Mi respuesta para aquellos que dicen que el Acuerdo de la Habana incorporó la "ideología de género".
Es perspectiva, no ideología de género
El Acuerdo de la Habana no habla de “ideología de género” por ninguna parte y la razón es sencilla: esa expresión no tiene asidero teórico y solo sirve para poner bajo un mismo término el pánico moral que causan avances jurídicos como el reconocimiento de los derechos de las personas con identidades sexuales diversas.
El Acuerdo de la Habana incorpora la perspectiva de género y no era para menos. Lo negociado por el gobierno nacional y las FARC no podía desconocer el derecho internacional público vigente, ni la importancia de usar la categoría género para identificar si el sexo y la sexualidad (i) fueron utilizados como criterios estratégicos u oportunistas para infligir daño y (ii) son criterios que, por tanto, tienen relevancia en el diseño de las reparaciones y respuestas institucionales en la etapa de postconflicto (la politóloga Elisabeth Jean Wood ha desarrollado los conceptos de estratégico, oportunista y práctica para estudiar la violencia sexual en conflicto armado).
El Estatuto de Roma (1998) y la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad (2000) sentaron las bases para la incorporación de una dimensión de género en la comprensión de los conflictos armados desde el punto de vista del derecho internacional. La violencia sexual en contra de las mujeres fue la conducta escogida como paradigmática para introducir una lectura de género en este campo.
A pesar de lo limitado que puede ser igualar mujeres en conflicto a violencia sexual, es importante reconocer que el estudio de este crimen desde una dimensión sensible al sexo y a la sexualidad de las personas facilitó demostrar que los conflictos armados no son neutrales en esta materia y que nuestras concepciones al respecto están presentes en el desarrollo de las hostilidades.
Por esa razón, la apropiación del género por parte del derecho internacional público permitió identificar desde el punto de vista jurídico que, en algunas ocasiones, los actores armados usan el género como (i) una estrategia para causar daño, pensemos en una orden de solo matar hombres o de prohibir a las mujeres trabajar en una zona bajo dominación de uno de ellos o (ii) una oportunidad para satisfacer fines individuales de los miembros del grupo, como cuando se permite que los miembros del mismo violen a las mujeres que encuentran a su paso, a pesar de que esta violencia no persiga un objetivo estratégico sino simplemente la satisfacción del deseo sexual.
Es claro que nuestro conflicto ha tenido una dimensión de género. En este momento la tenemos más clara en materia de paramilitares, por cuanto las investigaciones se han centrado en estos grupos a raíz de los procesos de Justicia y Paz. Se ha hablado de la violencia sexual en contra de las mujeres, de las normas de comportamiento y convivencia que impusieron en las regiones que dominaron por medio de las cuales pretendieron erradicar cualquier disidencia a la heterosexualidad tradicional, de la violencia que desplegaron en contra de las orientaciones sexuales diversas, etc.
Quizá, uno de los episodios más chocantes en lo que tiene que ver con la violencia basada en género fue el documentado por el Grupo de Memoria Histórica en el que el paramilitar Marco Tulio Pérez Guzmán, alias “El Oso”, organizó peleas de boxeo entre homosexuales. Por supuesto, la participación en las mismas no era voluntaria y llevarlas a cabo implicaba una parodia a las orientaciones sexuales diversas, así como una advertencia a la población en general respecto de la no aceptación de las mismas.
Hasta ahora comenzamos a explorar qué fue lo que sucedió con las FARC en este punto. Existe información que habla de abortos forzados en sus filas y de abusos sexuales en contra de personas homosexuales. La implementación del Acuerdo implicará que ahondemos en este tema, para poder así determinar cómo el género fue usado por esta guerrilla y cómo podemos diseñar regulación y política pública que realmente contribuyan a la consecución de la paz. Como la guerra no es ajena al sexo y a la sexualidad, la reconciliación y la reparación tampoco lo son. Los Acuerdos de la Habana no podían menos que incorporar la perspectiva de género.
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