Una máxima del turismo en Colombia debe ser que un destino atractivo repose sobre una comunidad próspera. El diálogo social es el camino para promover proyectos turísticos exitosos y que aporten al bienestar local.
Diálogo social es indispensable para nuevo turismo responsable
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El crecimiento sostenido en la llegada de visitantes extranjeros a Colombia, que en mayo del presente año aumentó 32,1% según reportó el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, sumado a la manifestación del gobierno nacional entrante en cabeza de Iván Duque y Marta Lucía Ramírez por fortalecer el sector, ratifica que el turismo es una de las actividades con mayor proyección para el país. No en vano este fue uno de los pocos asuntos en torno a los cuales existió relativo consenso entre las distintas fuerzas políticas en disputa durante el proceso electoral culminado.
De cara a los retos que enfrentará un sector llamado a aumentar su dinamismo y que cada vez se hará sentir más en la cotidianidad de los colombianos, resulta pertinente plantear la discusión sobre un fenómeno que los proyectos turísticos pueden generar y que nos recuerda situaciones ya vividas hace unos años con el boom de los recursos no renovables.
Guardadas evidentes diferencias entre sectores, el turismo, frecuentemente reconocido como la “industria sin chimeneas”, puede recoger lecciones aprendidas que se desprenden de situaciones pasadas caracterizadas por la llegada de nuevos actores a contextos locales con el interés de desarrollar actividades productivas.
Propiciar una adecuada gobernanza se ha convertido en un mantra del desarrollo. Esta herramienta hace referencia al proceso de diálogo, toma de decisiones e implementación de acuerdos legítimos que involucren a los actores presentes en un territorio, con el propósito de desarrollar autoridad pública efectiva y transparente. Esta aproximación a las dinámicas específicas de un territorio permite identificar y comprender lo que la comunidad valora, entender el destino desde la óptica de quien ha vivido toda su vida en la zona y garantizar que el turismo sirve como vehículo para beneficiar la población local, su cultura, su ambiente y su calidad de vida (Ochoa y Morales, 2016).
Si bien en últimas es el Estado el que debe garantizar el buen gobierno y generar incentivos para la articulación de actores, es clave que el privado de quien provenga una iniciativa turística reconozca las virtudes de un contexto favorable para cumplir con sus objetivos. Asimismo, la empresa tiene que ganar conciencia sobre las nuevas realidades sociales y económicas, caracterizadas por límites difusos en las funciones tradicionalmente cumplidas por autoridades públicas.
Es decir, los proyectos turísticos deben hacer lo que esté a su alcance para lograr que su entrada y articulación con un territorio sea mediada por procesos de diálogo asertivo y decisiones de inversión que incorporen consideraciones que permitan apalancar el bienestar local.
El enfoque que aporta la gobernanza es un paso en el sentido correcto por reconocer que actores públicos, privados y de la comunidad comparten capacidades para enfrentar efectivamente diversos asuntos o situaciones. Ningún actor debería actuar de forma unilateral y necesariamente debe involucrarse en negociaciones e intercambio de recursos para alcanzar objetivos.
Entretanto, el desarrollo de la actividad turística misma se favorece por cuanto el diálogo franco y transparente entre actores conduce a desplegar productos auténticos y con un sello característico que refleje la singularidad de la gente y el paisaje en cuestión. Las tendencias actuales del turismo internacional muestran que el viajero valora y busca con particular interés destinos y experiencias distintas. “Así como en la artesanía se valora la diferencia, la autenticidad y lo único, así ocurre con las experiencias turísticas” (Ochoa y Morales, 2016).
Colombia es un país excepcional. No solo se encuentra entre los lugares más megadiversos del planeta, lo cual implica especial compromiso con la rigurosa puesta en marcha de proyectos sostenibles ambientalmente; sino que además la población está profundamente arraigada a los territorios, generando identidades que se sustentan en los respectivos paisajes y recursos. Al presentarse situaciones en que terceros quieren aprovechar productivamente dichas riquezas, se hace evidente la configuración de escenarios caracterizados por la confluencia de actores con diversos intereses en un mismo espacio geográfico.
En consecuencia, el diálogo social adquiere carácter neurálgico con miras a buscar escenarios que permitan un balance entre el bienestar de la comunidad, la preservación de recursos, la viabilidad de actividades productivas, la estabilidad de la empresa y su adecuada articulación con el territorio.
En su momento, multinacionales de los sectores minero y petrolero acostumbradas a trabajar en latitudes del planeta caracterizadas por ser entornos remotos desérticos o mar adentro, enfrentaron en Colombia contextos particulares para adelantar sus operaciones. El relacionamiento con comunidades asentadas en inmediaciones de sus proyectos, el cuidadoso manejo ambiental y un complejo entramado institucional se presentan como elementos no menores a tener en cuenta en la gestión corporativa en Colombia y la prevención de la conflictividad social.
Recordemos que la expansión del sector hidrocarburos en el país significó un incremento en los bloqueos, los cuales pasaron de 38 en 2010 a 343 en 2015 (PNUD, 2016), sustentados por lo general en reclamos legítimos por impactos de la industria en la calidad de vida de las comunidades y su exigencia de ver beneficios concretos de los millonarios recursos generados por la actividad económica en su territorio. La naturaleza del turismo varía considerablemente del caso minero-energético. Sin embargo, no es una industria libre de impactos. Cualquier iniciativa del sector de los viajes debe guiarse por el principio de acción sin daño y por la intensión de irrigar beneficios en comunidades aledañas.
El avance del sector turístico es una oportunidad para ampliar la economía, generar empleo, visibilizar las regiones, propiciar intercambios de saberes y renovar el imaginario de Colombia ante el mundo. Sin embargo, el verdadero éxito del sector lo debemos medir por el impacto y el tipo de relaciones que resulten con los territorios y comunidades en que se desplieguen proyectos. La gestión responsable del turismo debe propender por procesos participativos que permitan un diálogo franco sobre los retos y beneficios del mismo. Tanto el abordaje de los primeros como el disfrute de los segundos deben darse de forma colectiva.
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