La guerra en Tumaco después de Guacho y David sigue igual

Silla Pacífico

La calma chicha se mantiene en el segundo puerto del Pacífico tras los operativos contra los líderes disidentes. Uno de ellos ya habría sido reemplazado, al otro le estarían pisando los talones otros grupos ilegales.

 

Tres semanas después del operativo en el que murió David, líder de las Guerrillas Unidas del Pacífico (GUP), y tres semanas luego de que la Fuerza Pública supuestamente hiriera a Guacho, el líder del frente Oliver Sinisterra; en Tumaco ya pasó el show que hubo con estas operaciones.

 

Acá todo sigue como ha sido: una calma chicha en la que “en cualquier momento vuelve a explotar todo”, como me dice un patrullero de la Policía que lleva cinco meses en el puerto.

Esa calma relativa que se siente estando en la calle en medio del calor de hasta 30 grados al mediodía, los pitos de las motos y las plantas de energía sonando desde la madrugada, a veces se perturba cuando explotan granadas, como ha ocurrido tres veces en estas tres semanas.

Luego de los dos operativos por los que el presidente Iván Duque sacó pecho, en Tumaco esos golpes no han generado muchos cambios.

En el puerto se mantiene intacta la estructura de David, quien supuestamente tendría un reemplazo desde antes de que fuera abatido.

Y también, habitantes, Fuerza Pública y líderes sociales, o sea los que sufren la violencia de las disidencias, no bajan a Guacho de un inflado de Gobiernos y medios, pese a ser el exguerrillero disidente que puso en jaque la seguridad de la frontera colombo-ecuatoriana y de haber secuestrado, torturado y asesinado a cinco ciudadanos ecuatorianos.

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Hace dos semanas en el barrio Ciudad 2 mil fue el velorio de Héctor David Segura, alias David, luego del operativo de la Armada y la Policía.

Allí, según un mando militar, a su mamá la acompañaron unas cincuenta personas que caminaron por estrechas calles con el carro fúnebre, mientras un helicóptero de la Policía sobrevolaba el recorrido.

”David de lejos era el más fuerte de los disidentes”

Alta fuente militar

En Tumaco dicen que la mujer tiene cinco hijos, tres de ellos, según la Fiscalía, hacían parte de las GUP: Don Y, que las fundó y fue asesinado por las Farc, María del Carmen Segura, alias Carmen, quien habría manejado la plata de la disidencia y David.

Los dos últimos cayeron en el operativo de la madrugada del 8 de septiembre.

La señora por teléfono me dijo que su hija no era parte de la disidencia, que su hijo David estaba enfermo en San Juan, una vereda tumaqueña a 90 minutos en lancha arriba del río, y que los masacraron. Medicina Legal no corroboró esa última información.

(Lo que dijo oficialmente la Armada e inteligencia de la Policía es que lo encontraron gracias a que le pusieron un GPS en una vela que usó una rezandera que fue desde Antioquia hasta Tumaco para bendecirlo).

Según dijo la Revista Semana, la mamá de los tres disidentes también hacía parte de la estructura de las GUP manejando plata.

La caída de los hermanos Segura no significa que las GUP se acaben.

Según me dijo una persona que conoce la movida de las GUP en el casco urbano de Tumaco, a David ya lo estaba reemplazando un hombre al que le dicen Borojó y que estaría en control de barrios como Panamá y Viento Libre, donde esa disidencia maneja la zona.

Incluso el Ejército comenzó a buscarlo desde la caída de David, probando una vez más que la GUP es el principal ejemplo de que estos grupos son fácilmente reciclables en su mando.

Lo que esa fuente en terreno contó y fue corroborada por otra en el puerto, es que ese cambio de mando habría ocurrido antes de que David cayera en el operativo.

Dos fuentes militares dijeron que David seguía al mando hasta que fue dado de baja.

“David era de lejos el más fuerte de todos los disidentes”, me dice dos semanas después del velorio, una de esas fuentes militares, quien ese martes regresaba a su despacho luego de una reunión en la que revisó los operativos con las fuerzas de Policía, Ejército y Armada que hay en la zona.

Lo era, me dice, porque a diferencia de Guacho, David y las GUP tienen influencia y presencia en los barrios más calientes de la ciudad, como donde fue velado.

Prueba de eso es que la principal hipótesis de las explosiones de estos días apuntan a que ocurrieron en represalia al operativo contra David.

Pero no solamente en el casco urbano. En San Juan, donde ocurrió el operativo, a David y Don Y los recuerdan como héroes.

Allá los dos disidentes pavimentaron algunas de las calles y arreglaron casas, algunas de hasta tres plantas, (algo poco común en una región donde los niveles de pobreza y desempleo superan la media nacional) según me contaba en el centro de Tumaco un líder de un consejo comunitario que puede entrar sin problema a la zona.

Si un foráneo quiere entrar, primero debe pedir permiso a través de un contacto que conozca a la estructura o a un líder local; montarse en una lancha con alguien “de logística” de las GUP y ser recibido por varias personas que acompañan el recorrido por la vereda, muchos de ellos jóvenes y con radiotransmisores.

“Hay veces que uno se monta con los jefes y ni siquiera a ellos les dejan llevar seguridad”, me dice una funcionaria de la Procuraduría que también ha hecho esos viajes a las veredas con presencia de disidencias, reconociendo lo difícil que es entrar sin ‘permiso’ del que manda.

En el casco urbano de Tumaco, las GUP mantienen control de los barrios Viento Libre, Panamá, Ciudad 2 mil y otros, y hasta definen disputas entre vecinos y ofrecen protección a los habitantes frente a posibles enfrentamientos con otros barrios.

Este último era el actuar típico de las bandas paramilitares, que controlaban la cotidianidad de la gente en una suerte de Estado paralelo.

En esos lugares, como contamos, había -al menos- una de las 11 casas de pique que denunció la Procuraduría el semestre pasado.

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Sobre el paradero del archienemigo de David, Walter Arizala, alias Guacho, hay muchas versiones en Tumaco acerca de qué le pasó y ninguna es la del Gobierno que insiste en que le dispararon en la espalda dos veces y estaba gravemente herido.

Las versiones van desde que al que le dieron dos tiros fue a su jefe de seguridad, que está nuevamente en Alto Mira (donde el año pasado fue asesinado el líder José Jair Cortés, a manos del Oliver Sinisterra de Guacho), que sus hombres desaparecieron su cuerpo en ácido o que incluso se habría entregado a la ONU.

En lo que sí están de acuerdo tanto oficiales de la Fuerza Pública, como habitantes de Tumaco es que Guacho era “un inflado”.

“Guacho no es que tuviera tanto poder. A Guacho lo inflaron por la muerte de los cinco ecuatorianos”, nos dice un alto oficial de la Fuerza Pública en referencia a los tres miembros del diario El Comercio asesinados por Guacho en abril y dos comerciantes también asesinados un mes después.

A pesar de que estos crímenes pusieron en jaque la seguridad de la frontera, obligaron a reuniones bilaterales y generaron el rechazo general, tanto el oficial como las demás fuentes consultadas para esta historia dicen que en el Tumaco urbano Guacho no ha sido tan fuerte como David.

Mario Lata cambió de brazalete por los últimos 10 años; ahora entró a los barrios de Tumaco

Como no está oficialmente ‘dado de baja’ en la fuerza de Tarea Hércules que lo persigue no hablan de un posible reemplazo.

Pero en el casco urbano desde hace meses vienen rondando un nombre de quien querría coger las pocas estructuras que Guacho tenía en los barrios: Mario Lata.

De él me hablaron dos investigadores, un líder de un consejo comunitario, dos políticos, una alta fuente humanitaria y un alto oficial de la fuerza pública.

Sobre Mario Lata (el oficial nos lo refirió como Mario Cabezas) se sabe que cambió de brazalete en los últimos 10 años: de las AUC pasó a los Rastrojos, de ahí a la Columna Daniel Aldana, de ahí al narcotráfico.

“Es mero mero narco”, dijo el oficial.

Habría llegado a principios de año a pelearle la ruta del narcotráfico a Guacho sobre el kilómetro 37 por la vía a Llorente; a mediados de año habría sido el causante del enfrentamiento entre dos grupos que trabajaban para David entre los barrios Viento Libre y La Paz y que ocasionaron el desplazamiento de 40 familias.

En Humberto Manci y Voladero, barrios donde hay presencia de gente de Guacho y de su banda subcontratada, la Gente del Orden, la dinámica es similar a los barrios donde están los de David.

“La gente nos conoce y nos alerta si viene alguien”, me dice un desmovilizado de las Farc de la antigua Columna Móvil Daniel Aldana, de donde salieron los disidentes Guacho y David. Él trabajaba en la estructura de Guacho.

No le veo las secuelas de la guerra: es alto, fornido, afro como la mayoría de los tumaqueños. “La guerra lo cambia a uno mucho, lo jode acá”, me dice señalándose la cabeza.

“A Panamá, Viento Libre, no podemos ir porque allá está la gente de David, nos tienen declarados objetivo militar. Estamos encerrados”, dice sentado en una casa hecha de madera y concreto, sostenida por palafitos, como la gran mayoría del barrio.

Dice que él y sus excompañeros no guardan armas, que se reinsertaron individualmente a través de la Agencia Nacional de Reintegración. Que les incumplen con pagos por estudio y que por eso consiguió trabajo en otra ciudad, donde va y viene.

“Yo quisiera que ustedes fueran a la bahía y vieran los que sí están armados. Son como 30 personas todas con armas en las lanchas. A nosotros nos confunden con ellos. Nosotros vivimos del diario”, relata.

En la bahía hay de hasta 30 personas armadas en las lanchas

Desmovilizado Farc

A la salida de la casa sus compañeros beben. Es martes en la tarde y ya va bajando la luz natural. Un grupo de 10 hombres similares a él altos, fornidos, afro, beben ron de a copitas en la calle.

Son centenares de casas sostenidas por palafitos sobre el mar y el agua que se ve bajo los puentes de madera y calles de concreto están llenas de basura, latas, envases de plástico, comida y mangueras. En una de las esquinas de la entrada del barrio un grupo de seis hombres, dos de ellos en moto, vigilan la entrada.

Entre más uno se adentra en las calles del barrio, más estrechas son las distancias entre una casita y otra. No hay presencia de Fuerza Pública.

En una de las casas sobre la bahía, al menos cinco lanchas, algunas con motor grande, se apostan al lado de una casa de palafitos. Adentro cinco hombres y un joven cargan atunes de tres kilos, los parten y deshuesan y los meten a neveras.

Sobre una de las lanchas hay más de 10 galones de gasolina, suficientes para tanquear una camioneta grande.

El combustible es clave en Nariño, en parte por la cadena del narcotráfico. Con la gasolina (que en el departamento la subsidia el Estado), se arman las cocinas donde la mata se vuelve pasta, se cargan las camionetas que llevan la mercancía ilegal y se ponen los galones para las lanchas.

De las casi seis mil estaciones de gasolina que hay en el país según el Ministerio de Minas a corte de octubre de 2017, en Nariño quedan 617 y 70 de ellas están en Tumaco.  

Según denunció este año Diario del Sur, pese a que en este departamento queda el 10 por ciento de las estaciones, la gasolina no alcanza. De 9 millones de galones que llegan al departamento al menos 5 mil son robados para contrabando en departamentos vecinos y para llevarlos a los laboratorios de coca.

“Uno ve por las trochas cómo llegan las camionetas a las estaciones a cargar gasolina y llevárselo para el monte”, me dijo un dirigente político que conoce la movida de ese ‘cartel del combustible’.

Esta semana, en Cali fueron capturadas 16 personas que pertenecían a ese cartel y en el que estaban además un exalcalde de Mosquera y un funcionario de la Contraloría de Nariño.

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“Si hay plata y armas la gente arranca al negocio”, me dice un joven exlanchero y expandillero, que tiene amigos y familiares dentro de estas estructuras.

Estamos sobre uno de los puertos donde a veces atracan diez o veinte lanchas que se apostan en las bahías de las islas de Tumaco (y que están en constante riesgo de tsunami). Al frente están los manglares de otra de las islas. La marea está bajita y el mar tranquilo. Es miércoles al medio día.

Me cuenta que el negocio del transporte de la pasta de coca afuera del país se concreta desde estos sitios, porque las lanchas de motor grande pueden llegar hasta Ecuador o Guatemala.

“Poner una tonelada (de coca) al agua cuesta 1.200 millones de pesos. Con eso pagas la vacuna del que manda en el cultivo (Farc antes, ELN en algunos sitios por el norte del departamento, las disidencias en la ruta del río Mira), la lancha, la brújula, te dan la ruta y el combustible”, me dice.

En altamar, un “dj” -como nos refiere a una persona que en tierra maneja las comunicaciones por radio- alerta a la lancha si pasa la Armada, indica a donde desviar y evitar los controles.

Un viaje hoy, nos cuenta, puede durar una semana a Centroamérica.

Poner una tonelada de coca en el mar cuesta 1.200 millones de pesos

Exlanchero

Le suena el celular. Es el papá de un amigo de él que lleva preso casi un año porque fue lanchero de una de esas cargas. Se enteró que estaba en el negocio porque su amigo le contó que ya lo iban a recoger para irse. “Le dieron un adelanto de 30 millones de pesos”.

Atrás de donde estamos suenan motos. Están llegando seis muchachos, todos jóvenes, delgados, bronceados. Hacen ruido con los motores para llamar la atención entre ellos. Se ríen y bajan a tomarse una gaseosa al lado nuestro.

“Así era antes todo”, dice el exlanchero, que ahora está buscando retomar sus estudios y terminar la universidad. “La gente salía con su motico, sin problema, como ellos, pero el negocio lo coge todo”.

En el comando de Policía acaba otra reunión de seguridad.

“El sábado entonces armamos partido?”, le dice un uniformado a su compañero a la salida de un despacho tras una reunión.

“No sé, uno siempre que cuadra algo el sábado pasa algo duro”, le dice el otro.

Acá siempre pasa algo duro.

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