La Silla habló con varios jóvenes de diferentes primeras líneas, los grupos expertos en enfrentar al Esmad. Ni las alcaldías ni el Gobierno saben cómo hablar con ellos y sus propuestas son difíciles de aterrizar.
La primera línea: primeros en la protesta, últimos en la política
Primera Línea Americas (Bogotá). Foto: Juan Carlos Hernández/La Silla Vacía
La multitud les gritaba a los jóvenes de la primera linea: “graaaacias, graaaaacias, graaaacias”. Entraba la noche en otra agitada jornada de protesta en el portal de Transmilenio de Las Américas. Esos jóvenes iban ataviados de cascos de construcción, monogafas, máscaras antigases, guantes, escudos de lata y banderas de Colombia colgadas en sus espaldas a modo de capas. El ambiente era de festival. Familias, carros de comidas y vendedores ambulates.
Minutos más tarde, después de una jornada pacífica, las piedras que lanzaron algunas personas al Esmad desembocaron en un enfrentamiento entre algunos manifestantes y la policía. La calle quedó desolada de gente. Se empezó a llenar de pedazos de ladrillo y piedras. Los jóvenes de la primera línea, quienes aseguran que no iniciaron la pelea y que quienes lanzaban piedras eran otros, terminaron en una batalla campal con agentes del Esmad que se extendió hasta la media noche.
Estos jóvenes, que hacen parte de un grupo organizado en las protestas, se han convertido en protagonistas en las manifestaciones del país. Empezaron marchando junto a muchos otros en contra de la reforma tributaria, y ahora hacen exigencias amplias sobre deudas históricas en educación, trabajo y salud. Aseguran que no van a parar de marchar hasta que no vean un cambio, pero no están vinculados a procesos de negociación política para lograrlos.
Sobre todo, son reconocidos porque van adelante de las marchas y son quienes terminan enfrentados con el Esmad. Identificarlos no es sencillo. No solo porque ocultan su caras tras sus máscaras, sino porque existen varios grupos y no hay líderes visibles.
“Preferimos que sea así, porque si nos identificamos terminamos judicializados o desaparecidos”, dijo a La Silla uno de ellos.
Además, aseguran que no se sienten representados por el Comité del Paro. Desde la calle le hablan al presidente Iván Duque.
Primera Línea Américas. Foto: Juan Carlos Hernández/La Silla Vacía.
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En la secretaría de Gobierno de Bogotá le dijeron a La Silla que han intentado algunos acercamientos, pero que no es sencillo justamente porque no los pueden identificar y porque no hay un único líder que los represente. En la Gobernación del Valle, están intentando hacer algunos acercamientos a través de líderes juveniles, pero todavía no hay nada concreto.
En Cali, algunos gestores de la Alcaldía han logrado, en el momento de la protesta, que los muchachos permitan la entrada de algunos camiones en puntos clave, donde varios jovenes están bloqueando las vías. También, la Alcaldía está haciendo transmisiones en vivo para que los jovenes de la primera línea digan cuáles son sus peticiones. Pero no han logrado nada más que eso.
En una de las bancas frente al portal Américas, al que ahora llaman ellos Portal Resistencia, está David, más conocido como “Coda”. Tiene 23 años y se dedica a tatuar. Sonríe mientras recibe uno de los mercados que un grupo de ciudadanos están donando a los de la primera línea. Ese día van a entregar 67 paquetes de comida para ellos.
David dice que lleva 22 días protestando: “Estoy cansado, pero hay que seguir”.
Se unió a la primera línea de Américas hace tan solo unos días. Dice que estando en las marchas del 28 de abril se dio cuenta de que “había mucho por hacer y tenía ganas de proteger a otros”.
Para hacer parte de la primera línea no hay que tener un carnet o pertenecer a un grupo de amigos. Es tan sencillo como llegar un día de protestas y hacerse al lado de otros jóvenes que van al frente de las marchas. Al final de la jornada, pueden tomar los datos y quedar en contacto para un próximo evento.
David empezó ayudando a una de sus amigas que se ahogaba después de que el Esmad lanzó gases lacrimógenos. Ahora va al frente de las protestas y es uno de los encargados de recoger esos gases y devolverlos al Esmad. Por eso tiene las manos con moretones y cortaduras.
Aunque hay algunos jóvenes que reciben entrenamiento para devolver los gases y que incluso se someten a inhalarlos para estar familiarizados, la preparación de David fue mínima. “Solo me dijeron que la lanzara en parabólica y lejos de mi cuerpo”.
Cuenta que la primera línea tiene la función de defender a los manifestantes cuando el Esmad interviene. “Puede haber muchas diferencias entre las Primeras Líneas de todo el país, pero la idea es proteger a los manifestantes en las intervenciones del Esmad”, explica.
Estos grupos empezaron a ser más notorios en Colombia después del asesinato de Dylan Cruz a causa del disparo de cartucho de “bean bag”, un arma supuestamente no letal, por un agente del Esmad. En el mundo ya había referencias de jóvenes de primeras líneas, como es el caso de Chile, donde grupos de jóvenes empezaron a organizarse para responder a la represión policial.
En Bogotá, hay primeras líneas en varias localidades. En Cali, hay más de 20 puntos donde estos jóvenes se juntan.
Detrás de las primeras líneas de Kennedy están los de la segunda línea. Son jóvenes que después de la intervención de los uniformados, lanzan rocas, pedazos de ladrillo, cemento o bombas molotov.
“Quiero aclarar que si haces parte de la segunda línea de aquí no inicias el enfrentamiento, pero sí respondes para hacer retroceder al Esmad”, dice David. Tras la segunda línea viene una tercera, encargada de atender a los heridos. En otras partes estas líneas se mezclan entre sí.
En Siloé, en Cali, por ejemplo, Steven Ospina, líder de la comunidad, dice que también llaman primera línea a las personas que apoyan el paro con donaciones de dinero, de comida o de cascos, gafas y guantes. Entre esos donantes hay chicas webcam, ciclistas, grupos de artistas y ONG, cuyos nombres no quisieron dar. También son considerados de primera línea el personal médico que da primeros auxilios y organizaciones de derechos humanos que les ayudan a llevar procesos jurídicos de manifestantes que quieren denunciar.
David cuenta que una de las mayores motivaciones para salir a las calles es que Ligia, su mamá, quien murió hace 8 años esperando un trasplante de hígado, se sienta orgullosa de él. También busca la admiración de su hija Samantha, de dos años. A su papá nunca lo conoció. “Quiero graduarme de Bellas Artes”, dice.
Al preguntarle por qué se expone de esa forma si tiene una hija tan pequeña, David se queda callado. Los ojos se le aguan.
“Ya le dejé una carta escrita de despedida. Ahí le pido perdón por si no vuelvo. Yo sé que puedo ser una de esas 42 personas que murieron en las protestas. Pero también salgo por ella. Quisiera que la tenga más fácil, que pueda estudiar”, dice.
El presidente Duque ofreció matrícula cero para los estratos uno, dos y tres para el segundo semestre de 2021. También ha dicho que trabajará para que sea permanente, como han pedido los movimientos estudiantiles. Pero para David esa matrícula debería ser para siempre desde ya.
Sobre por qué la primera línea se queda protestando hasta entrada la noche, después de una jornada en la que ya han sido visibles, David responde:
“¡Por maricas! Yo creo que no nos deberíamos quedar en las noches porque es cuando uno está más desprotegido, y cuando llegan los gamines a lanzar piedra y a provocar a la Policía. Nosotros no somos esos, no queremos que nos metan en la misma bolsa, pero toca quedarse porque todavía hay gente protestando y toca cuidarla”.
David. Foto: La Silla Vacía.
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Kevin, un joven de 17 años, trabaja desde los 15 en Corabastos, el centro de abastecimiento y la plaza de mercado más grande de Bogotá. Vende papaya, pero también carga los bultos de fruta para acomodarlos. Su mamá también trabaja ahí desde hace varios años.
“Quiero sacar adelante primero a mí mamá y ahí sí vuelvo a estudiar”, dice. Dejó el colegio cuando estaba en sexto grado, pero le gustaría retomar para trabajar en la Armada. Por ahora, tiene suspendido también el trabajo. “Yo quiero un país mejor”, dice.
Kevin hace parte de la primera línea de Americas y aunque es de los más jóvenes, es de los más experimentados del grupo. Desde los 12 años ya se enfrentaba con el Esmad: “Nos dicen primera línea ahora, pero desde chiquito ya les devolvía los gases”, dice.
Cuenta que muchos de los jóvenes que se hacen parte de las primeras líneas tienen antecedentes de malos tratos por parte de la Policía, y que los casos de abusos han hecho que cada día estos grupos crezcan y se organicen en todo el país. En las marchas de 2019 Kevin fue detenido por el Esmad por devolver gases. Dijo que cuando estaba en un CAI lo molieron a golpes. “Me dieron bolillo y pata en las rodillas y no he podido jugar fútbol”, una de las cosas que más le gustaba hacer.
Por eso decide quedarse en las marchas. Quiere evitar que otros manifestantes sean detenidos. “Yo salgo a responderles porque yo sé cómo son ellos. Intervienen también cuando la marcha es pacífica. Y si te cogen te dan como a violín prestado”.
Mientras habla, Kevin mira a todas partes, como si lo estuvieran persiguiendo. Dice que este año ha salido a las calles por dos razones: Quiere educación gratuita y salud. Su tío tiene cáncer. Su abuela se quedó ciega por una enfermedad en los ojos y ahora su mayor miedo es que su mamá se enferme. “En este país ni rogando lo atienden a uno”. Piensa que así como pudieron tumbar la reforma tributaria y la reforma a la salud también podrían darles garantías de salud y educación.
Kevin. Foto: La Silla Vacía.
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Kevin, David y Johana, una de las madres de primera línea, piensan que si llegan al mes de marcha puede haber una reforma a la constitución y se puede convocar a elecciones. “Estos cambios se logran cambiando la Constitución”, dice David. “Cuando lleguemos al mes podemos convocar a elecciones y cambiar de gobierno”, dice Johana. Esto es falso, y producto de la desinformación que circula a través de audios y mensajes que dicen que luego de un mes de paro se debe cambiar la Constitución.
Cuando se les pregunta cuáles son los artículos de la Constitución que los incomodan no lo tienen muy claro. “Ah no, nosotros llegamos hasta un punto. Ya luego que la reformen otros”, dice David.
Pero no todas las primeras líneas creen que el camino sea cambiar la Constitución o convocar elecciones.
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El 28 de abril, cuando comenzó el paro en el país, Nia estaba marchando por la Calle 16 hacia la carrera 100, en Cali. Llegó una tanqueta del Esmad. “Con eso de una la gente se siente intimidada. Alguien lanzó una piedra y luego tra tra tra. Nos prendieron. Y luego gas por todo lado”, describe Nia.
Esta joven de 20 años es una de las fundadoras de Escudos Negros, en Cali, otra primera línea. Marcha porque ha tenido que lidiar con el sistema de salud desde pequeña. Tiene una infección en los riñones y es difícil encontrar una cita para que la atiendan.
Trabajaba como webcamer, un trabajo sexual virtual detrás de una cámara con clientes en vivo. Ahora se dedica a sofocar cartuchos de gas que lanza la policía en lugares como Puerto Resistencia, Puerto Madera, el Paso del Comercio, entre otros. Lo hace lanzando los artefactos en cubetas de agua con bicarbonato o tirándolos a las alcantarillas. “Pero justo ese primer día tragué tanto gas que me desmayé”, recuerda.
Sobre cómo dialogar con el Gobierno se le ocurre que Duque empiece conociendo las necesidades de cada territorio. “Que no venga sería un irrespeto. Que se siente a hablar con los que ni siquiera hemos podido estudiar en Cali, en Jamundí, en Yumbo”.
En Bogotá, Simona se volvió célebre en el movimiento del paro por su performance de teñir de rojo las fuentes de revista Semana y Caracol Radio. Hace parte de Escudos Azules en Bogotá, otra organización de primera línea. Cuenta que se unió a ellos porque les parecía un grupo de jóvenes “inspiradores y tiernos que ponen la carne y el corazón”.
Para ella el diálogo puede iniciar con algunas “muestras mínimas del Gobierno de buena voluntad”: que desmilitaricen las protestas en las ciudades, que haya garantías para la vida, que el presidente reconozca públicamente la brutalidad policial y que el ministro de Defensa, Diego Molano, renuncie.
Eso para empezar. Luego, propone que el Gobierno envíe un vocero y que se haga un diálogo abierto con ellos. “El paro ha sido en espacios libres, lo ideal es que el vocero también esté en las calles, no a puerta cerrada”.
Por ahora, están consolidando un pliego de peticiones entre primeras línea de todo el país y esperan poder nombrar algunos voceros, dice, cuyas identidades deben ser protegidas, incluso dentro de la negociación.
Pero mientras estas peticiones, no sucedan, dice Simona, ellos seguirán en las calles, con eventos culturales, conciertos e incluso bloqueos, una de las manzanas de la discordia en el paro, en las que también son protagonistas otros actores, como los camioneros.
El ministro del Interior, Daniel Palacios, ha dicho que no se sienta a dialogar con personas que hacen bloqueos porque es una forma de violencia que está afectando a muchos. Solo este 19 de mayo hubo 96, pero son más de mil durante todas las jornadas de protestas. Como contamos, hay varios comercios cerrados, personas afectadas y problemas de abastecimiento.
A ese camino incierto sobre un posible diálogo se suma la mirada diversa de las Primeras Líneas sobre otras formas de violencia que para ellos son tolerables, pero no para el Gobierno ni tampoco para muchos ciudadanos.
Así se veía el Portal Americas la noche del 19 de mayo, minutos antes de que empezara el enfrentamiento entre algunos manifestantes y el Esmad. Foto: La Silla Vacía.
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María Sue, de 20 años, hace parte de la primera línea de Tocancipá y ha estado en marchas en Bogotá. Contesta el teléfono en la noche, se oye enérgica. Aclara que no está de acuerdo con la constituyente y explica su visión sobre los actos vandálicos en las marchas y en las primeras líneas.
“A algunos les parece muy violento que destruyan un CAI, pero no les parece violento que han excluido durante décadas a la gente”.
Según dice, no buscan el enfrentamiento directo con la Policía o atacar a los uniformados. Pero explica que sí puede haber primeras líneas que hacen parte de los actos vandálicos, con los que ella está de acuerdo, y que terminan en esos choques con uniformados.
Solo en Bogotá 54 estaciones de Transmilenio dejaron de funcionar por daños a la infraestructura. En Cali son 42. También ha habido daño a decenas de comercios, entidades financieras, estaciones de policía.
María explica que las marchas pacíficas muchas veces no terminan sirviendo para nada. “Por ejemplo, si rompemos un cajero, o muchos cajeros, el gerente del banco se va a incomodar y como esos sí tienen línea directa con el presidente Duque pues nos van a escuchar”. La destrucción es parte de del cambio, dice.
Agrega que al destruir un monumento o una estación deja un mensaje que no se puede silenciar con lacrimógenos. “Se quejan de que no recurramos al diálogo. Pero esa es la expresión de la falta de educación, educación que no nos da el Estado”, asegura.
Otros jóvenes de las primeras líneas, como Simona, no están de acuerdo con los actos vandálicos, pero los entienden y no están dispuestos a juzgar a quienes los cometen. Aunque sí rechazan otro tipo de vandalismo, como los saqueos a comercios, de los que aseguran no hacer parte.
Sin embargo, hay jóvenes de primeras líneas que sí rechazan públicamente el vandalismo. Por ejemplo, en Cali, jóvenes de La Glorieta de la Lucha, uno de los puntos de protesta, publicaron un comunicado el pasado 18 de mayo asegurando que no estaban de acuerdo ni hacían parte de los saqueos o las extorsiones para permitir el paso en puntos de bloqueos. Y Nía contó que ayer, cuando empezaron los saqueos en el Éxito en Cali, los Escudos Negros decidieron retirarse.
En algunos casos Las primeras líneas también se han enfrentado con manifestantes que provocan a la Policía. Pero muy pocas veces logran evitar el choque y, por lo general, terminan siendo parte del tropel.