Más allá del júbilo de las últimas horas, comienzan a evidenciarse las complejidades del aterrizaje de los acuerdos de paz con las zonas veredales. El gran desafío en el Perijá es la convivencia desde ya entre guerrilla e indígenas yukpa.
Las Farc ya están en Los Encantos, pero los yukpa se oponen
Finalizadas las negociaciones de La Habana, el aterrizaje de lo acordado arranca con las zonas veredales de concentración. Fotos: Laura Ardila.
En Los Encantos no hubo energía eléctrica buena parte del pasado miércoles, así que la noticia del Acuerdo Final en las conversaciones entre el Gobierno y las Farc llegó, como casi todo aquí, a lomo de burro.
“Ah no, es que amanecimos otra vez sin luz y no he podido prender el radio”, dijo esa mañana, cuando le pregunté por el tema, la señora Nubia García, dueña de una de las cuatro tiendas del poblado, mientras volteaba una arepa que se fritaba en un fogón de leña.
Sin electricidad ni modo porque a estas más o menos 50 casitas a 1.140 metros sobre el nivel del mar, enclavadas en la Serranía del Perijá, la ramificación de Los Andes que delimita parte de la frontera de Colombia con Venezuela, no suben los periódicos.
Ni los periodistas. Ni el Estado. Bueno, excepto ahora que este corregimiento del municipio de La Paz, Cesar, (que en un comunicado conjunto de la mesa de diálogos fue presentado como una vereda) fue escogido como uno de los sitios de concentración a los que llegará la guerrilla durante 180 días para dejar las armas, si el país aprueba lo acordado en el plebiscito que se hará en un mes.
Ahora, a esta Colombia de nadie, en donde no hay médicos ni policías y 87 niños estudian en una escuelita de dos aulas, mientras sus cuatro profesores foráneos se hospedan en lo que alguna vez fue un puesto de salud, empiezan a llegar novedades.
Así algunas, como la de la antefirma de la paz o la del cese bilateral del fuego, suban con toda la lentitud, a paso de tortuga, cuando se va la luz, que es casi siempre.
Este mes también llegaron, pero en helicóptero, altos funcionarios y personalidades. El día 10 se realizó en la cancha de tierra la reunión de verificación de lo que en los acuerdos se llaman Zonas Veredales Transitorias de Normalización, que incluyó un encuentro con la comunidad y aparte una visita técnica al lugar exacto en el que se concentrarán las Farc, pues Los Encantos tiene nueve puntos poblados entre caseríos y parcelas.
Estuvieron funcionarios, líderes guerrilleros y más de 100 personas que vinieron para escuchar desde el vecino corregimiento de Media Luna, que queda a una hora larga y es, por decirlo así, el centro urbano más próximo en donde los campesinos de Los Encantos pueden verle la cara a un médico y a una calle pavimentada, entre otras cosas.
“Eso la gente les pidió de todo, que mejorar la escuela, que el centro de salud, electrificación, riego, carreteras, porque esto para subir hasta acá es muy duro. Yo lo único que quiero es que nos dejen movilizarnos como siempre y no nos involucren más en su violencia”, dijo el miércoles Luz Myriam Escobar, otra habitante de este pueblo, que con una variedad climática privilegiada vive de sembrar café, plátano, maíz, malanga.
El detalle de lo que pidieron sus vecinos y de lo que ella pide no es gratuito. Por muchos años, demasiados, lo único que subió por estos caminos pedregosos y abismales fue la guerra, al tiempo en que se alejaba el desarrollo.
Consolidadas las Farc en la Sierra Nevada de Santa Marta, a fines de los 80 nació el frente 41 en el Perijá como una empresa clave para establecer un corredor en la frontera venezolana. Otro vecino de Los Encantos recuerda que en los 90 fueron varios los secuestrados, los carros robados, el ganado producto del abigeato, los que vio transitar por la única calle del corregimiento rumbo a más arriba en las montañas.
Siguiendo el rastro de ese conflicto, después subieron también los paramilitares. Tristemente recordada es, por ejemplo, la masacre de Media Luna (que queda cerca de Los Encantos, pero es corregimiento de otro municipio llamado San Diego) que en octubre del 96 lideraron hombres de Jorge 40 contra supuestos colaboradores de la guerrilla. Mataron a siete, desaparecieron a cuatro.
En 2002, cuando Álvaro Uribe llegó a la Presidencia, a Los Encantos subió la política de Seguridad Democrática, por la cual los guerrilleros del frente 41, que históricamente ha hecho presencia en el Perijá, terminaron replegados en las montaña. Por eso a muchos sorprendió la escogencia de este lugar como sitio de concentración.
“Yo hace como seis años no veía a la guerrilla por aquí. Hasta ahora, este año”, dijo otro habitante del corregimiento el día que estuvimos ahí.
Entre su golpeada gente, nos encontramos desde ya a uno de los jefes guerrilleros que -si todo sale como está previsto- más o menos en un mes estará liderando aquí ese proceso de desarme. Y con él la noticia de la oposición de los indígenas yukpa, que históricamente han habitado el Perijá, al sitio de concentración sin consulta previa a esa comunidad.
Caicedo
El muchacho lo llamó “jefe” y le entregó mi tarjeta. Por eso supe que era él. De Caicedo se dicen muchas cosas entre las autoridades y la gente del casco urbano de La Paz, pero no hay información básica como una foto suya o su nombre de pila.
Entre la gente se dice que, en ausencia de miembros “históricos” como Luis Alberto Sánchez Leyton ‘Ricaurte’, hoy desmovilizado, es el mandamás del frente 41. Y entre las autoridades locales se informa que hasta hace dos meses estaba cobrando vacunas en la zona, según denuncias que han llegado a la Personería del pueblo.
El general Pablo Alfonso Bonilla, comandante de la Décima Brigada del Ejército, que cubre el Cesar y La Guajira, me había explicado el día anterior que Caicedo fue el jefe guerrillero local que estuvo en la reunión de reconocimiento de la zona veredal en Los Encantos. También detalló que se trata de un mando medio que lidera un grupo del frente 41 llamado “comisión alias Caicedo”.
“No ha habido ningún evento reciente”, dijo el General en referencia a la situación de seguridad del corregimiento y agregó que, aunque sí está en la zona del Perijá, hoy el Ejército no hace presencia en esa población como tal.
Debido a esto último, intuí que era muy probable encontrarse con Caicedo. Y que esta historia podía ratificar el cese bilateral de facto que, antes de que el presidente Juan Manuel Santos y el jefe guerrillero Timochenko lo anunciaran oficialmente a partir de hoy, ya se estaba viviendo en algunas zonas como el área rural de Tierralta (en Córdoba), en donde un alto uniformado de manera informal contó en junio que hacía tres meses en un sector no había tropa “por los tratados de paz”.
(Aunque el General Bonilla negó tajantemente que tuviera órdenes de no actuar contra la guerrilla -antes del anuncio presidencial del cese bilateral-. De hecho, en junio pasado las Farc en un comunicado se quejaron por "intensos operativos" militares en Los Encantos).
Así que después de andar por tres horas en una camioneta Toyota doble tracción modelo 78 el camino La Paz-San Diego-Media Luna-Los Encantos, la de Caicedo fue de las primeras preguntas hechas a un muchacho sentado en la puerta de su casa:
- Ah sí, ellos ahoritica bajan por ahí, deme su tarjeta y, si algo, yo se la doy a él para que él sepa quién es usted.
Más o menos a los 15 minutos apareció desde un camino que da a un pequeño arroyo el hombre moreno, que no aparenta más de 40 años, vistiendo jeans, sudadera manga larga fucsia, botas café, gorra negra, mochila terciada, ningún arma a la vista y actitud tranquila. Lo acompañaba otro muchacho de civil.
Pidió muy serio no hacerle fotos ni grabarlo o tomar apuntes de lo que dijera. Pero accedió a conversar informalmente por poco más de dos horas.
Por lo que dijo se nota que ha leído los acuerdos y parece convencido de ellos, aunque ese día que se anunció que la negociación estaba lista no pareció ser particularmente especial para él. Se le oyeron, por ejemplo, frases sobre las curules fijas a las Farc y cómo por la mañana en su campamento se habían asignado tareas como siempre.
Luego, en uno de los dos billares que tiene Los Encantos cruzó unas palabras con el conductor que me había subido, que vale la pena contar porque fueron en público. Y podrían ser pan diario para muchos guerrilleros de ahora en adelante:
- Ustedes dicen que luchan por el pueblo, ¿cierto?, pero a mí me gustaría saber entonces ¿por qué en San José parece que hicieron lo contrario?
El muchacho conductor es de San José de Oriente, el corregimiento más grande de La Paz, también en el Perijá, que históricamente ha padecido más una violencia guerrillera que paramilitar, traducida en masacres, desplazamientos, extorsiones y un cruel poderío fariano que los tuvo por 17 años sin estación de Policía.
La violencia sistemática era el pan de cada día. No sólo allí. En toda La Paz y sus otros cinco corregimientos desayunaban emboscadas, almorzaban intimidaciones y cenaban asesinatos.
- Yo no conozco San José, yo a San José lo conozco por los laditos, pero puedo decir que en esta guerra pasaron cosas que no debieron haber pasado y nosotros tendremos que pedir disculpas y seguir con el trabajo que ya estamos haciendo para ganarnos a la gente.
- ¿Y ustedes qué piensan de los que dicen que aquí lo que va a haber con ustedes es una impunidad?
- ¿A los que dicen que va a haber impunidad? Bueno, supongamos que sí, que va a haber impunidad. Pero si vamos a hablar de impunidad tendríamos que pedir que todo el que ha tenido que ver con esta guerra se vaya para la cárcel. ¿Por quién creen ustedes que deberíamos empezar? Si esto se va a tratar de ir a la cárcel, ¡vayámonos todos!
Esta presencia de la guerrilla, tantos años después de su total dominio por estos lares y aún sin desmovilizar, no altera en apariencia a nadie, aunque casi todos los campesinos con los que hablamos en el Corregimiento dijeron que hay una incomodidad y expresaron dudas sobre qué va a pasar luego de los seis meses de la concentración en la que las Farc -se supone- deberán entregar todas sus armas.
“Aunque estamos de acuerdo con el proceso, ese es el temor de algunas personas: ¿qué va a pasar luego de los 180 días? Varios temen que los nuevos paras puedan tomar represalias contra nosotros como comunidad”, opinó José Nuri Chona, líder comunitario de la vereda El Silencio, de Los Encantos.
Pero más allá de un agobio que suena apenas normal, hay una real oposición a que, como está hoy planteado, este sea sitio de concentración de la guerrilla.
Lo dejó claro una muchacha yukpa (la única de esa comunidad que vi en Los Encantos, cuyos habitantes son en su mayoría de ascendencia santandereana) que se acercó a Caicedo la mañana del miércoles cuando apareció en el corregimiento:
“Él sabe que no deben estar aquí”, dijo en tono amable.
Los yukpa
“¿Que qué pasa si hacen la zona de concentración así? Lo que pasa es que más de 12 mil indígenas yukpa nos vamos a desplazar masivamente hacia Valledupar y otros sitios porque esa zona de concentración va a estar en un territorio yukpa y nos afecta en nuestra cultura, en nuestros sitios sagrados”.
Quien habló es Jaime Luis Olivella, representante de uno de los tres resguardos del pueblo yukpa (llamados El Rosario, El Coso la laguna y Caño Padilla) que se ubican en el municipio de La Paz.
Para verlo tocó bajar hasta el vecino pueblo de Codazzi (a unos 40 minutos de la tierra de los pacíficos, que es como se les dice a los nacidos en La Paz), en donde se encontraba con otros líderes indígenas y funcionarios de Parques Naturales, conociendo una propuesta para la creación en unos dos años del Parque Natural Regional Serranía del Perijá-Cesar.
Su nombre lo sugirieron en la Alcaldía de La Paz, como el de alguien que podía confirmar si la versión (en la Alcaldía dijeron el miércoles que no lo sabían) de que los yukpa pusieron una acción de tutela para exigir una consulta previa frente a la zona veredal transitoria en Los Encantos.
Es cierto. El pasado 12 de agosto ante el Tribunal Administrativo del Cesar, los seis resguardos yukpa que habitan en la Serranía del Perijá presentaron ese instrumento judicial para solicitar dos cosas: que se les consulte antes de decidir la implementación del sitio de concentración en el Perijá y cualquier proyecto de Zona de Reserva Campesina o de minería allí, y que el Estado les delimite su territorio, como vienen exigiendo desde hace años.
La acción ya fue admitida.
Lo que saben en la Alcaldía, y contaron el asesor para el posconflicto Luis Mendoza y el personero Franco Figueroa, es que ha habido tres reuniones (la más reciente hace unas tres semanas) entre los indígenas, la administración local, la Personería, un delegado de asuntos étnicos del Ministerio del Interior y otro del Alto comisionado para la paz, para hablar de la consulta previa.
En todos los encuentros, los representantes del Establecimiento les han explicado a los yukpa que ese proceso no es pertinente porque con la zona veredal “sólo se está decidiendo el fin del conflicto y no nada que los afecte directamente”, como detalló el Personero Figueroa.
Pero otra cosa muy distinta cree esta comunidad que se declara dueña de la Serranía del Perijá, como los arhuacos lo son de la Sierra Nevada.
“¡Nosotros no estamos en la guerra de Colombia con las Farc! Sí queremos la paz, pero no nos metan en eso, como si la Serranía del Perijá no tuviera dueño. Nosotros somos sus dueños desde nuestro origen y somos capaces de defender ese territorio. Vamos a demostrar quién es el verdadero pueblo yukpa”, resumió la molestia la gobernadora de cabildo -una autoridad mayor- Esneda Saavedra.
Ella, por un lado, y un muchacho yukpa, por otro, me aseguraron que ya van varias ocasiones en que guerrilleros que ya hacen presencia en zonas cercanas a sus resguardos les han impedido salir a cazar por la noche, que es una de las costumbres de este pueblo que es guerrero y seminómada.
Los yukpa no están asentados propiamente en Los Encantos. El resguardo más cercano es el de Caño Padilla, a unas dos horas a pie. Pero dicen que en una montaña muy cerca al sitio de concentración tienen un lugar sagrado llamado Peshaype, en donde encuentran plantas medicinales y van a llevar los restos de sus muertos.
Se trata de un pueblo que malvive en medio de carencias, que ha pérdido tierras por el conflicto y fue enlistado en un auto de la Corte Constitucional de 2009, que advierte sobre las comunidades indígenas en riesgo de extinción.
Sin embargo, la complejidad de la guerra también los tiene mencionados, por ejemplo, en el caso de una familia de La Paz a la que la guerrilla le quitó unas tierras que terminaron siendo invadidas por los yukpa y aún hoy siguen sin ser devueltas. Es un caso conocido en la Personería del pueblo.
El ruido alrededor de su posición suena por cuenta de la reunión que en julio habían tenido en La Paz con el procurador general Alejandro Ordóñez, un declarado opositor del proceso de diálogos actual con las Farc. De ahí, él salió declarando que la consulta previa con los indígenas era indispensable.
Ese día estuvo con ellos el abogado del Catatumbo Edward Álvarez Vacca, el mismo que demandó la figura de las Zonas de Reserva Campesina -eje clave del punto agrario con las Farc en La Habana- argumentando que los pueblos indígenas no fueron consultados cuando éstas se concibieron. Él asesoró técnicamente la tutela de los yukpa y los ha movido en medios locales y nacionales para darle difusión.
Por aparte, dos personas de Norte de Santander que conocen la política local allí aseguraron que Álvarez es cercano al Centro Democrático y a la congresista María Fernanda Cabal, aunque no milita en ese partido.
Pero, por teléfono, él dijo que no es “ni de izquierda ni de derecha”, que lleva 20 años asesorando comunidades indígenas (incluyendo un contrato que tiene actualmente con los arhuacos) y que, si bien los yukpa no le están pagando, su principal motivación es que su bisabuelo era un indígena barí.
“El único favor que le pido es que no se estigmatice ni a los yukpa ni a los que los están ayudando”, dijo desde Bogotá.
Mientras, desde Los Encantos, una niña de nueve años, que juega bajo una de las banderitas blancas que hoy adornan el corregimiento, dice sobre el proceso de paz: “Ah sí, la paz, esa viene, pero ¿será que sí sube por ese camino tan malo?