El empresario Manuel Santiago Mejía fue clave para que Pastrana y Uribe decidieran irse juntos para las presidenciales en mayo.
El ‘cacao’ que pegó la coalición del No
La Coalición del No, entre Marta Lucía Ramírez, Iván Duque y Alejandro Ordóñez, tenía muchas cosas en contra, pero también un aliado a favor que resultó siendo determinante: el empresario Manuel Santiago Mejía.
El heredero de uno de los grupos empresariales más importantes del Antioquia y del país -es el dueño de Ktronix, Alkosto, los electrodomésticos Kalley y las motos AKT- es muy cercano tanto a Álvaro Uribe como a Andrés Pastrana y aprovechó esa amistad mutua para acercarlos e incentivarlos a que permanecieran unidos cuando las dificultades amenazaron con echar por la borda una unión de la derecha.
Según le confirmó a La Silla Vacía Marta Lucía Ramírez, Mejía desde hace más de un año los comenzó a invitar a crear un bloque de centro derecha para recuperar la Presidencia. Desde entonces le dedicó muchas horas a hablar con cada uno de los involucrados para convencerlos de la bondad de anteponer la visión común de país que tenían por encima de las diferencias individuales.
En agosto, el día que la candidata conservadora se inscribió por firmas, estuvo a su lado y fue uno de los empresarios que convencieron a Pastrana y a ella a que aceptaran una consulta interpartidista. Firmó, también, una carta reclamando a Ordoñez coherencia cuando dijo en enero que se sentía excluido de la coalición de derecha, cuando se habían estado reuniendo con él para decidir cuál de los dos conservadores se medían con Duque.
A pesar de que lleva años metido en asuntos de la política es reacio a figurar. “Quiero ser exactamente anónimo, quiero mantenerme así”, nos dijo cuando lo llamamos para consultarlo para esta historia, y se negó a hablarnos.
Para escribir este perfil, entonces, hablamos con cinco personas que conocen su carrera como empresario, y que han compartido con él juntas directivas y espacios de decisión.
Un empresario en vías de extinción
Mejía es uno de los pocos cacaos que incide directamente en la política cuando la mayoría de los hombres y mujeres de empresa consideran que lo mejor para sus negocios es mantenerse al margen.
“Manuel Santiago es casi el único empresario de Medellín al que realmente le duele el país. Es el único que queda de la vieja guardia de los empresarios paisas que jugaron en la política. El penúltimo fue Nicanor Restrepo”, nos dijo una de las personas que han estado con él en reuniones de Proantioquia donde se discuten temas para el desarrollo de la ciudad y de región.
Él fue uno de los que buscaron a Sergio Fajardo cuando era alcalde para proponerle crear el ‘Parque Explora’, que nació como una alianza entre municipio y sector privado para acercar la ciencia a la gente y posicionar a Medellín como centro de innovación a nivel internacional. Lo mismo hizo después con Ruta N, el centro investigación y negocios en convenio con la Alcaldía, EPM y la universidad de sus amores, la de Antioquia.
También, desde la junta directiva del Metro, fue quien propuso extender el metrocable con una línea turística que fuera hasta el parque Arví, en Santa Elena, que hoy es la única de esa característica y se montan 4 mil viajeros diarios.
Esta cualidad, unida a la relación con Uribe y Pastrana, fortalecieron su papel detrás de la coalición.
La relación con Uribe viene desde joven, pues después de graduarse de economista en la Universidad de Antioquia y de ser el Secretario de Hacienda de Medellín entre 1980 y 1982, durante las alcaldías del liberal Bernardo Guerra Serna y el conservador José Jaime Nicholls (cuyo hermano Calixto es consuegro de Pastrana) montó una hacienda de cría de toros de lidia en el Norte de Antioquia con Santiago Uribe Vélez, el hermano menor del expresidente.
Esa sociedad organizó corridas en La Macarena de Medellín hasta 2015, por la época en que se abrió la investigación en contra de Santiago Uribe por presuntos vínculos con el grupo paramilitar ‘los doce apóstoles’.
Eran años difíciles en Antioquia, y Mejía también fue golpeado por la guerra del narcotráfico.
Mejía es hijo de Santiago Mejía Olarte, fundador del emporio Corbeta, uno de los que pusieron la primera piedra del Sindicato Antioqueño (hoy llamado Grupo Emprearial Antioqueño), el enjambre de emrpeas antioqueñas que nació en los años 70 cuando grupos como el de Ardila Lulle y los Santodomingo empezaron a comprar acciones de las empresas paisas y éstos hicieron una serie de enroques para evitar que los absorbieran esos cacaos.
Los Mejía, aunque entraron en esa estrategia, no cedieron el control de sus empresas como sí ocurrió con Suramericana, Argos, el Banco Industrial Colombiano Zenú y otras, por lo que tienen una visibildiad y autonomía mayor que las cabezas de las grandes holdings del GEA. De hecho, la junta directiva de Corbeta es familia, mientras que las de Bancolombia, Argos o Sura no lo son, y no es claro exactamente quiénes son sus dueños.
Y en septiembre de 1990, según cuenta Álvaro Uribe en su libro “No hay causa perdida”, Pablo Escobar y el ELN secuestraron a Manuel Santiago para liberarlo semanas después a cambio de plata y ese mismo día intentaron también secuestrar a Santiago Uribe.
Cuatro años más tarde, la cercanía con la familia Uribe y los negocios con su hermano lo llevaron a respaldar la candidatura de Álvaro Uribe a la Gobernación.
Desde esa época, nos contó una fuente, Mejía organiza cabalgatas en diciembre a su finca en Llanogrande (Oriente antioqueño) donde el invitado especial casi siempre es el expresidente.
Aunque Manuel Santiago ha respaldado a Uribe, se le ha conocido más por tener el corazón azul.
“Manuel Santiago tiene esas cosas de los antiguos, que es la fidelidad partidista. Él quiere mucho a Uribe, pero es conservador desde chiquito y se va a morir conservador”, nos dijo una fuente que conoce de cerca el empresariado antioqueño y al GEA.
Pastrana fue su candidato en 1998. Y cuando llegó a la Presidencia, nombró a Mejía como representante del Alto Gobierno en el Consejo Superior de la Universidad de Abntioquia, de donde casi no se movió hasta 2015.
Esa cercanía con Pastrana no se quedó en Antioquia. Después del terremoto de Armenia, en 1999, lo metió como representante de la Federación Nacional de Cafeteros al Fondo de Reconstrucción del Eje Cafetero, donde ayudó a la resurrección de la región a través de una megainversión del fondo de 1,6 billones de pesos en subsidios de vivienda, salud, vías y servicios públicos en menos de tres años.
El entonces presidente conservador también lo involucró en el Plan Colombia y lo metió en el comité directivo del Fondo de Inversiones para la Paz, que manejaba la plata para ese proyecto.
En ese puesto se mantuvo cuando llegó Uribe, en el 2002. Durante su segundo período en la Presidencia, Uribe lo nombró en el comité asesor de Ciencia, Tecnología e Innovación para Colciencias, y lo puso en el consejo directivo de la poderosa Agencia Presidencial para la Acción Social, que destinaba recursos a las víctimas del conflicto armado, y desde el cual se recorrió el país con el expresidente escuchando testimonios de quienes sufrieron la guerra.
Incluso, para 2010 era parte de la dirección de la fundación para soldados heridos en combate Héroe Camina, que impulsó Álvaro Uribe durante la presidencia y en la que participaron otros grupos económicos del país como Vestimundo y las fundaciones Éxito y Suramericana.
Su actitud frente al conflicto y frente a la negociación de paz tuvo la evolución que ha tenido en muchos grandes empresarios del país, que se pusieron la camiseta de la Seguridad Democrática, que luego respaldaron al inicio las negociaciones en la Habana de Santos y luego se movieron al No.
De La Habana al No
Manuel Santiago hizo parte de la comisión de seguimiento a los acuerdos de La Habana conformada por Proantioquia, la Andi y con la asesoría de expertos en el conflicto de Eafit cuando Gonzalo Restrepo, ex presidente de Almacenes Éxito, entró a participar como negociador en la mesa con las Farc.
Desde allí, Mejía era uno de los que con más insistencia le hacía propuestas y opinaba sobre lo que el equipo negociador publicaba desde Cuba. Los temas que más le interesaban era la erradicación de cultivos ilícitos y la transformación del campo colombiano.
A las reuniones de seguimiento era el único que llegaba con todas las páginas del Acuerdo leídas, subrayadas y con papelitos pegados y anotaciones. Cuando sobre la mesa se hablaba de sustitución de cultivos o reforma agraria, sus comentarios -según una persona que lo presenció- eran: “¿Cuánto vale eso?, ¿qué hay que hacer?”, “¿Entonces vamos a quedar hipotecados en esto?, “¿Cómo nos vamos a endeudar?”, “No, no, no. Eso así no sirve”. “De eso no hay”.
Era de esos que sentía que los acuerdos no funcionarían como estaban planteados y cuando llegó la campaña del plebiscito se puso el sombrero del No. Fue uno de los que la financió y, el día de su triunfo, estuvo celebrando con Álvaro Uribe.
Después de la victoria del No, de la renegociación y de lo que ha pasado después, Mejía comenzó a mover la idea de que se necesitaba una coalición de derecha para recuperar la Presidencia.
Ya en 2014 había apoyado a Marta Lucía Ramírez a la Presidencia y cuando perdió la primera vuelta y adhirió a Óscar Iván Zuluaga, Mejía también le aportó 55 millones de pesos a su campaña.
Este año, cuando Ramírez repite aspiración, Mejía nuevamente está a su lado y fue decisivo para convencerla de no romper la coalición.
“Le sonó la flauta”, dijo uno de nuestros entrevistados. Le sonó la flauta no solo con Marta Lucía, sino con la coalición del No.