Néstor Humberto a Santos: "No eres tú, soy yo"

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La salida de Néstor Humberto Martínez se venía cocinando desde hacía un tiempo y cuya raíz es que el Superministro nunca logró ejercer los súperpoderes que se anticiparon cuando el presidente Juan Manuel Santos lo anunció como su Ministro de la Presidencia.

Como Joseph Blatter (para que lean este artículo), Néstor Humberto Martínez renunció hoy. Es una salida que se venía cocinando de parte y parte desde hacía un tiempo y cuya raíz es que el Superministro nunca logró ejercer los súperpoderes que se anticiparon cuando el presidente Juan Manuel Santos lo anunció como su Ministro de la Presidencia.

Oficialmente, Martínez dijo que se va del Gobierno porque DLA Piper, la firma legal más grande del mundo y con la que su oficina firmó un acuerdo de asociación el viernes pasado, así se lo había pedido. Según supo la Silla, el acuerdo de asociación entre la multinacional y Martínez Neira Abogados busca que las dos compartan clientes, por lo que tiene sentido que el contrato obligue a que Martínez esté en cabeza de su firma para atender los clientes de Piper.

Pero también supo que en el sector de los abogados se sabía que este acuerdo de asociarse estaba cocinado desde antes de que Néstor Humberto entrara al Gobierno.  Por eso, la firma del acuerdo del viernes pasado y el confidencial de la revista Semana del domingo contando que había sucedido, eran señales de que la salida estaba lista.

En todo caso, hace más de un mes y medio algunos de sus amigos ya estaban comentando que él les había dicho en privado que estaba esperando a sacar los 21 decretos sectoriales que unifican unos 10 mil decretos para dejar eso como su legado antes de renunciar para hacer campaña para el cargo de Fiscal General.  La semana pasada fue la gran presentación de este logro que es muy útil para los abogados como él y para simplicar los trámites para ciudadanos y entidades.

“Néstor Humberto no llegó al gabinete a pelear para que lo dejaran hacer aquello para lo que lo contrataron con otra Súperministra”, dijo una persona cercana a él haciendo referencia al pulso que mantuvo desde el principio con María Lorena Gutiérrez, la ex secretaria general y mano derecha de Santos. “Al ver que no tenía ese protagonismo que se esperaba que tuviera decidió que no valía la pena el sacrificio. Él ya está por encima del bien y del mal”.

 

Desde el lado del Presidente, su percepción de que el cargo del Superministro de la Presidencia no estaba funcionando como lo esperaba, quedó en evidencia el sábado pasado durante una especie de “terapia de gabinete” que tuvo lugar en la Casa de Huéspedes en Cartagena.

El objetivo de esa reunión convocada por Santos, y a la que fueron todos sus ministros, era analizar cómo estaban trabajando en equipo, por qué había habido tantos problemas de comunicación y cómo podían generar mayor cohesión.

“Dentro de esa evaluación, fue muy claro el cuestionamiento al modelo del Ministro de la Presidencia que había terminado siendo disociadora”, dijo a La Silla uno de los asistentes. “Fue una conversación franca y una conclusión sí fue que esta figura no había logrado su objetivo”

Al parecer, cuando esto salió a flote, el presidente Santos, que estaba moderando la discusión personalmente, se quedó callado. Su silencio fue elocuente. Según confirmó La Silla con una persona cercana a Santos, el Presidente sentía que la figura del Superministro no había colmado sus expectativas.

Superministro sin superpoderes

Cuando en agosto del año pasado, Juan Manuel Santos anunció con bombos y platillos una reforma a la Presidencia, ésta tenía dos patas: la coordinación de todos los megaproyectos de infraestructura bajo el mando del vicepresidente Germán Vargas y la creación de la figura del “ministro de la Presidencia” en cabeza de Néstor Humberto Martínez, hombre de confianza de Vargas y sobre todo de Luis Carlos Sarmiento Angulo, el empresario más rico del país.

Según lo anunció el Presidente en su momento, en esa nueva estructura, Martínez jugaría un rol casi equivalente al de un Primer Ministro (como Tony Blair, quien supuestamente fue el que sugirió esa estructura, aunque en realidad fue una recomendación de la Oecd).

Su función era hacer lo que siempre habían hecho los secretarios generales de Presidencia como manejar el computador de Palacio, coordinar el gabinete y hacerle seguimiento a la agenda legislativa. Y, encima de esto, dos temas más: supervisar la Secretaría Jurídica con la misión de liderar la redacción de las grandes reformas que Santos II pensaba sacar adelante como la del equilibrio de poderes; y algo inédito que reforzaría su poder: servir de vocero de la Presidencia y ponerle “el pecho” a asuntos políticos de envergadura para que no tuvieran que llegar hasta el presidente.

Dado que Martínez tenía línea directa con los grandes medios donde había fungido de analista y también de asesor jurídico; venía de ser abogado personal de los grandes cacaos y había estado al frente de negocios multimillonarios con el Estado; y, además, había sido dos veces ministro; se anticipaba que sería el hombre que manejaría la política (la alta y la menuda) en el gobierno de Santos, como lo escribió La Silla cuando lo nombraron.

Sin embargo, muy pronto la realidad terminó siendo otra.

Comienza el pulso del poder

Con el paso de los días, según le contaron hace unos meses a La Silla dos ministros y tres personas que tienen relaciones externas con Presidencia, quedó claro que la llegada de Martínez en cambio de cohesionar el gabinete lo que creó fue una bipolaridad a su interior.

María Lorena Gutiérrez, la ex secretaria general de Palacio y mano derecha de Santos que había sido desplazada de su cargo por el nombramiento de Martínez y había pasado a ser una Ministra Consejera en Palacio, quedó a cargo de lo importante en la agenda de Santos mientras que Néstor Humberto quedó más que todo con lo urgente.

El manejo del computador de Palacio, según un conocedor del asunto, “se tragó a Néstor Humberto” y además, se obsesionó con el tema jurídico de la unificación de los decretos (“ahora tenemos un mega Secretario Jurídico en la Presidencia”, en palabras de otro). Pero sobre todo, al final, resultó que su poder en la práctica no era tanto porque en muchos campos María Lorena tenía la última palabra.

“Néstor Humberto y (el ministro de Interior, Juan Fernando) Cristo manejan el poder de asignación pero María Lorena es el último filtro”, dijo uno de los consultados. Sobre todo se convirtió en un filtro para parar nombramientos de puras cuotas políticas que carecían del más mínimo nivel técnico, como lo contamos en otra historia.

Ni siquiera en el poderoso Comité de Agenda, que decide las actividades diarias del Presidente, Néstor Humberto terminó siendo la voz decisiva porque, por su cercanía con Santos, María Lorena llevaba allí la voz cantante.

Había dos áreas en las que ella no tenía nada que ver, y que estaban bajo la órbita de Martínez, la política y el de la justicia. Y justamente en esas fue que se creó un cruce de cables alrededor de la reforma de Equilibrio de Poderes hace unas semanas, cuando se hicieron públicas las diferencias de criterio que existían entre los ministros de Interior y de Justicia, y Néstor Humberto, quien los desautorizó públicamente.  

Cuando el Presidente los llamó al orden y quedó al final la propuesta original -que no era ni la nueva sugerida por los ministros ni la acordada entre Martínez y el presidente la Corte Suprema, Leonidas Bustos -, Néstor Humberto salió en los medios al otro día a cobrar su triunfo.

“Esa cobrada de un triunfo que no fue un triunfo le salió cara”, dijo una persona de Casa de Nariño. “Es que uno no puede ser el codirector de la orquesta y terminar tocando también el primer violín. Él comenzó a adoptar decisiones que representaban su propia partitura”.

Ejemplos de lo anterior, La Silla encontró dos que alguna gente interpretó como más de su propia cosecha que de la agenda oficial.

Por un lado, la experiencia mínima para ser Fiscal General que él defendió en la reforma al equilibrio de poderes que eventualmente sacaría de la competencia al actual Vicefiscal Jorge Perdomo, que no tendría la trayectoria suficiente para suceder a Eduardo Montealegre si se aprueba.

Por otro, el acuerdo al que habría llegado con el presidente de la Corte Suprema, que le daba a los presidentes de las cortes un poder inmenso en el manejo de la justicia y que denunció en su momento la representante a la Cámara Angélica Lozano.

La Silla supo por dos fuentes diferentes que Néstor Humberto tenía instrucciones del Presidente para reunirse con Bustos y tender puentes hacia las cortes, cada vez más indispuestas con la reforma al equilibrio de poderes que les recortaba poderes. Pero, que era claro, que Santos no estaba de acuerdo con darles esas amplias facultades a los presidentes de las cortes y que por eso no avaló su propuesta cuando estalló el escándalo.

Esa no fue la primera vez que Néstor Humberto hizo una gestión y luego quedó colgado de la brocha. Según supo La Silla, él también participó en reuniones con el Fiscal General para discutir la posibilidad de una Asamblea Constituyente -que el presidente Santos sí llegó a considerar hace unos meses. Luego, cuando Montealegre lo planteó públicamente todos, comenzando por el Presidente, se le vinieron encima.

Así como en la reforma interna de la Presidencia, Martínez no logró ser el articulador del gabinete porque se terminaron creando dos polos de poder para acceder al Presidente, en la política Néstor Humberto fracasó en ofrecerle un blindaje político a Santos con toda su cancha, su reconocida inteligencia y su trayectoria.

Al final, los roces públicos entre los ministros y entre Néstor Humberto y ellos expusieron la descoordinación y las tensiones al interior del gabinete. Y en lo externo, tampoco logró mantener alineados a los partidos de la Unidad Nacional, comenzando por su propio partido Cambio Radical. Así quedó en evidencia cuando la mitad del partido del Vicepresidente apoyó una proposición de otros senadores para frenar la venta de Isagen, que es un proyecto medular de este gobierno.

Con su salida, el Presidente pierde a un peso pesado en su gabinete y también desaparece un factor de tensión en el gobierno. Seguramente también desaparecerá con Néstor Humberto la figura del Superministro de la Presidencia.

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