Los cuatro días de confinamiento que comienzan hoy en varias regiones del país, más que un ejercicio, mostrarán una cara extrema de la emergencia.
El simulacro de lo más duro del coronavirus
El gobernador de Cundinamarca, Nicolás García (izquierda) y la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, ayer durante la rueda de prensa en la que explicaron cómo serán los simulacros.
Cerca de 14 millones de personas amanecen hoy en el llamado simulacro de aislamiento en sus casas en Bogotá, Cundinamarca, Meta, Boyacá y Santander, que durará hasta el lunes y con el que las autoridades pretenden evaluar cómo deben responder en caso de que la propagación del coronavirus obligue a hacer una cuarentena que pueda durar más tiempo.
Al final del día se les sumarán, por lo pronto, Antioquia, Valle y Cartagena, y mañana Manizales, con lo el fin de semana lo pasarán en sus casas unas 25 millones de habitantes, más de la mitad de la población del país.
Es una decisión que intentan preparar a la gente y a las instituciones para un escenario extremo, que puede llegar en cualquier momento y cambiar la forma como se ha enfrentado la emergencia en las dos semanas que han pasado desde que se detectó el primer caso.
Dos modelos (más otro en estudio)
Colombia llevaba hasta el cierre de esta historia 108 casos confirmados de coronavirus (en Cartagena investigan si hay un muerto) y la pretensión de las autoridades es que se propague lo menos rápido posible para que el sistema de salud no colapse.
Hasta ahora se han venido aplicando estrategias de lo que se conoce como mitigación del contagio.
La epidemióloga colombiana Zulma Cucunubá, investigadora del Imperial College, de Londres, que esta semana dio una conferencia sobre el coronavirus en la Universidad Javeriana, explica que la mitigación le apunta a “desacelerar la velocidad a la que aumenta el contagio, pero no necesariamente a detenerlo”.
Más allá del lavado constante de manos, la principal recomendación ha sido que la gente evite al máximo el contacto físico con otras personas, teniendo en cuenta que al coronavirus lo caracteriza su alto nivel de propagación: una persona infectada puede llegar a contagiar, en promedio, a otras dos o tres (es ya muy conocido el caso del llamado paciente 31 en Corea del Sur, que se estima que contagió a más de mil personas).
Disminuir la interacción social para evitar la propagación es el objetivo de medidas como, por ejemplo, la suspensión de las clases en los colegios, la prohibición de reuniones de más de 50 personas y el aislamiento de los ancianos de 70 años o más que ordenó el presidente Iván Duque.
También, la alerta amarilla que declaró Claudia López en Bogotá, que tiene como una meta central disminuir el número de pasajeros en Transmilenio, que ya van casi por la mitad; y los toques de queda que han decretado alcaldes y gobernadores para que nadie salga en las noches en sus municipios y departamentos (con o que evitan, entre otras cosas, la rumba), y para que durante el día no lo hagan ancianos y menores de edad (varía en cada región).
El objetivo es disminuir lo más posible el contacto social sin parar totalmente la interacción entre personas y permitiendo que salga la gente que necesariamente tiene que ir a trabajar, o que, por ejemplo, uno pueda ir a comer a restaurantes. Es lo que ha venido ocurriendo en los últimos días a pesar de que no sea recomendable.
Las proyecciones que el equipo de investigación del Imperial College en el que trabaja Cucunubá hizo para Reino Unido y Estados Unidos indican que con la mitigación se reducen las necesidades de hospitalización y de camas de cuidados intensivos, y que las muertes pueden reducirse en dos tercios.
Es decir: en un caso hipotético en el que las muertes diarias fueran 9, con una estrategia de mitigación podrían bajar a 3.
Sin embargo, para esos dos países las proyecciones del equipo en el que trabaja Cucunubá también indicaron que, por más óptima que sea la mitigación, el virus genera “un número de casos y muertes que supera la capacidad” de esos sistemas de salud.
“No es difícil imaginar que si estos parámetros se comportan igual en América Latina, estaríamos igual”, dijo Cucunubá.
Eso, como contamos en La Silla, es algo que muy probablemente pase en Colombia porque de entrada hay falta de camas hospitalarias (el promedio en Corea del Sur y Japón es de 12 camas por cada mil habitantes, y en Colombia es 1,7).
La lógica que tiene detrás el confinamiento obligatorio que arranca hoy y va hasta en el martes en algunos casos se sale de la mitigación y tiene que ver más con una estrategia conocida como supresión, que es el otro modelo que puede aplicarse, según Cucunubá.
La supresión pretende eliminar todo contacto social a partir de confinamientos largos, con el fin de acabar la transmisión del virus.
Fue lo que hizo China en Wuhan (la ciudad donde comenzó la pandemia); es lo que están aplicando Italia por un mes y España por 15 días, que podrían extenderse; es lo que está ocurriendo en una parte de California, el tercer estado con más casos en Estados Unidos (en Nueva York ya lo están considerando); y es lo que desde hoy comenzará a hacer Argentina, inicialmente por 11 días.
Con la supresión “podríamos mantener el número de casos por debajo de nuestras capacidades; es decir, podríamos responder, pero dependería del tiempo que pudiéramos estar sin contacto social de manera absoluta”, aclara Cucunubá.
El contagio, bajo esta medida, puede pararse, pero si vuelve la interacción social se corre el riesgo de que retorne la propagación del virus. Ese, por ejemplo, es un riesgo ahora en Wuhan.
Un escenario tan extremo es lo que genera inquietudes de que lo de hoy se plantee como un ejercicio, ya que así se llame simulacro tendrá efectos directos sobre la economía de las ciudades.
“No parece haber en los cálculos de la Alcaldía una razón distinta a ver qué pasa, pero la gente necesita salir a ganarse la vida. Si hay que encerrarse por razones epidemiológicas, hay que hacerlo, pero no es un juego. A muchos los deja sin pan. ¿O queremos que los más vulnerables simulen cómo es pasar hambre?”, dice Marc Hofstetter, profesor de economía de Los Andes.
Cucunubá dice que tanto la mitigación como la supresión tienen en común un costo social muy alto.
Hay una tercera estrategia que, según la científica, aún no está probada pero puede ser una posibilidad: el distanciamiento social intermitente. Se trata de aplicar supresiones fuertes por un tiempo, mientras se bajan los ingresos a las unidades de ciudados intensivos y se recupera el sistema de salud, luego levantarlas por períodos relativamente cortos, e implementarlas de nuevo cuando sea necesario.
Así se puede ir controlando la presión sobre el sistema de salud, reducir la tasa de muertes e ir logrando que la gente quede inmunizada (los estudios hasta ahora indican que una persona que tuvo Covid-19 una vez no se vovlería a enfermar, pero faltan más estudios para estar seguros).
El escenario que plantea el simulacro es inédito y es lo que dicen los mandatarios de Bogotá y los otros cuatro departamentos que quieren entender mejor en estos días.
El monitoreo
El objetivo es que las autoridades hagan un despliegue de funcionarios en sus territorios para ver qué es lo que pueden mejorar en una eventual cuarentena.
En Bogotá, por ejemplo, arrancaron desde el miércoles con un Puesto de Mando Unificado en el Centro de Comando, Control, Comunicaciones y Cómputo (C4), ubicado en el occidente de la ciudad, que irá hasta el final del simulacro y estará a cargo de Claudia López, que estará acompañada del director del Instituto para la gestión de riesgos (Idiger), Guillermo Escobar.
Cada gobernador hará lo mismo en su territorio.
En la ciudad, cada secretaría se encargará de una de las 20 localidades, con la idea de que distribuyan funcionarios, por turnos, durante los cuatro días. Por ejemplo, La Silla supo que en Suba habrá 250 personas.
Se encargarán de hacerle seguimiento al comportamiento de los ciudadanos, y tendrán formatos para registrar información, por ejemplo, sobre quiénes salen de sus casas y por qué, para entender mejor las dinámicas de la gente en una situación de estas.
Estarán activas, sobre todo, las secretarías de Salud para monitorear la red hospitalaria; la de Gobierno, para los balances de incumplimiento del decreto del simulacro; la de Seguridad con el monitoreo del orden público; la de Desarrollo Económico, que estará al tanto del abastecimiento de alimentos, y la de Integración Social, encargada de la población vulnerable, como habitantes de calle.
De ese despliegue saldrá el balance que hagan el martes, que mostrará no sólo lo que se debe afinar en caso de que toque hacerlo, sino el costo de parar prácticamente del todo.