El nuevo presidente de la Cámara es de confianza de Vargas. Su bancada sigue sin apoyar del todo al Gobierno.
Entre Duque y Vargas hay una Cámara
Vargas y Duque durante la campaña presidencial
La relación entre el presidente Iván Duque y Cambio Radical está en el centro de las miradas por la versión de que entrará al gabinete. Pero mientras eso sigue siendo un rumor, lo que es seguro es que la relación se empezará a jugar en la Cámara de Representantes.
Eso porque desde este sábado, cuando arranque la nueva legislatura, Cambio tendrá el presidente con el representante del Guainía, Carlos Cuenca Chaux. Como Cuenca es de la cuerda del exvicepresidente Germán Vargas Lleras, quien ha evitado que su partido entre al gobierno, eso cambia el equilibrio de poder entre él y Duque.
Más cuando la elección de Cuenca no era obvia.
Una Cámara en tensión
Uno de los pulsos más duros que se vivieron al interior de Cambio Radical la legislatura pasada fue la decisión de quién sería el presidente de la Cámara. La casa Char, cercana a Duque, quería que fuera el barranquillero César Lorduy, mientras que Vargas tenía de candidato a Cuenca.
Ganó Cuenca pues lleva 11 años en el Congreso contra uno de Lorduy, es reconocido como experto en temas económicos, y sobre todo es más querido por los congresistas, en parte porque el año pasado fue el delegado para negociar con los otros partidos la composición de las comisiones y sus presidencias (lo que los congresistas llaman compromisario), con lo que le hizo favores a sus colegas.
Ese pulso inicial definió que Vargas podrá tener mucho manejo en la Cámara, algo que el ex vicepresidente ha mostrado que puede usar políticamente.
Un ejemplo fue cuando su alfil y amigo Germán Varón era presidente de la Cámara en 2009 y le puso el palo en la rueda al trámite legislativo en Cámara de la segunda reelección del expresidente Álvaro Uribe y en coordinación con su jefe político.
Otro fue cuando el hoy senador Rodrigo Lara presidió la Cámara en el último año de Santos y frenó el Fast Track al inicio de la campaña presidencial de 2018, cuando Vargas quería mostrarse duro con el Acuerdo para tratar de ser el candidato de la derecha.
Eso podría repetirse en la medida en que Vargas tiene un claro poder sobre Cuenca, como quedó comprobado hace unos meses en la discusión del Plan de Desarrollo.
Vargas regañó al nuevo presidente de la Cámara en una reunión en el Ministerio de Hacienda. Como delegado de Cambio en las negociaciones del Plan que ya se habían cerrado, Cuenca había aceptado un texto sin las propuestas de Vargas, lo que molestó a su jefe político.
Cuenca no solo aceptó el regaño sino que al día siguiente anunció en la discusión del Plan que su partido no lo respaldará. Es decir, tras el regaño se echó para atrás y dejó claro que sigue las directrices de Vargas.
Por eso, la presidencia de Cuenca es un papayazo para Vargas, pues el presidente es quien define el orden del día y así determina qué proyectos se discuten y cuáles no, cita a las plenarias o las cierra y, en general, tiene gran incidencia en lo que hace el Congreso.
Eso es relevante para Vargas, que desde que perdió las elecciones viene defendiendo en su columna de El Tiempo unos proyectos propios, desde una reforma tributaria hasta otra a la justicia.
Sin embargo, el poder de Cuenca no necesariamente será tan grande.
Según dos congresistas con los que hablamos por separado, uno liberal y otro de Cambio, a Cuenca le podría costar que es representante de un departamento que pesa poco en política y que, visto desde lo nacional, con sus 2700 votos, está lejos de ser un barón electoral. Esto es un factor que es central en el Congreso.
“Aunque Vargas pueda manejar la agenda, no es muy claro que pueda manejar la plenaria”, explicó uno de los congresistas para referirse a que le quedará más fácil definir qué se discute a elegir quién habla o cómo se vota.
Esa posibilidad de incidir, aunque sea limitada, le importa a un Gobierno que quiere pasar por la Cámara proyectos como la reforma constitucional a las regalías o el que prohíbe que los delitos sexuales sean conexos a los políticos en futuros acuerdos de paz, y que apoya proyectos polémicos como la llamada ley Arias.
Es por eso que en la Cámara seguramente se verá la tensión de una relación que, a pesar de los rumores, no ha cambiado mucho.
La misma relación
Dos altas fuentes del Gobierno, que pidieron no ser citadas, aseguraron que la tensión entre el Gobierno y Cambio no ha existido.
Según uno de ellos, desde el día uno de Duque, Cambio ha tenido cierta cercanía con el Gobierno por la simple razón que tienen una ideología similar. Por eso, han podido llegar a acuerdos en algunos proyectos.
Eso se vio concretamente, con Duque arrancando su período, cuando Vargas y Uribe se pusieron de acuerdo para presentar una reforma para que a los militares en la JEP los juzgara una sala especial (que se hundió en diciembre por falta de tiempo).
También coincidieron con la reforma a la Justicia. Para Duque es tan importante que la anunció desde su discurso de posesión y fue uno de los primeros proyectos que presentó al llegar a la Casa de Nariño; para Vargas, se nota en que la bancada de Cambio presentó la que tenía lista si llegaba a la Presidencia.
Que esa posibilidad de llegar a acuerdos se mantiene se nota con que ahora, con esas dos reformas hundidas, se alinearon para presentar otro proyecto de reforma a la justicia que retoma sus coincidencias.
Si la logran sacar adelante, Vargas mostraría que su reforma era importante, porque el contenido está hecho en gran parte por él y será liderado por su alfil Germán Varón, y Duque se anotaría un punto.
Más allá de esas coincidencias, es evidente que el Clan Char y en general la bancada Caribe de Cambio Radical es mucho más cercana al Gobierno que el partido como tal y que Vargas.
De hecho en otros proyectos como el Plan de Desarrollo o la Tributaria, Vargas y quienes le son fieles no apoyaron a Duque.
“Los Char quieren entrar y tener buenas relaciones con el Gobierno. Incluso, han dado guiños de afecto como el apoyo al Plan Nacional de Desarrollo en el Congreso”, dijo uno de los altos funcionarios consultados.
En esa cercanía coincide el barranquillero César Lorduy, charista 1A: “Si Duque va a Barranquilla así sea a inaugurar un palo de mango, nosotros lo acompañamos”. Agregó que no tiene sentido que se pongan contra el Gobierno cuando tienen poder regional y sus alcaldes necesitan del Presidente.
Esa cercanía con los charistas y la relación de altibajos con Vargas son particularmente importantes cuando Duque no tiene mayorías en el Congreso, no ha mostrado señas de querer entregar representación política, como se ha rumorado que ha pedido Cambio, y quiere sacar adelante una agenda legislativa.
Más porque una alta fuente del Gobierno nos confirmó que seguirán con su estrategia de negociar los proyectos con los congresistas artículo por artículo, no con los jefes de partido, y antes de las votaciones en el Congreso.
La relación hoy pinta tranquila porque la bancada Char seguramente seguirá ayudando a Duque; la nueva ministra de Justicia, Margarita Cabello, es cercana a ellos; y Vargas y Duque quieren sacar adelante una reforma a la justicia, dónde se están logrando acuerdos. Pero hasta dónde eso equivalga a que se vuelvan gobiernistas, se verá en la Cámara.