A los asesinatos de la Personera y el periodista comunitario en menos de tres semanas en este municipio nariñense se suman otros 11 en los últimos meses. Con apenas 17 policías, es ruta y epicentro de laboratorios narco.
La violencia en Samaniego va más allá de las muertes de Paula y Libardo
Paula Rosero, personera de Samaniego y Libardo Montenegro, periodista comunitario. Fotos: Facebook.
Los asesinatos de la personera Paula Rosero y del periodista comunitario Libardo Montenegro, hicieron que los 50 mil habitantes de Samaniego, cerca a la cordillera de Nariño, fueran noticia nacional por unos días. Detrás de esa breve luz noticiosa está un conflicto que, desde que se firmó el Acuerdo de Paz, no ha hecho sino aumentar.
Por ahora no es claro por qué mataron a Paula y a Libardo el 19 de mayo y el 11 de junio, respectivamente, pese a que sus trabajos les daban visibilidad y, más clave aún, eran voceros de sus comunidades. Además, de enero a mayo hubo 12 asesinatos por sicarios en Samaniego, en la zona hay al menos cuatro cocinas de coca y pasa una ruta narco que conecta con ríos hacia el Pacífico.
Por todo eso, en Samaniego la violencia va más allá de los homicidios más visibles.
Un territorio siempre codiciado
Las autoridades no han determinado las razones de los homicidios de Paula y Libardo. Según supo La Silla Pacífico por una alta fuente que conoce de cerca las investigaciones, aún no es claro que haya sido por sus trabajos.
Eso no quita que hayan generado el mismo efecto: miedo.
También dejan en evidencia, como nos dijo otra fuente que conoce bien a esta región, que en Samaniego hay una “escuela del sicariato” en la que por dinero se acaba con la vida de quien incomoda.
Y que las anunciadas medidas del gobierno de Iván Duque para proteger a líderes sociales, funcionarios en riesgo y población vulnerable vía el Plan de Acción Oportuna (PAO) lanzado desde el año pasado, no han impactado en terreno.
”Llama la atención que los homicidios sean por sicariato”
Junto a Tumaco e Ipiales, Samaniego es uno de los tres municipios en todo Nariño donde los homicidios no han bajado desde la firma del Acuerdo de Paz. En 2017 fueron 38 asesinatos, en 2018 sumaron 22, y en los primeros cinco meses del año van 12, todos con arma de fuego, según la estadística delictiva de la Policía Nacional.
A eso se suma la histórica presencia del ELN en la región, que lleva al menos 30 años, cuando crecieron los primeros cultivos de coca. Aunque no pasan de las mil hectáreas, según la ONU, su ubicación entre la cordillera y los ríos que llevan hasta el Pacífico lo convierten en un enclave para el procesamiento de pasta de coca.
“En Samaniego se procesa la coca que nos la traen desde la costa. Allá están las cocinas o, como les decimos, los volteaderos: llegan los costeños, los paisas, recogen la base de coca y hay población flotante entre Putumayo y la costa. Ahorita es vox populi, no hay una sola persona que no sepa dónde están los laboratorios”, nos dijo un exfuncionario estatal que trabajó por años en esta zona.
”No hay uno solo que no sepa donde quedan los laboratorios”
Esa cultura de la ilegalidad permeó buena parte de la institucionalidad: en los últimos 20 años ha sido común el secuestro de políticos y asesinato de alcaldes, además de profesores y funcionarios públicos, como recogió ayer el experto Harold Montúfar en su entrada en la Red Pacífico.
De hecho, el año pasado la Fiscalía capturó a cuatro exalcaldes por presuntos nexos con el ELN, en casos en los que no ha habido condena. Montúfar, quien fue alcalde y estuvo detenido, dice que hubo un “montaje judicial”.
En todo caso, esa cultura es evidente. “El instrumento de arreglo de las cosas es el revólver. El tema de Samaniego hay que tomarlo con pinzas porque estamos a la deriva”, nos dijo un periodista local.
Con la salida de las Farc, que hicieron también presencia en Samaniego, el ELN mantiene control con una pelea con la autodenominada disidencia del Frente Oliver Sinisterra (FOS), que ha venido subiendo desde Tumaco hacia la cordillera por su guerra narco, de acuerdo a lo que nos contaron, por aparte, el exfuncionario estatal y una alta fuente del Gobierno de la zona.
”Las cosas se arreglan por revólver”
Una forma de mantener el control es a través del miedo que causan estos homicidios.
“Llama mucho la atención de que (en los asesinatos) haya esa modalidad (sicariato) y ocurrieran a horas del día”, nos dijo Mario Viteri, secretario de Gobierno de Nariño, sobre las muertes de Paula, Libardo y otras 10 personas.
Ante las voces silenciadas, la resistencia
Mientras las autoridades no revelan por qué asesinaron a la personera Paula Rosero, en el pueblo creen que fue porque hizo denuncias sobre el manejo del hospital público Lorencita Villegas.
Así lo dijo su esposo un día después de su asesinato y nos corroboraron cuatro fuentes por aparte (dos periodistas, un líder social local y un político de la región).
Desde hace cuatro años, con el consejo de paz del municipio Paula lideró marchas en las calles para que la gerente de la época, Zuleiman Cotes, renunciara al cargo, luego de que la misma Rosero denunció ante la Procuraduría, Fiscalía y Contraloría que el hospital estaba en déficit y no le pagaban al personal médico.
”Lo del hospital es la hipótesis menos posible”
Sus denuncias surtieron efecto: a la gerente la sacaron por orden de la Superintendencia de Salud y la Fiscalía capturó a Óscar Tapié, tesorero de la época. Según una alta fuente de la Alcaldía, la gerente “está prófuga”, pero no pudimos confirmar esa información con fuentes judiciales.
Pero como el caso del hospital se resolvió, para una alta fuente gubernamental esa es la “hipótesis menos posible” de las que revisan por el asesinato.
No descartó que fuera por otra situación de su trabajo. No pudimos confirmar esa versión con otras fuentes.
Solo dos semanas después y cuando el país seguía rechazando ese asesinato, mataron al periodista de la emisora comunitaria Samaniego Estéro, Libardo Montenegro, en el centro del municipio. Fue interceptado por dos sicarios en moto.
Libardo llevaba 20 años en la radio comunitaria pero, para la Policía, solo era un ‘locutor’ y un perifonero, por lo que no lo reconoció de inmediato como periodista. Así lo dijo el coronel John William Peña, encargado de seguridad ciudadana de Nariño, en la rueda de prensa sobre ese asesinato (y otro más de un mecánico local).
Un periodista local se quejó de que la emisora no era “comunitaria”, sino que “cobraba por las cuñas” y nos dijo que Libardo era “locutor y manejaba la consola”.
Pero su labor iba muchísimo más allá.
En 2017 participó en la estrategia “Así Suena la Paz en los Territorios”, en el marco de la primera fase del proyecto Radios Comunitarias para la Paz y la Convivencia.
Lo hizo con su programa Semillas de Esperanza, en el que a las 9:30 de la mañana hacía repaso de noticias, llamaba invitados de Pasto y se mostraba preocupado porque “nuestros gobernantes solo se han preocupado por buscar oportunidades para los que votan por ellos”, como dice este extracto de su emisión, previo a las elecciones presidenciales.
Es claro que no solo manejaba la consola, que es un puesto muy importante para que cualquier programa salga al aire, y su labor de periodista la confirmaron la Gobernación, la red nacional de radios comunitarias y la Fundación para la Libertad de prensa (Flip).
Además, en un municipio que solo tiene cuatro emisoras y apenas una, la comunitaria, con contenidos informativos (otras dos son de la Fuerza Pública y otra pasa música, según la Flip), la muerte de uno de los periodistas afecta “el ecosistema informativo”, como lo calificó Pedro Vaca, director de la Flip.
“Es insultante que la policía lo categorice como alguien que hacía perifoneo. Sobre todo porque nos pasó también en otro caso que investigamos en Arauca. Me da la impresión que al valorar esos casos así pueda haber un subregistro en el Estado”, nos dijo Vaca.
”Es insultante que la Policía diga que hacía perifoneo”
“El día que lo asesinaron estaba conversando con él sobre qué podíamos hacer los samanieguenses, para visibilizar a Samaniego por los asesinatos que ha habido. Hacíamos énfasis a la vida, a la defensa de derechos humanos, dentro de los escenarios locales”, nos contó Leobar Ibarra, habitual invitado al programa de Libardo y periodista del municipio.
En todo caso, no es claro que su muerte sea por su trabajo. La Flip tampoco puede indicarlo.
Sin embargo, para Vaca el hecho de que ambas muertes sean de servidores de la comunidad en una zona de alta presencia de actores armados, reafirma la necesidad de que programas como el anunciado PAO impacten principalmente a quienes trabajan con las comunidades, son líderes de las mismas o hagan las veces de voceros.
“Si acaban de matar a la Personera del municipio se esperarían alertas de prevención para otros casos. Lo de Libardo demuestra que las acciones son insuficientes”, nos dijo Vaca.
Días después de los asesinatos, la protección no llega.
Dos periodistas con los que hablamos por aparte, y que pidieron no ser citados por miedo a retaliaciones, nos confirmaron que desde inicios de año tienen amenazas. En uno de los casos ya hubo notificación a la Unidad Nacional de Protección (UNP), que está haciendo el estudio de riesgo.
”Mandaron a decir que yo era el siguiente”
“Primero me llamaron, después por chat y después me abordaron unas dos personas por moto, que sabían dónde vivía y que el comandante ya sabía dónde estaba. Ese comandante es uno de la Oliver Sinisterra que anda por la zona”, nos dijo uno de los amenazados.
“Me mandaron decir que luego de Libardo seguía yo”, nos dijo otro periodista.
Así mismo, tres políticos locales nos dijeron, por aparte, que las amenazas son permanentes.
De todos modos, en Samaniego hay resistencia a que el estado de cosas continúe así.
Un día después del asesinato de Libardo, en Pasto hubo una marcha que habían convocado personas de Samaniego para lanzar una iniciativa llamada Comité ejecutivo ‘Paz para mi Samaniego’, que lideran políticos y periodistas locales para llamar la atención nacional sobre la zona.
La idea se suma al Consejo Municipal de Paz, a las Mujeres Sembradoras de Paz, Redepaz y el Pacto por la Paz para la convivencia en ese territorio para que con conversatorios, obras sociales y trabajo comunitario comience a salir la violencia que lleva tres décadas en la región.
Para además, que las voces de Paula Rosero y Libardo Montenegro no queden en el olvido por las balas.