La estrategia de Clara: atraer a los independientes, sin asustar a los demás

Imagen

Clara López busca llegar a la Alcaldía con una estrategia que mezcla una defensa férrea de las banderas sociales de los últimos tres gobiernos de izquierda y un llamado al voto de centro y el empresariado con el argumento de que ella impulsará el crecimiento económico de Bogotá.

Cuando habla en público por estos días, Clara López usa a menudo una imagen que parecería escogida por el vice Germán Vargas Lleras más que por una figura de la izquierda: la 'autopista de las oportunidades'. Con esa metáfora, que bautizó como la '4G social', la candidata del Polo Democrático y ex alcaldesa encargada de Bogotá por seis meses conecta las dos ideas con las que espera volver al Palacio de Liévano: un plan que impulse el desarrollo económico de la ciudad pero cuyas ganancias se inviertan en darle mejor vida a los bogotanos más pobres.

Cuando habla en público por estos días, desde plazas públicas hasta foros, Clara López usa a menudo una imagen que parecería escogida por el vice Germán Vargas Lleras más que por una figura de la izquierda. “Construiremos una autopista 4G de oportunidades, generando empleos que garanticen salir definitivamente de la pobreza”, le dice a un grupo de mujeres en Ciudad Bolívar.

Con esa metáfora, que bautizó como la '4G social', la candidata del Polo Democrático y ex alcaldesa encargada de Bogotá por seis meses conecta las dos ideas con las que espera volver al Palacio de Liévano: un plan que impulse el desarrollo económico de la ciudad pero cuyas ganancias se inviertan en darle mejor vida a los bogotanos más pobres.

En la campaña de Clara calculan que ella ya tiene a la mayor parte de los votos de izquierda. Pero, dado que se apretó la carrera en Bogotáque está en un empate técnico con Rafael Pardo y Enrique Peñalosa en intención de voto (según la última encuesta de Cifras & Conceptos), están buscando un 10 por ciento de votos adicionales que -como mínimo- le aseguran ser una de las candidatas fuertes en octubre.

“El conjunto de la izquierda clásica va a votar por ella. El reto está en la Bogotá independiente, que fue la que le dio el triunfo a Lucho, a Petro y a Samuel. Y también a Mockus y Peñalosa”, explica Gustavo Triana, el secretario general del Polo.

Por eso, para mantener su base social pero hacerse atractiva a los votantes del centro y los empresarios (sabe que con ellos en contra es difícil ganar), la campaña de Clara le está apostando a tres cosas: que se sepa que continuará con las banderas sociales que izó la izquierda en las últimas tres alcaldías; convencer a los votantes que ella puede ser una mejor gerente que sus antecesores al tiempo que mantiene la agenda social; y persuadir a los empresarios que ella es la que puede garantizar un nuevo boom industrial en la capital.

Clara consolida a la izquierda

El primer mensaje que Clara está martillando, en sus recorridos por las 19 localidades, sus discursos y su publicidad, es la defensa de lo que ella llama el “patrimonio social” que le legó la izquierda a la ciudad.

“Bogotá no puede volver atrás: durante la última década esta ciudad ha demostrado que puede hacer compatible crecimiento económico y justicia social, el progreso y la inclusión”, dice Clara en su programa de gobierno, en el que defiende -uno por uno- los logros que convirtieron a Bogotá en “una isla social en medio del mar neoliberal”.

De Lucho Garzón defiende el enfoque de comedores comunitarios de Bogotá Sin Hambre. De Samuel Moreno, en cuya alcaldía ella fue secretaria de Gobierno, rescata la ampliación de los cupos en colegios públicos. Y de Gustavo Petro mantendría el programa Basura Cero (que describe como “novedoso y necesario”, pese a los “evidentes tropiezos” de su implementación), la prohibición a la minería de canteras dentro de la ciudad, la adopción de la bandera de los animalistas (ya se pronunció a favor del ‘no’ en una eventual consulta taurina), su idea de densificar la ciudad en vez de permitir su expansión suburbana, su política contra el cambio climático y el programa que lleva atención médica de emergencia a los hogares más pobres.

Además de esos, ella se atribuye directamente tres logros, como parte de su gestión como alcaldesa designada por seis meses tras la destitución de Samuel Moreno: el mínimo vital gratuito de agua para los más pobres, la tarifa especial de transporte para personas con discapacidad y el primer impulso a los buses con energía eléctrica.

Como dijo Clara en el congreso de su partido, “gracias a esas políticas de 15 años, Bogotá se convirtió en una ciudad de clase media”.

Evidencias de que hay que mantener esa línea social son, según López, la caída durante la última década de 20 puntos en la línea de pobreza, de 6 puntos en la línea de indigencia y de 7 puntos en la tasa de homicidios.

“Antes del 2002, la prioridad de los alcaldes era hacer obras públicas y embellecer la ciudad. De ahí en adelante pasó a ser la educación, salud y empleo para sacar a la gente de la pobreza”, dice el economista Eduardo Sarmiento Palacio, que viene de la corriente del liberalismo que promovía una apertura menos acelerada durante la era de César Gaviria y que es uno de los asesores de cabecera de la candidata.

En el día a día de su campaña, Clara ha hecho dos cosas para aterrizar esas ideas. Primero, la semana pasada terminó su primera 'gira por Bogotá': una serie de visitas a pie, de unas cuatro a seis horas, por cada una de las 19 localidades (en total espera completar tres ‘vueltas’ antes del 25 de octubre).

Segundo, todas las semanas organiza reuniones con sectores sociales específicos, como los afros, los indígenas, los Lgbti o los animalistas, que muchos en la izquierda llaman 'nuevas ciudadanías' por su peso cada vez más fuerte en los asuntos públicos.

Para cada uno de estos grupos tiene una página en su programa. A los indígenas, con quien se reunió en el Cerro de la Guadalupe, les prometió enseñar muisca como tercer idioma en escuelas públicas y convertirlo en lenguaje oficial de Bogotá (aunque no aclara qué implicaría esto).

A las personas con discapacidad, acceso privilegiado a la educación e incentivos para quienes los contraten. Y a los animalistas les prometió crear un hospital público veterinario. Además, prometió que gobernará con un gabinete paritario (50 por ciento de mujeres) y donde todas esas minorías tengan representación política.

Esos son, como dice un asesor de Clara, “la cuota inicial” de su campaña. El reto está en crecer desde ahí.

Clara busca a los empresarios

Además de prometer profundizar el modelo social que han traído las alcaldías de izquierda, Clara está buscando a los empresarios para mover la idea de que ella es la que indicada para darle un empujón económico a la ciudad que ellos vienen esperando.

Pero no ha sido una tarea fácil, como lo muestra una reunión privada que tuvo Clara hace tres semanas con la cúpula de la Andi, el gremio de los industriales.

“Petro nos trató como sus enemigos desde el primer día y eso nos tiene asustados”, le dijo de entrada uno de los veinte cacaos presentes. “Mi gobierno será de otro talante”, le respondió Clara, añadiendo que ella gobernaría para toda la ciudad y no solo para los más pobres.

Acto seguido, les puso un ejemplo: prometió crear de un 'alto comité' dedicado a resolver los temas que inquietan al sector privado, una iniciativa que crearía un espacio de diálogo que ellos sienten que nunca tuvieron con Petro.

Ese intercambio, más la exposición de las propuestas de su programa, hizo que -según un asesor de la candidata y un integrante de la junta del gremio- lo que empezó como una reunión tensa terminara como una conversación cordial y fluida. (Aún así, como contó La Silla, hay muchos empresarios moviéndose para que ella no sea la alcaldesa).

Aparte de la visión pragmática de que no puede ganar si no amplía su base de votantes y si tiene el veto de los empresarios, esa estrategia obedece a una convicción que Clara está enfatizando en todos sus discursos: solo con un mayor dinamismo económico la ciudad tendrá los recursos para financiar los programas que ella quiere ampliar, desde crear una facultad de medicina en la Universidad Distrital y volver los megacolegios sedes nocturnas de educación técnica hasta que todos los estudiantes tengan una tarifa especial en el transporte público.

Para López, eso es lo que le permitiría a Bogotá pasar del asistencialismo -el modelo en que el Distrito le aporta a los pobres lo que no tienen- a una verdadera “autopista de oportunidades” que permita generar las condiciones en las que se mantengan solos por encima de las líneas de pobreza.

Y, de paso, tranquilizar a los cacaos con el mensaje que ella no los va a marginar de las decisiones en la ciudad (sin dejar de defender sus inamovibles, como no privatizar ninguna de las empresas bogotanas de servicios públicos) y que ella es buena gestora (a diferencia -según consejeros suyos- de Petro, muchos de cuyos ambiciosos planes se han quedado hasta ahora en el papel).

“A la izquierda no la pueden acusar de no sostener las finanzas triple A de la ciudad. Todas las críticas se han enfocado en la ejecución”, dice el economista Francisco Javier Mejía, que es el director programático de Clara.

Entre sus propuestas están crear un anillo de innovación en Bogotá en torno a un parque tecnológico que diseñe productos con un valor añadido; un Instituto de Fomento Empresarial que facilite los créditos a los microempresarios; que el Distrito concentre buena parte de sus compras públicas en lo que producen las pymes (y, de paso, crear un sistema de contratación bogotano como el ‘Colombia compra eficiente’ que le dé transparencia a esos negocios); incentivos tributarios a las industrias para que contraten jóvenes; y que las empresas públicas inviertan el 5 por ciento de sus utilidades en ciencia, tecnología e innovación.

Ese boom industrial le ayudaría a Clara, según sus cálculos, a subsanar dos de los problemas que ve como críticos: el alto porcentaje de personas que trabajan informalmente en Bogotá (que ella cifra en 47 por ciento de la población laboral) y la alta tasa de desempleo entre menores de 30 años.

“No concebimos la inclusión como una propuesta solo de redistribución, sino que son la producción y creación de riqueza las que generan inclusión”, explica su estratega político Alberto Cienfuegos, subrayando que el reclamo que le ha venido haciendo la Andi al Gobierno por la falta de una política ambiciosa para la industria nacional coincide con lo que plantea Clara.

De hecho, ella misma ha recalcado esa afinidad.

Una de sus ideas es impulsar una reforma tributaria más progresiva en la ciudad, para que los ricos paguen más en impuestos como el predial o el de industria y comercio. Pero con la salvedad de que esa plata no iría a parar al presupuesto de la ciudad, sino a un fondo de subsidios para estimular que las empresas contraten a personas que se encuentran en la informalidad.

Ese subsidio significaría que el Distrito cubriría la mitad del salario mínimo de esos nuevos empleados y las empresas la otra mitad (y que eso compensaría el alza en impuestos para las empresas que le cojan la caña).

Para eso Clara propone volver protagonista de la ciudad a la Secretaría de Desarrollo Económico, que -según su equipo- se ha quedado en manejar las plazas de mercado y lejos de ser “un instrumento potente de política pública”.

Su idea es multiplicar su presupuesto actual diez veces, para encargarle dos de sus proyectos más ambiciosos: liderar la política de fomento a la industria y la de ciencia, tecnología e innovación.

Aunque en la campaña de la Clara saben que no atraerán a los constructores por defender que “Bogotá crecerá y se desarrollará en su interior”, le apuntan a los comerciantes e industriales de todos los tamaños.

Y creen que van bien, a juzgar por el sondeo que hizo Datexco entre 300 empresarios presentes en la asamblea de la Andi en Cartagena hace dos semanas, en la que Clara aparecía segunda (con el 20 por ciento), doce puntos por debajo de Peñalosa pero nueve arriba de Pardo.

“Eso era impensable en un candidato de izquierda hace seis o ocho años”, dice Cienfuegos.

Clara busca a los del centro

La clave para que Clara pueda crecer los 10 a 12 puntos que en su campaña calculan necesita el ganador (después de que Petro ganara en 2011 con el 32 por ciento) es que -en palabras de un asesor suyo- pueda “sobrepasar las fronteras del Polo y de la izquierda”.

Para eso se ha dedicado a cortejar a varios grupos. Hace tres semanas reunió a unos mil samperistas y liberales socialdemócratas en el Hotel Tequendama, liderados por el ex viceministro Miguel Samper (hijo de su viejo aliado Ernesto Samper), su primo Alfonso López Caballero y ex ministros samperistas como Alfonso Gómez Méndez y José Vicente Mogollón.

Hace una semana hizo otro evento -mucho más pequeño- en el Club de Comercio con los 'conservadores con Clara' como el representante caldense Arturo Yepes, el ex magistrado Jaime Arrubla o la viuda del ex Canciller Augusto Ramírez Ocampo, que tienen un peso más simbólico que político. Y sigue intentando tender puentes con los verdes (que todavía tienen a Carlos Vicente de Roux).

Pero, sobre todo, está intentando conquistar a los votantes comunes y corrientes con una propuesta de gobierno mitad participativa, mitad técnica (una mezcla de los ‘presupuestos participativos’ que se inventó Antonio Navarro Wolff como gobernador de Nariño para definir las prioridades con sus electores y los ‘presupuestos por resultados’ como los que creó Sergio Fajardo en Medellín para medir la eficacia en la gestión).

Y, sobre todo, con sus ideas sobre dos temas que aparecen de primeros en todos los rankings de preocupaciones de los bogotanos.

Primero, la promesa del metro, que ella busca convertir en el centro del sistema de transporte público en Bogotá que complementará con nuevas líneas de Transmilenio por la Boyacá y la Avenida 68, dos nuevos teleféricos (entre La Calera y Usaquén, y Moralba y el 20 de Julio), trenes de cercanías a Soacha, Faca y Zipaquirá y ciclopistas en sectores como el Centro.

A eso se le suma su propuesta de seguridad, que le ayudaron a construir el ex viceministro de política criminal Miguel Samper y tres generales retirados de la Policía (Édgar Vale, Luis Alberto Gómez Heredia y Miguel Gómez Padilla).

Sus ejes son crear mecanismos virtuales para poner denuncias, abrir despachos de jueces para pequeñas causas (una idea que el Gobierno prometió llevar este año al Congreso), un fondo de solidaridad para ayudar a la gente que se resista a las extorsiones y contratar vigilantes en Transmilenio para que los policías puedan perseguir criminales y no colados.

Para el tema de corrupción, su mayor talón de Aquiles tras haber integrado el gabinete del gobierno de Samuel Moreno que se robó a Bogotá, propone crear un Bloque de Búsqueda especializado en delitos contra las finanzas públicas y crear una plataforma donde los bogotanos puedan hacerle veeduría a toda la contratación.

Para lograr este objetivo de mantener la izquierda que ganó tres elecciones seguidas y seducir a la vez a los independientes en el centro y la derecha que aún están indecisos, Clara está evitando el lenguaje clásico de la izquierda.

Una prueba es que, como dice su asesor Francisco Javier Mejía, el de Clara “puede ser el primer programa de gobierno de izquierda en el que no aparece mencionada una sola vez la palabra 'neoliberalismo' y que, sin embargo, no deja un solo principio importante para la izquierda por fuera”.

Esa es su vía 4G hacia las urnas.

Compartir
0