La resurrección de María Lorena

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Cuando al comienzo de su segundo gobierno, el Presidente nombró con bombos y platillos a Néstor Humberto Martínez como el Primer Ministro de la Presidencia, con las funciones de la Secretaría General pero con mayor prestigio, el comentario entre los que conocen la Casa de Nariño por dentro fue que María Lorena Gutiérrez había sido ‘sacrificada’. Seis meses después, es claro que nada más lejano de la verdad. Incluso la llaman 'La Presidente'.

Cuando al comienzo de su segundo gobierno, el Presidente nombró con bombos y platillos a Néstor Humberto Martínez como el Primer Ministro de la Presidencia, con las funciones de la Secretaría General pero con mayor prestigio, el comentario entre los que conocen la Casa de Nariño por dentro fue que María Lorena Gutiérrez había sido ‘sacrificada’. Seis meses después, es claro que nada más lejano de la verdad.

‘La Presidente’ es como llaman en voz baja ministros y asesores a esta mujer que, a pesar de saber poco de política y  no tener aspiraciones políticas, es una de las figuras más poderosas de Casa de Nariño. ’La Presidente’ porque cuando Juan Manuel Santos estaba en campaña, era ella quien estaba tomando las decisiones prácticas más importantes sobre el país.

Por eso cuando llegó Néstor Humberto a ocupar su oficina, en los corrillos de Casa de Nariño se comentó que la “pobre María Lorena” había tenido que llevarse sus trastos a otro lado.

Pero el poder de la ex decana de administración de la Universidad de los Andes ha resucitado como el Áve Fénix. “Hoy es más poderosa que Néstor Humberto”, le dijo un ministro a La Silla.

Con el paso de los días, según le contaron a La Silla dos ministros y tres personas que tienen relaciones externas con Presidencia, ha quedo claro que María Lorena quedó a cargo de lo importante en la agenda de Santos mientras que Martínez quedó más que todo con lo urgente.

“Ahora tenemos un mega Secretario Jurídico en la Presidencia”, dijo una de las personas entrevistadas, refiriéndose a cómo Néstor Humberto, que durante años fue un reconocido asesor jurídico de Luis Carlos Sarmiento, dedica una buena parte de su tiempo a los asuntos jurídicos de Palacio.

“A Néstor Humberto se lo tragó el computador de Palacio”, es la otra cara de Martínez con lo que explican que al final no haya desplazado a María Lorena como mano derecha de Santos, como se preveía.

El Ministro de Presidencia es quien tiene la interlocución desde Palacio con los congresistas y políticos y es quien maneja la asignación de cuotas burocráticas.

Manejar los puestos normalmente significa muchísimo poder, solo que en este caso, como le dijo otra persona a La Silla “Néstor Humberto y Cristo manejan el poder de asignación pero María Lorena es el último filtro”.

Tan es el último filtro, que una persona nos contó que después de que habían ofrecido un viceministerio a un candidato que ya contaba con el visto bueno de Martínez y del Vicepresidente Germán Vargas, María Lorena lo llamó a la oficina a una “entrevista técnica” cuando aparecieron dudas sobre el nombre del futuro nombrado en los medios.

Gutiérrez le hizo tres preguntas básicas –pero muy técnicas- sobre su sector. Como era una cuota política y tenía poco conocimiento del área que le sería encomendada no pudo contestar ninguna. Fue uno más de los vetados de María Lorena.

La fuente del poder

La resurrección del poder de María Lorena obedece a múltiples factores.

Por un lado, radica en que aunque dejó la Secretaría General y la oficina pegada al Presidente, se llevó el ‘semáforo’, con lo cual la supervisión de los ministros siguió en la práctica en sus manos.

Como ya había contado La Silla, Gutiérrez es quien evalúa en los consejos de ministros los avances de cada ministerio, en términos de ejecución presupuestal y logro de metas, de acuerdo a los colores del semáforo.

Al principio, los ministros le pararon pocas bolas al mecanismo (“muy escuelero”, lo calificó alguno en su momento) pero con el tiempo se dieron cuenta de que esa evaluación terminaba siendo determinante para mantener su cargo.

“Si llama cualquier consejero del Presidente, el ministro se demora diez días en contestarle el teléfono. Pero si llama María Lorena, deja lo que esté haciendo para pasarle”, contó un ex funcionario a La Silla. “Nadie quiere quedarle mal a la que pone la nota”.

La posibilidad de poner la ‘nota’ es lo que le da dientes a esta funcionaria que no tiene presupuesto propio para ejecutar, no firma nada aunque toma decisiones cruciales, y tampoco tiene que rendirle cuentas a nadie más allá del Presidente.

Su otra fuente de poder es que María Lorena es quien –en palabras de otra fuente consultada- “custodia” las prioridades de la agenda de Santos.

“Es indispensable en témas de políticas públicas”,  dijo un ministro. “Es la que mejor lo entiende en Presidencia y de ahí se deriva su relevancia”.

El Presidente le ha encargado a ella los temas que a él le interesan más, excepto la paz: la entrada a la Oecd; el Plan Pacífico; el tema de San Andrés y los ‘chicharrones’ más sensibles.

Por ejemplo, como contó La Silla, cuando Santos se fue de gira por Europa y se encontró con que después de oírle su cuento sobre la paz, los mandatarios europeos le recordaban el compromiso que había asumido y hasta ahora incumplido Colombia con los licores extranjeros, el Presidente, enervado, volvió y le pidió a ella que le arreglara ese problema.

Gutiérrez se sentó con los representantes de los gremios nacionales y extranjeros de lictores y con los gobernadores y acordó unos artículos que metió en el Plan de Desarrollo y que cambiarán el impuesto al alcohol, algo que nadie había querido tocar hasta ahora por las implicaciones políticas que tiene.

También le encargó a ella la ley de baldíos, un tema muy sensible para el gobierno Santos y que ya le había tumbado a su embajador en Washington, el abogado Carlos Urrutia, quien desde su firma había creado el entramado legal para que empresas que compraron tierras violando la ley en el Vichada, las pudieran conservar.

Santos necesitaba armonizar los intereses de los ‘cacaos’ que tienen millones invertidos en la Altillanura con lo que se está acordando en La Habana y a la vez blindarlo de un debate del que salga triunfal el senador de oposición Jorge Enrique Robledo.

María Lorena coordinó el proyecto de ley para la Altillanura que hasta ahora cursa silencioso por el Congreso.

Además de resolverle estos problemas difíciles a Santos, María Lorena está en dos comités que son muy poderosos.

La primera es la Comisión Intersectorial de Infraestructura y Proyectos Estratégicos, que decide cuáles son los grandes proyectos de interés nacional y que preside Vargas Lleras. Ella actúa en este comité como delegada del Presidente.

También es una voz decisiva en el Comité de Agenda, en el que están sentados Néstor Humberto, el secretario privado de Santos y María Lorena. Este comité es el que decide la agenda diaria del Presidente.

Los ministros saben que ella puede ponerle frente a los ojos a Santos temas claves de sus áreas y también de su habilidad para ser la ‘última instancia’ de sus chicharrones. 

“Todos los ministros tratamos la cotidianeidad y los dos o tres chicharrones del día. Pero cuando se trata de un chicharrón que involucra a otros sectores o que requiere la atención del Presidente vamos donde ella”, le dijo a La Silla el ministro de Agricultura Aurelio Iragorri. “Todos los conflictos difíciles los resuelve ella”.

Un ejemplo reciente son las disputas con Hacienda por los recortes presupuestales. Los ministros le hacen lobby a ella para que ella interceda frente al ministro de Hacienda.

Su tercer fuente de poder es más informal. María Lorena es parte de la “rosca de Tutina”.

La cercanía con la esposa del Presidente, otra figura extremadamente poderosa en Palacio, ha ido empoderando a varias mujeres de Casa de Nariño como la ministra de educación Gina Parody, la ex secretaria privada y actual directora del Icbf Cristina Plazas, la ministra de Cultura Mariana Garcés y María Lorena.

La diferencia de María Lorena con ellas es que tiene el secreto del poder: estar en todos los temas que importan y a la vez ser invisible.

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