En un año, Yahir Acuña pasó de tomarse fotos con el Presidente, subirse a tarima con el Vicepresidente y ser el hombre fuerte de la reelección santista en Sucre, a convertirse en un paria en la coalición de Gobierno, salir como el gran derrotado de las regionales en su departamento y quedar expuesto ante la opinión pública nacional. Esa exposición se dio luego de que, en vísperas de las elecciones locales, la Policía lo aprehendiera con 516 millones de pesos, cuya procedencia ahora está tratando de explicar ante la justicia.
La parábola de Yahir Acuña
En un año, Yahir Acuña pasó de tomarse fotos con el Presidente, subirse a tarima con el Vicepresidente y ser el hombre fuerte de la reelección santista en Sucre, a convertirse en un paria en la coalición de Gobierno, salir como el gran derrotado de las regionales en su departamento y quedar expuesto ante la opinión pública nacional. Esa exposición se dio luego de que, en vísperas de las elecciones locales, la Policía lo aprehendiera con 516 millones de pesos, cuya procedencia ahora está tratando de explicar ante la justicia.
La historia de su ascenso y caída evidencia una usual dinámica del poder, que consiste en que unas élites de Bogotá toleran y engordan fuerzas cuestionadas en las regiones a cambio de servirse de sus votos. Luego de eso, cuando ya no les sirven, las desconocen y desechan.
Esas élites centrales se eligen y se reeligen, pero los señalamientos casi nunca caen sobre ellas sino sobre sus cuestionados socios regionales, a pesar de que para ciertos proyectos electorales son dos caras de una misma moneda.
El detenido y desprestigiado exgobernador Juan Francisco Kiko Gómez, avalado por Cambio Radical cuando “todo el mundo en La Guajira sabía quién era Kiko”, como nos dijo alguna vez una fuente de allá, es otro botón para la muestra. Y también alias La Gata, quien aportó 100 millones de pesos a la primera campaña presidencial de Álvaro Uribe, pero fue desconocida por sus amigos poderosos en la capital cuando le cayó la justicia encima.
Con una investigación abierta por parapolítica desde 2011, Yahir Acuña entró al proyecto para la reelección de Juan Manuel Santos el año pasado después de las legislativas, cuando era público que se había convertido en el nuevo mandamás de Sucre a punta de repartir whiskey y billete.
Sus orígenes en la política también eran ya conocidos: criado en un barrio popular de Sincelejo, en donde creció sobrado de carencias, Acuña entró a estudiar ingeniería a la Universidad de Sucre y ahí se hizo amigo del entonces rector y hoy parapolítico Salvador Arana (exgobernador sucreño, condenado además por homicidio). Fuentes que conocen bien su historia dicen que Arana lo apadrinó para que llegara al Concejo.
El paramilitar Diego Vecino declaró más tarde que Yahir Acuña era el enlace entre los paramilitares y esa universidad, asunto que es el que lo tiene bajo investigación y que él ha negado. Yahir también es un viejo amigo del hijo de La Gata: Jorge Luis Alfonso López (exalcalde de Magangué, condenado por el asesinato de un periodista).
Cuando llegó a la iniciativa de Santos se acababa de graduar, en las elecciones a Congreso de 2014, como el nuevo gran cacique sucreño con tres curules en la Cámara (incluyendo una para él) y alianzas con siete senadores a los que les puso votos. Todo eso lo logró regalando plata cuyo origen es un misterio para mucha gente que se pregunta de dónde la saca.
La camiseta de Santos II la obtuvo vía el alfil santista Roberto Prieto, entonces gerente de la campaña reeleccionista, el jueves festivo 1° de mayo de 2014 en el restaurante La Casona de Sincelejo. Ese día se reunieron allí con Prieto para hablar de las presidenciales privadamente, entre otros, los congresistas Nicolás Guerrero (La U), Mario Fernández (liberal), Antonio Correa (del viejo PIN) y Yahir Acuña (elegido por su movimiento 100% por Colombia), y algunos alcaldes, diputados y concejales sucreños.
Aunque varios de los asistentes se sorprendieron y molestaron con la presencia de Acuña, debido a sus líos y a que no hace parte de la Unidad Nacional, el exrepresentante fue el primero que tomó la palabra para detallarle a Prieto las alcaldías de las que era “dueño” en el departamento. Mientras eso pasaba, Roberto Prieto tomaba atenta nota en una agenda.
“Estos son los votos que puedo poner”, dijo al final Yahir.
Su alianza con el santismo para la reelección se terminó de sellar el lunes siguiente en un acto público de campaña en el Coliseo de Ferias de Sincelejo, al que asistió la fórmula de Santos y hoy vicepresidente: Germán Vargas Lleras. Yahir, junto a otros congresistas de la zona, fungió allí como anfitrión, llevó simpatizantes y hasta compartió almuerzo con Vargas.
Y aunque para entonces (primera vuelta presidencial), Acuña era considerado por la campaña reeleccionista un "tinieblo" y no aparecía en fotos oficialmente, él se las arregló para subirse ese día a la tarima y ser fotografiado detrás de Vargas Lleras.
Cuando Santos perdió, frente al uribista Óscar Iván Zuluaga, la primera vuelta, Yahir y muchos otros congresistas con ruidos encima dejaron de ser "tinieblos" del santismo y entraron a hacer campaña de frente bajo la coordinación directa del hoy Vicepresidente.
En el caso del Caribe, Vargas aterrizó el sábado 31 de mayo en el aeropuerto de Corozal para encontrarse con casi todos los congresistas santistas de Sucre y Córdoba, y comprometerlos en la causa del Presidente. Entre los asuntos que acordaron estuvo el envío de unos recursos desde Bogotá para hacer campaña. En el encuentro, que fue en el hotel El Parque, estuvo Yahir Acuña.
Hasta sus contradictores reconocen que, después de eso, el excongresista se echó al hombro la iniciativa reeleccionista y fue clave para los 200 mil votos que logró Santos entre los sucreños en la segunda vuelta. Buena parte de esos apoyos, lo saben bien en la región, los consiguió también a punta de regalar billete.
Luego, brindó y aplaudió en la posesión del Presidente al lado de toda la Unidad Nacional, a la cual sin embargo nunca entró oficialmente (aunque siempre tuvo excelentes relaciones allí, especialmente con el ministro Aurelio Iragorri, como lo ha contado La Silla).
Cuando comenzó este año y con él una nueva época electoral, no obstante, la torta se le volteó a Yahir. De ser el brazo poderoso del santismo en Sucre pasó a ser objeto de un ‘Toconyá’ (todos contra Yahir) liderado por congresistas de la Unidad Nacional, encabezados por Roy Barreras, que en enero anunciaron que llevarían a la Gobernación a un candidato único que de ninguna manera sería Acuña. Él había renunciado al Congreso para lanzarse por la primera silla departamental.
¿Por qué le dio la espalda a Yahir la clase política tradicional con la que se sentó a manteles para la reelección santista? Sin decir esta boca es mía, varios congresistas le comentaron entonces a La Silla informalmente que no podían respaldar un proyecto tan cuestionado como el de Yahir Acuña.
Sin embargo, un político importante del ‘Toconyá’ nos dijo después que el portazo al exrepresentante se debió también a que los políticos tradicionales no confían en él, pues sienten que no les cumpliría si llegasen juntos al poder. “Yahir no sabe ser socio, sabe ser jefe. Todo lo quiere para él. Por eso nos tocó buscar un candidato que, así no se vaya a dejar mangonear, al menos no intentará ser jefe nuestro”.
Frente a esta movida, ninguno de los hasta el año pasado aliados de Yahir Acuña en Palacio movió un dedo.
Sin los apoyos que esperaba, sin curul y sin partido (100% por Colombia no pasó el umbral nacional de votos y se quedó sin personería), el político buscó escampadero en el viejo PIN.
Allí en ese partido, que se ha convertido en pista de aterrizaje de muchos políticos cuestionados, selló una alianza con el parapolítico Luis Alberto ‘el Tuerto’ Gil y se convirtió en el jefe de esa colectividad en el Caribe. Por esa vía, avaló a su esposa Milene Jarava y la inscribió. Aunque Acuña nunca lo ha manifestado así, al parecer decidió no lanzarse él previendo que se le moviera su investigación en la Corte.
Como pasó en las legislativas, su campaña estuvo marcada por los ríos de plata que puso a correr en barrios y pueblos. Tanto, que en septiembre en el municipio de Tolú terminaron enfrentadas unas personas a machete, luego de que Yahir tirara unos billetes al término de un acto de campaña de su candidata.
Y tanto, que movilizaba 516 millones de pesos en su camioneta cuando fue detenido en la vía que de Corozal conduce a Sincelejo. Los vehículos venían del pueblo de Magangué.
Acuña explicó que la plata no era para comprar votos, sino producto de una transacción comercial familiar. Pero eso aún no lo tiene claro la Fiscalía, que lo citó a él y a su esposa a indagatoria.
Ese traspiés marcó la estruendosa caída de Yahir Acuña y su proyecto el domingo, día en el que también repartieron plata y comparon votos, como lo contó La Caribe.
A pesar de haber barrido con una votación histórica al Congreso en 2014 y de ayudar a definir las presidenciales desde Sucre, perdió por más de 20 mil votos frente al candidato de parte del Toconyá (al final, congresistas como Antonio Correa y Julio Miguel Guerra se fueron con Yahir. Antonio Guerra dejó en libertad a los militantes de su grupo pero respaldó a cartas yahiristas en pueblos como Tolú). Pero además, fue derrotado en la mayoría de sus grandes apuestas, incluyendo la Alcaldía de Sincelejo y el vecino balneario de Tolú.
El nombre que lo venció a la Gobernación es el de Édgar Martínez. Como lo contó La Caribe, la historia del nuevo mandatario electo evidencia una de las tragedias de la política en Colombia: casi nunca se puede llegar sin maquinaria detrás.
Martínez fue el primer gobernador de Sucre por voto popular, no es dueño de ningún grupo poderoso y su primer gobierno cuenta con grata recordación. De hecho, es uno de los pocos (tres de siete) gobernadores sucreños que no ha sido condenado. Parte del Toconyá lo eligió como candidato luego de una encuesta interna que pagó el Partido Liberal, en la que aparecía como el único político del departamento que le ganaba a la esposa de Acuña.
El hombre había arrancado una discreta campaña, sin maquinarias, y esperaba ser avalado por la ASI. Pero al verlo un gallo de pelea tan fino, lo terminó respaldando una alianza conformada por Cambio Radical, los liberales y el grupo de Álvaro ‘el Gordo’ García (en cabeza de su hermana, la senadora Teresita García).
El exsenador García, condenado por la masacre de Macayepo cometida por el autodenominado bloque paramilitar Héroes de Montes de María, terminó paradójicamente del mismo lado de las víctimas de las autodefensas en Sucre, que también fueron clave para derrotar a Yahir Acuña. Entre ellas, una simbólica: Juan David Díaz, el hijo del exalcalde de El Roble que asesinaron Salvador Arana y los paramilitares, Eudaldo Díaz.
Juan David le contó a La Silla que la idea, en un principio, era apoyar a Édgar cuando la ASI le diera el aval. “Los políticos tradicionales terminaron apoyando al doctor Édgar por su fuerza, pero él no era su primera opción. Nosotros estuvimos ahí con ellos, juntos pero no revueltos. Para salvar al departamento nos tocó tragarnos, no ese sapo, sino ese sapote, pero nuestra prenda de garantía es que sabemos que no será un gobierno del bolsillo de nadie, así como no fue de nadie la primera Gobernación de Édgar Martínez”.
Como lo contamos en un perfil que le hicimos al nuevo Gobernador antes de elecciones, esa primera Gobernación de Martínez es bien recordada especialmente porque logró poner al día los sueldos de los servidores públicos a los que les debían entre 8 y 14 meses, y por eso recogió también muchos votos de opinión.
Ni Acuña ni su esposa salieron a reconocerle el triunfo, como suelen hacer los candidatos perdedores. Y la reciente noticia que se supo del exrepresentante fue varios días después cuando asistió a un interrogatorio en el CTI de la Fiscalía, para intentar aclarar lo de la plata que le encontró la Policía.
El escenario en el que quedó su historia política, por ahora, muestra que no sólo no ganó sino que quedó rechazado por sus otrora amigos de la coalición de Gobierno y en medio de un lío judicial.
Su parábola recuerda las de otros poderes regionales cuestionados y con votos, que subieron como palma y bajaron como coco, justo cuando les resultaron incómodos a los 'estadistas' que ayudaron a elegir en Bogotá.