Tito José Crissien no se ha posesionado como nuevo ministro de Ciencias y ya logró poner en su contra a toda la comunidad científica y académica. Esta es la última en una serie de rupturas que han profundizado su distancia frente al Ministerio que prometía ser una vía para el fortalecimiento de la investigación en el país.
El nuevo minCiencias profundiza la ruptura entre los científicos y el Ministerio
Las rupturas empezaron desde que se nombró a Mabel Torres como ministra.
La credibilidad de Torres se vio golpeada cuando se reveló que en sus investigaciones con el hongo Ganoderma para la cura del cáncer no siguió las prácticas clínicas adecuadas, lo cual le acarreó muchas críticas. Pero el problema no solo radicaba en sus investigaciones; también resaltaba su falta de experiencia.
“No solo hay que saber hacer ciencia, sino también hay que saber gerenciarla. Eso falló en el primer Ministerio”, señala Magdalena María Martínez, directora de investigación de la Facultad de Ciencias de la Universidad del Rosario. “No tenía conocimiento de lo público, y esa curva de aprendizaje le cuesta mucho a un nuevo ministerio”, coincide Jaime Andrés Cano, director de la Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB).
La misma Torres le dijo a La Silla que, aunque se considera buena gerenciando, sí le jugó en contra su falta de experiencia en cuanto a manejo político.
Y luego vino el nombramiento de Ana María Aljure como viceministra. Aljure, como contamos, es del primer círculo de confianza de Álex Char y no viene del sector científico: es abogada y trabajó en temas de contratación en la alcaldía de Char y la gobernación de Elsa Noguera. Su llegada al ministerio coincidió con la urgencia que tenía el Presidente de sacar su primera reforma tributaria antes de que estallara el paro y le tocara retirarla, con lo cual su nombramiento fue percibido como una pura movida política.
La misma sospecha pesa sobre Crissien, pues, como hemos contado, hay indicios de que llega al Ministerio como cuota del Partido de la U. Sobre él, además, abundan las dudas sobre sus prácticas académicas, pues es acusado de plagio en dos publicaciones diferentes y se han señalado inconsistencias importantes entre su formación académica y algunos estudios en los que ha participado. Y tampoco tiene ningún tipo de trayectoria en el sector que llega a dirigir.
“Estos nombramientos son indicios adicionales de la falta de compromiso del gobierno nacional con la ciencia y tecnología —dice Orlando Acosta, investigador en biología molecular de la Universidad Nacional— Para lo único que ha servido el Ministerio es para conceder cargos burocráticos que no están contribuyendo a modificar la situación rezagada del país en ciencia y tecnología”.
La Silla habló con nueve académicos de ciencias naturales y humanas, de tres ciudades y seis universidades y centros de investigación diferentes, para entender cómo han percibido la gestión del Ministerio y su relación con la comunidad científica.
Encontramos que los roces entre MinCiencias y la academia no se limitan a los nombramientos controversiales. También ha habido tensión por decisiones del Ministerio que no van en línea con los intereses y procesos de la academia. Este es el caso de la convocatoria para la medición de grupos de investigación que abrió MinCiencias este año.
La convocatoria de la discordia
La más reciente convocatoria para medición de grupos de investigación generó un rechazo profundo desde la comunidad académica, con pronunciamientos y críticas publicados por siete redes diferentes de universidades e investigadores, e incluso una petición firmada por alrededor de 600 investigadores del país, pidiendo a las universidades boicotear la convocatoria.
Las críticas se dirigen a varios aspectos de la convocatoria. Tienen que ver con la solicitud de nuevas certificaciones para publicaciones ya medidas y clasificadas en años anteriores (desde 2016); la evaluación de la calidad de todos los productos —incluyendo libros— solo por las citaciones; y criterios que desestimulan el uso de editoriales universitarias.
Además, según explica Elizabeth Beltrán, coordinadora académica de la Asociación Colombiana de Universidades (Ascun), normalmente cuando hay cambios importantes en los criterios se consulta previamente con las universidades y se avisa un tiempo antes de la convocatoria, para que puedan prepararse. Esta vez, las instituciones solo supieron de los cambios cuando se abrió la convocatoria.
Debido a todas las quejas, MinCiencias publicó una adenda en abril, ampliando el plazo y modificando uno de los criterios que golpeaba a las editoriales universitarias. “Hicieron dos cambios de maquillaje, pero no veo una corrección de fondo”, dice sobre la adenda Juan Felipe Córdoba, quien lleva más de 27 años trabajando como editor universitario, actualmente en la Universidad del Rosario.
El tono de la convocatoria genera mucha incomodidad entre los académicos. Tres fuentes consultadas le dijeron a La Silla que estas convocatorias reflejan cada vez mayor desconfianza en los investigadores y su trabajo.
“El distanciamiento se ha dado porque los sistemas de medición parecen desconfiar de los grupos de investigación, cada vez se ha convertido más en una fiscalía. Le pide a los grupos que demuestren la veracidad de lo que han producido, lo cual es un desgaste para un académico”, explica Carlos Germán Sandoval, docente e investigador en ciencia política de la Universidad Nacional.
Y la ironía del nombramiento de un ministro acusado de plagio en medio de una convocatoria con estas características no pasa desapercibida.
Para Sandoval, esta tensión alrededor de las convocatorias no es nueva. Aunque con el Ministerio el sistema de medición se volvió incluso más restrictivo y complejo, la molestia es de larga data.
“Tiene que ver con un sistema de medición y evaluación que se estructura alrededor de criterios internacionales en un país donde la política de ciencia y tecnología no tiene dinero. Los grupos tienen que responder con alta producción científica, pero no tienen la capacidad de financiarla”, explica Sandoval.
Precisamente, la desfinanciación de la ciencia es un lío que MinCiencias no ha podido solucionar.
Cambió el letrero, pero nada más
“Una de las primeras señales de que el Ministerio no estaba bien encaminado fue que arrancaba con el mismo presupuesto de Colciencias. Claramente habría nuevos retos a afrontar, y con ese presupuesto —que ya era insuficiente— no iba a alcanzar”, le dijo a La Silla María Martínez, de la Universidad del Rosario.
Y durante el año y medio que lleva funcionando el Ministerio no se ha percibido un cambio importante en ese aspecto. Esta es una de las principales críticas que se hacen desde la academia a la gestión de la ministra Torres, como nos manifestaron tres fuentes consultadas.
“El esfuerzo para cumplir con los excesivos requisitos de la convocatoria no trae ningún beneficio, ningún incentivo real más allá de los rankings. La ciencia no se hace con rankings, la producción de conocimiento se hace con recursos”, dice Carlos Miguel Gómez, filósofo e investigador de la Universidad del Rosario. Él lidera un grupo de investigación clasificado en la categoría más alta de MinCiencias (A1) y dice que esta clasificación no se traduce en un apoyo en términos de presupuesto.
La saliente ministra, Mabel Torres, le dijo a La Silla que reconoce la necesidad de un incremento en los recursos. Sin embargo, señaló que el Ministerio sí logró aumentar estos recursos más de lo que se había conseguido en años anteriores, pasando de un presupuesto de 270 mil millones en 2020 a uno de 410 mil millones en 2021 —aunque sigue siendo el ministerio con menor presupuesto en el gobierno—, además de lograr cooperación internacional y un mayor aprovechamiento de los recursos de regalías.
El problema, entonces, es que hasta ahora este aumento en la financiación no se ha reflejado en el quehacer científico de los investigadores. Y mientras el cambio de Colciencias a ministerio no les ha traído más recursos, sí les trajo más burocracia.
Más cuotas, pero no más ciencia
“El aparato burocrático se ha incrementado mucho. Yo como científica ya casi no hago ciencia, porque me tengo que ocupar de formularios y papeles”, le dijo a La Silla Elena Stashenko, química e investigadora de gran trayectoria que trabaja en la Universidad Industrial de Santander (UIS).
Aunque es muy enfática en reconocer la importancia de que exista un Ministerio de Ciencia, Stashenko explica que “si el Ministerio significa aumentar el grado de burocratización y trámites, pues no le sirve a un científico”.
Las torpezas que ha habido en la gestión del Ministerio también se las achacan a una mayor burocracia en la estructura interna que no se ha aprendido a manejar.
Un ejemplo de esto que citaron dos fuentes por separado es la contratación del personal a principios de año, que normalmente estaba lista para febrero, pero en 2021 —el primer año que debió coordinarlo el Ministerio— no se logró sino hasta marzo. Esto resultó en que todos los procesos y proyectos quedaran parados en un limbo administrativo de tres meses.
Y aunque un logro importante del Ministerio fue asignar un número considerable de proyectos para los fondos del Sistema General de Regalías —una fuente de financiación importante para el sector de ciencia y tecnología—, estos proyectos también han tenido problemas.
Jaime Alberto Cano, de la CIB, cuenta que ninguno de los proyectos de regalías que venían desde el año pasado ha podido iniciar, y señala que hay problemas en la comunicación de MinCiencias con MinHacienda y el DNP.
“La plata de regalías no sale, las becas no salen, y siempre hay una disculpa, siempre la culpa es de otro. Pero al final la responsabilidad es de MinCiencias, y todo lo que uno oye son quejas”, señala Enrique Forero, presidente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Accefyn).
Más allá de un aumento en la burocracia y torpezas en la gestión, los logros de MinCiencias en el año y medio que lleva existiendo no han sido visibles. De hecho, seis fuentes consultadas nos dijeron por separado que la transición de Colciencias a ministerio solo se reflejó en un cambio de nombre.
“Tener un ministerio es un paso muy importante, pero una cosa es llamarse ministerio y otra es que realmente haya un cambio. Cambia la envoltura, cambia el vestido, pero el cuerpo debajo es el mismo y está un poco enfermo”, opina Stashenko, de la UIS.
Esto se refleja en que, más allá de las controversias y críticas, la gestión de MinCiencias ha sido muy poco visible. Incluso durante la pandemia, que era una oportunidad para que la ciencia en el país se destacara.
Desde el interior del Ministerio la percepción es diferente. La ministra Torres le dijo a La Silla que se han logrado transformaciones importantes en la regionalización y la democratización del conocimiento, y la articulación del sector académico con el sector productivo. Además, han trabajado en varios proyectos de política pública (mencionó cinco).
“En ciencia, tecnología e innovación los avances a veces son difíciles de comunicar, además son procesos que toman tiempo. Y nuestro trabajo ha sido más de articulación y movilización del conocimiento, y claro, eso no es tan visible”, le dijo Torres a La Silla. Agrega que, aunque han trabajado en varias políticas públicas, solo una se ha sancionado, con lo que gran parte del trabajo sigue sin ser visible.
Parece ser, sin embargo, que el impacto de la gestión del Ministerio aún no alcanza a los investigadores. Esto representa una gran frustración para la comunidad científica, donde muchos esperaban que el paso a ministerio viniera acompañado de un fortalecimiento en la política de ciencia y tecnología, y consideran que ha sido más bien lo contrario.
“Algunos sectores de la academia añoran a Colciencias, que era una institución fuerte y reconocida, con una gran trayectoria e incidencia en la investigación del país. Y quizás el Ministerio es todavía un infante, que apenas está reconociendo lo que dejó Colciencias”, concluye Carlos Sandoval, de la Universidad Nacional.
Esto ha desembocado en una mayor tensión en las relaciones entre MinCiencias y la comunidad académica, como nos confirmaron seis fuentes consultadas.
Manifiestan que la comunicación se ha vuelto mucho más difícil. Martínez, del Rosario, señala que no hay canales de comunicación claros y no saben cómo resolver sus dudas, mientras que antes podían hablar incluso con el director de Colciencias para este propósito.
Coinciden, además, en que los investigadores se sienten desconocidos por el Ministerio. Ya no consultan a la comunidad académica para tomar decisiones como el nombramiento del ministro o grandes cambios en los criterios de medición de grupos de investigación, por ejemplo.
La ministra Torres, en cambio, considera que la relación con los académicos desde MinCiencias ha mejorado. “Mejoró esa relación directa, en la que nos decimos nuestras verdades. Hay diferencia, reclamos, inconformidades, pero siempre desde la empatía buscando construir”, le dijo Torres a La Silla. Agregó que los académicos incluso le han manifestado su agradecimiento por varios logros del Ministerio.
Y aunque hay un sector que ha estado “en oposición” frente a la gestión de MinCiencias, lo considera un sector pequeño y poco representativo de toda la comunidad.
Esta diferencia diametral en las percepciones es tal vez otro síntoma del déficit en la comunicación que señalan las fuentes desde la academia. Y refleja, quizás mejor que cualquier otra cosa, la ruptura que hay en este momento entre MinCiencias y los científicos del país.