El pulso por la reina coronada

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Marcela García Caballero es la actual reina del Carnaval. Es hija del exdirector de Cormagdalena Augusto García y de la exreina del Carnaval Mireya Caballero. Su hermana es Laura García, exreina del Carnaval de los Ni?os y esposa del ministro de las TIC David Luna.

Si hay una corona apetecida en Barranquilla es la del Carnaval. Más que soñar con desfilar en Cartagena, lo que desde los primeros años una barranquillera de pura cepa anhela es convertirse en la soberana central de las fiestas del dios Momo. Y aunque muchas se preparan por años para lograrlo, a ese pedestal dorado, con plumas y lentejuelas, solo llegan unas cuantas, porque hasta nueva orden esa dignidad le seguirá perteneciendo a las familias con apellidos de tradición, conexiones políticas o generosa chequera.

Esta historia hace parte de la serie de La Silla Vacía que pretende contar cómo se ejerce el poder por dentro de varios escenarios clave en la política y la cultura.

 

Si hay una corona apetecida en Barranquilla es la del Carnaval. Más que soñar con desfilar en Cartagena, lo que desde los primeros años una barranquillera de pura cepa anhela es convertirse en la soberana central de las fiestas del dios Momo. Y aunque muchas se preparan por años para lograrlo, a ese pedestal dorado, con plumas y lentejuelas, solo llegan unas cuantas, porque hasta nueva orden esa dignidad le seguirá perteneciendo a las familias con apellidos de tradición, conexiones políticas o generosa chequera.

Casi un siglo después de que fuera elegida en el desaparecido Club Barranquilla la primera reina del Carnaval, se ha mantenido intacta la tradición de escoger a las jovencitas de los estratos más altos para que presidan las fiestas. Por eso, desde entonces, es común leer, escuchar y ver cómo la corona rota entre unos cuantos apellidos: Gerlein, Donado, Vengoechea, Lafaurie o Abuchaibe. (Ver gráfico interactivo)

Y más recientemente entre los miembros de una clase emergente que integra desde hace menos de 30 años la élite de La Arenosa, como lo son los Char o los papás de la actual reina del Carnaval Marcela García: el exdirector de Cormagdalena Augusto García y su esposa, la exreina Mireya Caballero.

En un Carnaval cada vez más multitudinario, quien ostenta el título de reina se convierte en el centro de todas las miradas, gana mayor exposición mediática y aún después de los cuatro días de éxtasis colectivo, sigue actuando como embajadora de la tradición en toda Colombia y el exterior, porque hasta mediados de año llega la sucesora.

También con tantos reflectores encima, la reina aumenta sus probabilidades de convertirse en actriz, relacionista pública o presentadora de televisión, como les ha ocurrido a las exsoberanas de los últimos 10 años.

Pero si acaso el principal beneficio, para muchas de las familias, es el de refrendar su posición social. Porque en la medida en que un apellido acumule más reinas comienza a ser considerado una dinastía de Carnaval. Todavía hoy, las soberanas de hace 10, 25 y hasta 50 años participan en cocteles y desfiles.

Inclusive, entre algunas familias llega a existir competencia por quedar en el imaginario colectivo como la que tuvo el mejor reinado de Carnaval por la opulencia de los vestidos: solo el de la noche de coronación puede sobrepasar los 30 millones de pesos.

O porque fue capaz de contratar a pesos pesados de la música como Carlos Vives o Juan Luis Guerra. Tal como lo hicieron los Char y Gerlein, para que cantaran la noche en que fueron coronadas Andrea Jaramillo Char y María Margarita Diazgranados Gerlein, en 2012 y 2014, respectivamente.

 

 

Todos esos gastos corren por cuenta de la familia, porque Carnaval SA, la empresa que organiza la fiesta y en la que convergen privados y la Alcaldía, solo asume el transporte, el equipo de comunicaciones y la carroza en la que la soberana desfila en la Batalla de Flores.

Por eso en Barranquilla siempre se han especulado sumas astronómicas, sin que nadie se atreva a confirmarlas. Y es esa también la razón tácita por la que la corona y el cetro son inalcanzables para una chica de barrios tan carnavaleros, pero populares, como Rebolo o Barrio Abajo.

Hubo una época en la que la corona no fue tan apetecida como lo es hoy.

Corrían los años 70 y 80 y para nadie era un secreto que el Carnaval había llegado a un punto crítico por la politiquería, y entre las jóvenes de la alta sociedad ser reina ya no despertaba el mismo interés de décadas pasadas. Sin embargo, nunca dejaron de postularse y las coronaciones se celebraron, año tras año, sin interrupción alguna.

Fue con la llegada de los privados que la fiesta levantó vuelo y Barranquilla comenzó a escribir un nuevo capítulo en su historia. Aunque, no han faltado las críticas porque en la ciudad hay quienes sienten que los eventos de la programación oficial han sido manejados los últimos 24 años por un reducido grupo de la élite, miembros de la junta directiva de Carnaval SA.

Es la misma junta que se encarga de elegir a la reina. Presidida por el alcalde de turno, en ella están el secretario distrital de Cultura, tres representantes de la Cámara de Comercio, tres de la Fundación Mario Santo Domingo y más recientemente, desde la primera administración de Alejandro Char, tres delegados de los grupos folclóricos.

Según el discurso oficial, es reina la candidata que más convenza con su baile y carisma a los 11 miembros, que a puerta cerrada se reúnen, todos los años y seis meses antes del Carnaval, para definir su nombre.

Pero en la mayoría de casos lo que realmente termina pesando para esa elección es el lobby. Tres miembros de la junta le dijeron a La Silla, con el compromiso de no citarlos, que desde Semana Santa los papás de la posible futura soberana comienzan a llamar al alcalde de turno o a los otros miembros de la junta.

La elección fluye sin problemas cuando hay solo una interesada, pero en épocas con dos o inclusive cinco candidatas en competencia se impone la familia que logre conseguir al menos seis de los 11 votos.

Todas las fuentes que consultamos para esta historia coincidieron en afirmar que hasta hace unos seis años quienes más peso tenían en ese organismo colegiado eran los representantes de la Cámara de Comercio y la Fundación Santo Domingo, especialmente Pablo Gabriel Obregón. Él por estatutos preside la junta cuando el alcalde está ausente.

Ese escenario comenzó a cambiar en 2007, cuando el entonces alcalde Guillermo Hoenigsberg dijo que quería que la reina fuera Daniella Donado, le contaron a La Silla dos miembros de la junta. En efecto ella fue la elegida ese año, y los hermanos Cristian y José Manuel Daes, dueños de Tecnoglass y aliados para aquella época de Hoenigsberg, fueron los financiadores de su reinado.

 

Un año después, con la llegada de los Char a la Alcaldía y con el revés judicial que sufrió la empresa Carnaval, la voz del alcalde comenzó a pesar más.

En 2008, un juez falló una acción popular en contra del Distrito y ordenó acabar con la Fundación Carnaval de Barranquilla, creada por los mismos empresarios que tienen asiento en la junta con el fin de que la entidad pudiera recibir donaciones y ciertas exenciones tributarias.

“Si el alcalde o la alcaldesa quiere a una reina no le vas a pelear de frente o a decirle que no”, le contó a La Silla un miembro de junta.

Quien es más recordada por su voz de mando es la saliente alcaldesa Elsa Noguera, a quien en Barranquilla señalan de haber impuesto los reinados de Daniela Cepeda, hija del senador conservador Efraín Cepeda, y de María Margarita Diazgranados Gerlein, nieta del megacontratista Julio Gerlein, hermano del conservador Roberto Gerlein.

Ambas fueron proclamadas reinas, pese a todas las voces en contra, que pedían que no se eligieran a hijas ni nietas de políticos activos teniendo en cuenta las malas experiencias del pasado, cuando se mezclaba política y Carnaval.

Alrededor de esas dos elecciones hubo muchos ruidos. Supuestamente Noguera apoyó esas candidaturas para retribuir el respaldo que tanto el senador Cepeda como la casa Gerlein le habían dado para su elección.

Un miembro de junta fue más allá y extraoficialmente le dijo a La Silla que bajo la administración de la exalcaldesa, la corona del Carnaval se volvió una cuota política más. Acusaciones que ella y todos los involucrados siempre han negado.

El senador Cepeda le dijo a La Silla esta semana que la elección de su hija fue producto de una decisión unánime, tras someterse a concurso en su segundo intento por ganar la corona. La primera vez se la ganó Marcela Dávila, hija del gerente de Gases del Caribe Ramón Dávila.

Si bien ese concurso de méritos sí se dio, un miembro de junta nos explicó que allí todos sabían que la alcaldesa se la estaba jugando por Cepeda, y prefirieron respaldarla.

A la hija del senador Cepeda le llovieron las críticas las primeras semanas de su reinado, por su manera de bailar, pero al final recibió aplausos por su interés por las danzas de tradición y su buen discurso carnavalero.

 

Pero la polémica en Barranquilla no terminó allí. Después de haber perdido con la hija del senador Cepeda y con la nieta de Julio Gerlein, la exaspirante Laura García Caballero, esposa del ministro de las TIC David Luna, hizo pública una carta que le envió a la Junta Directiva de las fiestas. En ella declinaba su aspiración a ser reina y expresaba su molestia porque después de haberlo intentado durante dos años consecutivos no lo había logrado por intereses políticos.

Ese documento generó una verdadera polvareda y solo hasta el año pasado las aguas se volvieron a calmar, con la elección como soberana de la hija de uno de los directivos portuarios de Barranquilla.

Y este año hubo una especie de acto de desagravio de parte de la junta de Carnaval con la familia de la esposa del ministro Luna. Su hermana es quien preside las actuales fiestas y pese al matoneo que enfrenta desde su primer día de reinado, no faltan los que ya se aventuran a decir que ha sido la mejor reina de los últimos años.

Este miércoles, cuando los barranquilleros comiencen a despercudirse la maizena de los oídos y a retomar la rutina, se iniciará el conteo regresivo para la elección de la próxima reina. Porque la fila para alcanzar la corona es larga, pero solo aquellas familias que cuanto antes comiencen a moverse tendrán más chance de ganarla. Desde ya suenan las hijas de varios políticos, incluido la de uno del primer círculo del alcalde Alejandro Char.

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