Coronavirus: la Tercera Guerra

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A cada generación le ha tocado vivir, morir o sobrevivir, al menos a un gran evento que amenaza la continuidad de la sociedad; a nosotros nos tocó la guerra contra el Coronavirus.

Los grandes conflictos tienen un denominador común: el reacomodamiento de los ejes de poder mundial y en consecuencia, la formación de nuevos modelos sociales y políticos que surgen en la resolución de las crisis que los originaron.

Lo más parecido al estado de cosas que estamos empezando a vivir fue la Europa de la Segunda Guerra Mundial: un conflicto bélico que terminó  con la vida de mas de 65 millones de personas a lo largo de 6 años; con muchas diferencias, entre otras, esa guerra pese a su nombre, no fue mundial; America (sur y norte) quedó por fuera de los horrores de la destrucción en terreno propio y si bien, Estados Unidos fue protagonista del conflicto, su población no sufrió estragos en su territorio y por el contrario, hubo prosperidad y bienestar social entre su población por cuenta de los excedentes generados por la economía de guerra. 

De este lado del mundo no tuvimos efectos directos ni en número de bajas, ni en consecuencias económicas por cuenta de la confrontación que destruyó gran parte del mundo al otro lado del Atlántico. 

De tal manera que, un fenómeno universal, que afectase las bases sociales, económicas y que amenazase el modo de vida de toda la humanidad, no lo habíamos vivido nunca en la historia de nuestra civilización, aunque las dos grandes guerras y el Crash del 29 son antecedentes que nos sirven de guía para saber a qué nos enfrentamos.

La guerra de hoy es diferente, como todas las guerras lo han sido unas de otras; lo que más resalta en la diferencia es que el enemigo es uno solo, es invisible y es capaz de sostener un frente en cada país, en cada ciudad, en cada hogar del mundo. 

Es, ahora si, una guerra universal en la que, un enemigo ataca a toda la humanidad y no tiene, que se sepa, aliados en ningún país o sector ideológico o político; lo cual no quiere decir que no termine sirviendo a los intereses de alguno o algunos, de los grandes poderes mundiales.

Una guerra que, como ocurre  en todas las guerras, la ganarán aquellos que estén mejor preparados para resistir y derrotar al enemigo y aprovechen sus ventajas para hacer lo que los poderes por naturaleza hacen: apropiarse del vacío de poder que dejen aquellos que acaben derrotados y, como ocurre en todo fin de los conflictos, los vencedores impondrán un nuevo sistema de cosas que se acomode al modelo que sirva a sus intereses de dominación futura.

Veamos un barniz histórico: La Primera Guerra Mundial (1914-1918) la ganaron los aliados en la mesa de negociación que se instaló en el icónico Palacio de Versalles (no la habían ganado en el campo de batalla en el que hubo un sangriento empate en la guerra de trincheras). Los aliados impusieron un acuerdo de venganza y de costoso cobro en contra de quien declararon perdedor: Alemania.

Ahí se consolidó el nuevo modelo del mundo, basado en los Estados Nacionales y en el capitalismo moderno producto de la industrialización en el que el eje de poder se concentró en los Estados ganadores del conflicto: Francia, Inglaterra, Estados Unidos y sus aliados. Entre ellos se repartieron el control y los mercados de los Estados Nacionales que se formaron con la desintegración de los imperios y afianzaron la explotación colonial de Africa a través de un grosero reparto geométrico del continente negro. 

Ese orden no duró mucho porque el Tratado de Versalles, que desmembró a Alemania y la puso a pagar todos los estragos de la guerra, pese a que en el campo de batalla no existieron ganadores (todos perdieron por desgaste en un baño de sangre por defender unas trincheras que nadie conquistaba) y el Crash Económico de 1929 - que demostró que el modelo económico impuesto por los triunfadores era un fracaso -, derivaron en el surgimiento de los Estados nacionalistas en cabeza de Mussollini y Hitler y en consecuencia, estalló la 2a guerra, que no buscaba otra cosa que, definir un nuevo modelo y el eje de poder en el mundo.

En la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), que ganaron -esa si- en el campo de batalla los aliados, se buscó un nuevo modelo de reparto del planeta entre los dos grandes frentes que conformaron la gran alianza que se formó para poder derrotar a la máquina de guerra alemana y surgió un nuevo orden. 

Del acuerdo que dio fin a la Segunda Guerra, nació el mundo bipolar que reemplazó al que se había alcanzado a formar en el período entre guerras: el capitalismo, encabezado por USA en occidente, creó un gran plan de reconstrucción de los países afectados por la guerra que quedaron bajo su influencia, con el fin de convertirlos en mercados de consumo para sostener su modelo económico y sobre quienes ejercería el poder por cuenta de haber sido uno de los grandes vencedores de la guerra.

Del frente oriental nació la dominación comunista en cabeza de la URSS, que creó también un gran mercado para sostener su modelo económico y garantizar con él, el control sobre el pedazo del planeta que le correspondió en el reparto por cuenta de haber sido el otro gran vencedor de Hitler.

Ese modelo bipolar nos duró hasta el 91, llevamos 30 años buscando el acomodo del nuevo orden de poder y el modelo económico que lo sostenga: en estos años hemos asistido a la creación (y al declive -Brexit-) de la Unión Europea; la caída de la URSS y la más reciente resurrección de la Rusia de Putin que volvió a jugar y duro (no hay que olvidar que el imperio Ruso se ha expandido y encogido por casi mil años); los chinos que despertaron y lo hicieron en grande (“... cuando China despierte, el mundo temblará ...” dijo Napoleón Bonaparte) y estamos viendo en vivo y en directo cómo Estados Unidos es vapuleado por un enemigo invisible -por primera vez- en su propio territorio.

Asistimos a un momento histórico que parece un cóctel explosivo esperando a ser agitado para activarse y generar un nuevo modelo que dictamine cuál es el nuevo orden del poder mundial; es la consecuencia lógica de que el reparto que se negoció en 1945 en Yalta y Postdam dejó de existir hace ya casi tres décadas y se ha sostenido - una parte de el, la occidental - artificialmente, en hombros del poder de Estados Unidos, poder que está siendo retado desde Oriente con la resurrección de Rusia y el despertar de China.

El Coronavirus nos ataca en un frente universal, nos encierra en nuestros hogares (a la hora de escribir esta entrada hay casi dos mil millones de personas en cuarentena) paralizando la actividad de consumo en la que se sostiene todo nuestro modelo económico; el petróleo llegó a los precios mas bajos en más de 20 años en un sistema que tiene como base, aun, a los combustibles fósiles; las bolsas de valores llegaron a sus caídas más grandes desde 1987.

El mundo, de un momento a otro, paró y vive una debacle de mortalidad, enfermedad y colapso en la que se pierden miles de vidas al día: España, Italia, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos (los antiguos aliados, excepto España que era neutral e Italia que jugó en todos los bandos), no solo están detenidos sino viviendo una situación de guerra en su propio territorio - que Estados Unidos no había vivido en los conflictos que antecedieron a esta guerra- .

El mundo se debate en una puja de poder que esta cambiando de eje desde Occidente hacia Oriente; asiste a una guerra económica en medio de la necesidad de cambiar los modelos politicos y de mercado que ya no representan la realidad de poderes sobre los cuales se fundaron; los nuevos órdenes de poder se abren espacio para cambiar los polos sobre los cuales está anclado el mundo: el Coronavirus es la excusa perfecta para causar la explosión de ese cóctel. 

No creo en teorías de conspiración y a estas alturas, poco importan si existen o no; lo cierto es que estamos en guerra: no importa si el virus mata o no, no importa si lo crearon en laboratorio o no; así como no importó quién mató al heredero del trono del imperio Austro Húngaro, ni si había o no armas químicas en Irak o quién tumbó las Torres Gemelas. Lo cierto es que siempre hay una excusa, real o ficticia, para iniciar las guerras, porque la real razón de ser de la guerra es el reacomodo de los ejes de poder y el establecimiento de unos nuevos modelos de Estado y económicos para reemplazar a los viejos esquemas cuando estos se han agotado.

Estamos ya librando la guerra; por primera vez mundial, en el sentido literal de la palabra. Una guerra que nos va a cambiar todo el orden de vida como hasta ahora lo hemos conocido. Ya veremos quién la gana; el virus es la excusa, lo cierto es que se agotó el modelo y asistimos a la crisis que antecede a todo nuevo modelo.

 

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*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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