Villamizar y Díaz, la alianza que se pondrá a prueba en 2019

Silla Santandereana

William Villamizar, gobernador de Norte de Santander, y Èdgar Díaz, senador electo de Cambio Radical.

Las legislativas cambiaron tanto la ecuación del poder en Norte que dejaron al Gobernador con su ficha para sucederlo en 2019 tambaleando y a su aliado de antaño volando más alto que él.

Los resultados de las legislativas del 11 de marzo le dejaron un sabor agridulce al gobernador de Norte de Santander, William Villamizar, quien aunque coronó con una de sus fichas en la Cámara, perdió con las demás apuestas que hizo. 

Eso no solo lo puso a cotizar a la baja dentro del mercado de poder en ese departamento, sino que le cambió los planes que tenía para mantenerse por cuatro años con un aliado suyo dentro en la Gobernación. 

Ahora su ficha tiene el futuro embolatado, y pendiendo de varios factores que de entrada no le juegan a favor.

Los planes

Desde que en 2015 William Villamizar volvió a entrar al palacio de la cúpula de chata, en el Norte político quedaron claras dos cosas: que se había graduado como uno de los políticos más poderosos de la región y que su intención era mantenerse. 

Lo primero, como contó La Silla, lo logró estrechando relaciones con todos los políticos, dándoles participación y cumpliendo compromisos; lo segundo, empezó a moverse a pocos meses de su elección.

Desde ese entonces corrió la versión de que el nombre de Silvano Serrano, quien venía de ser su gerente de campaña y luego se eligió como Contralor del departamento, sería el ungido para sucederlo y continuar con la racha que había llevado a su grupo político a mantener el poder durante 12 años consecutivos en Norte.

Si bien el nombre de Silvano no fue sorpresivo dentro del grupo de Villamizar, en el de su aliado Édgar Díaz de entrada no encajó del todo porque los dos han tenido diferencias que se remontan al primer periodo de Villamizar en la Gobernación.

Entre los políticos, Serrano es conocido como uno de los principales escuderos del Gobernador.

Ambos estudiaron en el mismo colegio de la ciudadela Juan Atalaya -sector popular de Cúcuta- y se conocieron en la asociación de egresados, de la que fueron presidentes. Políticamente se acercaron porque ambos ingresaron al grupo del entonces senador conservador Iván Clavijo y entraron a la vida pública casi al tiempo.

Mientras Villamizar se convirtió en concejal, Serrano se volvió funcionario y estando en cargos públicos pasó a ser uno de sus aliados más cercanos. 

Por eso, cuando Villamizar se eligió Gobernador por primera vez lo designó como secretario general, y, según le contaron a La Silla cuatro políticos del departamento por aparte, le dio el poder suficiente para que ser conocido como su segundo. 

Sin embargo, a la par de que Serrano empezó a escalar con Villamizar, fue marcando distancia con Díaz, quien desde ese entonces, como nos lo describieron todas las fuentes con las que hablamos, ya era su socio político.

Los socios y la fisura

William Villamizar y Edgar Díaz iniciaron en la política en las toldas del Partido Conservador, el primero en las filas de  Iván Clavijo y el segundo en las de Mario Lamk Valencia. 

 

Díaz, sin embargo, pasó a las filas de Juan Manuel Corzo cuando su padrino político se quemó.

Los dos estrecharon relaciones cuando fueron concejales de Cúcuta durante tres periodos consecutivos y como su carrera se hizo a la par, también empezó a despegar al tiempo.

Para las locales de 2007 ambos empezaron a ser considerados dentro de sus propios grupos como candidatos a la Gobernación de Norte. 

William, entre otros, con el apoyo del entonces alcalde de Cúcuta hoy condenado por homicidio, Ramiro Suárez Corzo; y Édgar como la ficha de Corzo, quien con él quería dar un salto más dentro de la escala de poder en Norte.

Sin embargo, un acuerdo que hasta ahora se mantiene, le desbarató los planes a Corzo en esas elecciones.

Una fuente de adentro del grupo de Díaz y Villamizar le contó a La Silla que desde ese entonces se creó una suerte de cofradía entre ellos para apostar juntos en las elecciones y turnarse el poder.

“Ellos (Villamizar y Díaz) habían hecho equipo en el Concejo con Javier Prieto, con Juan de Dios García...se hicieron muy amigos. Llegaron al consenso de apoyar a William ese año previendo que Díaz llegara a la Gobernación cuatro años después y finalmente así se dio”, le dijo a La Silla ese político.

En efecto, lo que sucedió fue que Díaz salió de las toldas de Corzo y en cambio fue uno de los más visibles en la campaña de Villamizar. 

Tras el triunfo llegó a su gabinete como Secretario de Educación (una de las más poderosas por la burocracia que maneja) y empezó a pavimentar el terreno para cimentar su propia aspiración. 

En ese entonces Díaz y Silvano Serrano se cruzaron directamente.

Serrano fue nombrado en la Secretaría General y como para ese entonces ya era la mano derecha de William Villamizar, según nos lo contaron cuatro políticos por aparte, empezó a manejar mucho poder dentro de la Gobernación.

“En ese momento hubo diferencias porque Díaz era el candidato, pero Silvano quería mandar a su acomodo y no atendía a gente que le enviaban, desconoció a todo el mundo”, nos dijo un diputado de Norte. Dos concejales de Cúcuta y una fuente que conoce la movida política del departamento nos dieron una versión similar. 

Por eso el germen de la discordia quedó sembrado, y desde entonces se le ha devuelto a Serrano en efecto boomerang.

La primera vez fue cuando Édgar Díaz se eligió en la Gobernación en reemplazo de Villamizar y con su apoyo.

Aunque Serrano fue ratificado en la Secretaría General como cuota del entonces exgobernador, sus funciones quedaron limitadas y por eso salió varios meses después.

“Lo aburrió y le pasó la cuenta de cobro”, dijo a La Silla una fuente de adentro del grupo de Villamizar.

La segunda se empezó a cocinar desde que arrancó la previa de las legislativas y tiene sus orígenes en la fisura que se abrió entre Díaz y Villamizar con ocasión de esa campaña.

Desde que terminó su periodo como Gobernador, se supo que Díaz quería llegar al Congreso. 

Aunque por ser del mismo grupo empezó a sonar como el candidato de William e incluso él lo ayudó a mantenerse vigente en la política regional posando para las fotos de inauguraciones de obras en 2016 y parte de 2017, y hasta llevándolo a reuniones políticas, al final su respaldo se diluyó.

Eso obedeció en gran parte a que Villamizar ya tenía compromisos con los otros congresistas que lo ayudaron a elegirse en 2015, algo que Díaz (se lanzó con el aval de Cambio Radical) sabía; sin embargo, en la recta final de la campaña hubo un roce. 

Según una fuente de adentro del grupo de Díaz que lo que supo de primera mano, el ahora senador electo de Cambio se dio cuenta de que la gente de William le estaba quitando parte de su estructura política.

“Le dijo (a William Villamizar) que él entendía que no le podía poner (votos) a él pero que tampoco le quitara. Él no esperaba que le compitiera votos (...) No fue una pelea como tal pero sí marcó distancia”, explicó. 

Mientras eso sucedió y Díaz se preparaba para medirse con su estructura en Cambio, Silvano Serrano entró como uno de los gerentes de la campaña de Germán Vargas Lleras como delegado del Gobernador.

La idea, según nos contaron dos fuentes de adentro del grupo de Villamizar, era que en ese cargo su ficha aprovechara para tender las bases de su aspiración para 2019. Sin embargo, los resultados del 11 de marzo le cambiaron la ecuación. 

La empantanada

Aunque en las legislativas pasadas Villamizar reeligió a su ahijado Wilmer Carrillo en la Cámara con 66 mil votos, en el Senado perdió con dos de los candidatos que ayudó a empujar -Manuel Guillermo Mora y Juan Manuel Corzo-, y no quedó bien parado con el tercero -en las toldas de Andrés Cristo dicen que no recibieron tanto apoyo como esperaban-. 

Además la fisura que generó con Édgar Díaz, quien obtuvo 83 mil votos sin tener el apoyo completo de la Gobernación, le torcieron el status quo.

Cuatro fuentes le dijeron a La Silla, que desde los comicios la capacidad de Villamizar de cumplir compromisos quedó en veremos y su fuerza política también. 

“A William lo están midiendo por los 66 mil votos que sacó Carrillo con toda la Gobernación de su lado, eso es muy poco y en política lo que eso significa es que se volvió prescindible”, nos explicó un político que conoce por dentro las movidas de ese grupo. “Ya no está en condiciones de imponer de candidato”.

Eso significa que de entrada la aspiración de Silvano dependerá de más factores y tendrá competencia de frente. 

Desde hace unas semanas en el sonajero de la Gobernación entró el nombre de Gregorio Angarita, el actual director de la Corporación Autónoma Regional de Norte de Santander, Corponor. 

Angarita, como ha contado La Silla, entró a ese cargo tras el empujón que le dio Édgar Díaz siendo Gobernador y es conocido por ser una de sus fichas.

En el grupo de Díaz tres fuentes nos dijeron que aún no habían definido candidato y que eso en parte se debía a que estaban esperando los resultados de las presidenciales, algo que en todo caso tampoco le aclara el panorama a Serrano.

Si Vargas ganara, Díaz se empoderaría como el Senador del partido y tendría aún menos incentivos para negociar con un nombre que no es de sus toldas directas y con el que tiene diferencias; si el candidato uribista Iván Duque gana el que se fortalecería sería Juan Carlos García, quien con la quemada de Corzo pasó a ser el mandamás conservador.

En el caso del último, que es particularmente importante para Silvano porque él quiere es aval,  tampoco es tan claro el incentivo que tendría para apoyarlo. 

En lo que sí coincidieron fuentes de todas las vertientes con las que hablamos es que por ahora lo que toma fuerza es una candidatura de consenso, porque solos ni a Villamizar le alcanza para poner sucesor ni a Édgar para asegurar que el reemplazo será de su línea.

“Viene una etapa de negociación que se calentará después de las presidenciales, cuando ya sepamos cómo quedamos”, nos dijo una fuente de adentro del grupo de Díaz.

Así que por ahora, los planes de Villamizar con Silvano quedan neutralizados. De su capacidad de sobreponerse a la baja de su imagen en las legislativas y negociar dependerá el futuro de su ficha.

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