Los camelladores que convirtieron el muro en lienzo en Lebrija

Silla Santandereana

Dos jóvenes, uno artista y otro gestor cultural, quieren ponerle un sello de identidad al pueblo a punta de arte. 

Justo en la mitad del mural más grande de Lebrija, está retratado el rostro de uno de esos personajes icónicos que todo pueblo tiene. 

Doña Purita, una abuelita que solía corregir a los niños si los veía haciendo travesuras.

Son 600 metros de pared embellecidos con vinilo y pincel.

300 en cada costado de un parque lineal que fue construido hace doce años y que está abandonado pese a que es el que le da la bienvenida al pueblo.

Es una suerte de collage en el que convergen varios elementos que representan la idiosincrasia de Lebrija.

Pero el mérito de esa obra va más allá de lo artístico.  

Fue pintada voluntariamente por cerca de 500 lebrijenses entre diciembre y enero de este año. Un hecho sin precedentes en el municipio.

 

Hace un año que en Lebrija los muros se convirtieron en lienzos.

Como suele suceder con el arte callejero, fue por generación espontánea.

Ramón Díaz, un profesor de Teatro que trabaja con los grupos juveniles del municipio, le hizo la propuesta a Franklin Arcila Piaguaje, un artista de 21 años que para ese entonces estaba empezando su carrera de artes plásticas en la UIS.

Se habían conocido el año anterior en la Feria de la Piña, el evento más importante del pueblo. Esa fue la primera vez que Franklin expuso su trabajo en el municipio y a Ramón le gustó.

Aunque para ese momento Franklin, quien es oriundo del Putumayo y descendiente de la etnia de los Sionas, solo pintaba cuadros pequeños, Ramón le propuso pintar unos telones de 4 por 3 metros para una obra que estaba dirigiendo.

El resultado les gustó tanto, que desde entonces ambos se convencieron de sacar su arte a la calle.

“Yo quería llegarle a la gente y con un mural la gente deja de ver el espacio como algo normal y lo aprecia como arte”, dice Franklin. “Le dan valor a ese arte y así mismo al espacio. Buscan protegerlo”

Así, el primer mural que vio la luz en Lebrija por la gestión de Ramón y el talento de Franklin, fue la fachada de la Casa de la Cultura.

“Lebrija es pequeño y lo nuevo pues llama la atención. La gente pasaba y miraba y decía uy cómo pinta de bonito. O niños se me acercaban y me decían uy yo quiero pintar como usted (...) se vuelve algo que también les pertenece”, continuó Franklin.

Así, las ganas de pintar se convirtieron en una semilla para generar transformación social a través del arte.

Cuando no tenían plata ni para las pinturas, empezaron a buscar patrocinio, y le pidieron a la Alcaldía que los apoyara.  

Lograron ser parte de un proyecto para la primera infancia que ejecutó una fundación y a través del cual les dieron la pintura y le pagaron a Franklin por cada obra.

Con él, Franklin dictó talleres de pintura a cerca de 80 niños en Lebrija y pintó seis murales inspirados en la niñez con ayuda de jóvenes voluntarios

Uno de los primeros resultó particularmente poderoso.

Fue el del retrato una niña sucia con una pala en la mano, que mostraba el drama del trabajo infantil.

“Es bello pero muestra algo desagradable. La gente pasaba y decía ‘uy qué pintura tan fea’ porque representa algo que no es feliz o bonito ¿sí? (...) esa era la intención, incomodar para así comunicar el mensaje que en ese caso era la problemática del trabajo infantil”, nos dijo Ramón.

Luego la idea de volver a Lebrija una galería de arte tomó más fuerza.

Ramón y Franklin se inventaron un concurso para que los habitantes del municipio se tomaran fotos creativas con los murales existentes.

Como la mejor fue premiada con un mural realizado por Franklin en donde quisiera el ganador, la apuesta resultó motivando el muralismo como un potencial sello de identidad para el municipio.

“Los muchachos normalmente suben fotos a sus redes de lo que quieren mostrar. Que subieran fotos con los murales de su pueblo, tiene mucho valor porque es como si dijeran queremos mostrar algo nuestro, algo propio”, nos dijo Ramón.

Ahora la idea es que el muralismo se convierta en parte del ADN del municipio.

Y el primer gran paso fue el mural lineal gigante al pie de la quebrada las raíces.

Esa idea nació buscando que la gente se reencontrara con ese lugar y así lograr que la administación municipal lo recupere.

Así convocaron a todos los grupos juveniles del municipio y a las juntas de acción comunal. Incluso los funcionarios de la Alcaldía tuvieron días de permiso para ir a pintar.

Este año quieren gestionar un encuentro de muralismo en Lebrija y convertirlo en uno de los eventos icónicos del pueblo.

“A través de los murales que hemos hecho eso se ha despertado el deseo de otros jóvenes por ilustrar. Los que estaban como a la sombra, empezaron a alzar la mano: ‘yo también pinto, a mi tambien me gusta’....Entonces la idea de organizar un encuentro también está dada para que esas personas surjan así como Franklin lo está haciendo”, nos dijo Ramón.

La idea es reunir artistas muralistas en Lebrija durante cinco días.

El primero sería para pensar la construcción simbólica de otra cara para Lebrija, a partir del diálogo entre los artistas y las comunidades.

Los otros cuatro días sería de arte puro y duro, en el que además de los artistas, los lebrijenses con pincel en mano serían los cocreadores.

Arrancan con la ventaja de que Franklin se ha hecho visible por su obra más allá de ese municipio.

Además de hacer exposiciones en salas regionales y en Bogotá, el año pasado trabajó con la Campaña Colombiana Contra Minas financiada por cooperación internacional, a través de la cual realizó tres murales con víctimas del conflicto y población vulnerable en Vista Hermosa y Santo Domingo, Meta y Algeciras, Huila.

Sin embargo, toda la logística necesaria para organizar un evento como el que se imaginan requiere muchas más manos trabajando.

Ayude a hacer realidad este evento desde la gestión cultural o a través de la donación en materiales y logística. Para ponerse en contacto llame al 300 865 5880

 

 

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