El conflicto de Los Santos por el agua

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A los Santos le han prometido por 20 a?os el acueducto. Finalmente lo están construyendo y aún es incierto si le va a funcionar a los habitantes de las veredas.

Los efectos del fenómeno del Niño en Santander no son de poca monta. Uno de cada cinco municipios del departamento se encuentran en alerta roja y 21 ya fueron declarados en calamidad pública por falta de agua.  

La Silla estuvo en Los Santos, uno de los municipios que desde la declaratoria de calamidad pública en enero de este año, está siendo asistido por el gobierno para enfrentar los problemas económicos y de salud pública que han surgido por la escasez de agua, aunque desde hace 4 años vive sin ese recurso.

Recorrimos las zonas bajas, donde la sequía ha hecho de las suyas, y también la parte alta, donde se está construyendo el acueducto que al parecer beneficiará más a los ricos que a los pobres.

En esta región empiezan a ser evidentes los conflictos que se están generando en torno al agua. Por un lado, están las tensiones que generan los usos de agua que se están generando en todo el país, tal y como le contó el ministro de Vivienda y Agua a La Silla. Por otro, si bien el agua hace falta en todo el municipio, la escasez está afectando de manera desigual a unos y otros.

La sequía

“¡Los santeros sí sabemos lo que es ahorrar agua!,” dice Miguel Uribe, el designado por la Alcaldía para coordinar la repartición de agua entre los 5.300 habitantes de las veredas, a donde llega el líquido en carrotanques desde hace 2 años.

Miguel es conocido en el pueblo porque fue alcalde a finales de los noventa. Pero es gracias a su nuevo trabajo que los santeros lo aclaman, o más bien al agua que él les lleva cada 15, 22 o hasta 30 días.

Nos encontramos a las 9 de la mañana en el parque principal de Los Santos para acompañarlo a la vereda Los Teres, donde estuvo por última vez hace un mes. Caminamos tres cuadras hasta la salida del pueblo para subirnos a uno de los 8 carrotanques que llegan a diario desde Bucaramanga (a una hora del municipio). Durante esos escasos 10 minutos, cuatro personas detuvieron a Miguel para preguntarle cuándo iba a pasar por sus veredas a dejarles agua, y durante toda la mañana su celular no paró de sonar.

“Desde las 4 de la mañana empiezan a llamar. Son las 10 de la noche y todavía me están llamando pidiéndome que pase con el agua porque no les alcanzó con lo que les dejé la última vez o porque ya está que se les acaba”, comenta Miguel.

Desde el casco urbano hasta Los Teres hay una hora de recorrido por carretera destapada y la fuerte sequía que azota al municipio desde hace 4 años se hace evidente en el camino. Los cultivos de tabaco y maracuyá están quemados, hay quebradas cubiertas de maleza y el clima templado que caracteriza este municipio va mutando en calor intenso.

El carrotanque en el que vamos lleva 12 mil litros de agua, lo suficiente para llenar los tanques, canecos y piletas de 6 casas. No obstante al sector al que vamos hay 7 casas, por lo que la ración de agua que Miguel dejará en cada una, donde en promedio viven 6 personas, va a estar apretada.

En cuanto llegamos los vecinos comenzaron a sacar y a limpiar los tanques. Sin embargo, los que aún tenían agua en las piletas, por poca que fuera y aun teniendo mosquitos, no las vaciaron porque, como comentó uno de ellos “cada gota es sagrada”.

Bernarda Sarmiento, una de las pobladoras, le contó a La Silla que desde hace 2 años perdió los ahorros que le quedaban, en su último intento de cultivar.

“Yo siempre sembré tabaco y maíz. Toda mi vida viví de la cosecha anual de tabaco hasta hace dos años. Sembré acá detrás de la casa maíz y prendió. Salieron maicitos pero al poquito tiempo se secó. No volví a intentar más porque para qué si no hay agua”, contó Bernarda mientras sostenía el tubo conectado al carrotanque sobre su pileta.

Desde entonces se sostiene con lo que le dan sus hijos que, al igual que muchos santeros que vivían de la tierra, ahora trabajan en minas de yeso y roca caliza.

Sin embargo, aunque tienen trabajo no tienen agua. Hace años que no llueve y los nacimientos de agua cercanos se convirtieron en charcos de donde, según Bernarda, no alcanza ni para lavar la ropa.

La situación en otras veredas como el Diamante y Regaderos es más alarmante. Allí muchas familias, además de vivir sin agua no tienen qué comer y ya se han reportado casos de niños con desnutrición crónica.

Los Teres y las otras veredas de la parte baja de Los Santos solían traer agua a través de acueductos artesanales desde la quebrada La Cañada, ubicada en la parte alta del municipio, y que actualmente está casi seca.

Mientras el agua llenaba los tanques, varios vecinos se acercaron a nosotros, o más bien a Miguel para compartir su angustia. Las razones de la escasez, según ellos, van más allá del fenómeno del Niño.

“Dicen que es por el verano. Pero también es por la cantidad de galpones que han hecho y se llevan toda el agua”, comenta uno de ellos, señalando las montañas.

Entre la gente de la región se dice que las concesiones de agua que tienen las granjas avícolas y ganaderas que están más cerca de la quebrada han influido drásticamente en que el agua ya no alcance a llegar a la parte baja.

Según le dijeron a La Silla dos fuentes conocedoras del manejo del agua en el pueblo, esos permisos para obtener el agua de uso público que otorga la Cas como autoridad ambiental del municipio, tienen enfrentados a los campesinos con los dueños de las granjas que tienen concesiones, al punto de que un grupo de cerca de 50 campesinos se están organizando para captar el agua de esas zonas que está siendo usada con fines agrícolas y conectarla a sus acueductos veredales.

“Como ellos están más cerca de la quebrada, cogen el agua primero y sobre la parte de la quebrada donde están las tuberías para el consumo humano, ya está prácticamente seca. No hay derecho, porque ante todo el consumo humano”.

Incluso comentaron que el actual alcalde de Los Santos está en conversaciones con la directora de la Cas para que suspenda esas concesiones.

La Silla intentó hablar con la directora de la Cas y con el alcalde al respecto pero ninguno de los dos respondió las llamadas.

Al regresar al pueblo sobre el mediodía hablamos con los habitantes del casco urbano. Ellos también manifestaron su inconformidad con el tema de las concesiones: “a la gente de la parte alta le dan permiso para que haga pozos, para que coja aljibes para que se peguen a las quebradas y con el consumo de ellos secan las fuentes”, dijo un comerciante del pueblo.

Los 3 mil habitantes del casco urbano se abastecían de la quebrada Los Pozos donde se construyó una represa en 2007 y hoy también está seca. Desde hace un año a cada casa llega agua durante una hora cada tres días.

El acueducto: ¿Una esperanza?

El año pasado el exgobernador Richard Aguilar puso la primera piedra del acueducto en el parque de Los Santos, cuando iniciaron las obras.

Con todo y piedra, la gente ve con escepticismo que el acueducto sea una realidad porque, además de que durante décadas los políticos de turno les han prometido esa obra y no resultan con nada, el hecho de que este nuevo proyecto –que lidera la Empresa de Servicios públicos de Santander y que está en ejecución desde junio de 2015- vaya a sacar agua del río Chicamocha les genera mucha desconfianza.

Por un lado, porque la sequía también ha reducido el caudal del Chicamocha considerablemente y por otro, porque ellos mismos son conscientes de lo contaminado del río, ya que muchos trabajan en minas a orillas de éste.

Sobre las 2 de la tarde nos encontramos con el supervisor y dos ingenieras de la Unión Temporal Aguas Chicamocha, contratista de la primera fase de la construcción del acueducto, que cuesta $22 mil millones.

De esa unión temporal hace parte López Morales y Cia, empresa cuyo socio gestor fue el representante a la cámara por Opción Ciudadana Freddy Anaya.

También está Construcciones OCA, que a su vez subcontrató gran parte de la ingeniería civil del proyecto con CAHE, empresa de la familia del exalcalde de piedecuesta Raúl Cardozo, que se lanzó al senado en 2014 por el Partido Conservador y se quemó.

Nos llevaron a conocer los adelantos de las obras que en su mayoría, están ubicadas hacia la parte alta del municipio (en medio de granjas avícolas) a casi una hora de donde el exgobernador puso la primera piedra.

Ese sector es conocido como La Mesa de Los Santos y desde hace tres décadas las personas pudientes del área metropolitana de Bucaramanga han parcelado y construido casas campestres para pasar los fines de semana.

Entre ellos está el exalcalde Raúl Cardozo, quien tiene una casa campestre en el conjunto Villa Sofia a 15 minutos de las obras que su empresa familiar adelanta.

La gente en La Mesa tampoco tiene acueducto. Pero la mayoría tiene los recursos necesarios para abastecer tanques privados e incluso para hacer pozos -también privados-, y como no viven ahí permanentemente su consumo es mínimo. Es por eso que de este lado del municipio de Los Santos el paisaje es totalmente distinto al de las veredas bajas.

Hace frío, hay grandes lagos -como el del club náutico Acuarella-, abunda el color verde y los cultivos van muy bien y tienen agua con qué regarse.

Una de las paradas del recorrido por las obras fue el punto más alto de La Mesa de los Santos, en la vereda El Tabacal, lugar en el que están instalando los tanques de almacenamiento a donde va a llegar el agua del río Chicamocha cuando se termine la primera fase del acueducto -que según el contrato será en diciembre de este año-. A solo 10 minutos de ahí, está la plazuela de la estación del teleférico de Panachi.

Precisamente esa primera fase pretende abastecer al casco urbano de Los Santos, algunas veredas de la zona baja -la Esant no tiene un dato concreto de cuáles- y a la plazuela de Panachi.

Esto siempre y cuando los potenciales beneficiarios tengan una red de acueducto funcional, ya que las obras en la primera fase no contemplan las redes.

Siendo así, posiblemente Bernarda y sus vecinos en Los Tares, pese a ser uno de los sectores más cercanos al casco urbano (algunas veredas están a tres horas y media), no podrán estrenar el acueducto tan pronto se inaugure porque, como ella misma manifestó, su acueducto veredal está en desuso hace dos años y gran parte está podrido o incluso se han robado las mangueras.

Terminando el recorrido sobre las 5 de la tarde y estando en la parte alta de Los Santos, entendimos que el verdadero alcance del acueducto dependerá de los recursos que puedan llegar a invertirse en la obra. Con la segunda y tercera fase se supone que se garantizará que el agua llegue a cada rincón de Los Santos.

Sin embargo, esas obras complementarias (que van desde un parque de energía solar hasta la ampliación de la capacidad de bombeo y de almacenamiento) aún no están diseñadas ni tampoco proyectadas en costo.

Se estima que, sumado a los $22 mil millones que se están ejecutando ahora, el acueducto podría costar $70 mil millones, $10 mil millones más de lo que le costó a Richard Aguilar hacer el Ecoparque del Santísimo.

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