Este domingo va a ser un chequeo de realidad tanto para la Farc como para el país sobre cuál es realmente la base social con la que cuenta la exguerrilla para las elecciones de 2019, que son las que más les importan.
La accidentada campaña de la Farc
Este domingo va a ser la primera vez que el partido político de la Farc se medirá en votos. Va a ser además un chequeo de realidad tanto para ellos como para el país sobre cuál es realmente la base social con la que cuentan para las elecciones de 2019, que son las que más les importan.
Del debut a la emergencia
Hace un año y medio, las Farc-Ep, como se seguían llamando, estaban felices en su primera presentación en sociedad.
Era la X Conferencia y ellos, los anfitriones de un evento en las sabanas del Yarí en el Meta, en el que anunciaban ante pantallas led, luces, cámaras y un enjambre de reporteros, que habían decidido abandonar 52 años de lucha armada y estaban listos para la política.
Pero ahí todavía no habían llegado, como tanto lo soñaron, a Bogotá. Lo hicieron un año después, desarmados, en buses repletos de excombatientes recién llegados de las zonas veredales y escoltados por la Policía para instalar el Congreso del que salió su partido. Allí también definieron su nombre, sus listas a Senado y Cámara y el arranque de su campaña.
En plena plaza de Bolívar, donde quisieron llegar por las armas hace décadas, cerraron su primer congreso como organización política legal con un gran concierto de reggae, rock, cumbia y su propia banda, ‘Los Rebeldes del Sur’ justo en frente del Congreso, a donde llegarán en julio con por lo menos diez curules fijas.
El 31 de agosto decidieron conservar las mismas siglas Farc (ahora son la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común), a pesar de los crímenes asociados a ese nombre y a pesar de que hoy sus disidencias se llaman igual y se hacen llamar el ‘Ejército de Pueblo’ para extorsionar a ganaderos y amenazar a campesinos cocaleros o a cualquiera que defienda el Acuerdo en departamentos como Caquetá o Nariño.
Arrancaron este año lanzando a Timochenko como candidato presidencial del partido, que hasta ahora en ninguna encuesta ha superado el 2 por ciento de intención de voto.
Comenzaron una gira que le apuntó, por un lado, a poner candidatos en lugares con grandes censos electorales como Bogotá, Valle, Santander, Antioquia y Atlántico y por otro, a aprovechar la relación de décadas que tienen con presidentes de juntas de acción comunal y organizaciones campesinas afines en zonas rurales donde aunque hay pocos votos, les permitía, a través de ellos, mantener su estructura y llegarle a las comunidades.
Pero no les han salido las cosas como planearon.
En grandes botines electorales como el Atlántico, la campaña que intentaron hacer en la tierra que domina políticamente el poderoso clan Char, no se sintió.
Conscientes de que no cuentan con la fuerza electoral para sacar los más o menos 70 mil votos que necesitarían para meter un segundo representante atlanticense (aparte de la curul fija), no siguieron ninguna estrategia particular y se dedicaron a intentar contactar y recoger las bases y cuadros con los que históricamente han hecho presencia en el Atlántico.
En Bogotá, donde tenían la expectativa de sacar una amplia votación, ahora lo que esperan al menos es alcanzar el umbral. Un umbral que no necesitan en términos prácticos puesto que por la firma del Acuerdo obtuvieron 10 curules de manera automática pero que simbólicamente es importante para ellos para que nadie diga que se las regalaron.
“Yo diría que definitivamente fuimos muy confiados en que iban a estar todas las garantías para la campaña, pero no hemos tenido plata para financiarnos, para la publicidad y en Bogotá esperamos cumplir con el umbral de 40 mil votos o acercarnos a esa cifra para legitimar al partido”, nos dijo Andrés Camacho, candidato a la cámara en Bogotá.
En el Pacífico les ha tocado hacer campaña en medio de las amenazas de bacrim, ELN e incluso hasta de antiguos ‘camaradas’ de ellos que hoy están en las disidencias en Nariño.
En Santander la estrategia de la lista a la Cámara fue hacer una campaña de bajo perfil y así se mantuvieron hasta la recta final de las legislativas.
Y en lugares emblemáticos para ellos, como Caquetá, tampoco ha sido fácil.
A pesar de que en sitios como la Montañita, San Vicente del Caguán, Cartagena del Chairá y Puerto Rico los recibieron sin problemas, a Iván Márquez, la cabeza de lista al Senado, le tocó cancelar un evento que tenía previsto en Florencia, que fue la ciudad en la que nació, porque decenas de personas lo estaban esperando, gritando “fuera asesino, guerrillero” y quemando letreros con el logo del partido.
La gira de Timochenko en su natal Quindío, vino acompañada de huevos, maicena y gente que le gritó asesino, le pegaron a su carro, le tiraron piedras a las ventanas y le pincharon las llantas.
A esas agresiones públicas, en muchos casos alimentadas por la cúpula del uribismo, se suman otros momentos incómodos para ellos, como cuando, por ejemplo, la dueña de un establecimiento en Barranquilla se negó a alquilarles su estadero para un evento en carnavales apenas supo que eran exguerrilleros; o cuando una señora le reclamó a la salida del concejo de Neiva a Márquez por lanzarse a la política sin responderle antes por un hermano que la guerrilla le mató hace unos años.
Aunque Timochenko dijo hace una semana en una rueda de prensa que los medios están concentrados en cubrir los abucheos, pero “nadie habla de los signos de aprobación, de las sonrisas y de las miradas pícaras”, esos episodios hicieron que tomaran la decisión de suspender su campaña a comienzos de febrero, bajo el argumento de que no tenían garantías de seguridad.
Y ahora, en plena recta final de la campaña, la Farc termina su campaña al Congreso con Timochenko en una cirugía a corazón abierto. Por eso, el jueves en la mañana Iván Márquez anunció en una rueda de prensa que Timochenko ya no será el candidato presidencial y que tampoco tendrá un reemplazo.
A ese accidentado camino se suman otros factores que han sido un golpe de realidad para la exguerrilla.
La estrellada
Para la Farc esta primera campaña ha significado toparse con la realidad de cómo se hace política tradicional en Colombia.
“Lo difícil de esta campaña es que estamos participando en una contienda electoral donde no ha cambiado nada de las prácticas politiqueras”, dijo a La Silla la candidata al Senado Victoria Sandino, en la sede del partido en Neiva.
“Nosotros vamos y llevamos nuestro programa de gobierno que hicimos con Timo y las iniciativas legislativas y la gente nos dice pues sí, eso está muy bien y estamos con ustedes, pero sepan que la gente en elecciones, la gente siempre pide el valor del voto. Va ser difícil entonces porque la gente está acostumbrada a que votan porque ese fulano les ofrece un puesto, un subsidio, una teja de zinc, de 50 a cien mil pesos. Eso es lamentable y encontrarnos con esa realidad ha sido muy triste”, agregó.
Aunque una suerte de clientelismo equiparable al que critican lo han aplicado, como ha contado La Silla Sur y La Silla Santandereana, para lograr que la sustitución de cultivos se haga a través de sus organizaciones afines en regiones como Catatumbo o Guaviare.
Aparte de eso, dicen que arrancaron a hacer pedagogía muy tarde.
“Yo no digo que sea un error propiamente. Lo que sí creo es que no tuvimos la oportunidad de haber empezado un proceso pedagógico con la gente con mucha antelación porque no pudimos hacerlo. No hubo manera de que la gente conociera el Acuerdo, que sepa que tienen una herramienta distinta que puede transformar su realidad”, agregó Sandino.
Esa falta de pedagogía se ve por ejemplo en Putumayo, donde la Farc están apoyando de frente al candidato a la Cámara por la Alianza Verde, Yule Anzueta, pero ese apoyo más que ayudarle, ha hecho que mucha gente se confunda porque ahora creen que él tiene curul fija y que entonces votar por él es botar el voto.
Tampoco lograron que los partidos que se sumaron al Sí en el plebiscito les copiaran en su idea de crear un ‘gobierno de transición’ para el 2018 y ahora con la fuerza que ha ido agarrando el candidato Gustavo Petro, la posibilidad de que la izquierda se una está cada vez más lejos. Y que todos los partidos del Sí lo hagan, aún más.
Además, la Farc pensaba que los del movimiento bolivariano clandestino se les iban a unir cuando se desmovilizaron, pero muchos de esos aliados en la sombra prefirieron al final no dar la cara.
Sin embargo, los de la Farc ven esta accidentada campaña como una muestra más de “resistencia”. “Nosotros hicimos la guerra pensando que la íbamos a ganar y ahora estamos en política pensando lo mismo y que lo lograremos poco a poco. Es mucho lo que hemos logrado luego de hacer esta campaña sin recursos, sin que hayamos tenido tiempo ni formación previa”, dice Sandino.
La apuesta del partido es sacar dos millones de votos para poner cinco senadores más, aparte de los fijos. Analistas políticos consultados por La Silla les dan máximo 100 mil.
El domingo se sabrá quienes son los descachados.