No conocemos estudios que puedan brindar claridad sobre el futuro del aeropuerto. A pesar de eso, ya se encuentra en proceso de factibilidad ante la ANI una APP de iniciativa privada (IP) presentada por los mismos socios de la concesión actual.
El aeropuerto que soñamos los vallunos
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En el año 2000, los caleños y en general, los habitantes de la región, recibimos con mucha expectativa la noticia de que el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón había sido concesionado por 20 años. El concesionario elegido en ese momento fue Aerocali, una sociedad compuesta por el grupo AENA de España y Corficolombiana.
Hoy, 18 años después y ad-portas de que termine la concesión, las sensaciones de la región frente al resultado de esta concesión son agridulces. Dentro de lo rescatable se debe señalar que se construyó la nueva y moderna terminal internacional de la cual todos nos sentimos orgullosos y se hicieron obras de renovación de la terminal antigua que eran necesarias y que mejoraron su aspecto.
Si bien estas obras fueron importantes para cambiar la cara del aeropuerto, fue un proceso sumamente frustrante, dado que las inversiones se hicieron realidad únicamente al final de la concesión y solo de después de la intervención decidida de Santiago Castro como director de la Aerocivil.
Adicionalmente, la salida de operaciones de aerolíneas como Viva Colombia (ahora Viva Air), KLM e Iberia, entre otras, ha ocasionado una preocupante disminución en los flujos de pasajeros que se movilizan por el aeropuerto, y un aumento en los precios promedio de los tiquetes que ha afectado de forma directa a la competitividad regional.
Desde la región se ha venido impulsando la firma de un otrosí al contrato del aeropuerto, buscando que el concesionario pueda tener el mismo margen de negociación con las aerolíneas que tienen las concesiones con contratos más nuevos y podamos así cerrar estos 20 años con una situación menos dramática.
Lo cierto es que la concesión termina en 2020 y el Estado adjudicará nuevamente el aeropuerto por otros 30 años. Tres décadas es mucho para una economía y es casi la mitad de la expectativa de vida de un colombiano promedio. Para quienes nacimos en la década de los 80’s o antes, esta concesión será posiblemente la última que veamos en nuestra vida productiva y es esa la razón por la que no nos podemos equivocar.
El Alfonso Bonilla Aragón es un aeropuerto privilegiado por su ubicación geográfica, especialmente por su altura sobre el nivel del mar y las condiciones meteorológicas de la zona en la que se construyó.
En primer lugar, el aeropuerto se localiza en el valle geográfico del Rio Cauca por lo que está muy alejado de montañas y demás obstáculos naturales, lo que le permite aprovechar el 100% de su capacidad a diferencia de muchos de los aeropuertos de Colombia.
En segundo lugar, este es un aeropuerto que prácticamente nunca tiene que cerrar su operación lo cual es todo un privilegio en un país donde muchos de sus aeropuertos se mantienen cerrados por temas climáticos.
Finalmente, al estar ubicado a menos de 1000 metros sobre el nivel del mar, los aviones que despeguen de su pista puedan utilizar la totalidad de su capacidad de carga, otro aspecto diferencial frente a aeropuertos como el de Bogotá y el de Medellín.
Otra gran ventaja del aeropuerto es que se encuentra a escasos minutos de la Ciudad de Cali y de la Ciudad de Palmira, en un terreno rodeado casi en su totalidad, de cultivos de caña lo cual brinda la oportunidad de planificar el crecimiento en términos de eficiencia y no en términos de costos de adquisición de predios.
Todo esto, sumado al dinamismo económico y el número de habitantes de la región, hace que nuestro aeropuerto esté colmado de oportunidades y potencialidades frente a las cuales no podemos ser miopes como región ni como país.
Lo único que pedimos desde la región es que la nueva concesión tenga en cuenta todas esas potencialidades del aeropuerto y que las inversiones que se contemplen hagan parte de un verdadero plan para para llegar a tener el aeropuerto más eficiente y competitivo posible.
Lo cierto es que hoy no tenemos ni conocemos los estudios que puedan brindar claridad sobre el futuro del aeropuerto. A pesar de lo anterior, ya se encuentra en proceso de factibilidad ante la ANI una APP de iniciativa privada (IP) presentada por los mismos socios de la concesión actual, es decir, por AENA y Corficolombiana.
Esta IP incluye aeropuertos que no tienen nada que ver con la región (Armenia, Neiva e Ibagué) y deja por fuera otros con los que tenemos mucha mayor relación y podrían ser aeropuertos complementarios como el de Cartago y el de Popayán. Incluso, el Aeropuerto de Buenaventura fue incluido inicialmente solo después de un clamor fuerte de la región y hoy en la propuesta presentada por el originador nuevamente quedó por fuera.
El hecho de que la nueva concesión se plantee a través de una iniciativa privada y no de una iniciativa pública ha generado mucho ruido en la región. Por un lado, la competencia en la licitación de una IP es menor que en una APP de iniciativa pública, pues el originador tienen una importante ventaja frente a los demás que quieran participar del proceso. No en vano, prácticamente todas las IP en Colombia han quedado en manos del originador.
Si nuestro originador fuera una firma comercialmente agresiva, que garantizara negociaciones efectivas con las aerolíneas, que estuviera dispuesto incluso a hacer obras por fuera del contrato para aprovechar las ventajas comerciales como ocurrió en El Dorado, si tuviera la visión de convertir a Cali en el centro operacional de algunas aerolíneas, en fin, si fuera una firma con una visión clara del aeropuerto que queremos no habría tanta preocupación.
El problema es que el originador ya nos probó durante muchos años que es pasivo en las negociaciones, que le gusta ir a lo seguro y prefiere vivir de los ingresos fijos, antes de apostar por un mayor tráfico de pasajeros que le suponga mayores ingresos comerciales. Los números hablan por sí solos, en Cali las aerolíneas se van, los tiquetes suben y los pasajeros bajan. No puede ser que hoy no tengamos cómo competir con el aeropuerto José María Córdoba como segundo aeropuerto de Colombia, a pesar de todas las ventajas comparativas que tenemos.
El mensaje es claro: queremos un aeropuerto de primer nivel, con inversiones estratégicas y que obedezcan a un verdadero plan maestro aeroportuario, que no sea un lastre para nuestra competitividad y permita que nos conectemos con Colombia y el mundo, de manera efectiva y con precios competitivos.
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