Viajamos a cinco espacios de reincorporación, incluyendo aquellos de los que salieron alias Márquez y Santrich para rearmarse, y acompañamos en campaña a un candidato de la Farc. Así va su renuncia a la guerra.
Sin Márquez y compañía, los excombatientes echan raíces
Una de las primeras preguntas obvias que surgió tras el video de alias Iván Márquez, Jesús Santrich y otros exjefes de las antiguas Farc, anunciando la supuesta resurrección de esa guerrilla, es cómo va a calar esa oferta en los excombatientes, cuyo lugar común en todo el país son las quejas -con bastante razón- por las fallas y demoras en la implementación de los Acuerdos de Paz por parte del Estado.
En búsqueda de una respuesta certera, el mismo jueves pasado que salió el video las sillas regionales viajamos a cinco de los espacios de reincorporación en los que permanecen muchos de ellos, y acompañamos a un candidato del hoy partido Farc a la Asamblea de Antioquia a una reunión de campaña.
Con matices y particularidades, y en el mismo sentido de la voluntad de paz que ratificó el jefe fariano Rodrigo Londoño ‘Timochenko’, lo que en general encontramos en esos sitios es que los reincorporados en medio de todo siguen intentando echar raíces y no manifiestan querer volver a las armas.
Otras consideraciones, como estudios, hijos y una vida más cercana a su nombre de pila que al alias que tenían en la guerra, siguen pesando más que las figuras de Márquez Santrich o alias el Paisa, quienes llegaron a tener mucha ascendencia entre los guerrilleros rasos (a diferencia de Gentil Duarte, el jefe de la más grande disidencia armada hasta ahora).
Estos son los detalles de nuestros viajes a Caño Indio, en el Catatumbo; Tierra Grata, en la Serranía del Perijá; Filipinas en Arauquita; Miravalle en Caquetá; La Variante en Tumaco y Yarumal en Antioquia.
Tierra Grata, Serranía del Perijá
Fue de las primeras visitas del día. 7 de la mañana pasadas. Una camioneta cargada con árboles para plantar. 70. Frutales todos. Abelardo Caicedo (o Solís Almeida, su nombre de guerra en las viejas Farc) quería cañaguates. Quiere poner dos en la entrada de la vereda, a manera de puerta que en días de verano o viento tapice el suelo con una alfombra amarilla. “Pero estamos tratando de que vengan los pájaros, y eso es con los frutales”, dice.
Los donó la corporación autónoma ambiental de la región: Corpocesar, en respuesta a una petición que habían hecho los excombatientes hacía días. ¿Y quién los recibe? Llamen a Carolina, ordena Solís. Ella sabe dónde los vamos a sembrar. Este domingo, con una minga.
Carolina Vargas (o Adriana Cabarrús) aparece en sudadera y un poco despeinada. Se disculpa diciendo que estaba muy ocupada. Con trabajos de la universidad. Ya va por tercer semestre de Administración Pública semipresencial en la escuela superior Esap en Valledupar, y hoy es viernes y tendrá clases de 6 de la tarde a 10 de la noche. Y mañana sábado de 7 y 30 de la mañana a 8 de la noche.
Como si eso fuera poco, Carolina es candidata al Concejo -por el partido Farc, claro- y estos días han sido de campaña a pie, puerta a puerta.
Brevemente, Carolina y Solís dan las gracias a los funcionarios de Corpocesar por los árboles. Firman una planilla de recibido. Beso y apretón de manos. Y foto.
Así estaban las cosas en la vereda Tierra Grata, municipio de Manaure, Cesar, en las estribaciones de la Serranía del Perijá, horas después de que los exjefes guerrilleros Iván Márquez, Jesús Santrich, el Paisa, Romaña y otros, anunciaran en video su rearme y la supuesta resurrección de las Farc, casi tres años después de firmados los Acuerdos de Paz en el Teatro Colón.
303 personas -144 de ellas excombatientes de los otrora frentes 19 y 41 del Bloque Caribe, 28 niños nacidos después de los Acuerdos- viven en este pueblo levantado por farianos y dirigido por Solís Almeida, el excomandante militar que a peso de lealtad y confianza se quedó como su líder desde lo civil.
Mientras el país, y parte del mundo, podría decirse; vivían horas de conmoción por el anuncio de la disidencia armada de Márquez y compañía -y con ella, la posibilidad de más años de violencia eterna en Colombia-, en Tierra Grata hablaban de árboles por plantar.
Y de casas nuevas.
Desde las 5 de la mañana, Germán Gómez (o Lucas) estuvo trabajando junto a otros reincorporados en la construcción de lo que será una bodega para guardar los materiales del proyecto de vivienda que se idearon, y con el que aspiran a pasar de los cuarticos 6X4 que les dio el Gobierno a viviendas de entre 98 y 100 metros cuadrados para cada familia.
Lo están intentando concretar juntando plata de la renta básica que les paga el Estado, con 630 mil euros del Fondo Europeo para la Paz y la promesa de poner ellos mismos la mano de obra.
Los terrenos en los que viven aún no son del todo de su propiedad, el Gobierno paga un arriendo, pero ya lograron comprar 20 hectáreas en las que esperan en 2020 levantar 150 casas (más unas 200 más en el espacio de reincorporación de Pondores, en la vecina Guajira, socio de la misma iniciativa).
También hablaban de agua.
Para el momento de la entrega de los árboles, un grupo pequeño de excombatientes estaba en las afueras de la vereda atendiendo la obra de la manguera de nueve kilómetros que se está instalando para llevar agua desde el río Chiriaimo, que pasa por el cercano municipio de San José de Oriente, hasta Tierra Grata.
Son unos trabajos que financia la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO.
Era la nueva vida transcurriendo con la particularidad de que fue de este espacio, precisamente, de donde hace dos meses salió Jesús Santrich para volver a las armas.
Y de que aquí está buena parte de la otrora guerrillerada que tuvo como jefe regional a Iván Márquez en el Bloque Caribe.
De Germán Gómez (o Lucas) fue el jefe inmediato, de hecho. Cuando Lucas era el director de la escuela del Bloque.
“Por supuesto que una figura como la de Iván, que comandó el Bloque Caribe, ha tenido una incidencia, y yo no me voy a poner a desconocer una forma de lucha en la que estuve por años, pero ahora el compromiso es otro”, dijo ese día ese excombatiente que tiene 56 años, 30 de los cuales estuvo en las Farc, y llegó a ser miembro de la tropa de Jacobo Arenas, Manuel Marulanda y el Mono Jojoy.
Lo dijo mientras cargaba a su primera hija, Luciana Paz, de siete meses. El compromiso de ahora.
En el sentido de lo que más o menos ya se sabe o se intuye, otros exguerrilleros opinaron en reacción a lo de Márquez que creen que se fue por miedo a la extradición, más que por un genuino deseo de seguir en la lucha armada.
Y que quién sabe si el ejército que tiene es grande, pero que si no lo es de todas formas sí existe el riesgo real de que lo engorde con reincorporados descontentos que pueden sentir que ya tiene para donde coger. “Y ellos seguramente los van a llamar”.
Lo clave para que eso no pase, dicen, es que el Estado, más allá de las necesidades básicas, que también, les garantice sobre todo su seguridad jurídica.
“La captura de Santrich fue definitiva para generar esa incertidumbre”, agregó Solís o Abelardo, que fue miembro del Estado Mayor de las Farc y considerado un comandante mítico por sus habilidades militares, pero esa tarde, como Adriana o Carolina, también se fue a estudiar. A la universidad. Su segundo semestre de Administración Pública en la Esap.
Un segundo semestre de la carrera y del año en el que obtuvo matrícula de honor por haber alcanzado un promedio de 4,5 sobre 5.
Y en el que espera sembrar sus cañaguates.
Caño Indio, Catatumbo
Cuando el embajador del Papa llega a un lugar que ni siquiera aparecía con nombre propio en el mapa, es más difícil decir que es un pedazo de tierra perdido.
En teoría no lo es.
Hace tres años, cuando Caño Indio, una vereda de Tibú, en el Catatumbo en Norte de Santander, se convirtió en una de las 26 zonas que escogieron las Farc para concentrarse e iniciar el proceso de reincorporación tras la firma del Acuerdo de La Habana, dejó de serlo en el papel.
Monseñor Luis Mariano Montemayor, ese día hacía la última parada de una suerte de tour que emprendió por orden del máximo jerarca de la iglesia católica, el Papa Francisco, para ver de primera mano el aterrizaje de la paz en Colombia.
En sí misma su presencia era significativa. En todo caso, no a cualquier lado el Papa envía emisarios. Pero justo en ese momento pesaba más.
Hacía 24 horas Iván Márquez, junto a Santrich, Romaña, y un puñado más de excombatientes de las Farc, había formalizado su regreso a las armas.
Había expectativa sobre si ese anuncio ocasionaría una desbandada.
El mensaje que llegaba desde el Vaticano así lo confirmaba.
“Algunos miran esos 1800 que no entregaron las armas divididos en 23 organizaciones. Yo no me la como que Iván Márquez coordina esas 23 agrupaciones, cada una está por su cuenta”, dijo Montemayor ante un público en el otrora espacio de capacitación que incluía excombatientes, campesinos, soldados y funcionarios.
Y continuó: “¿Por qué no hablan de los 10 mil que sí entregaron las armas?, que están luchando a pesar de que tienen protestas, que a veces se sienten defraudados, de que a veces no ha sido fácil integrarse con las veredas... pero esa es la vida, uno no deja las armas y se integra fácilmente porque los otros lo tienen que acoger a uno y eso no se fuerza, se gana. En eso estamos, aquì hay realizaciones, no hay espacio para ser pesimistas”.
Sin embargo, internamente había razones para pensar que lo que Monseñor Montemayor decía no iba a mover fibras.
No porque el mensaje no fuera motivador, sino porque de cualquier forma la condición de civil ya había hecho metástasis en la vida de los excombatientes del Frente 33.
Hay familias, mascotas, planes, sueños que ya son difíciles de desarraigar.
De los 300 que se concentraron en Caño Indio, quedan 79 fijos, según los datos de los mismos excombatientes. Hay otros 120 que son itinerantes porque salen por temporadas a trabajar y vuelven.
Ya ha habido tres generaciones de bachilleres, hay varios que son escoltas de la UNP y hay otros tantos que se están capacitando con cooperación internacional para salud.
“Ya hay algo. Poco pero hay”, nos dijo Héctor. Él llegó cuando tenía 17 años a las Farc y se pasó 18 en el monte.
Y es cierto lo de poco.
Las 40 familias de la vereda y los excombatientes que se concentraron allí, aún cuando siguen siendo sede de visitas de altos funcionarios y delegaciones diplomáticas, siguen perdidos en lo más esencial para el Estado.
Aún no hay luz. La que instalaron se quedó a la entrada de la vereda en el campamento de la comisión tripartita entre la ONU, el Estado y las Farc.
La vía está igual, salvo por tres tramos de pavimento de no más de 50 metros cada uno sobre las curvas más complicadas del trayecto de una hora desde la vía principal hasta la vereda.
Y de los proyectos productivos que prometían cambiarle la vida a los campesinos y a los desmovilizados no se ha podido avanzar.
“Uno es respetuoso de las decisiones que cada uno quiera tomar. Pero aquí estamos la mayoría”, dijo a La Silla Erasmo Traslaviña, una de las cabezas de la desmovilizada guerrilla en el Catatumbo.
Concretamente Erasmo era Jimmy Guerrero, el comandante del Frente 33, y esta vez hablaba sin la barba que se dejó crecer durante los 30 años que duró en el monte. Ese fue su propio símbolo de reincorporación.
El discurso es similar de él para abajo. Los 12 excombatientes con los que hablamos nos dieron una versión casi idéntica.
Pero aún así la moral está. Más por voluntad de los que se cansaron del conflicto, pero al fin de cuentas está.
Ese día, el delegado del Papa también habló de una vaca poco usual.
Sectores civiles, la iglesia y la Alcaldía se unieron para tratar de conseguir los $100 millones que cuesta el terreno en donde están asentados los excombatientes de las Farc.
Una iniciativa simbólica no solo por la colecta en sí misma, que de entrada muestra que hay gente apostándole a un botón de reinicio en un municipio que sigue viviendo bajo fuego con las disidencias, el EPL y el ELN en su territorio.
Sino porque los palmicultores, un gremio tradicionalmente afín al uribismo, hacen parte de las caras y están apostándole a reunir $20 millones para ayudarles.
“Es una apuesta, queremos colaborar para consolidar el paso que ellos dieron”, contó a La Silla Alberto Escalante, el alcalde de Tibú.
Al final, al video de Márquez le hallan dos posibles explicaciones que no tienen que ver con las demoras del aterrizaje del Acuerdo.
Los más políticos dicen que su salida está apalancada en que no logró la presidencia del partido y creó una nueva guerrilla para tener voz de mando; y los más prácticos dicen que fue porque tenía miedo de que lo extraditaran debido a que su sobrino está hablando con la justicia estadounidense.
Como en cualquiera de los casos las bases no se sienten identificadas porque no es algo que les pegue directamente, al interior hay tranquilidad.
Incluso uno de los líderes que está en Caño Indio nos contó que como durante los diálogos de La Habana hubo trabajo sicológico para evitar que hubiera desbandada, también ven un seguro allí.
“Se desactivó el chip de la guerra”, nos dijo un excombatiente que pidió la reserva de su nombre porque no sabía si estaba autorizado a hablar de este tema. “Las disidencias han ofrecido lo mismo desde que se crearon y los que se querían ir, se fueron hace mucho”.
En todo caso en lo que todos sí coincidieron fue en que la foto de Márquez con Romaña, Santrich, y los demás que aparecieron en el video de la semana pasada, puede cambiar si al final el Estado no se decide a llegar.
“Si el Gobierno no muestra avances entonces deja el espacio para que cualquiera que no tenga garantías arranque para allá”, dijo a La Silla Traslaviña.
-¿Usted consideraría volver a armarse si en un año no hay avances?
- No podemos adelantarnos a los hechos, sería un pecadito grave. En estos momentos yo estoy comprometido con la palabra.
Así que al final el reto sigue siendo que la Colombia perdida deje de estarlo y no solo en el papel, sino en la práctica.
Filipinas, Arauquita
El peladero donde se acomodaron hace tres años los exguerrilleros en la vereda Filipinas, Arauquita, reverdeció.
El espacio de reincorporación en esta región ya tiene un cerco natural.
Matas de plátano para su propio consumo, macetas con plantas ornamentales por los pasillos en los que viven apeñuscados, y hasta vestigios de huertas caseras que algunas familias mantienen con pimentón, yuca, maíz y otras hierbas.
Esta finca, que en el papel aún no les pertenece, ya es su casa.
Por eso, la noticia de la nueva guerrilla, fue como una más de las que se conocen a diario.
En palabras de uno de los nueve excombatientes con los que hablamos en Arauca: “ese video no hizo correr ni brisa”.
Un día después de que saliera el video de media hora en el que Iván Márquez y otros exjefes de las Farc anunciaron su regreso a las armas, había una decena de personas reunidas en uno de los patios comunales del espacio de reincorporación.
Eran los líderes de las cuatro asociaciones que han creado los exguerrilleros allí y estaban atendiendo la visita de dos dirigentes de Ecomún.
Que la plata que alcanzaron a ahorrar de los subsidios que dio el Gobierno los dos primeros años ya se está acabando. Que los trámites con las Alcaldías de la región para que apoyen sus proyectos son de nunca acabar. Que ha sido difícil coordinarse entre ellos porque cada uno va por su lado. Cada uno llega con una lista larga de dificultades pero, mientras estuvimos ahí, ninguno mencionó el video.
Salvo por ellos, el caserío parece deshabitado. La zona permanece vacía de lunes a viernes porque la mayoría salen madrugados hacia veredas aledañas a trabajar de obreros o jornaleros o incluso en pequeños pedazos de tierra que tienen por su cuenta para producir sus propios productos.
Después de mediodía empiezan a llegar niños en uniforme. Hay cerca de 80 viviendo en ese espacio de reincorporación y muchos estudian en la escuela de Filipinas, a pocos minutos.
Además, en el espacio de reincorporación adecuaron unos módulos para una casa de los niños, que hace las veces de guardería para los más pequeños de la zona.
“La fiebre de ser mamá pegó duro acá. Por eso ya nadie está pensando en el monte” nos dijo una exguerrillera, tras decirnos que las declaraciones de Márquez no tocaron fibras entre ellos.
Sobre las cinco de la tarde se prende la música en “La Macha”, una taberna que montaron entre dos familias de la zona. Tras aguantar sol en la jornada de trabajo, una partida de billar y un par de cervezas es el refugio de muchos.
La rutina es una muestra más de la vida que ya echaron a andar y que han demostrado no están dispuestos a desbaratar.
Ya hace unos meses lo habían dejado claro.
Cuando el Gobierno Nacional anunció el posible traslado de los excombatientes, tanto ellos como las comunidades de las veredas vecinas se opusieron.
Un traslado representaba dejar tiradas las nueve hectáreas de sacha inchi, la nuez de la amazonía, que ya están transformando y vendiendo recubiertas de chocolate o como aceite medicinal.
Aunque su comercialización está lejos de ser a gran escala, el hecho de estar sacando derivados del fruto es uno de sus más grandes logros.
“Pasa como con la coca. ¿Por qué cogió tanto auge? porque el campesino aprendió a sacarle el derivado. El campesino no vendía la hoja porque de eso no le queda nada. Si nosotros acá logramos transformar lo que producimos, la cosa es bien diferente”, nos dijo Graciela, la exguerrillera que administra la tienda comunal de la zona.
Además, los exguerrilleros lograron gestionar con la Gobernación la pavimentación de 19 kilómetros de vía que comunica a Puerto Jordán, un centro poblado entre Arauca y Tame, con Filipinas y otras ocho veredas de Arauquita, en las que hasta el 2016 la única autoridad la ejercían ellos como grupo armado.
A la par hay muchas quejas. El agua supuestamente es potable pero si la dejan reposar se ve amarilla. Aún no ven ninguna luz para acceder a un proyecto de vivienda y los trámites para que el Gobierno compre las tierras donde están y las ponga a su nombre van muy lentos.
Con todo y eso, se quedan. Incluso, aunque algunos de sus líderes sufrieron atentados y están amenazados por parte de las disidencias de las Farc que los acusan de traidores.
“Los que se querían ir sí se fueron pero desde el principio. Ya le dijimos al Estado que no nos íbamos...ya tenemos todo acá, mucho o poquito, ya tenemos nuestras cosas ¿para qué vamos a dejar todo botado?”, nos dijo Omaira Fuentes, una exguerrillera que lidera la lista al Concejo de Tame del partido de la rosa.
Justo en frente de uno de los patios comunales del espacio territorial, hay un mural de Jesús Santrich.
Mientras pasamos por ahí uno de los excombatientes con los que hablamos nos dijo que sí le había gustado el video.
“Menos mal ya dijeron qué querían ser porque antes no decían nada y sí nos tenían a nosotros ahí en la mitad. Ya con eso hay un respirito...ya todos saben que no somos los mismos”.
Miravalle, Caquetá
En el espacio territorial ‘Oscar Mondragón’ de la vereda Miravalle de San Vicente del Caguán, donde vivieron ‘Iván Márquez’ y ‘El Paisa’ antes de regresar a las armas y donde aún permanecen unos 70 exguerrilleros que dicen seguir comprometidos con la paz, hay una biblioteca con la imagen de Gabriel García Márquez.
“La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, dice la frase que la acompaña.
Esas líneas bien podrían resumir lo que quieren sentir los exguerrilleros que se quedaron y también los que se fueron.
Los primeros están apostando a construir nuevas memorias a partir de iniciativas como el canotaje o rafting sobre el río Pato. Para eso tienen un equipo que se llama ‘Remando por la paz’.
El día del video de Márquez, los de ‘Remando’ consiguieron luz verde a un campeonato nacional con el que pretenden enviar un poderoso mensaje de reconciliación porque además de demostrar sus habilidades sobre un bote como lo hicieron en el mundial que se hizo en Australia en el que representaron a Colombia, quieren abrirle al mundo las puertas de su casa.
El río Pato es el patio de ese espacio territorial.
Se ve desde el filo de la montaña donde están en fila las casas de drywall pintadas de verde con zócalos café. Entre esas casas hay murales con retratos de líderes guerrilleros que no alcanzaron a ver la firma de un acuerdo con el gobierno como Alfonso Cano y Jacobo Arenas. También hay uno de Jesús Santrich.
“Eso se hizo el año anterior, como él (Santrich) ya no está en el proceso, puede ser que la próxima vez que vuelva ya no esté el personaje”, dice un exguerrillero que va pasando por ahí.
El río Pato se convirtió en el secreto mejor guardado para estos excombatientes. ‘El Paisa’ siempre lo vio como la principal apuesta productiva. Él fue el que propuso hacer ahí rafting y también generar energía eléctrica a través de un sistema que emplea un hidrotornillo.
Esas aguas son la que llenan las diez piscinas con las que esperan sacar para la venta más de 6 mil tilapias rojas y negras.
“Cuando hay apoyos y garantías físicas y jurídicas todo se puede”, dice Hermides Linares, el exguerrillero que lidera ‘Remando por la paz’.
Esas garantías fueron las que Márquez y ‘El Paisa’ dijeron no tener en abril del año pasado cuando anunciaron que se iban. Son las mismas que ahora usan como justificación para regresar a las armas.
Para que el campeonato, que está programado para la primera semana de noviembre porque tiene un festivo, sea una realidad están tocando puertas en todos lados.
Al alcalde de San Vicente, Humberto Sánchez, que es uribista, le pidieron que les ayude a mejorar los cerca de 90 kilómetros que hay desde el casco urbano, no solo porque hay tramos destapados y con huecos, sino porque hay amenaza de derrumbes en seis puntos.
Sin carretera transitables, difícil vender la idea de un viaje de tres horas hasta allá. Eso, sin contar las otras tres que hay entre San Vicente y la capital Florencia. Los vuelos hasta San Vicente por ahora solo tienen una frecuencia los martes y sábados.
Aparte de la carretera, también necesitan que les garanticen seguridad. Tanto para ellos como organizadores, como para los visitantes.
Aunque han buscado reducir el estigma de excombatientes con lo del rafting o participando de mercados campesinos en los que llevan plátanos, tomates, pimentones y frutas, y tienen la custodia de 37 policías que se turnan para hacer patrullajes en las veredas, siguen temiendo por represalias.
Dos integrantes de este espacio fueron asesinados el año pasado en hechos que aún no han sido esclarecidos.
Además la sensación que queda cuando se viaja por tierra desde Florencia hasta San Vicente es que aunque no se han vuelto a presentar retenes ilegales y los taxis que pasan por El Doncello, El Paujil y Puerto Rico pueden andar de noche -antes la guerrilla tenía una especie de toque de queda vehicular- de allá nunca se fue el conflicto.
En ese trayecto hay al menos seis puestos de control del Ejército, dos de ellos respaldados con tanques de guerra. Aleatoriamente hay que presentar la cédula y estar prestos para requisas.
Las disidencias también han puesto su parte para generar incertidumbre porque, como contamos después del desarme de las Farc, allá se han seguido presentando extorsiones incluso con tarifas más altas.
El fin de semana, el Ejército dijo que tras un bombardeo abatieron a nueve supuestos disidentes en límites con Meta.
Los que siguen en Miravalle dicen que seguirán en el camino de la paz. “La gente está creyendo en lo que tiene y en lo que pudo hacer durante este tiempo”, resume un exguerrillero.
La Variante, Tumaco
Tal y como ocurrió en Caño Indio y en Tierra Grata, en el Etcr de Tumaco, en Nariño, sus casi 100 habitantes confirmaron que no harán caso al llamado de la banda de Iván Márquez, que ese jueves, horas antes, pidió a los excombatientes ubicados en esos espacios para que se unieran a su “guerra a la oligarquía”.
“Hemos cumplido, seguiremos cumpliendo y nuestra prioridad es la paz”, dijo Martín Trujillo al recibir a los integrantes de la comisión de paz de la Cámara, que tenía prevista una visita precisamente ese día.
Ese es el mismo sentimiento de sus compañeros que con sus familias viven allí desde 2017, y que un día después de la visita de los congresistas comenzaron a comercializar sus productos, principalmente plátano y piña, en los supermercados del puerto.
“Qué más compromiso que tener hijos acá”, contaba en el puerto, una excombatiente de ese espacio.
Y es que en Tumaco, el sitio con más cultivos ilícitos en el mundo, que Márquez haya anunciado su regreso a las armas no pone las alertas sobre los excombatientes, sino en la guerra por la ruta narco que libran las disidencias y grupos narcos que crecieron durante estos últimos dos años y la gran duda: cómo aterriza esa nueva banda en este complicado ajedrez.
Según corroboró La Silla Pacífico en terreno con ocho fuentes que conocen de la situación (entre funcionarios públicos, líderes de zona rural y urbana e investigadores de organismos humanitarios), durante los últimos meses tanto Romaña y El Paisa habrían reactivado sus contactos en la zona.
A Romaña lo conocen bien en Tumaco. La última vez que fue visto allí fue en el Etcr que lideró para llenarlo de proyectos productivos (como contamos en su momento en una visita a la zona), y salió hacia Meta por constantes amenazas de seguridad, especialmente del Frente Oliver Sinisterra (FOS) que en ese momento comandaba Guacho.
“Se fue para no tomar las armas y matarlo (a Guacho)”, nos dijo un líder comunal que lo conoció en la zona; “era muy hablador, pero creíamos en él”, nos dijo un representante de la iglesia que visitó varias veces el Etcr cuando Romaña estaba ahí.
Más recientemente la sombra de Romaña y de alias El Paisa, dos que salieron en el video de Márquez, volvió a aparecer por la región, como contamos a principios de junio, donde contamos que pobladores de zonas rurales como como Corriente Grande habían reportado a la Alcaldía y a organismos humanitarios la presencia de ambos el semestre pasado.
Movidas que, aún sin confirmar, muestran un reacomodamiento de grupos ilegales en el ya complejo panorama de seguridad en el litoral pacífico.
“Cuando vi el video todo cazó”, nos dijo un líder comunitario que intervino en la tregua de disidencias que desde principio de año hay en el Tumaco urbano, en referencia con las movidas de los guerrilleros en zona rural.
Ese líder nos dijo que desde hace un par de meses, otros comunales de zonas rurales sobre Llorente (enclave narco) y “más adentro hacia la cordillera” ha habido reuniones de aliados de los guerrilleros para “formar de forma muy discreta sus grupos”.
Otra reunión nos fue confirmada, por aparte, por un representante de un consejo comunitario cercano allí.
“El Paisa sí estuvo por el Patía. Llegó y mandó sus tentáculos, vino a recuperar territorio”, nos dijo el representante, quien por seguridad no citamos. “El Paisa se conoce esto como la palma de su mano, ellos quieren recuperar esto a sangre y fuego, uno no sabe quiénes son los farianos, quienes serán los nuevos”.
Por esos ruidos, ambas fuentes, además de una fuente oficial en Tumaco y otra humanitaria, nos dijeron, por aparte, que el video de la nueva banda de Iván Márquez no perturba por sus nexos con los excombatientes, sino por los que, vía El Paisa y Romaña, estén recuperando tras dejarlos cuando dejaron brevemente las armas.
“Es muy posible que recojan tentáculos de milicianos o redes de apoyo, esa gente siempre tuvo aliados y esos se activan”, nos dijo, a su turno, un representante de la iglesia que conoció a Romaña.
“Tenemos muchas informaciones de gente en zonas rurales, pero no podría confirmar nada hasta ahora”, nos dijo, sobre las versiones, un alto funcionario estatal de Nariño.
A eso se suma una tercera movida que, sobre el norte del departamento, ha venido ocurriendo en los últimos meses, según dijo una alta fuente humanitaria a La Silla Pacífico, que lo supo de primera mano.
“Estarían entrando por Cauca (frontera norte de Nariño), lo que nos dicen los líderes en El Charco, es que son uniformados a los que la gente llama Farc”, nos dijo esa fuente. “Tendrían 400 personas y habrían absorbido estructuras fuertes en la zona, como las Guerrillas Unidas del Pacífico (GUP)”.
La versión de que aparecieron nuevos actores nos la corroboró un habitante de El Charco, quien dijo que “se están identificando como Farc”.
El gran interrogante es si esta nueva estructura hace parte de la nueva banda de Márquez.
Para todas las fuentes consultadas en terreno para esta historia el riesgo inminente es que así lo sea.
Como prueba, la fuente humanitaria nos dijo que ha habido diferenciaciones con los disidentes; habrían dicho a pobladores que no saben cómo se llamarán, pero que no van a reclutar menores e impondrán reglas de convivencia, como ocurría en tiempos en que las Farc estaban en armas.
Pero el mayor interrogante es cómo aterrizará la banda de Márquez en este mapa con la presencia del disidente Gentil Duarte quien, como reportamos, ya tiene nexos con la disidencia FOS, vía el fortalecimiento con personal y armas del Frente 1.
Yarumal, Antioquia
Un día después de que Iván Márquez y Jesús Santrich anunciaran su regreso a las armas, tres excomandantes de las antiguas Farc –hoy dos de ellos candidatos para las elecciones de octubre y el otro congresista– salieron a hacer campaña política.
Se fueron para Cedeño, un corregimiento en el corazón del Norte de Antioquia, donde antes operaba el frente 36, uno de los más robustos de la región, famoso por sus ataques con explosivos.
Cedeño queda a dos horas por carretera destapada desde Yarumal, el municipio donde hace un año la disidencia del 36 asesinó a tres geólogos de Continental Gold, y que asedian además el ELN y el Clan del Golfo.
La Silla viajó con ellos allí, donde los esperaban un grupo de 23 campesinos, la mayoría cultivadores de caña y de coca, en representación de 13 veredas de Yarumal y del vecino Campamento, dos municipios a los que no ha llegado en forma el posconflicto.
A Yarumal porque no entró en el grupo de priorizados para recibirlo, y a Campamento porque firmó el acuerdo colectivo para sustituir coca, pero por falta de presupuesto el programa sigue embolatado.
Sentados alrededor de una fila de mesas rojas, casi todos con sombrero y la camisa desabrochada hasta la boca del estómago, los líderes comunales escucharon a Omar Restrepo, otrora comandante de los frentes 57 y 36, y miembro de la bancada antioqueña en la Cámara de Representantes.
Él les contó su historia cómo pasó de ser guerrillero a congresista y les explicó que hacía parte de una bancada alternativa que buscaba, entre otras cosas, que a los cultivadores de coca en el país no los capturaran por su trabajo, que el Ejército no les fumigara los cultivos a la fuerza y que pudieran emprender proyectos productivos pronto.
También a su candidato a la Asamblea, Manuel Antonio Benítez, quien comandó el frente 18 en el vecino Ituango.
“Nosotros nos la jugamos en la guerra. Si veíamos a alguien pasar con una urna lo deteníamos. Ahora nos la jugamos por el partido, y nuestra herramienta es el tema electoral”. Ese fue el saludo del candidato Benítez, a quien le decían “El Flaco” cuando era guerrillero.
El candidato fue el último en tomar la palabra en la reunión, que duró casi tres horas.
Habló después de que los campesinos contaran lo difícil que es vivir de la panela y conseguir plata para productirla, y de que Restrepo les prometiera poner el tema en una plenaria en el Congreso, así como organizar con ellos comités regionales de paneleros y una marcha en Campamento para finales de este año.
“El Flaco” no llevó ni afiches ni pasteles con su número en el tarjetón porque, le contó a La Silla, no tiene plata para mandarlos a hacer. Su estrategia para conseguir votos es acompañar a sus “camaradas” –como aún se dicen entre ellos– a las regiones donde tuvieron influencia, y dar un discurso de cierre invitando a votar por él.
Esta vez organizó la reunión Uriel Giraldo, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda La Ceiba, de Campamento, y representante para el Pnis de 12 veredas de ese municipio.
Lo contactó Guillermo León Chancí, “Leonidas o Danilo”, excombatiente del frente 5, excomandante del 58 y delegado por Farc en el 2015 para socializar los acuerdos de La Habana en el Norte de Antioquia, y ahora encabeza la lista cerrada de Farc al Concejo de Anorí.
También es el responsable político del Partido en el Etcr La Plancha, que está a cinco horas por carretera desde Cedeño, en jurisdicción de Anorí, donde viven poco más de 40 excombatientes del frente 36 y sus familias.
Allí, nos contó Guillermo –pues así le gusta que le digan–, avanza un proyecto productivo de cultivo de peces, pero siguen esperando que el Gobierno apruebe su iniciativa estrella, Confecciones La Montaña, que fabrica desde hace dos años sudaderas y mochilas como las que hacían durante la guerra.
“Son de esas que aguantan todo”, describió el candidato al Concejo, enseñándonos la suya, de tela camuflada.
Chancí nos contó que mientras esperan que el Gobierno les dé el OK, recibieron una donación internacional, desde Francia, por 25 millones de pesos para comprar máquinas, hilos y telas; y ahora están abriendo talleres de producción en Caracolí, Chocó, Dabeiba, Ituango y Medellín.
“Todo eso sin apoyo del Gobierno, pero si nos aprueba podemos crecer más”, nos dijo el excomandante, quien cree que así como en La Plancha, los campesinos de Cedeño y Campamento pueden trabajar de la mano de Farc para mejorar sus condiciones de vida.
“Tenemos que trabajar en bloque. Si no trabajamos todos, el proceso de paz se acaba”, les dijo a los campesinos de Cedeño antes de terminar la reunión, en la que no hubo arengas ni aplausos, propios de un evento proselitista en plena campaña local.
Ni Chancí, ni Benítez ni Restrepo, los tres exguerrilleros políticos, mencionaron a Márquez, a Santrich o a su disidencia.
Se devolvieron para Medellín a las cinco de la tarde. Al otro día madrugaban para Puerto Berrío, en el Magdalena Medio, a repetir la jornada.