Así pidió perdón alias Karina al pueblo de Granada y a la Policía

Silla Pacífico

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El siguiente texto es una de las escenas del documental Granada: Relato de un perdón. Narra el encuentro entre Elda Mosquera, conocida como la negra Karina, y el Teniente Coronel (RA) Edward Niño en la cárcel El Pedregal de Medellín en 2018.

*Texto en compañía de Lorena Ramírez. 

 

El 6 y 7 de diciembre del año 2000 los frentes 9, 34 y 47 de las antiguas Farc, como retaliación por la masacre paramilitar perpetuada el 3 de noviembre de ese mismo año, en la que fueron asesinadas 20 personas en Granada, Antioquia, efectuaron un ataque que dejó parcialmente destruido el casco urbano del municipio. La toma armada, comandada por alias “Karina” y Jhon Darío Jaramillo, alias “Santiago”, duró 20 horas. La incursión dejó 19 personas fallecidas (5 de ellos policías), 21 heridos y 200 inmuebles devastados. El entonces subteniente Edward Niño Ramírez fue uno de los policías que sobrevivió al ataque. 

Elda Neyis Mosquera, conocida como la negra Karina, fue la única mujer que llegó a comandar un frente guerrillero de las antiguas Farc. Su nombre se convirtió en leyenda desde la segunda mitad de la década de los noventas del siglo pasado debido a su crueldad y mano firme. Fue acusada de los delitos de secuestro extorsivo agravado, desplazamiento forzado, homicidio, hurto, desaparición forzada, reclutamiento ilícito y violencia basada en género. Su accionar dejó más de 4.500 víctimas. Hoy está libre.

De víctimas y victimarios

“Yo ingresé a las Farc en el año 1984, en la región del Urabá antioqueño. Directamente soy de un pueblito, un corregimiento de Currulao, en el municipio de Turbo. Me incorporé a las filas de la guerrilla a la edad de 16 años”. Esta es la presentación de Elda Neyis Mosquera, quien terminó su primaria a los doce años y nunca más volvió a estudiar.

Para ese entonces vivía con su abuela materna, estudiaba y trabajaba para ayudar a costear los gastos de la casa. La abuela de Elda hacía arepas y ella se levantaba a venderlas a las cinco de la mañana, luego, a las ocho, se iba para el colegio, salía a las once, y antes de medio día, estaba vendiendo mazamorra por las calles de su pueblo.

En la tarde volvía a la escuela, y a las cinco se ponía a vender frutas en un costal. Elda quería seguir estudiando, pero su papá no tuvo la oportunidad de costearle más estudio, y su abuela, que era la persona con quien vivía, tampoco quería seguir cuidando de ella. Por esta razón, Elda tuvo que irse para la finca. Dice que su incursión en la guerrilla, más que una situación particular, tiene mucho que ver con el abandono del Estado en esa región del Urabá.

Alias Karina entró a las Farc, dice ella, no porque supiera lo que significaba la revolución o la toma del poder por las vías de las armas, o porque entendiera bien a qué se referían cuando le decían que debía enfrentar a las fuerzas militares, o, simplemente, por hacerle oposición al gobierno de turno. No, ella dice que entró a la guerrilla porque vio una opción de ganarse la vida. Ya, en su adolescencia, conoció a los movimientos de izquierda, al partido comunista y la juventud comunista.

“Cuando yo recuerdo todo el daño que hice, directa o indirectamente a la población civil, eso me parte el alma. Son cosas que no debían haber pasado, pero el conflicto armado en este país nos llevó a eso. De verdad. Uno no hacía en la guerrilla las cosas porque le nacieran del corazón, sino porque eran directrices de la organización. Espero que algún día me perdonen y podamos realmente reconciliarnos y construir un mejor país”, dice Elda Neyis Mosquera desde su lugar de reclusión.

Aunque hoy niega que hizo parte de la toma de Granada, las investigaciones han demostrado que ella sí estuvo allí, de hecho, muchos de los pobladores la recuerdan dando instrucciones de guerra en varias de las calles del municipio.

“No sé cómo se planeó, porque no estuve dentro de la organización de la toma de Granada. Lo estoy aceptando dentro de Justicia y Paz, y lo acepté dentro de la Jurisdicción Ordinaria, pues participaron guerrilleros del frente 47, que era el que yo comandaba en ese momento. Lo acepto por línea del mando”, asegura la exguerrillera.

Elda Neyis confiesa que la operación fue planeada por el comandante principal, alias Marcus, en el que participaron el comandante Danilo -quien ya está muerto- y los dos comandantes del frente 47, alias Noriel y alias Escobar. Su participación, según ella, fue de apoyo y reemplazo.

“Recuerdo muchas tomas, pero la de más contundencia fue esa. La magnitud de la destrucción y del daño que se hizo fue muy grande. No lo digo con orgullo, lo digo con tristeza, porque en el tiempo que uno estaba en la guerrilla creía que lo fundamental era atacar un puesto de policía, sin tener en cuenta la destrucción que se le causaba a la población civil”, dice Elda Neyis.

Expresa, además, que cuando se enteró de lo sucedido en la toma de Granada a través de las noticias tuvo emociones encontradas, no solo por la destrucción del pueblo, por la muerte de los policías y de las personas civiles, sino también por los guerrilleros muertos, entre ellos, siete combatientes de su entera confianza. “Por un lado estaba satisfecha, pero, por otro lado, estaba triste por los hombres que había perdido en combate. Uno como comandante de la organización ilegal también le duele los hombres que uno pierde en los enfrentamientos”, concluye.

 “A las víctimas directas, en este caso a la Policía y al señor coronel que tengo aquí al frente, le pido perdón de todo corazón, y que por intermedio suyo les transmita este mensaje a todos los miembros de esa Institución. Que la guerra nos enseña a odiarnos entre personas que no nos conocemos. Que, lamentablemente, los únicos que ganan en esta guerra son los mandos, los que están en la cabeza. Pero esta es una guerra que no nos lleva a ninguna parte. Una guerra que hizo que nos matáramos entre hermanos. De verdad, coronel, yo le pido perdón de todo corazón”, le dice Elda a Edward.  

“Después de esa toma me tomó muchos años conciliar el sueño. Han sido años y años de pensar cómo vengarme de ustedes, de saber por qué causaron tanto daño a mi vida y a la vida de mis policías. Fueron horas y horas de aguantar todo tipo de ataques ese día. Me resulta difícil olvidar las caras de los policías heridos y muertos en el combate. Yo dispuse una estrategia, que pienso, pudo dar resultado. Distribuí a los policías en puntos clave del pueblo, lo que nos permitió repeler al ataque y disminuir las posibilidades de que ustedes mataran a más policías”, le recuerda el coronel. Elda guarda silencio, agacha un poco la cabeza.

“Yo ahora estoy en los caminos de Dios. He recapacitado mucho. Sé que en la guerrilla a uno le enseñan el odio y la venganza. En la guerrilla a uno nunca le hablan sobre el amor. Usted dice que perdió policías. Yo también perdí a muchas personas buenas. Mire, tal vez ustedes sabían cómo eran las familias de los policías, lo que les gustaba hacer y las cosas con las que se divertían. En la guerrilla los combatientes nunca trazaban planes a largo plazo, allí la vida era incierta. Uno no le conoce la familia a un combatiente, porque no se le permitía verla, porque un combatiente no podía hacerle una llamada a nadie. A veces creo que eso le crea al guerrillero mucho rencor y agresividad”, le contesta Elda Neyis.

“Yo siento que tuve mi revancha. Después de muchos años de trabajar en la Policía Nacional, tuve una asignación a la Unidad Policial para la Edificación de la Paz - UNIPEP, que se formó luego de los diálogos en La Habana, en el proceso de paz con las Farc. Tuve la oportunidad de proteger a muchos miembros de esa guerrilla en su proceso de agrupamiento y de dejación de armas. Hice parte del mecanismo de monitoreo y verificación junto a las Naciones Unidas. Siento que, luego de tantos años, se ha cerrado un círculo, hoy la miro a los ojos y creo en sus palabras cuando me dice que la perdone. Esta guerra no merece que se extienda más, es hora de terminar con tanta barbarie y con tanta maldad. Es hora de dejar de matarnos. Esa fue mi venganza, demostrarles a los que quieren la guerra que el camino es la paz, el perdón y la reconciliación”, le dice Edward Niño. 

En medio de una presión militar por capturarla y por la insistencia de su hija –que tuvo en las filas de la guerrilla- y de su pareja, decidió entregarse en 2007. Ahora tuvo una conversión religiosa, diferentes encuentros cara a cara con sus víctimas durante los juicios y, actualmente, trabaja como promotora de la desmovilización.

 

*Representantes de las víctimas de Elda Neyis Mosquera le habían pedido al juez -que llevaba su caso- que no le concediera la libertad a la exguerrillera al considerar que estaba pendiente la reparación -uno de los requisitos en Justicia y Paz- y que ella tampoco había dicho toda la verdad. La que fuera una comandante insignia de la guerrilla recibió al equipo de producción del documental en la sala de espera de la cárcel El Pedregal en Medellín, aquella mañana del mes de agosto de 2018. 

Granada: Relato de un perdón, es una producción audiovisual realizada por Armadillo: New Media & Films y el CrossmediaLab de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con el apoyo de la Unidad Policial para la Edificación de la Paz (UNIPEP).

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