Así ganó la candidatura azul Marta Lucía Ramírez (y así le pueden aguar la fiesta)

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En la convención conservadora de ayer, como contamos en nuestra crónica en vivo, Marta Lucía Ramírez arrasó y dejó al partido azul por fuera de la reelección de Juan Manuel Santos. Esa victoria fue el fruto de una estrategia de varios meses y del rechazo de las bases conservadoras a Santos. Pero los azules santistas se guardaron un as bajo la manga con el que intentarán estropear su candidatura presidencial.

Marta Lucía Ramírez arrasó en la votación de candidato presidencial conservador ayer. Fotos: Juan Pablo Pino

En la convención conservadora de ayer, como contamos en nuestra crónica en vivo, Marta Lucía Ramírez arrasó y dejó al partido azul por fuera de la reelección de Juan Manuel Santos. Esa victoria fue el fruto de una estrategia de varios meses y del rechazo de las bases conservadoras a Santos. Pero los azules santistas se guardaron un as bajo la manga con el que intentarán estropear su candidatura presidencial.

Ramírez empezó su campaña hace alrededor de un año, con una bandera claramente antisantista. Desde marzo de 2013 comenzó a decir que los azules deberían salirse de la Unidad Nacional y en mayo se lo solicitó oficialmente a Efraín Cepeda, en ese entonces presidente del directorio conservador, y también que iniciara un proceso para tener un candidato propio.

Ese mismo mes, entró al directorio nacional del partido como representante de la sociedad civil, lo que facilitó la estrategia que había emprendido desde comienzos de ese año de acercarse a los directorios departamentales, visitándolos uno a uno con la bandera de que el partido tenía que tener candidato propio. Era una idea que resonaba entre las bases azules cada vez más, a medida que el Gobierno Santos revelaba su carácter liberal.

Al tiempo, estaba creciendo internamente la pelea por convocar a un congreso o convención del partido. Cepeda, lo había postergado por cuenta de la reforma de estatutos, pero acababa de presentarlos (y por eso se abrió el cupo que llenó Ramírez). Además, como explicamos hace algunas semanas, todos los partidos deben hacer mínimo una convención cada dos años so pena de perder la personería jurídica.

Pero entre los conservadores no todos tenían el mismo afán por hacer la convención. En el directorio nacional había una puja por definir la fecha: los santistas tratando de postergarla para después de elecciones lo que le permitiría a los directivos del partido tomar la decisión unilateral a favor de uno u otro candidato; y un bloque variopinto, que incluye a uribistas, tratando de anticiparla para elegir un candidato propio. En este segundo grupo estaba Ramírez.

Finalmente, la convención terminó fijada para ayer, 26 de enero. Ramírez se dedicó a visitar o a llamar, personalmente, a todos los miembros de los directorios conservadores departamentales y creó un sólido movimiento entre estudiantes universitarios, dos grupos que se convirtieron en el secreto de su victoria.

Por su parte, los santistas empezaron a mover sus estructuras políticas. Pero se encontraron con varios problemas.

Primero, que por los nuevos estatutos había miles de personas que cumplían los requisitos para ir a la convención, la gran mayoría (como ex congresistas o ex ministros de vieja data) ubicados por fuera de sus estructuras. Segundo, que en algunos casos, Ramírez se les había adelantado, y ya estaban convencidos de que el partido tenía que tener un candidato verdaderamente azul. Y tercero, que entre las bases hay un antisantismo que hacía mucho más difícil ponerlos a votar por no tener candidato propio.

En la última semana los santistas se emplearon a fondo y, como contamos en el caso del senador Arturo Yepes llegaron hasta el punto de poner plata para llevar a los delegados a Bogotá a cambio de que votaran por Santos. Pero el revuelo mediático que siguió a la revelación de La Silla le subió la temperatura a la convención: algunos conservadores que son de trapo azul pero llevan décadas por fuera de los cargos públicos decidieron ir a la convención, indignados por la posibilidad de que el partido terminara haciéndole campaña a Santos, a quien ven como un liberal.

Encima, a última hora, el directorio nacional descabezó varios candidatos porque a su juicio no tenían trayectoria política. Eso también molestó a algunos delegados, especialmente porque Joaquín Landazábal había hecho una campaña ruidosa en los días anteriores y porque el coronel Carlos Alfonso Velásquez llevaba meses como aspirante oficial. La indignación los movilizó.

“Mire lo de los candidatos. Este partido lo están manejando como quieren”, le explicó en la Convención un delegado a La Silla. “Y son los mismos que reciben toda la mermelada de Santos. Son solo cinco: Hernán Andrade, Roberto Gerlein, Miriam Paredes, Efraín Cepeda y Carlos Ramiro Chávarro, que se quedan con todo”.

Por eso, el panorama era difícil para los santistas. “Nosotros ayudamos a nuestra gente a ir a Bogotá y les explicamos por qué sería mejor que votaran por Santos, pero no sabemos qué van a decidir finalmente”, nos dijo el sábado un congresista conservador amigo de la reelección.

Las movidas de ayer
En aprietos estuvo la mesa directiva de la convención conservadora. El sistema de votación electrónico falló y dejó en entredicho la transparencia de la elección de candidato presidencial azul. Una segunda votación se realizó sin anomalías, pero varios congresistas santistas se retiraron y posiblemente van a demandar la votación. Foto: Juan Pablo Pino.

A pesar de esos nubarrones para los santistas, la convención de ayer empezó con incertidumbre para todo. En el hotel Tequendama, donde se alojaban decenas de delegados llevados por los congresistas, se reunieron a desayunar varios de ellos. La idea era mostrar unidad y acompañarlos al Centro de Convenciones. Ya la noche del sábado habían hecho una reunión para agasajar a los delegados.

Antes de empezar la convención, mientras afuera se apretujaban decenas de conservadores, adentro los congresistas ultimaban detalles del documento que iban a presentar, y en el que proponían que el partido buscara una alianza con la campaña reeleccionista. Recogieron firmas de parlamentarios para que la solicitud llegara con todo el peso posible.

Mientras tanto, los jóvenes de Martha Lucía Ramírez hacían presencia con pancartas y banderines. Aunque también llegaron varios delegados con camisetas de Álvaro Leyva y otros con calcolmanías por Santos (no vimos ninguno de Pablo Victoria), la imagen más visible era la de Ramírez.

Cuando los precandidatos empezaron a hablar, los santistas estaban preocupados. Según supo La Silla, no habían recogido ni 20 firmas entre los más de 50 congresistas del partido. Es decir, ni la bancada parlamentaria estaba tan entusiasmada con la reelección como parecía.

Además, en las intervenciones de Álvaro Leyva y de Pablo Victoria eran notorias dos cosas. Los dos precandidatos sacudieron el trapo azul, lanzaron fuertes críticas al liberalismo (acusándolo, por ejemplo, de estar detrás del asesinato de Álvaro Gómez o recordando insistentemente el proceso ocho mil) y reforzaron la idea de que Santos es equivalente a Ernesto Samper. Y esos apartes de sus discursos fueron los que produjeron más aplausos espontáneos.

La segunda cosa era la fuerza, por lo menos en capacidad de hacer ruido, de los jóvenes de Ramírez. Era el único grupo organizado, que lanzaba gritos de “Marta, Marta, Marta” cuando Leyva o Victoria hablaban de candidato único.

Esas dos cosas fueron calentando a los delegados. Recorriendo corrillos y preguntándole a delegados sueltos, muchos nos decían que había que votar por candidato propio. “Y pues la que tiene más fuerza es Marta Lucía”, complementaban.

Cuando empezó a hablar Ramírez el ambiente se enfrió. Como ella no es buena oradora, y además su discurso era muy serio y técnico y poco emocionante, los ánimos bajaron. Eso jugaba a favor de los santistas, para quienes era mejor tener un auditorio calmado a la hora de proponer la alianza con Santos.

Los congresistas sabían que esa propuesta iba a ser recibida con rechiflas, según nos dijeron el senador Cepeda y el representante nariñense Óscar Bravo antes de la convención. Pero para lo que sí no estaban preparados era para la rechifla que recibió el inicio de la intervención del senador Gerlein, quien iba a leer el documento preparado por los senadores.

La respuesta de Gerlein fue desconcertante: desafió a los delegados. Dijo que si seguía el desorden los congresistas se iban y que el directorio podía levantar la convención. Eso cayó mal entre el auditorio, pues los delegados se sentían con todo el derecho de estar ahí y tomar la decisión. “No nos van a quitar lo que es nuestro”, le dijo un delegado a La Silla.

Ante los gritos de los asistentes, Gerlein dijo que se sentía amenazado incluso en su integridad personal y que se iba a ir por falta de garantías. Es decir, puso en duda la validez de la convención y empezó a esbozar el argumento que se puede convertir en el principal arma de los santistas para dañarle el caminado a Ramírez.

Al final Ómar Yepes, presidente del directorio, suspendió la convención por 20 minutos para que se calmaran los ánimos, y Gerlein y otros congresistas santistas, como Efraín Cepeda, efectivamente se fueron. Al final privilegiaron el acto de señalar la falta de garantías que asegurar los votos de sus delegados en una elección que ya veían muy enredada:

 

¿En manos de abogados?
La publicidad más fuerte durante todo el congreso azul fue la de Martha Lucía Ramírez. Muchos de los asistentes portaban banderas, camisetas o algún tipo de publicidad de ella.

Cuando se reanudó la convención, se acortó el orden del día y, ya sin varios de los congresistas santistas más poderosos, empezó la votación, que era electrónica. Debía durar dos minutos pero se extendió, pues aparentemente había problemas técnicos.

Mientras en la mesa directiva, los miembros del directorio nacional, varios congresistas y figuras del partido discutían qué hacer, en las pantallas gigantes del salón aparecieron unos resultados: 677 votos por el candidato propio y 132 por una coalición o alianza. La cifra era insuficiente para que la votación fuera válida pues tenían que votar el 50% de los delegados acreditados con derecho a voto, pero mostraba un resultado apabullante.

En la siguiente hora de dudas, desconcierto y mensajes encontrados en el micrófono, se debatió si se debía repetir esa primera votación por la falla técnica, o si se debía hacer una segunda votación, que es la que según los estatutos se da cuando en la primera no se alcanza la cantidad de votos para que sea válida. En ese segundo caso ese umbral se reducía a la mitad, bajando de más de 1100 a menos de 600 votos.

También ocurrieron otras cosas que pasaron desapercibidas.

Muchos de los asistentes empezaron a irse, y aparentemente eso incluyó a las delegaciones que habían llevado algunos políticos santistas, como el senador Hernán Andrade o el grupo conservador de Itagüí.

Para los pocos que notaron esa movida, eso significaba que los santistas se sabían derrotados pero estaban intentando desarmar el quórum para no perder. Como muchos delegados tenían vuelos a finales de la tarde o necesitaban salir por tierra para llegar el lunes a sus trabajos, la salida de esas delegaciones podía producir un efecto de bola de nieve. Pero no alcanzaron, el quórum se mantuvo.

En otra instancia, en el comité de garantías, cambió un equilibrio clave. Ese comité estaba conformado por cuatro miembros del directorio, dos de cada orilla. Pero durante la convención el ex canciller Fernando Araújo quedó solo del lado de los que abogaban por candidato propio, mientras que al joven Dimas Sampayo y al representante Ciro Rodríguez Pinzón se les sumó Claudia Otero en el otro bando.

Ese comité era fundamental porque estaba encargado de validar todo el funcionamiento de la convención, y muy especialmente en las votaciones.  Araújo fue quien alertó sobre las fallas técnicas en la primera votación.

Al final, una hora después de la primera votación, Araújo tomó el micrófono y anunció que se iba a repetir la primera votación. Explicó cómo votar y dio inició a la votación electrónica. Pero cuando los delegados estaban votando, Sampayo tomó el micrófono y leyó una constancia que firmaban él, Otero y Rodríguez (es decir, los otros tres miembros del comité de garantías) en el que decían que la votación se había abierto cuando el comité aún no había definido qué se debía hacer.

Nadie le puso mucha atención a esa constancia y la votación siguió adelante, con los apabullantes resultados a favor de Ramírez. Solo Álvaro Leyva, quien había tenido ya un encontrón con el directorio, se robó el micrófono un instante y dijo que el partido podía estar al borde de perder su personería jurídica. De nuevo el mensaje pasó desapercibido.

Pero entre la salida de los congresistas por falta de garantías y la constancia de tres miembros del comité de garantías, lo que quedó fue lista la artillería para demandar la votación. Que es precisamente lo que el senador Gerlein anunció anoche que haría, tras deslegitimar el triunfo de Ramírez. Con lo cual, una vez más, una disputa esencialmente política terminará siendo tramitada por abogados.

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