”.
Y el diputado Juan Carlos Coy, de Madrid, concluyó que como esos municipios son dormitorios de mucha gente que trabaja en Bogotá, lo que hace esa gente es volver en la noche a llevar un mensaje impregnado de una forma de ver la política mucho más urbana y apartada de la tradicional.
Hay dinámicas locales que también influyen. Joaquín Camelo, exrepresentante a la Cámara por Cundinamarca, dice que los problemas ambientales propios de la región han hecho que, particularmente los jóvenes, se enganchen con discursos ambientalistas, sobre todo ligados a la lucha contra los efectos de la minería, que en esta región es un sector muy importante pero que al tiempo ha generado conflictos.
Agrega, por otra parte, que hay un descontento generalizado con los precios y la prestación de servicios públicos en municipios como Funza, Soacha y Tocancipá.
Por ejemplo, Diego Cancino, que este año fue la votación más alta de los verdes a la Cámara en Cundinamarca con 17.700 votos, nos dijo que las nuevas fuerzas políticas han explotado un discurso contra el alto costo de los servicios públicos.
Todas estas condiciones fueron un caldo de cultivo para que Petro y Fajardo, que se vendieron como candidatos del cambio y promovieron un discurso anticlientelista y de rompimiento con la política tradicional, tuvieran una amplia acogida.
Lo que se viene
Ahora bien, aunque el Polo, los verdes y los Progresistas en Cundinamarca toman esto como un punto de partida para hacer alianzas de cara a las elecciones locales del año entrante, aún es apresurado asegurar que en los municipios donde les fue bien a Fajardo y Petro ganarán, necesariamente, alcaldes de esos partidos.
Esto porque las elecciones locales tienen un componente de opinión mucho menor que las presidenciales, y por ende, las maquinarias, que ahí se aceitan más, sí pueden influir más en los resultados a favor de partidos tradicionales como los que suelen ganar las alcaldías: La U, Cambio Radical, los conservadores y liberales, por ejemplo.
A eso se suma que aunque las altas votaciones por Fajardo y Petro corresponden a una manifestación contra las estructuras tradicionales, eso no significa que sean votos de ellos y mucho menos de los partidos verdes, Polo o de Progresistas.
Y eso es importante para un escenario como el de las locales, en el que los candidatos ya no serán ellos dos y la gente puede dar su voto más por filiaciones relacionadas con su contexto más cercano.
También habrá que ver qué coaliciones hace un partido como la Alianza Verde, que en las locales ha tendido a aliarse para alcaldías con partidos tradicionales como La U y Cambio Radical.