El recién posesionado ministro de Ambiente Gabriel Vallejo visitará hoy por primera vez el páramo de Santurbán, el epicentro de la decisión más difícil que tendrá que tomar. El problema crucial es que, según le comentaron a La Silla cinco reconocidos ambientalistas, comienza a quedar claro que el mayor escollo de esa decisión es que la ley que ordena la delimitación de los páramos no contempla ningún tipo de plan de transición para la gente que vive dentro de la zona. Eso significa que las posibilidades de 'dibujar' el páramo sin agudizar los conflictos sociales son enormes.
Santurbán, de ministro en ministro y sin solución a la vista
?
La delimitación del páramo de Santurbán, que ordenó el presidente Santos, es el mayor chicharrón que hereda el nuevo Ministro de Ambiente Gabriel Vallejo de su predecesora Luz Helena Sarmiento. |
El recién posesionado ministro de Ambiente Gabriel Vallejo se reunirá hoy en Bucaramanga con los campesinos y mineros que viven en el páramo de Santurbán y sobrevolará la zona que muy probablemente será el epicentro de su decisión más difícil en el gabinete. Tanta es la expectativa que el mayor periódico santandereano titulaba el viernes pasado -apenas un día después de que él llegara al cargo- “Minambiente, en Santurbán lo están esperando”.
La que espera a Vallejo no es una decisión nueva, sino una que le hereda a sus dos antecesores Luz Helena Sarmiento y Juan Gabriel Uribe. Desde septiembre pasado están listos los mapas de Santurbán a una escala de 1 a 25 mil, la más precisa hecha hasta ahora de estos ecosistemas montañosos en todo el país, y ahora recae en Vallejo la responsabilidad de definir dónde comienza y dónde termina este páramo.
Esa decisión política es decisiva porque de esos límites dependerá qué actividades mineras y agrícolas quedan prohibidas en una zona donde hay muchos intereses y también mucha gente viviendo. En el último año fueron muchos los anuncios parciales y los plazos pospuestos, sin que al final el Gobierno Santos I cumpliera su promesa de definir los límites de Santurbán.
El problema crucial es que, según le comentaron a La Silla cinco reconocidos ambientalistas, comienza a quedar claro que el mayor escollo es que la ley que ordena la delimitación de los páramos no contempla ningún tipo de plan de transición para la gente que vive dentro de la zona. Eso significa que las posibilidades de 'dibujar' el páramo sin agudizar los conflictos sociales son enormes.
“Estamos en esta especie de sinsalida porque la ley, que es necesaria e importantísima, ve las cosas en un blanco-negro total y no reconoce que la mitad de los páramos están habitados. La pregunta no es si debemos conservarlos, sino más bien cómo hacerlo. Y la ley no contempla ninguna transición o transacción con los actores locales, por lo que termina simplificando una realidad que requiere soluciones complejas”, le dijo a La Silla un experto en páramos que, como las demás fuentes consultadas, prefiere omitir su nombre porque trabaja a diario con las entidades ambientales.
Cuando estalló la problemática de Santurbán y se convocaron marchas multitudinarias en Bucaramanga para defenderlo, el presidente Juan Manuel Santos prometió que se haría la delimitación a una escala de 1 a 25 mil -diez veces más precisa que la que había, de 1 a 250 mil- en el menor tiempo posible y comenzando por ese páramo.
La meta del Plan Nacional de Desarrollo del 2010, que blindó a los páramos de actividades como la minería, era terminar de delimitarlos todos en un lapso de dos a tres años. La agricultura, nociva para el páramo aunque en menor escala, también quedó incluida en la prohibición a pedido del sector minero.
Desde entonces, Santos reafirmó la promesa varias veces. “Tenemos un compromiso férreo con la delimitación de todos los páramos del país, tarea que esperamos concluir el próximo año, y restringiremos las actividades que se puedan hacer en sus inmediaciones para garantizar que estas fábricas naturales de agua puedan asegurar el servicio de captación, regulación y suministro del líquido vital”, dijo Santos en marzo pasado, durante el Día Mundial del Agua.
Un año y medio después no se ha terminado de delimitar siquiera el páramo número uno, debido a dos razones fundamentales.
Primero, porque el Plan de Desarrollo de Santos ordenó delimitar los páramos pero no le asignó los recursos para hacerlo. Eso retrasó bastante el cronograma, ya que todo el proceso -que finalmente fue financiado con recursos del Fondo de Adaptación- costará casi el equivalente al presupuesto de inversión del Ministerio de Ambiente en un año.
“Ni siquiera fue fácil convencer al Fondo de que los páramos degradados son gravísimos para la adaptación al cambio climático”, cuenta una fuente del sector.
Y segundo, porque el principal proyecto para hacer más fácil que la gente que vive allí cambie su modo de vida terminó engavetado.
La Silla supo que hace un año el Ministerio -que entonces lideraba Juan Gabriel Uribe- y el Instituto Humboldt trabajaron en un borrador de resolución que -al mismo tiempo que se iba haciendo el mapa del páramo- creaba herramientas para ayudar a los campesinos a ir cambiando, poco a poco, su modo de vida por uno más armónico con el páramo.
Por ejemplo, los comprometería a no crecer el área cultivada y a reducir el área de pastaje del ganado. Se establecerían planes a dos, tres o cinco años para ir eliminando los pesticidas o el uso de tractores, muy nocivos para la capa de tierra negra paramuna. Se comprometería a los campesinos a dejar de cultivar en las zonas más deterioradas -para ir restaurándolas-, a proteger los nacimientos y a sembrar cercas vivas de árboles. Es decir, a persuadirlos de adoptar mejores prácticas para el páramo.
En el tema minero, la resolución retomaba las ideas que aparecen en Código minero: las empresas con títulos dentro del páramo y en fase de exploración no podrán de ninguna manera explotarlos, ya que no habría derechos adquiridos. Y las que están en explotación y cuentan con licencias ambientales podrían continuar hasta que se les venciera, tras lo cual no podrían renovar esos contratos.
Eso significa que muy probablemente las tres grandes mineras que tienen proyectos en la zona de Santurbán -la brasilera AUX y las canadienses Eco Oro y Leyhat- tendrán que renunciar a explotar sus títulos más arriba en la montaña. Las empresas continúan insistiendo en que el proceso les ha generado inseguridad jurídica y les ha causado grandes pérdidas, aunque desde hace varios meses la saliente ministra ha venido advirtiendo que muchos de esos títulos serán inexplotables.
Hasta donde La Silla supo, esa resolución que crea las herramientas de transición nunca se adoptó. Luz Helena Sarmiento la recibió de Juan Gabriel Uribe prácticamente lista para la firma pero, según tres personas del sector, nunca se volvió a saber del tema. La Silla intentó varias veces comunicarse, sin éxito, con Sarmiento.
Para completar, ninguno de los dos proyectos de Ley de páramos que cursan en el Congreso y que apuntan a darle al Gobierno más herramientas para protegerlos cuenta -según le dijeron dos personas del sector a La Silla- ninguna referencia a la importancia de un régimen de transición.
Como dice un ambientalista, “en la convivencia está la preservación de los páramos”. Al fin y al cabo, más allá de Santurbán, la mayoría de los otros 35 complejos de páramos en el país están habitados.
En total, el Ministerio de Ambiente calcula que hay unas 120 mil personas viviendo en zonas paramunas y que allí se producen tres cuartas partes de toda la cebolla y la papa en el país.
“Imagínese la delimitación del Sumapaz, con una zona de reserva campesina adentro. No está creada aún formalmente, pero los campesinos sí están adentro del páramo desde hace décadas”, dice un ecólogo, que enumera los páramos -Almorzadero, Guerrero, Rabanal, el Cocuy- con poblaciones significativas. O buena parte de los de Nariño y Cauca, habitados por indígenas y donde el proceso seguramente tendrá que pasar también por los vericuetos de la consulta previa.
“Se ha hablado de ese tipo de soluciones, pero muy poco. Hay gente que dice que la maten en la huerta, pero la mayoría estamos comprometidos si nos dejan quedarnos con nuestra casa, nuestra vaca y nuestro cultivo”, dice Silvia Salazar, una de las líderes campesinas de las 3 mil familias cebolleras de Berlín, en pleno páramo de Santurbán. “Sí estamos dispuestos al cambio. Queremos reducir los químicos y que nos ayuden a crear mercados seguros para una agricultura limpia”.
Bajo el liderazgo de Sarmiento, el Ministerio comenzó a hablar de inaugurar el pago por servicios ambientales en Santurbán. Es decir, que el Acueducto de Bucaramanga -y, por lo tanto, los bumangueses- pagarían a los habitantes del páramo por conservar el agua. La dificultad es que montar ese esquema puede demorarse varios años y, si no es planeado cuidadosamente, puede generar efectos negativos como que llegue gente a colonizar otros páramos a la espera de que también les paguen a ellos.
“Es como si un Ministro de Hacienda anuncia un impuesto del 4 por mil y aún no lo ha diseñado. Aunque es una buena idea, requiere tiempo y muchos estudios”, dice un economista ambiental.
Parte del problema, según un ambientalista, es que el Gobierno no ha sido capaz de ver la política ambiental más allá de la lógica de la conservación más estricta. “La supervivencia siempre ha sido crear áreas protegidas, con el sentido de que adentro todo queda prohibido. Eso está muy bien para el 15 por ciento [del país protegido como parques nacionales], pero el otro 85 por ciento es imposible aplicarlo y, sin una buena gestión, solo se exacerban los conflictos sociales”, dice.
“Si seguimos pensando que el territorio es una cosa y la gente otra, no podremos salir de una lógica de la púa y el vigilante que solo nos hace daño. Cuando lo que debería hacer es trabajar con la población y lograr acuerdos”, añade otro ecólogo.
En Santurbán sí se arrancó un trabajo colaborativo que pone el acento en cómo pueden coexistir sus habitantes con el páramo, aunque curiosamente no era un plan ambiental sino un ejercicio lúdico más ligado a la economía.
A instancias del Gobierno, con una marrana de alcancía y fichas en mano, el economista y bloguer de La Silla Juan Camilo Cárdenas sentó a todos los actores de Santurbán y los puso a pensar en cómo el beneficio de cada uno puede terminar en una situación perjudicial colectivamente. Es decir, en la teoría económica conocida como “la tragedia de los comunes” y las alternativas para alinear los intereses individuales con el general, según la Nobel estadounidense Elinor Oström (con quien Cárdenas hizo su posdoctorado en la Universidad de Indiana).
Con la dificultad, según Cárdenas, de que en Santurbán hay un escollo adicional: la acción de ‘los de arriba’ (el páramo) perjudica a ‘los de abajo’ (Bucaramanga), pero éstos últimos no compensan a los otros para evitar que sea así. “Hay que convertir la línea de páramo en una oportunidad para sentar a las partes a buscar acuerdos”, dice.
Más allá de este experimento, en Santurbán la tensión sigue subiendo y la impaciencia de sus habitantes aumenta cada vez más. Al mismo ritmo, la delimitación se ha ido volviendo “políticamente una papa caliente que cada ministro pelotea para luego lavarse las manos”, como dice el ex ministro Manuel Rodríguez Becerra.
Y seguramente seguirá siendo una decisión difícil para el recién posesionado Vallejo, que hoy tendrá su inducción en el tema, si no reconoce que -en palabras de un ambientalista- “sin la gente la delimitación del páramo es letra muerta”.