El fantasma del paramilitarismo ronda el Magdalena Medio

Silla Santandereana

Foto: Tomada de www.elpais.com.co

En medio de la desmovilización de las Farc y el intento de negociación con el ELN, entre las comunidades del Magdalena Medio crece el miedo porque los paramilitares, ahora como bandas criminales, retomen el control que tuvieron en la región hasta hace poco más de diez años. 

El Magdalena Medio es una compleja región de 32 municipios de cinco departamentos (Santander, Cesar, Bolívar, Antioquia y Boyacá), que durante el auge paramilitar fue protagonista como pocos de la estela de terror de su expansión. Hoy, con la desmovilización de las Farc y la eventual negociación del ELN, sus pobladores están asustados porque aunque los paras -ahora en forma de bandas criminales- jamás se fueron, ahora se les está abonando el terreno para recrudecer su accionar y expandirse.

El terror en Sur de Bolívar

Desde la semana pasada las alarmas están encendidas en el Sur de Bolívar., que es donde las bandas tienen una presencia más visible.

La población está “quieta, quieta, sin saber qué hacer, asustada”, le dijo a La Silla un líder minero de allá.

 

Los hechos de los últimos días lo explican. El 12 de diciembre fue asesinado, presuntamente por bandas criminales, Eder Magones, un líder comunal, que también representaba a los mineros de Norosí; y al día siguiente en Tiquisio otro comunero se salvó porque, según una fuente que vive allí, cerca de cincuenta personas de la comunidad llegaron cuando se lo iban a llevar y no lo permitieron. 

Esos dos municipios del sur de Bolívar comparten con sus vecinos Montecristo, Achí, Arenal y Barranco de Loba, la presencia del ELN y del Clan del Golfo (antes conocido como Clan Úsuga, antes Urabeños o Autodefensas Gaitanistas, como se autodenominan y como la gente los conoce en la zona).

Esa banda, aunque tiene su poderío asentado en el Urabá antioqueño, ha logrado crecer en este sector del Magdalena Medio. Tanto que hoy el bloque Héroes del Sur -el que opera allí-  es reconocido como grupo armado organizado, fama de la que no gozan en muchos lados.

Si bien esa banda criminal solo tiene el control territorial total de las zonas urbanas de esas localidades del sur de Bolívar- el ELN tiene la mayor influencia en la zona rural- según dos fuentes que viven allí la presión sobre los pobladores los tiene como referente de autoridad. 

“No piensan en política pero hacen como que sí. Cargan armas de largo alcance (...)a veces están uniformados, de negro o camuflados. (...)Tienen brazalete. Hace poco vino una gente de la Gobernación a hacer una caracterización con la gente y ellos (Gaitanistas) no los dejaron entrar porque no avisaron y les tocó irse”, dijo un líder minero que se mueve entre esos municipios.

Tal es su posicionamiento que durante el paro armado del 1 de abril, organizaciones sociales denunciaron que Montecristo, Arenal, Tiquisio y Norosí la gente no salió de sus casas. Y en los dos últimos, según la Comisión de Interlocución del Sur de Bolívar y Sur del Cesar, mataron en cada uno a una persona.  

Sin embargo, esa no es la única manera en la que operan las bandas criminales en el Magdalena Medio. Su presencia en esa región tiene tantos matices como municipios.

La zozobra por lo que viene

Al asesinato de Norosí se sumaron otros dos hechos muy recientes: el 6 de diciembre circuló un panfleto de limpieza social en Puerto Boyacá con una lista de personas a las que le daban una semana para irse del pueblo, y el 10 los concejales de Cantagallo fueron amenazados de muerte en redes sociales por un anónimo que, según un concejal que habló con La Silla, oculta a un paramilitar de Barrancabermeja.

El temor es cada vez más grande en la región porque a la serie de 13 asesinatos en Cimitarra (Santander) y Puerto Boyacá (Boyacá) -en el primer semestre y a la muerte de Eder Magones, se suma la de Álvaro Rincón. Con él ya van dos líderes asesinados en la segunda mitad del año.

El miedo es que los Gaitanistas se expandan con la misma fuerza que tienen en el Sur de Bolívar al resto del Magdalena Medio y lleguen a Santander, a otras localidades del mismo Bolívar y al Sur del Cesar así, con brazaletes y como ejército armado.

Según cinco fuentes de la zona (entre miembros de organizaciones sociales, líderes y pobladores), ese podría ser el inicio de una nueva consolidación del paramilitarismo -responsables del 58 por ciento de las masacres y 38 por ciento de los asesinatos selectivos en el país entre 1980 y 2012-, pues para la mayoría de ellos la única diferencia entre lo que fueron entonces y lo que son ahora es que hoy, por lo menos por ahora, son menos. 

De acuerdo un informe de la Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos, Credhos, la diferencia sustancial entre las AUC y estos grupos es otra: los viejos paras no posicionaron el microtráfico en los centros poblados más grandes, como si lo han hecho los Gaianistas.

Para las autoridades la situación está controlada, aunque tienen versiones diferentes de lo que está ocurriendo en el Magdalena Medio.

El coronel Jhon Santos, comandante de la Policía del Magdalena Medio, le dijo a La Silla que las bandas criminales de la región son células de delincuencia común que viven del microtráfico y con las que las Gaitanistas se articulan para fortalecerse; el comandante de la Quinta Brigada del Ejército, coronel Helder Giraldo, dio otro concepto: “tenemos un grupo que se hace pasar por Clan del Golfo (Autodefensas Gaitanistas). Se hace pasar. No tengo la prueba para poder identificar”. 

Sean pequeñas bandas locales articuladas con los Gaitanistas o grupos que solo usan ese nombre, las bacrim que operan en municipios como Barrancabermeja o San Pablo son muy diferentes a los grupos uniformados y con fusiles de Norosí o Tiquisio, pero no son iguales a las de Cimitarra o Puerto Boyacá. 

Los matices y las bandas locales

En casi todos los municipios del Magdalena Medio hay bandas locales pequeñas que usan el nombre de una organización más grande (banda criminal), pero no por eso actúan en coordinación ni tienen la capacidad de control de los grupos más podersos del sector del Sur de Bolívar.

La muestra más contundente de esa falta de coordinacipon está en que algunos panfletos que han circulado a nombre de los Gaitanistas han sido desmentidos por las cabezas de esa banda. Eso se debe a que muchas de las bandas locales actúan amparándose en una suerte de franquicia de los Gaitanistas, pero realizan acciones que no necesariamente están avaladas por ellos.

Además, según dos fuentes que conocen el fenómeno de cerca, esa incoherencia puede deberse a que a esas bandas locales llegan miembros cada vez más jóvenes y consumidores de droga que entran o porque ya son parte de la cadena o por la necesidad de plata fácil, que por lo tanto no tienen la madurez ni la disciplina para actar órdenes de más arriba.

Muestra de esa flata de articulación es que en varios de esos casos han cumplido las amenazas, y aunque los líderes sociales locales tienen encendidas las alarmas porque por eso las amenazas generan terror, les preocupa que esas desautorizaciones de las cabezas han permitido a la Policía y el Ejército decir que las bandas no se están fortaleciendo, sino que hay oportunistas que usan sus nombres.

“Los panfletos son reales. El problema es que los Gaitanistas acá (en Barranca) no tienen total control sobre la gente que se encarga de sus negocios. (...) por el proyecto político que supuestamente lideran en lo nacional tratan de esconder las amenazas de las regiones” dijo uno de los líderes que ha sido amenazado en lo que va del año. 

Con ese modelo de franquicia y falta de organización centralizada, las bandas operan diferente en los distintos sitios del Magdalena Medio. 

En Barrancabermeja, considerada la capital del Magdalena Medio y la segunda ciudad más grande de Santander, el accionar de las bandas en esa región lo relacionan a las Autodefensas Gaitanistas, y se basa principalmente en el control de las ollas que funcionan en las comunas más pobres del municipio y que se surten con la coca que llega desde el Sur de Bolívar, y no al del dominio rural.

Además, según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, prestan servicios de escolta y de guardia para custodiar actividades ilegales, controlan todo el tráfico de drogas y se encargan del sicariato en ese puerto petrolero. 

En San Pablo le suman a todo la anterior la extorsión a mineros y la renta de maquinaria para la extracción de oro. 

En Santa Rosa del Sur y Morales (ambas en el Sur de Bolívar) las bandas criminales nacieron en el municipio pero su crecimiento ha estado respaldado por los Gaitanistas, que las apoyan dotándolos de armamento y atendiendo su llamado en caso de que necesiten refuerzos. 

Y hay otros casos como los de Cimitarra y Puerto Boyacá en donde ‘Los Botalones’, que nacieron desde la desmovilización paramilitar en 2004, hoy están disputándose el control del microtráfico con los Gaitanistas y en medio de los muertos de una banda y la otra ha quedado la población civil. 

Con ese telón de fondo de banas con orígenes y acciones diversas, pero con poder creciente, las organizaciones sociales están trabajando por fortalecer las redes de denuncia que tienen en los diferentes municipios.

Además, organizaciones campesinas como la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra está planeando la creación de una guardia campesina que preste un servicio de vigilancia e intercambio de información para evitar la llegada de otros grupos ilegales, al estilo de la guardia indígena del Cauca.

Esa iniciativa es la más organizada de otras que, con la incertidumbre por la salida de las Farc del mapa de poder y la posibilidad de que el ELN en el mediano plazo también libere espacios si se ese proceso de negociación arranca finalmente, por ahora al nivel de rumores, hablan de la creación de grupos de autodefensa para combatir la delincuencia. Si esos rumores cristalizan, las bandas siguen creciendo y el Estado no toma medidas prontos, podría detonar una nueva guerra civil en ese pedazo de Colombia. 

Compartir
0