Al subir el pasaje, Peñalosa muestra que no le teme a la revocatoria

Silla Cachaca

Al anunciar una medida impopular que puede alimentar el inconformismo en su contra, el alcalde de Bogotá muestra que el movimiento para tumbarlo no marca la pauta de su gobierno.

Con el anuncio de que las tarifas de Transmilenio y el SITP subirán desde el primero de abril, el alcalde Enrique Peñalosa muestra que las encuestas en su contra y la revocatoria no lo inhiben para tomar decisiones impopulares pero, a su juicio, necesarias.

Ahora montar en Transmilenio pasará de costar $2.000 a $2.200, un incremento de 10 por ciento, y en los buses del SITP el aumento será de $1.700 a $2.000, el 17,6 por ciento.

Ambos incrementos son muy superiores a la inflación, que el año pasado fue de 5,7 por ciento.

La justificación de Peñalosa es la necesidad de reducir el déficit del sistema, que en 2016 fue de $661 mil millones, el equivalente a una vez y media toda la sobretasa a la gasolina que pagarán los bogotanos este año, a cuatro veces lo que va a invertir todo el sector de ambiente o al doble de lo que invertirá la secretaría de seguridad en cosas como cámaras de vigilancia y motos para la Policía.

Además de ese argumento trató de dorar la píldora facilitando los transbordos, es decir, lo que hay que pagar para usar un segundo bus.

Ahora esa tarifa reducida aplicará en los 95 minutos siguientes a cuando se toma el primer bus (antes eran 75) y pasará de costar $300 a $0 para los que pasen de un TransMilenio a un SITP y de un SITP a otro SITP, y $200 a quienes pasen de un SITP a Transmilenio.

 

A Peñalosa, de todas formas, le cayeron críticas por cobrarles más a los usuarios del transporte público, en vez de buscar otras fuentes de financiación y de mostrar mejoras palpables antes de pedirles más plata a los pasajeros.

Y eso, así no le importe, puede alimentar más inconformismo en su contra, porque esta medida se mete directamente con el bolsillo de cientos de miles de bogotanos, algo que no ocurre con otras que critican sus opositores, como el futuro de la reserva Thomas van der Hammen o la venta de la ETB, pues no afectan perceptiblemente el día a día de tanta gente.

Las otras posibilidades

Diego Laserna, experto de nuestra Red Cachaca, cuestionó en su entrada de ayer que, después de aumentar las tarifas el año pasado, Peñalosa no haya establecido otras fuentes de recursos para que el sistema mejore el servicio. Y puso como ejemplo los cobros a los usuarios del carro particular, bajo la lógica de que estos también deben financiar el transporte público. 

El exalcalde Gustavo Petro, que en su administración bajó las tarifas, trinó en el mismo sentido

La Silla le consultó a respecto a la Secretaría de Movilidad que, a través de su oficina de prensa, respondió que por ahora no presentará al Concejo proyectos como los cobros por congestión. Y es que eso solo se puede cobrar si los concejales lo aprueban.

Peñalosa ya intentó hacerlo en el Plan de Desarrollo, en el que incluyó los cobros por congestión, la sobretasa a los parqueaderos y el pago para evadir pico y placa, todas para que los usuarios de carro particular le pagaran más al Distrito y éste tuviera más plata para invertir en transporte público.

Pero buena parte de los concejales, incluidos algunos de la coalición peñalosista, reclamaron la falta de estudios para esos cobros, y al final Peñalosa se echó para atrás.

No era la primera vez que el Concejo se negaba a aprobar los cobros por congestión. Ya le había pasado en 2014 a Rafael Pardo como alcalde encargado (a pesar de que tenía el respaldo de una consultoría con la firma Steer Davies) y en 2015 a Petro.

El principal argumento de los concejales es que solo se debe desincentivar el uso de carro particular cuando haya un transporte público de calidad, pero lo que han argumentado las distintas administraciones es que necesitan antes esos recursos para poder mejorar la calidad. Y la ciudad no ha salido de ese círculo vicioso.

Darío Hidalgo, ex subgerente de Transmilenio de Peñalosa, considera que la de los concejales ha sido una actitud cuestionable porque “desde sus carros dicen que no les cobren, y al tiempo piden que tampoco se suba el pasaje”.

La Alcaldía optó por no meterse otra vez en esa pelotera y, en cambio, cobrará por dejar parquear en vías públicas, algo para lo cual, explicaron en Movilidad, no necesitan pasar por el Concejo.

Los estudios para echar a andar esa medida están en curso y esperan tenerlos listos entre agosto y septiembre.

Está por verse si se pone en marcha, cómo y cuándo, cuánto se recaudará y, sobre todo, cómo lo tomarán los bogotanos que andan en carro (hay cerca de 2,1 millones matriculados).

Mientras se resuelven esas preguntas, la revocatoria sigue andando y lo que podría ayudar a Peñalosa, que la gente sienta que Transmilenio y el SITP prestan jun buen servicio, se ve lejos.

Pocos ven las mejoras

El otro frente de debate técnico contra la decisión de subir el pasaje es la falta de mejoras en el sistema que justifiquen el alza de tarifas.

Eso le quita legitimidad a la medida, no ayuda a la popularidad del alcalde y puede echarle gasolina a la revocatoria.

Por más que Transmilenio haya trabajado en cambios puntuales como mejorar frecuencias, pocos parecen percibirlas

A eso se suma que el anuncio de esta semana de que desde junio a los buses viejos que tienen el letrero de “SITP provisional” se les instalará el pago con tarjeta (y así la plata no se irá a los dueños de cada bus sino a la bolsa general del sistema), por ahora no serán remplazados por buses nuevos.

Aunque esos ingresos pueden oxigenar las finanzas y obligar a que esos carros se atengan a mejores tiempos de viaje y se detengan solo en los paraderos, la medida ya fue criticada por expertos que consideran que al mantener buses viejos es difícil que mejore la calidad del servicio.

Esos cambios son malabares que hace la administración para cuadrar, de a poco, un modelo que considera mal planeado y ejecutado por las administraciones de Moreno y Petro, pero que será insuficiente para ayudar a la imagen de Peñalosa mientras la gente no perciba una mejora sustancial.

Además los cambios más profundos se demoran, como lo contó La Silla este fin de semana,.

Por eso el anuncio de alza en los pasajes ha sido recibido con molestia. 

En Facebook se convocó una toma de portales para protestar el 30 de marzo, un día antes de que entre en vigencia la medida.

En Change hay una iniciativa para negarse a acatar la medida.

Y en Twitter se volvió tendencia #SubeTransmiCaePeñalosa, una expresión que vincula el incremento con la revocatoria, y los mensajes no paran.

Los concejales que han sido más duros con Peñalosa tuvieron otro chance para cuestionarlo:

Aunque el alcalde encontró voces de apoyo en su bancada

Esas reacciones muestran el trasfondo político natural de definir los pasajes de los principales medios de transporte (el 51 por ciento de los habitantes de la ciudad, según Bogotá Cómo Vamos, usa buses del SITP o de Transmilenio) a lo que se suma que hay una revocatoria andando y que las tarifas subirán cuando quienes la convocan sigan recogiendo firmas.

La medida comenzará a regir justo el día en que se llevará a cabo la marcha uribista contra la corrupción y el gobierno Santos, por lo que esa jornada, que puede ser muy agitada, la ciudad será epicentro de distintas manifestaciones de inconformismo que juntas se puede convertir en un problema.

Al tomar decisiones impopulares como estas, Peñalosa demuestra que la campaña para revocarlo no marca su hoja de ruta, y así mantiene una visión clara de lo que quiere hacer en Bogotá. Al tiempo, eso les sirve a sus opositores para alimentar el inconformismo que pretenden capitalizar para sacarlo del cargo.

 
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