La hora de las verdades para el proceso de paz

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Después de culminada la discusión sobre los tres primeros puntos de la Agenda, la negociación en la Habana entra en una segunda fase, quizás la definitiva. El objetivo será fijar las bases de la verdad en tres temas sustanciales: la naturaleza del conflicto, las víctimas y la realidad militar.

Al proceso de paz le llegó la hora de la verdad. O de las verdades.

Después de culminada la discusión sobre los tres primeros puntos de la Agenda, que podrían verse como una forma de sincerar las condiciones sociales, políticas y económicas que han alimentado la guerra durante décadas, la negociación en la Habana entra en una segunda fase, quizás la definitiva. El objetivo en esta nueva etapa será fijar las bases de la verdad en tres temas sustanciales:

 

La semana pasada se creó la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, conformada por 12 reconocidos académicos del conflicto, para que cada uno de ellos escriba su versión sobre la guerra en Colombia: su teoría sobre las causas que lo originaron y las que lo alimentan; sobre quienes han sido los responsables de tanto sufrimiento; sobre el impacto que ha tenido.

Como lo detalló La Silla, el espectro ideológico de los miembros de esta subcomisión es amplio y abarca desde marxistas como Jairo Estrada y Sergio de Zubiria que ligan el orígen del conflicto al modelo capitalista y neoliberal hasta académicos de derecha como Vicente Torrijos que percibe a las Farc sobre todo como un grupo terrorista.

Al final, el objetivo de esta comisión es establecer la verdad sobre el conflicto armado y destruir las narrativas sobre la guerra que tanto las Farc como el Establecimiento se han vendido a sí mismas.

Como lo dijo en su discurso de inauguración de los diálogos, Iván Márquez citando al ex jefe guerrillero Alfonso Cano, la guerrilla se ve a sí misma como la resistencia “a la violencia oligárquica que utiliza sistemáticamente el crimen político para liquidar a la oposición democrática y revolucionaria, también como respuesta campesina y popular a la agresión latifundista y terrateniente que inundó de sangre los campos colombianos usurpando tierras de campesino.”

Por su parte, el Establecimiento tradicionalmente ha considerado que lo que ha sucedido en estos años es una amenaza terrorista de un grupo narcoterrorista como son las Farc a una sociedad esencialmente democrática, tal como lo ha articulado el ex presidente Álvaro Uribe.

De esa comisión de intelectuales seguramente saldrá una visión del conflicto mucho más compleja que las lecturas que tienen ambos lados de la guerra: se reconocerá la relación que existe entre el conflicto y la tierra; serán más evidentes los componentes económicos, sociales y políticos del conflicto armado; se hará patente el abandono de amplias regiones por el Estado; se sincerará la relación orgánica que han tenido las Farc con el narcotráfico mucho más allá que el cobro del ‘gramaje’ a los cocaleros; se hará evidente la represión de las reivindicaciones sociales por parte de las élites y también la represión a los campesinos por parte de las Farc para controlar la economía ilegal en las zonas.

En fin, se conocerá mucho mejor la verdad sobre por qué es que este conflicto armado ha durado tantos años y quiénes han ganado con eso y cuánto hemos perdido todos. También se hará patente que en este conflicto los únicos que han participado directa o indirectamente no son solo los grupos armados de lado y lado.

 
 

Hace dos semanas fue el primer encuentro entre las víctimas y los negociadores de las Farc y el Gobierno en la Habana.

Tanto las víctimas como los negociadores de lado y lado reconocieron que el evento había sido transformador.

Fue la primera vez en que la guerrilla tuvo que escuchar personalmente a sus víctimas narrar el sufrimiento que les habían causado.

“Lo perdí todo, pero tengo claro que nada de esto debe volver a ocurrir, y por eso vengo a La Habana sin odios, con una gran esperanza en este proceso de paz”, dijo Constanza Turbay, a quien las Farc le mataron a dos hermanos y a su mamá. “La verdad nos sana a todos y vengo por la verdad sobre todo lo que hubo detrás del exterminio de mi familia. Se pueden negociar las penas, se puede negociar la reparación, pero no se puede negociar la verdad”.

El 10 de septiembre irá un segundo grupo de víctimas, de cuatro en total que viajarán a la Habana. La próxima vez, como la pasada, irán víctimas de la guerrilla, de los paramilitares y del Estado.

El resultado final de estos encuentros será establecer la verdad sobre el sufrimiento causado durante el conflicto, tanto por parte de las Farc, como por parte del Estado directamente e indirectamente a través de su complicidad con los paramilitares.

Después de estas sesiones, a las Farc le quedará difícil seguir presentándose ante el mundo y ante ellas mismas como unas “víctimas” más, como lo hizo Iván Márquez en Oslo.

Al Establecimiento, por su parte, le quedará difícil seguir viendo el conflicto como algo externo que solo padeció y tendrá que aceptar su parte de responsabilidad en la victimización. Para la mayoría de los colombianos significará enfrentarse con duras verdades sobre lo que realmente ha pasado en el último medio siglo.

 
 

La semana pasada también se instaló una Subcomisión del Fin del Conflicto integrada por siete miembros de las Fuerzas Armadas que contribuirán con insumos técnicos para la discusión de opciones para el cese del fuego bilateral y la dejación de armas, que solo ocurrirán después de la firma del acuerdo final.

En esta subcomisión, integrada por delegados de las Fuerzas Armadas y de la guerrilla, se tratará de establecer la verdad de la realidad militar de ambos lados.

Se conocerá, por ejemplo, cuántos guerrilleros realmente tienen las Farc. Seguramente intentarán inflar el número de militantes, pero para eso están los militares activos que conocen de primera mano la situación en el terreno de sus enemigos. Se discutirá dónde están ubicados; qué tanto control tienen de todos los frentes (en el Caquetá la Teófilo Forero le ha dicho a los comerciantes que extorsionan que ellos no se van a desmovilizar); con qué armas cuentan.

Por el lado del Ejército y la Policía, también tendrá que haber un sinceramiento sobre qué tan comprometidos están con el proceso de paz; sobre qué tanto control hay sobre las tropas por parte del Presidente y su Ministro de Defensa (que sigue hablando de “la victoria definitiva del sometimiento” como si no se hubiera enterado de que se trata de una negociación y no de una rendición); sobre qué tan dispuestos están a romper de manera definitiva los vínculos con el paramilitarismo y las bandas criminales.

Como dijo Marta Ruiz en su columna de Semana.com, “los enemigos en el campo de batalla, frente a frente, tendrán que confiar el uno en el otro, darse la palabra y sincerarse sobre sus realidades militares.

 
 

El partido de Germán Vargas Lleras, Cambio Radical, está a la expectativa. Vargas acaba de regresar de vacaciones y hasta ahora va a empezar su labor en la campaña reeleccionista de Santos. Lo que está claro es que el futuro del partido está dentro de la Unidad Nacional.

Su bancada en el senado (de ocho senadores y 16 representantes) ha mantenido una relación difícil con Vargas, incluyendo los roces por los avales para las elecciones locales de 2011 y para las elecciones atípicas de Cartagena hace algunas semanas. Aunque Vargas ha dicho que no participará en la elaboración de las listas de su partido en las próximas elecciones, tanto su partido como Vargas se necesitan mutuamente.

Al partido lo rodea la duda de alcanzar el umbral. En 2010 obtuvo 861 mil votos y el umbral estará entre 450 y 500 mil. El problema es que su mayor elector en esa ocasión, Javier Cáceres con 84 mil votos, fue condenado por parapolítica; el segundo, Fuad Char, se va a retirar y aunque mantiene la alcaldía de Barranquilla, Elsa Noguera no logra las excelentes cifras de popularidad de Alex Char; la tercera, Daira Galvis, acaba de perder el pulso por la alcaldía de Cartagena con su candidata María del Socorro Bustamante. A menos de que vuelva a tener el empuje de un Vargas Lleras candidato, el panorama se ve difícil.

Lo que sí se ve claro, por ahora, es que Cambio se la juega con Santos. No sólo porque Vargas vaya a ser su jefe de debate y porque, según Semana, ya haya nombrado a Alex Char como el gerente de la campaña en la costa Caribe, sino porque si para evitar desaparecer decide aliarse, tendría que hacerlo los liberales o con La U, partidos que van con Santos.

En todo caso, para que eso ocurriera el Congreso tendría no solo que apoyar el proyecto de ley que permitiría las coaliciones para el Congreso a partidos con menos del 12 por ciento de la votación, como Cambio Radical, sino aclarar que esas coaliciones se podrían hacer con partidos mayoritarios. Y eso no le convendría al gobierno, que podría ver a conservadores o miembros de La U aliados con el Centro Democrático.

 
 

Como ha contado La Silla Vacía, el Partido Verde está fracturado y en una encrucijada grande, más todavía desde que murió Gilma Jiménez, su gran electora, que les pusó 207 mil votos de los 450 mil que necesitan para pasar el umbral.

Aunque los verdes siguen formalmente en la Unidad Nacional y tienen representación burocrática con Lucho Garzón como Alto Consejero, todo parece indicar que tienen un pie afuera. Por un lado, en la última reunión decidieron nombrar compromisarios para buscar una alianza con Progresistas, un partido que claramente está en la oposición a la coalición de Santos. Una alianza que busca no solo llevar una lista conjunta al Congreso en el 2014 sino un candidato propio, distinto al presidente Santos.

La otra ‘facción’ de los verdes, representada por los peñalosistas, también ha dicho que apoyaría una eventual candidatura de Enrique Peñalosa. Entonces, por donde se le vea no parecen muy jugados por la Unidad Nacional.

El problema para los Verdes es que después de la declaración de Clara López, la presidenta del Polo, rechazando una ley que permita las listas de coalición para los partidos minoritarios en el Congreso, la promesa que les hizo Juan Fernando Cristo de impulsarla está haciendo agua. La Silla sabe que el Partido Liberal, por ejemplo, tiene serias dudas de apoyar esta iniciativa. Sin esta ley, la alianza Verde-Progresistas se quedará a nivel del discurso y con las fracturas existentes dentro de los verdes, existe la posibilidad de que desaparezca. Ante esta eventualidad, los congresistas John Sudarsky, Jorge Londoño, Félix Valera y Alfonso Prada podrían buscar refugio entre los liberales, la representante Ángela María Robledo seguramente se quedará con un proyecto de tercería y Romero, el que heredó la curul de Gilma, se irá con Progresistas.

Su salida de la Unidad Nacional, en todo caso, tendrá poco impacto sobre la coalición, dado su tamaño, y también su decidido apoyo al proceso de paz.

 
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