Arauca y Apure: la retaguardia fronteriza de siempre
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A raíz de la confrontación armada que se desató en Apure entre la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) y una disidencia de las Farc (el llamado Frente Décimo Martín Villa) a finales de marzo, analistas y expertos han planteado distintas interpretaciones.
Unos sostienen que la explicación de este suceso se debe a las tensiones locales por el control de las economías ilícitas. Otros resaltan una ruptura ideológica entre los “señores de la guerra”, “Gentil Duarte” e “Iván Márquez”. Si bien estas explicaciones son elocuentes, requieren de un análisis más allá de la coyuntura para entender las dinámicas de cambio y continuidad que las enmarcan y les dan sentido en un contexto histórico más amplio.
Saqueos, levantamientos y guerras bipartidistas
A lo largo de los últimos dos siglos, el espacio binacional de Arauca-Apure ha sido utilizado como retaguardia para delinquir, llevar acciones armadas, extraer recursos y lanzar ataques contra oponentes políticos durante los conflictos violentos persistentes en Colombia y en Venezuela.
A inicios del siglo XX, durante la Guerra de los Mil Días, un prominente general liberal, Gabriel Vargas Santos, organizó un ejército en Apure con el fin de invadir y tomarse la ciudad de Arauca.
Unos años después, Pedro Pérez Delgado, un bandido venezolano y opositor de la dictadura gomecista, se exilió en tierras araucanas después de un ataque fallido contra las fuerzas del caudillo-presidente de Apure. Cuando el presidente colombiano José Vicente Concha se enteró de los rumores de que Pérez Delgado y algunos de sus hombres iban a realizar una incursión armada a la ciudad de Arauca, ordenó que la policía fronteriza de Cúcuta viajara a la Comisaría por el Táchira y Apure para capturar al fugitivo venezolano. Como represalia, Pérez Delgado y sus seguidores incursionaron en un pueblo fronterizo por Apure y asesinaron a 22 civiles, lo que provocó que las tropas venezolanas invadieran al territorio araucano antes de que un general colombiano pudiera capturar a Pérez Delgado y concertara el retiro de los militares venezolanos que buscaban capturarlo.
Unos meses después de este incidente diplomático, un joven mayordomo santandereano llamado Humberto Gómez cruzó el Río Arauca hacía el sur con cincuenta hombres armados con fusiles recuperados de un caché de armas del capturado Pedro Pérez Delgado. Después de matar al comisario, declararon la comisaría de Arauca como una república independiente. Durante un mes del gobierno de Gómez, se dio una oleada de saqueos y pillajes de los hatos ganaderos a lo largo de la sabana araucana antes de que él volviera a cruzar el Río Arauca para autoexiliarse en Venezuela. Este episodio se conoció posteriormente como “la Humbertera” y demuestra el grado de aislamiento total en el que estaba esta zona del país. El Gobierno colombiano sólo se enteró del levantamiento armado cinco días después del evento vía un telégrafo enviado desde El Amparo (Apure) a través de San Cristóbal y Cúcuta hasta llegar finalmente a Bogotá.
A mediados del siglo XX, poco había mejorado la integración de este territorio periférico cuando La Violencia bipartidista llegó a este rincón olvidado en el nororiente colombiano. En esta guerra el comandante guerrillero Guadalupe Salcedo, oriundo de Tame, reclutó y movilizó un vasto ejército rebelde hacia los llanos araucanos, cuando las fuerzas conservadoras incitaron una ola de violencia indiscriminada contra las poblaciones civiles de la comisaría. En respuesta, muchos insurgentes liberales huyeron hacia el norte y se refugiaron en Apure, donde recaudaron fondos para la causa por medio del contrabando de ganado robado y el tráfico de armas.
El conflicto armado contemporáneo
Luego de una relativa paz, pasado el periodo de La Violencia, Arauca experimentó en los 60 y 70 una ola colonizadora que precedió la génesis del ELN y las Farc.
Desde su arribo a la zona en los años 80, estas dos guerrillas realizaron incursiones en Apure con el objeto de extraer recursos en el vecino país (secuestro a ganaderos apureños) y adquirir armas con sus ataques a las bases militares venezolanas. Las tensiones escalaron cuando el ELN acompañó el proceso de migración colombiano en territorio venezolano.
Esta dinámica, lejos de mitigarse, se fue acentuando en los años noventa, pues las Farc y el ELN lanzaron varios ataques letales contra tropas venezolanas en Apure que crisparon las relaciones entre Bogotá y Caracas.
La llegada al poder de Hugo Chávez (1998) y Álvaro Uribe Vélez (2002) transformó de forma importante la dinámica territorial del conflicto armado en Arauca y Apure. En un claro contraste con el pasado reciente, las Farc y el ELN encontraron un clima más favorable para transitar y asentarse en territorio venezolano, ya que contaron con la aprobación tácita del régimen venezolano.
En particular, este refugio fue bastante útil para que las insurgencias mitigaran los impactos de la incursión paramilitar del Bloque Vencedores de Arauca en 2001 y el despliegue y desarrollo de la política de Seguridad Democrática entre 2002 y 2010, la cual expuso a los grupos subversivos a un nivel de competencia militar sin precedentes. Para ese entonces, el valor geoestratégico del Río Arauca creció enormemente para las insurgencias, ya que ambas llevaron a cabo asesinatos selectivos contra sus opositores políticos y lanzaron ataques contra la Fuerza Pública colombiana desde el territorio venezolano.
Para 2005-2010, el sangriento y fratricida conflicto entre las Farc y el ELN posicionó al Alto Apure como una zona estratégica para esta última guerrilla que, al controlar este territorio, dejó a las Farc expuestas al poder de fuego de la Fuerza Pública colombiana. Además, cuando el comandante eleno “Pablito” se fugó de una cárcel en Arauca en 2009, sus militantes lo llevaron enseguida al otro lado de la frontera, donde permanece hasta el día de hoy.
En 2010 las dos guerrillas llegaron a un acuerdo de distribución territorial que dio por finalizada la disputa militar y las dos organizaciones acordaron una división del territorio, la cual abarcaba ambos lados de la frontera, bajo una serie normas que regularon las relaciones entre estas insurgencias y de estas con los pobladores del espacio binacional. El ELN, actor vencedor, se quedó con el control del piedemonte araucano y Alto Apure con sede en el Nula, controlando el contrabando fronterizo desde Boyacá hasta la ciudad de Arauca. Por su parte, las Farc mantuvieron el control de la sabana araucana y Bajo Apure con sede en Elorza, donde los comandantes farianos habían establecido una base de operaciones.
Con la firma del Acuerdo de Paz entre las Farc y el Estado colombiano en 2016, el debilitamiento de la capacidad estatal en Venezuela y la profunda crisis económica que vive ese país, se ha venido desarrollando un proceso expansivo y de copamiento territorial del ELN sobre los espacios controlados por la extinta guerrilla. En particular en Arauca y Apure, pero también por toda la frontera colombovenezolana desde Zulia (en el norte) hasta Amazonas (en el sur).
De ahí que el reciente enfrentamiento armado entre la Fanb y el Frente Décimo Martín Villa en Apure refleja el creciente protagonismo que esta disidencia ha adquirido en Arauca y Apure. Roto el acuerdo que habían establecido ELN y Farc, después de la desaparición de esta última guerrilla, esta disidencia ha usurpado el monopolio del contrabando fronterizo que poseía el ELN y está confrontando militarmente a la Segunda Marquetalia para intentar asentarse y expandir sus dominios. A lo largo de los últimos dos años, el Frente Décimo Martín Villa ha adquirido numerosas fincas en el corregimiento de La Victoria, muchas veces por la fuerza y el desplazamiento forzado, con el fin de expandir su red de pistas clandestinas utilizadas para el narcotráfico.
Si bien el ELN ha evadido un conflicto directo con esta disidencia para evitar una guerra como la que libró a inicios de los años 2000 con las Farc (que dejó un alto impacto humanitario en la zona y afectó la legitimidad del orden insurgente a los ojos del pueblo araucano), se comenta que este frente ha apoyado algunas operaciones militares de la Fanb; entre ellos, el ataque a un campamento, en septiembre del año pasado, en el que varios guerrilleros del Frente Décimo fueron dados de baja.
En respuesta a la hostilidad abierta del Gobierno de Duque y la creciente incapacidad del Estado venezolano para controlar las zonas periféricas de su territorio nacional, el régimen de Nicolás Maduro ha respaldado la Segunda Marquetalia y ha asignado implícitamente un papel clave al ELN con la defensa y la gestión territorial de la zona fronteriza en Venezuela, dada la experiencia extensiva del grupo insurgente con la regulación comunal, la guerra de guerrillas y la extracción de rentas. Aunque es probable que los elenos y los marquetalianos ubicados en Apure sean capaces en términos militares de desalojar a la disidencia de La Victoria, un conflicto abierto entre tres grupos armados colombianos en el territorio venezolano sin respuesta de Miraflores habría hecho que el Gobierno de Maduro apareciera débil ante sus enemigos internos y externos.
Como se evidencia en los esfuerzos pasados en Táchira contra los Rastrojos, donde las operaciones coordinadas entre la Fanb, el ELN y la temida Fuerza de Acción Especial (Faes) lograron expulsar la “bacrim” colombiana de Venezuela, el régimen de Maduro está dispuesto intervenir directamente en las dinámicas regionales periféricas en colaboración con los grupos armados colombianos irregulares para inclinar la balanza del poder regional a su favor. Tampoco teme desplegar la fuerza de una manera desproporcionada contra aquellos actores percibidos como inconvenientes o recalcitrantes (como se vio en enero pasado con la masacre en La Vega o los sucesos recientes en Apure), pese al costo humanitario para la población civil. Por otra parte, si la resistencia bélica de la disidencia es sorprendente, se debe mucho al hecho de que el grupo guerrillero parece no tener para dónde ir. Asediada por la Fanb y rodeada por el ELN al occidente y norte, la Segunda Marquetalia al oriente y la Fuerza Pública colombiana al sur, los militantes restantes del Frente Décimo en Apure están disputando este territorio a muerte contra fuerzas bélicas mal preparadas para un enfrentamiento poco convencional.
Estos hechos recientes muestran elementos de cambio en cuanto a los actores armados que se diputan el territorio, pero los incentivos que los mueven y el quiebre total de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela se inscriben en un proceso histórico de largo aliento que ha excluido a estas regiones del desarrollo político y económico de sus respectivos países.
Ha pasado más de un siglo desde “la Humbertera” y los insurgentes colombianos siguen encontrando una zona de retaguardia fértil en Apure. Más de veinte años de chavismo en Venezuela y de estrategias contrainsurgencia en Apure y Arauca dirigidos desde Colombia solo han logrado distorsionar la dinámica binacional y empujar a los grupos armados irregulares más allá, al norte de Río Arauca, sin debilitar su accionar. Todavía se escuchan los sonidos de las ráfagas y los bombardeos en este territorio binacional y miles de civiles están siendo desplazados nuevamente al otro lado de la frontera.
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