La nueva violencia fragmentada del Valle del Cauca

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Masacres, asesinatos a líderes sociales y atentados a la fuerza pública señalan un retorno de la violencia impulsada por el narcotráfico.

El miércoles, un bus que se movía en la zona rural de Buga, en el centro productivo del Valle del Cauca, fue pintado con las siglas de Farc. Semanas antes, en el sur del departamento, en Florida, fue asesinado un líder sindical de trabajadores del sector azucarero. En enero, cinco jóvenes fueron asesinados en Buga en una finca de recreo. Y en septiembre del año pasado, un excapo del cartel del norte del Valle que había pagado cárcel en Estados Unidos y regresó al país, fue asesinado a tiros en su casa en Tuluá.

Esparcidos por el Valle, en muchas zonas que habían superado rachas históricas de violencia, han regresado masacres, secuestros, atentados y homicidios. Esto ha pasado por debajo del radar, mientras la atención sobre las dinámicas de violencia del departamento suelen estar concentradas alrededor de lo que pasa en Cali y Buenaventura. 

Pero un fenómeno que va en aumento y que no tiene una sola causa, lo que hace que sea difícil de entender. 

Refleja el gran reto de enfrentar la fragmentación del crimen en el Valle, décadas después de la caída de los grandes carteles del Valle, y del conflicto armado, cuatro años tras la firma del Acuerdo de Paz. Las autoridades y analistas están apenas entendiendo qué pasa, y hasta ahora no hay estrategias puntuales de seguridad. 

La gobernadora del Valle, Clara Luz Roldán, dijo que casos como los de las masacres debían alertar al Gobierno Nacional, en especial para combatir distintas aristas del narcotráfico. Estas incluyen grupos armados que buscan rutas desde Cauca y Chocó, grupos criminales de microtráfico, narcos silenciosos, extraditados retornados, y una disidencia propia en el tercer departamento más rico de Colombia. 

Por eso, las once fuentes con las que hablamos para esta historia advierten que las dinámicas de violencia, aún unidas al narcotráfico son distintas en varios sectores del Valle. 

Los hechos que prenden las alarmas

Históricamente, la región del Pacífico ha sufrido los embates de la violencia. Su posición estratégica, en la que los cuatro departamentos que la componen (Chocó, Valle, Cauca y Nariño) tienen salida al mar, facilita su conexión con otros países para sacar o ingresar todo tipo de mercancías. 

Por esto terminan siendo un lugar codiciado por grupos al margen de la ley con el fin de extorsionar y controlar rentas ilegales o rutas del narcotráfico. 

A esto se suma que en los departamentos del Pacífico está toda la cadena de valor del negocio de la coca: desde cultivos y laboratorios de procesamiento en Cauca, Nariño y Valle hasta la salida a mercados internacionales en Buenaventura, Tumaco y Chocó, por su cercanía con Panamá o su conexión con el mar Caribe vía el río Atrato.

Este año, el primer hecho que saltó a los medios fue la masacre de cinco jóvenes el 24 de enero en Buga, un municipio en el centro del Valle. Hasta el momento, las investigaciones señalan como posibles responsables a la disidencia Adán Izquierdo. La hipótesis es que el dueño de la finca no pagó una extorsión y por esto el grupo armado ilegal iba a secuestrar a uno de los jóvenes. Pero la situación se salió de control y terminó en una masacre. 

Desde marzo, los hechos de violencia han sido más constantes.

El 13 de marzo, tres militares y un policía que acompañaban al alcalde de Tuluá en una actividad en la zona rural resultaron heridos cuando, al pasar en el carro que se movilizaban, fueron activados unos explosivos. Además, según Blu Radio, fueron atacados a tiros.

El 20 del mismo mes, un CAI de la Policía de Tuluá fue atacado con explosivos, hasta el momento las autoridades no han dado nombres de posibles responsables. Cuatro días después de esto fue secuestrado Jimmy Mejía, un empresario del sector azucarero, mientras transitaba por el municipio de Andalucía al norte del departamento, su camioneta fue quemada.

El 27 de marzo, tres días después del secuestro hubo una masacre de cuatro personas en Cartago, al norte del Valle. Al día siguiente ocurrió otra masacre, esta vez en zona rural de Jamundí. 

Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), en lo que va del año Valle reporta un total de cuatro masacres. La misma cantidad que registró durante todo 2020.

En la misma zona sur, pero en el municipio de Florida, asesinaron el 29 de marzo a Carlos Alberto Vidal, líder sindical de Riopaila Castilla. 

El hecho más reciente es el de un bus que cubre la zona rural de Buga y el miércoles fue pintado con siglas que decían Farc-EP.

Las causas

El secretario de seguridad del Valle, Camilo Murcia, le dijo a La Silla Vacía que en el departamento han identificado siete grupos ilegales entre los que están: EPL, ELN, disidencias como la Jaime Martínez, Dagoberto Ramos y Adán Izquierdo, y las bandas delincuenciales La Local y La Empresa (que están en Buenaventura).

Para las once personas con las que hablamos para esta historia entre secretarios de gobierno, expertos en crimen organizado, un alcalde y una fuente militar, el narcotráfico juega un papel importante, pero en cada subregión del departamento los actores y las dinámicas son distintas.

Mientras en el norte del Valle la violencia es más centrada en el microtráfico, en el centro está sucediendo por la presencia de la disidencia Adán Izquierdo mientras que el sur, en especial Jamundí, recibe los coletazos de lo que sucede en el Cauca, parte de eso se ve reflejado en los cultivos de coca que hay en la zona rural y la presencia de la disidencia Jaime Martínez.

Este es el panorama regional de la violencia en el Valle del Cauca: 

Norte: El norte del Valle fue conocido por el cartel de narcotráfico que llevaba el mismo nombre en los 90 y que operó, principalmente en Cartago, la ciudad más importante de esa subregión. Actualmente, el EPL y el ELN tienen incidencia entre los municipios de Bolívar y El Dovio, según nos contó el secretario de Seguridad del Valle. Aunque una fuente militar negó la presencia de esa guerilla en el departamento.

Con la disolución del cartel que empezó en 2007, el narcotráfico dejó de tener tanta influencia en la zona, pero ahora es el microtráfico el que más golpea, en especial en Cartago.

“Hace 15 años el narcotráfico internacional dejó de ser el que define el mercado de drogas, ahora hay un mercado interno que depende de una oferta local”, explica el experto en crimen organizado Alberto Sánchez. 

 

A esto se le suma la ampliación del microtráfico de Pereira hacia Cartago por parte de un grupo delincuencial llamado ‘Los Flacos’. 

La masacre del pasado 27 de marzo en la que fueron asesinadas tres personas, ocurrió justo en la plaza de mercado de Cartago, una zona que según el general Carlos Rodríguez Cortés, director de seguridad ciudadana de la Policía Nacional, se estaba convirtiendo en “una pequeña olla”.

Camilo Murcia, secretario de Seguridad del departamento, nos dijo que la mayoría de los homicidios en el Valle no estaban relacionados con ajustes de cuentas por microtráfico, sino más por grupos organizados y residuales como las disidencias que operan en el centro. 

Centro: En los municipios de San Pedro, Sevilla, Buga, Bugalagrande y en especial Tuluá opera la disidencia de las Farc que ha tenido más protagonismo en el Valle en los últimos meses: la Adán Izquierdo, una sucursal de la Dagoberto Ramos que opera en Cauca, y que se mueve más por la cordillera central. 

La Adán es una de las señaladas de la masacre de los jóvenes en Buga. Está integrada por unos 25 a 30 hombres y tenía dos cabecillas, alias ‘Hugo’ y alias ‘Oscar’ que lideraban la parte armada.

Una fuente militar que prefirió no ser nombrada porque no es vocera, le dijo a La Silla que esta disidencia hace acuerdos con bandas delincuenciales para poder actuar en las zonas urbanas de los municipios en los que está. 

El experto, investigador y docente de economía del crimen en la Universidad del Valle, Álvaro Pretelt, explica que a estos grupos “no les interesa tanto lo que pueda pasar en el territorio, les interesa es tener redes dentro de este para vender la droga o tener el control a través de organizaciones delincuenciales que instrumentalizan”. 

Es decir, que ya no hay una guerrilla urbana propia sino que las bandas delincuenciales terminan siendo una extensión de las disidencias o trabajando para ellos en las zonas urbanas.

Sur: Jamundí es el municipio más al sur del departamento que limita con Cauca. En él, al igual que en Buenaventura y en algunas comunas de Cali tiene presencia la disidencia Jaime Martínez. 

Jamundí es clave porque su zona rural es la entrada y la salida al corredor del Naya, uno de los enclaves productivos del Pacífico. Es decir, donde se siembra, procesa y transporta la coca. Ese enclave está entre el municipio de López de Micay en Cauca y Buenaventura en Valle, y hasta 2019 contenía el 2,5 por ciento de la coca de la región. 

En la dinámica de violencia del sur del Valle también influye la cercanía con el norte del Cauca donde hay presencia de la disidencia Dagoberto Ramos. Según el secretario de Seguridad del departamento, Camilo Murcia, esta disidencia también tiene presencia en Florida, Pradera, Palmira y, más en el centro, en Ginebra. 

En 2019, según la ONU, Valle tenía 2329 hectáreas de coca cultivadas, más del doble del año anterior. Solo Jamundí tenía más de la mitad de estos cultivos.

Reciclaje de extraditados y nuevos narcos

Hay un factor más que incide en la violencia del Valle: los nuevos narcos y los que regresan de pagar penas en el exterior. 

Para el experto Alberto Sánchez, los nuevos narcos son los que tras la caída de los grandes carteles del país, se adaptaron a una nueva dinámica en la que no eran visibles ni se enfrentaban directamente al Estado.

“Son menos violentos, están más relacionados con la corrupción que con la violencia y actúan como una figura de mediación”, que para Sánchez tiene que ver con unos capos mediadores que garantizan logística o suministro en las rutas del narcotráfico, pero no control territorial.

A estos nuevos narcos, se suman los que regresan. 

Según dijo el ministro de Justicia, Wilson Ruiz, a Semana, desde 2010 y hasta este año van más de 1400 extraditados por delitos relacionados con narcotráfico y cerca de 20 o 30 regresan cada mes después de pagar estas condenas. 

Para el exsecretario de seguridad del Valle, Jesús Antonio García, “más que reactivar el negocio, lo que genera es una violencia (...) pero no una de gran escala porque los que pagaron condenas ya no tienen el poder que tenían antes”.

Un ejemplo de esto fue el asesinato del excapo del norte del Valle, Beto Rentería, en Tuluá. Aunque generó preocupación en el Valle por una posible oleada de violencia por retaliaciones, más porque días después una persona cercana al exnarco también fue asesinada, esto no sucedió. 

El Alcalde de Tuluá, John Jairo Gómez, le confirmó a La Silla que aunque hubo asesinatos posteriores relacionados con Rentería, no hubo el brote de violencia que en algún momento se llegó a pensar. 

Aunque no escala, esa violencia sí genera muertos. En ocasiones no sólo por venganzas o rencillas pasadas. Algunos exnarcos regresan al país a recuperar propiedades. Estas pueden estar a nombre de testaferros, lo que en ocasiones generan disputas por los bienes que terminan con amenazas o asesinatos.

Una fuente militar, nos contó que conoció el caso de un testaferro de alias ‘Rasguño’ que vivía en una de las propiedades que no quiso entregar y luego fue asesinado. 

Aunque eso no ocurrió en el Valle, sino en un departamento vecino, la persona con la que hablamos asegura que así como pasó allá pudo replicarse en el departamento que era la zona de influencia del excapo. Sólo en marzo de 2004, a ‘ Rasguño’ le incautaron 25 bienes en municipios del Valle.

Esa misma fuente que conoce el actuar de guerrillas y disidencias, nos contó que ahora la preocupación es porque el frente Ché Guevara del ELN, que actúa en el Chocó, recibió instrucciones para generar un corredor de comunicación con el frente Jose María Becerra que actúa en el Cauca (Argelia) y de ahí conectar con el frente Comuneros del Sur que está en Nariño. 

Ese corredor consiste en una ruta custodiada por el ELN para movilizar, por ejemplo, medicamentos, mercancía o enfermos. Para comunicar Chocó con Nariño, esta guerrilla ha tratado de entrar al departamento, pero hasta el momento no lo ha logrado porque el ejército ha evitado la llegada con su respuesta militar.

Por ahora, y con los hechos aislados presentados en el Valle, la violencia sigue siendo un dolor de cabeza que puede seguir golpeando al departamento más cuando, como dice el docente Álvaro Pretelt, “el crimen no conoce de fronteras”.

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