La agonía de Marcha Patriótica

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Ayer Piedad Córdoba no sólo denunció que 29 militantes de Marcha Patriótica han sido asesinados y que decenas han sido amenazados, sino que dejó deslizar la posibilidad de que este movimiento social de izquierda -que apenas cumple dos años- se disuelva. Más allá de que los hostigamientos y los ataques contra Marcha puedan llevar a sus simpatizantes a darle un fin prematuro a la fuerza, La Silla supo que hay otros factores que han venido debilitándola durante el último año y que se acrecentaron con las listas al Congreso. Estos son esos factores.

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Dos años después de que Marcha Patriótica naciera, muchos de sus integrantes temen que el movimiento social pueda disolverse debido a los ataques que han venido sufriendo. Foto: Juan Pablo Pino

Ayer Piedad Córdoba no sólo denunció que 29 militantes de Marcha Patriótica han sido asesinados y que decenas han sido amenazados, sino que dejó deslizar la posibilidad de que este movimiento social de izquierda -que apenas cumple dos años- se disuelva. “Vamos a estar en consulta, pensando sobre si se puede continuar. Estamos analizando si se debe continuar para garantizar la vida de quienes nos acompañan”, dijo.

De acuerdo a las denuncias del movimiento, el año pasado 15 miembros de Marcha fueron asesinados por sicarios, cinco más murieron en enfrentamientos con el Esmad durante las protestas agrarias y otros cinco fueron víctimas del Ejército, varios de ellos en los paros agrarios. Además, tres integrantes de su dirección nacional han sido detenidos por presuntos vínculos con las Farc. Todos han sufrido desde el primer día la estigmatización de haber sido señalados por el Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón y mandos militares como un movimiento político respaldado por las Farc.

Además de que los hostigamientos y los ataques contra Marcha puedan llevar a sus simpatizantes a darle un fin prematuro a la fuerza, La Silla supo que hay otros factores que han venido debilitándola durante el último año y que se acrecentaron con las listas al Congreso. Estos son algunos de ellos.

Los dilemas electorales dentro de Marcha
Piedad Córdoba, la cabeza de Marcha que anunció su posible disolución, está apoyando la aspiración al Senado de su hijo por los liberales. Foto: La Silla Vacía
Aída Abella regresó a Colombia tras 17 años en el exilio para ser la candidata presidencial de la UP. Foto: Juan Pablo Pino
La decisión de Carlos Lozano, dirigente histórico del Partido Comunista y líder hoy de la UP, de ir al Senado aliado con los verdes ha sido cuestionada por antiguos militantes de su partido . Foto: Juan Pablo Pino

Cuando Marcha nació se presentó como un “espacio de encuentro político de las fuerzas de izquierda” con vocación de poder y de ponerle el acento de los sectores sociales. Dos años después, el movimiento resolvió no ir a las elecciones y sus integrantes terminaron repartidos en las listas al Congreso de la Unión Patriótica, la Alianza Verde y los liberales.

Dos personas cercanas a Marcha y otra que los conoce de cerca le atribuyen ese debilitamiento al manejo que sus integrantes le han dado a la coyuntura electoral, que juzgan como errático y contraproducente.

Para comenzar, Piedad Córdoba -de lejos una de sus figuras más visibles- está acompañando activamente a su hijo Juan Luis Castro Córdoba, que se lanzó al Senado por los liberales, el partido al que ella siempre perteneció y del que se salió peleada.

El hecho de que el hijo de Piedad terminara en las listas que armó Simón Gaviria y no con su corriente Poder Ciudadano (que nació como una disidencia dentro de los rojos) así como que la ex senadora pasara más tiempo pensando en los diálogos en La Habana que en Marcha, fue percibido como un primer campanazo de que las elecciones podrían cambiar la dinámica del grupo.

Por otro lado, la resurrección de la Unión Patriótica -muchos de cuyos veteranos militantes pertenecen a Marcha- también cambió el panorama.

Al recuperar la UP su personería jurídica gracias a una sentencia del Consejo de Estado, quedó servido el dilema de si este 'nuevo partido' podría servir de sombrilla jurídica para que floreciera una coalición amplia de izquierda o si sería otro factor que la dividiría aún más y terminaría sepultando sus opciones de poder.

Con la negativa del Polo Democrático a una coalición que no girara en torno a sí mismo, la UP terminó decidiendo apostarle a las elecciones solos y ayudados por el regreso de líderes emblemáticos como Aída Abella, que llevaba casi dos décadas exiliada en Europa. Cuando ya sus listas estaban armadas, la UP alcanzó un acuerdo con la Alianza Verde -el último día posible- para presentar listas conjuntas al Senado y separadas a la Cámara.

Esa estrategia, le confirmaron dos fuentes a La Silla, causó malestar entre personas allegadas a la Unión Patriótica. A algunos les pareció difícil entender que un partido tradicionalmente de izquierda terminara en la misma lista que figuras ubicadas más en la centro izquierda como Antonio Navarro o, sobre todo, en la centro derecha como Enrique Peñalosa.

Otros creen que los sucesivos cambios de ‘apellido’ generaron un “problema de identidad” -en palabras de un militante- difícil de entender para las bases campesinas del partido, que no tienen claro en dónde ubicar a su candidato en el tarjetón (un fenómeno que a dos meses de las elecciones también tiene, como contó La Silla, en aprietos a los uribistas). Y que la UP está intentando evitar con entrevistas como la que hizo Carlos Lozano, que va con la Alianza Verde al Senado, en el semanario comunista Voz.

Para completar, algunos veteranos líderes de la UP se sintieron dolidos de haber sido pasados por alto en las listas, mientras esos puestos iban para dirigentes de los recientes paros agrarios sin trayectoria dentro del partido, como la caqueteña Rosmery Londoño, el tolimense Danilo Ramírez o Aidée Moreno -del sindicato agrario Fensuagro- en Bogotá.

Esto pesó porque, si bien Piedad era una de las cabezas visibles de Marcha, al final la UP era la espina dorsal. “Es insostenible mantener la Marcha y la Unión Patrótica, porque -aunque no son lo mismo- sí era una especie de relevo consentido”, le dijo a La Silla un ex militante de la UP.

Entre todos esos movimientos electorales, muchas de sus figuras quedaron en orillas distintas. Lilia Solano, la mano derecha de Piedad Córdoba, es candidata de la UP al Parlamento Andino. Carlos Lozano y Jaime Caycedo -dos de los dirigentes históricos del Partido Comunista- son fórmula a Senado y Cámara, pero uno de los dos aparecerá en el tarjetón con un girasol verde y el otro con las letras de la UP.

A eso se suma que Marcha jugó un papel clave en el paro en el Catatumbo, pero en la sucesiva oleada de paros agrarios le costó trabajo sintonizarse con las reivindicaciones de muchos de los grupos campesinos de clima frío que no venían de las luchas agrarias tradicionales. Al final, como contó La Silla, las movilizaciones campesinas terminaron desbordando la capacidad de dirección de Marcha -y de los otros partidos- y agarrando una dinámica propia.

Por último, está el tema del proceso de paz. Desde un principio se pensó que este movimiento podría ser la pista de aterrizaje de los desmovilizados de la guerrilla y su éxito, un incentivo para que las conversaciones en la Habana arrojaran resultados antes de las elecciones. Pero dado que ya es evidente que no habrá un Acuerdo Final firmado con las Farc antes de marzo de 2014, la Marcha se quedó sin el impulso de la negociación.

¿Sólo una pausa en la Marcha?

No todos dentro de Marcha creen que los proyectos electorales de sus integrantes hayan cambiado el presente del movimiento, ni que sus resultados en las urnas tengan consecuencias drásticas.

“No creo que se haya debilitado: todo lo contrario, todos nos fortalecemos y es una posibilidad para los sectores que tienen raíces históricas en la UP de participar electoralmente”, dice Felipe Santos, el secretario ejecutivo de la Unión Patriótica (y que no es familiar de Juan Manuel Santos).

Para Santos sí existen muchas dificultades para evitar confusiones entre los militantes, pero éstas obedecen a que -pese a recuperar su personería- el partido no tiene recursos y hasta esta semana tendrá sede propia. Y, en todo caso, perder la personería jurídica -con un umbral de 450 mil votos- era una opción realista de ir solos al Congreso.

“Desde el inicio el planteamiento fue que seríamos una plataforma donde convergían distintos grupos y movimientos, como el Frente Amplio en Uruguay, y sabíamos que podíamos tomar caminos diferentes en lo electoral. Por eso planteamos una alternativa, que es un programa común”, dice Jairo Rivera, uno de sus integrantes que viene del movimiento estudiantil y que no está alineado con ninguno de esos grupos.

Él y otros líderes de Marcha descartan que el movimiento se acabe por cuestiones políticas, pero temen que la falta de resultados en las investigaciones por los asesinatos y hostigamientos que han sufrido -la falta de garantías que precisamente le expusieron al presidente Santos hace una semana- le pasen factura.

“Lo que nos preocupa es que vemos que un capítulo que creíamos superado -el de la UP- podría volver de nuevo. No estamos hablando de disolver el proyecto y sus objetivos, sino disolverlo como está mientras vemos que hay un patrón de señalamientos y de hostigamientos contra éste”, dice Rivera.

Por lo pronto, el futuro de Marcha se discutirá durante el próximo Comité Patriótico que reúne a sus dirigentes y que tendrá lugar durante los primeros días de febrero, si las amenazas y los asesinatos lo permiten. Ahí se verán las caras los que están en la UP, los que están en la Alianza Verde, los líderes agrarios y los descontentos, y se sabrá quién le sigue marchando a la Marcha.

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