En 2015 el Centro Democrático aunque se enfrentó a las estructuras regionales tradicionales. Ahora decidió unirseles.
El uribismo va a octubre con el todo vale
Foto: Partido Centro Democrático
Ayer terminó la inscripción de candidatos para las elecciones locales de octubre, que muestran que el uribismo, que en las anteriores elecciones regionales se presentó como una alternativa de derecha a las estructuras tradicionales, esta vez hizo varias alianzas con ellas.
Aunque tendrá candidatos propios en varias regiones y competirá en lugares en los que 2015 no lanzó a nadie, ser el partido de Gobierno y el más votado al Senado, en lugares con tanto peso como Bogotá, Barranquilla o Cali prefirió avalar a candidatos no uribistas y que se la jugaron por el Sí en el plebiscito de 2016.
Eso muestra a la vez que las maquinarias siguen fuertes en las elecciones regionales y que el uribismo, instalado en el poder nacional, es más pragmático que cuando estaba en la oposición.
El todo vale rompecorazones
“Si vemos que no estamos de primeros o de segundos en las encuestas, nos vamos coavalando a otro candidato”, le dijo a La Silla Vacía el representante uribista por el Valle, Christian Garcés.
Esa decisión dejó por fuera a candidatos que venían haciendo la tarea desde que arrancó el año.
El caso más sonado fue el de Ángela Garzón, quien ganó la candidatura a la alcaldía de Bogotá en una encuesta interna contra Samuel Hoyos, quien renunció a su curul en la Cámara para aspirar.
Esta semana el Centro Democrático prefirió avalar al candidato liberal peñalosista Miguel Uribe, que ya había recibido los avales conservador y de los cristianos de Colombia Justa Libres.
Con eso el Centro Democrático quedó aliado de los dos viejos partidos tradicionales, tuvo el ruido de que Garzón renunció al partido y marcó una diferencia con el apoyo hasta el final al hoy embajador en Washington Francisco ‘Pacho’ Santos, que se sabía que no ganaría.
Ese contraste con 2015 ocurrió en por lo menos cuatro regiones más.
Una es La Guajira, donde el Centro Democrático había definido su candidato a la Gobernación en una encuesta que Maritza León le ganó a Miller Soto.
El viernes en la mañana decidieron apoyar a Delay Magdaniel, que se presentó por firmas y viene impulsado por el condenado exgobernador ‘Kiko’ Gómez y por el senador uribista Honorio Henríquez. León acabó renunciando al partido.
El jueves había ocurrido algo parecido en Bucaramanga: como contó La Silla Santandereana, el partido le dio el aval a Claudia Lucero López, que se presentó por firmas pero tiene el apoyo de su esposo, el senador liberal Miguel Angel Pinto.
Así, dejó por fuera a Jhan Carlos Alvernia, que venía haciendo toda la tarea dentro del uribismo para ser su candidato y ya parecía tener el aval.
Algo parecido pasó en Cali, pues el jueves en la tarde el uribismo anunció que le dio el aval al excandidato liberal al Senado, Roberto ‘Chontico’ Ortíz, que se presentó por firmas. Eso luego de que renunciara a su aspiración el concejal uribista Roberto Rodriguez.
En Boyacá también hubo caras largas. Como contamos, el aval a la Gobernación acabó en manos del candidato avalado por Cambio Radical, ASI y los conservadores, el expidutado por La U, Jonatan Sánchez. Eso a pesar de que el Centro Democrático había hecho una encuesta interna para definir su candidato propio, que perdió el exsenador Rigoberto Barón y ganó el candidato del senador Ciro Ramírez, Guillermo ‘Mono’ Sánchez.
Esas decisiones de última hora se dan en otros partidos, y aunque tienen antecedentes como la despachada de la candidatura presidencial de Pacho Santos en 2013 o la de Liliana Rendón a la Gobernación de Antioquia en 2015 , marcan un giro en la medida en que no fueron para reemplazar un candidato uribista por otro, sino para tumbar al uribista e irse a las toldas de un aspirante que es ficha de políticos tradicionales no uribistas.
El Cambio
En 2015 el Centro Democrático tuvo candidato propio para 15 de las 32 gobernaciones, no tuvo ninguno en 12 y 5 fue en alianza con los conservadores. A alcaldías de gobernaciones (y Bogotá) tuvieron 16 candidatos propios, fueron en alianza con los conservadores en 3 capitales, y estuvieron ausentes en 13.
Ganó solo una alcaldía (Leticia) y dos gobernaciones (Casanare con candidato propio y en Tolima como partido minoritario en coalición con los conservadores de Óscar Barreto), lo que mostró que una cosa es el liderazgo nacional de Álvaro Uribe y otra es competir con los caciques locales en sus feudos.
Cuatro años después, en los que el partido puso presidente, aumentó sus curules en la Cámara de 19 a 32 y en Senado de 20 a 19 y tuvo el gran impulso de la victoria del No en el plebiscito de 2016, su apuesta solo es mayor en cantidad de candidatos porque hicieron muchas más alianzas.
Por ejemplo, tienen 17 candidatos propios a Gobernaciones, mientras suman 8 en alianza con otros partidos, esta vez sin discriminar que sea únicamente con conservadores. Eso incluye departamentos donde tuvieron candidato propio y ya no, como Atlántico, Magdalena o Boyacá.
Lo mismo pasa en alcaldías, pues tendrán fichas propias en 16 capitales y no propias en 9. Por ejemplo, en Bogotá, Manizales o Montería prefirieron aliarse con caciques locales.
Eso se puede deber a que los barones temen menos aliarse con ellos, pues ya no es síntoma de oposición sino de cercanía al Gobierno, pero también porque en el uribismo se repite el temor a que les ganen las maquinarias.
“Nos ha costado mucho trabajo llegar a pueblos y a departamentos con candidatos nuevos, pues las viejas estructuras ya tienen históricamente ganados los espacios”, nos dijo un congresista uribista que pidió no ser citado para no entrar en líos con su partido.
Esa estrategia le apunta a crecer, a tener más alcaldes y gobernadores que sean elegidos con votos y apoyos uribistas, lo que sería un buen resultado para el Centro Democrático.
Sin embargo, puede tener costos.
Uno es que termine de perder el discurso de subversión antipolítica de derecha con el que logró los éxitos iniciales de 2014 y 2015, cuando usaron esas banderas para crecer.
Esto porque en 2013, cuando el expresidente Alvaro Uribe hacía los trámites para crear su partido, y el Consejo Electoral les negó uno de los logos que habían propuesto, el exgobernador Alfredo Ramos Maya le dijo a los medios:
“tienen miedo del Centro Democrático porque vamos a cambiar las costumbres políticas de Colombia y trabajar de mano con la ciudadanía sin descanso. El Centro Democrático, es un reto muy grande para las maquinarias políticas tradicionales”
Pero precisamente los resultados de las elecciones de 2015 y las alianzas paras estas, muestran que desistieron de ese reto que se plantearon en sus inicios.
De hecho, habían aspirando sacar, en las elecciones a Senado de 2014, un poco más de cuatro millones de votos y 35 curules en Senado, pero sacaron en las elecciones dos millones y 20 curules.
Otro es que mientras el presidente Iván Duque ha mantenido distancia con los congresistas, al no dar nuevos cupos indicativos ni armar una coalición legislativa a punta de puestos, su partido se está aliando con muchos de esos mismos congresistas en las regiones.
Eso puede crear la paradoja de no dar mermelada a quienes son aliados locales o quitarle a Duque y al uribismo la bandera de la no mermelada de tajo.
Y uno más, consecuencia parcial de los anteriores, es que una de las mayores fuerzas políticas que han surgido en los últimos años con más impulso de opinión que de maquinaria, el Centro Democrático, parece alejarse de ese origen para convertirse en una mezcla de las dos cosas.
Eso sería una mala noticia para el debilitamiento del clientelismo.