A pesar de que ya hay 700 milicianos en las zonas veredales, que los otros seis mil que calcula el Ejército se registren va a ser difícil.
La incógnita de los milicianos
Hace tres días 700 hombres y mujeres milicianos de las Farc terminaron de llegar a las 19 zonas veredales y siete campamentos donde la guerrilla está en proceso de dejar las armas.
Esos son los milicianos que tenían la misión de estar muy cerca a las zonas veredales y tenían armas cortas.
Los demás, que son la mayoría y que según cálculos del general Javier Flórez, jefe del Comando Estratégico de las Fuerzas Militares, son más de 6 mil, tienen también que ir a la zona y decir que son milicianos para que los registren.
Estos se van a quedar durante una semana máximo ahí mientras los funcionarios de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz completan todos los datos de cada uno. Luego de eso, vuelven a su vereda.
Pero que todos lleguen a la zona es, como le decía a La Silla alguien cercano al proceso: “un acto de fe porque en ningún proceso de paz llegan todos los milicianos que son”.
La hoja de ruta para saber cuál va ser el paso a paso para que esos miles de milicianos se registren, todavía no se ha definido.
La Silla supo que el Gobierno ya le presentó una propuesta a las Farc y que se va a discutir la semana entrante, en la próxima reunión de la Comisión de Seguimiento y Verificación de la implementación del acuerdo de paz, Cesivi.
Así que por ahora es una incógnita lo que pase con ellos.
El pulso
Lograr que los milicianos, que en otras palabras son guerrilleros de medio tiempo y tienen labores como cobrar las extorsiones o identificar a las redes de apoyo de los paras en una región, entraran en el acuerdo, fue todo un pulso entre el Gobierno y las Farc.
“Ellos (las Farc) nunca negaban que tenían una red de apoyo de milicianos, pero no querían que quedara nombrado en el Acuerdo”, dijo a La Silla una fuente conocedora del proceso pero que no puede hablar a título oficial.
Y no querían porque las Farc no reconocen a las milicias como parte integral de ellas.
Prueba de eso es que las Farc tienen un estatuto aparte para los milicianos donde las definen como “una organización militar donde caben todas las personas cuya integridad física e intereses sean amenazados por la represión reaccionaria, la guerra sucia y sus funestas secuelas”.
Por eso antes del plebiscito, el acuerdo no incluía a los milicianos explícitamente y solo después, a petición de los voceros del No, quedó incluído que en la acreditación de los integrantes de las Farc debían entrar también los milicianos y que se les dará indulto, pero igual pueden ser llamados por la Jurisdicción Especial de Paz si lo considera necesario.
Así que ahora que hay un compromiso para que entren en los listados de las Farc, el incentivo del Gobierno para que lo hagan ha sido decir, como la hecho el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, que quienes no vayan a las zonas no recibirán ningún beneficio del proceso y serán capturados como un delincuente más.
Aunque eso de por sí es un incentivo grande porque serán indultados, afiliados al sistema de salud y entrarán al programa de reincorporación, que todos lo hagan, va a ser difícil.
Las dificultades
Va ser difícil por varias razones.
La primera es que aunque según el comandante Flórez son más de seis mil, pueden ser más.
Al principio de la negociación en La Habana, como contamos, el Ejército calculaba que eran 10.261 milicianos y aparte de los milicianos bolivarianos, que tienen entrenamiento militar como para “encuadrillarse” en cualquier momento y los populares que no tienen entrenamiento pero les hacen inteligencia, hay otro tipo de milicianos que son los clandestinos, que se mueven sobre todo en las ciudades y que no entran en las cuentas del Gobierno.
“Los clandestinos, en un primer ejercicio de registro, no van a aparecer porque no se van a ir hasta una vereda si ya tienen una vida montada en la ciudad”, dijo a La Silla la fuente cercana al proceso de paz.
“No hay inteligencia que rastree eso, estamos hablando de los quince tipos que tiene Lozada en Bogotá, por ejemplo. El que le maneja las finanzas, el que se habla con la familia. Es muy difícil que esos aparezcan”, agregó.
La segunda razón que es que si las Farc se han demorado en entregarle a la Oficina del Alto Comisionado un listado definitivo de cuantos guerrilleros tienen, con los milicianos puede ser peor.
No solo porque esa información no está centralizada en el Secretariado porque los que saben cuántos son por región son los comandantes de cada frente, sino también porque, como le decía a La Silla otra persona que conoce a la guerrilla “ellos no tienen un Dane con los datos precisos de cada hombre y menos de los milicianos porque así como hay unos que llevan años colaborando, otros pudieron entrar hace unos meses y es difícil que tengan un registro completo”.
Así que mientras las Farc cuenta a sus milicianos y arma ese listado, va pasar un largo rato. Y es a partir de esa información que la Oficina del Alto Comisionado arrancaría a verificar si los que aparecen ahí son o no milicianos, según la información de inteligencia que tiene el Gobierno.
Otra razón que hará difícil que un miliciano vaya a contar quién es en una zona tiene que ver con “si ve que la zona que le queda cerca no está ni montada, ¿qué incentivos va tener para ir si eso no se está cumpliendo?”, dijo a La Silla Eduardo Álvarez, coordinador del área de dinámicas de conflicto y negociaciones de paz de la Fundación Ideas para la Paz y miembro de la Red de Paz de La Silla Llena.
Y fuera de esas razones, el riesgo de que no entren todos los milicianos ya se está viendo en algunas regiones.
Los milicianos que seguirán en el anonimato
Hay regiones donde La Silla pudo confirmar que los milicianos no se planean ni registrar en las zonas.
En Caquetá, la disidencia del frente 14, liderado por “alias Mojoso”, “está convenciendo a varios milicianos de las veredas de Paujil y Doncello para que no se registren y se vayan con ellos”, nos dijo una persona que se conoce la región.
En Guaviare y Meta el Frente Primero, que también se declaró en disidencia, tiene según El Espectador 300 milicianos en sus filas que claramente no se van a registrar.
En Tumaco está sucediendo una situación particular. Como explicó el jefe del Frente Daniel Aldana, Yesid Guevara, unos 73 milicianos dijeron que no se iban a acoger al proceso de paz y se separaron de sus filas.
Uno de ellos fue ‘alias Don Y’”, le dijo Guevara a La Silla en diciembre. “Este señor prácticamente renunció a la organización, que él no quería venir a la zona veredal. Entregó el armamento y quedó en que de ahí en adelante él no se iba a meter con nada de la organización”, dijo. “Pasando un tiempo nos enteramos que andaba enfusilado con un personal y estaba hecho el demonio, como se dice”.
Por eso, organizaron un operativo para "llevarlo a un consejo de guerra". Sin embargo, se armó un tiroteo y 'Don Y' fue asesinado por las Farc, como contamos en ese momento.
Hubo más milicianos como él, que hoy hacen parte de una organización armada que se hace llamar “La gente del Orden” y se está disputando el territorio con otros grupos como “Los rastrojos” y los “Gaitanistas”.
Según Guevara, son personas que "en ese momento no los pudieron atajar". "No les podemos aplicar el reglamento de milicias porque no aparecian en nuestra estructura como tal", dijo.
Ahora, cuando la guerrilla ya se empezó a concentrar en la zona veredal -una de las más atrasadas del país- han vuelto a pedir que los incluyan.
Como contó Verdad Abierta, el pasado 5 de enero varios milicianos disidentes le enviaron una carta a la ex alcaldesa de Tumaco, Emilsen Ángulo, en la que pedían una reunión con las autoridades del municipio, incluyendo Fuerza Pública, para que les ayudaran a resolver su situación.
La carta dice que les pidieron a los comandantes de las Farc que los volvieran a recibir pero esa solicitud fue rechazada. Por eso, piden que los tengan en cuenta porque “en estos momentos seremos blancos de persecución tanto de las Farc-Ep como del gobierno”, dicen. La Silla supo que esa reunión se iba a realizar ayer en Tumaco.
En el Catatumbo, por ahora no hay reportes de disidencias, pero los milicianos tampoco van en la línea acordada en el proceso de La Habana.
Jimmy Guerrero, el comandante del Frente 33 de las Farc, que es el que operaba en esa región, y el que está concentrado en Caño Indio, le reconoció a La Silla en una entrevista de diciembre del año pasado, que los clandestinos de su bloque se mantendrán en el anonimato.
“Los que están quemados son los que se registran, pero el que no tenga problemas con la justicia para qué lo hace”, aseguró en ese entonces.
Según reportes de dos ONG que le hacen seguimiento al conflicto en la zona y de uno de los líderes del Catatumbo que conoció por dentro todo el proceso de concentración de las Farc, eso es lo que está pasando en esa región de Norte de Santander.
“Aquí a lo que están jugando es a no quemar a los que siguen clandestinos”, le dijo a La Silla el vocero de una de las ONG.
Esa situación en el Catatumbo es tan evidente que aunque dentro de las comunidades había milicianos de las Farc que ya eran conocidos como tal, ahora niegan haber pertenecido a ese grupo.
El principal problema con lo que está sucediendo en el Catatumbo, es que se abre la puerta para que quienes permanezcan clandestinos sigan manejando los negocios de las Farc en la zona.
Por ejemplo, ellos podrían seguir manejando rutas del narcotráfico, cobrando vacunas o amenazando.
“Aquí lo preocupante es que no se sabe si cuentan con estructura”, le contó a La Silla un líder del Catatumbo. “Eso puede torpedear el proceso de paz”.
Todos esos interrogantes hacen que para el Gobierno sea clave lograr que las Farc entreguen lo más rápido posible los listados de sus milicianos para que dejen de ser la eterna incógnita del proceso.