La pandemia es demasiado importante como para dejarla en manos de unos pocos
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En una columna a finales de abril, Fareed Zakaria, conocido periodista y escritor, argumentaba, parafraseando a Georges Clemenceau- el primer ministro francés en tiempos de la primera guerra mundial-, que así como las guerras son tan graves para encomendárselas a los generales, las pandemias también son demasiado importantes para dejarlas en manos de científicos. Con este comentario, Zakaria señalaba que los líderes políticos deben informarse y tomar decisiones basadas en evidencia científica, pero también considerar lo que otras disciplinas, como la economía, la ciencia política o la filosofía, tienen que decir al respecto.
Dado que la adversa coyuntura que enfrentamos es resultado de un fenómeno epidemiológico, no es evidente cual puede ser la contribución de los economistas a la discusión. En este artículo expongo algunas de las contribuciones de los modelos económicos al debate de política pública sobre como enfrentar el covid-19.
El dilema es real
Thomas Carlyle acuñó en su indefensible tratado de 1849 el término de “ciencia lúgubre” para referirse a la economía. No es muy impreciso afirmar que de los economistas se espera que de forma anticlimática resalten los trade-offs, los compromisos, las una-cosa-por-otra del mundo. Los economistas se empeñan, nos empeñamos, en recordar que los recursos son escasos y que las restricciones presupuestales reducen el mundo de lo deseable a uno más pequeño: el de lo viable.
Frente a la actual pandemia, un primer mensaje – ya trillado por analistas serios y opinadores peregrinos- es que las políticas para enfrentar el covid-19 basadas en cuarentenas tienen un alto costo en términos de producción económica, empleo y por ende en el bienestar de las personas. El discutido dilema entre la economía y la salud.
Este dilema, no obstante, ha sido en muchos casos mal explicado y entendido. En la balanza no están por un lado unos pocos ricos y por el otro lado el resto de la sociedad. En la balanza se encuentran las pérdidas en vidas humanas por el Covid-19 y el costo de prevenir dichas muertes mediante políticas que no solo reducen el bienestar de todos, sino también pueden terminar en el fallecimiento de otros.
No hace falta mencionar las cifras de crecimiento económico esperadas para Colombia, o, si se quiere, de cualquier país del mundo en 2020. El mapa mundial de cifras económicas se ha teñido de rojo, en lo que muy seguramente será el peor año en materia económica de los últimos 100 años.
Las pérdidas asociadas a las cuarentenas no solo se limitan a la actividad económica y el empleo. La política de restricciones están teniendo también un costo en la salud de las personas, física y emocional, así como en los procesos de aprendizaje de los niños, y por tanto en su bienestar y el de sus padres. Estos efectos serán peores en países más pobres, pero incluso en países desarrollados están presentes. Este trabajo, por ejemplo, sugiere que para el Reino Unido, un retrazo de 6 meses en detención de cáncer como efecto colateral de las medidas para contener la pandemia puede tener un costo en términos de pérdida de año-vidas de casi la mitad que el covid-19.
Estos dilemas son reales. Y si bien la economía no tiene las herramientas suficientes para darles solución definitiva, si puede tratar de caracterizarlos de forma más precisa. Algunos ejemplos de artículos académicos sobre el dilema entre restricciones y economía son: Eichenbaum et. al (2020); Alvarez et al (2020); Jones et al. (2020).
Estos trabajos modifican el modelo estándar epidemiológico, conocido como SIR(D) por su sigla de Susceptibles, Infectados y Recuperados (Difuntos), para incorporar el hecho de que la tasa de contagio de la epidemia depende del nivel de actividad económica. Los modelos de los epidemiólogos adolecen de la simple relación entre actividades laborales y tasa de infección, y por ende no pueden cuantificar el costo económico y de bienestar relacionado con las políticas de distanciamiento. Aunque sea de una forma imperfecta, los modelos económicos lo hacen.
Libertades vs Externalidades
Un segundo elemento presente en la literatura económica tiene que ver con las externalidades asociadas a las decisiones individuales a la hora de enfrentar la enfermedad. Los trabajos anteriores muestran que cada individuo, a la hora de decidir cuanto debe restringir su consumo y trabajo para reducir la probabilidad de contagio, no internaliza completamente el costo social de sus decisiones. En otras palabras, cada uno de nosotros toma como dado la dinámica de la pandemia, pero no se da cuenta -no internaliza- que dicha dinámica está determinada por las decisiones de cada uno. Esto da lugar a que los Gobiernos (o un planificador benevolente, si es que tal cosa existe) intervengan e impogan restricciones a la actividad económica con el objetivo de corregir la falla de mercados – las externalidades- de las decisiones individuales.
De hecho si pensamos que una de las justificaciones de las cuarentenas es evitar un colapso de los sistemas de salud, esto implica que además de la externalidad de contagio, - donde se ignora que las acciones individuales afectan la dinámica de la enfermedad-, hay una externalidad de congestión, donde las personas no tienen en cuenta la posibilidad de saturar el sistema de salud y el efecto adverso que sus decisiones pueden tener sobre los demás.
Estas dos congestiones ?dan espacio para que restricciones a la actividad económica mejoren el bienestar social. Esta conclusión, no es libre de críticas y varios trabajos económicos tienden a modular su alcance. ¿debe una sociedad aceptar un contrato social donde las libertades individuales sean suspendidas por la búsqueda del bienestar social?
En los modelos epidemiológicos esta tensión no existe. Los agentes se contagian en la medida que sean susceptibles, pero no por decisiones individuales o colectivas. Esta es otra dimensión donde la economía ayuda a precisar un dificil trade-off: libertades individuales vs externalidades. Un dilema que los economistas tampoco pueden solucionar por sí solos, pero si pueden tratar de cuantificar.
Con el policía al cuello
¿Qué tan grande es esa brecha entre las decisiones individuales y las políticas gubernamentales? No sabemos con certeza, y de hecho no hay consenso. Farboodi et al. (2020) documenta el cambio en comportamiento de los consumidores norteamericanos incluso antes de las restricciones impuestas por el Gobierno de Estados Unidos y Toxvaerd (2020) argumenta que, a diferencia de los trabajos anteriores, un equilibrio de distanciamiento social puede surgir espontáneamente.
Muchos analistas han señalado que la caída en actividad económica en Suecia, donde las restricciones impuestas han sido menos restrictivas, es similar a la de sus vecinos nórdicos. Un caso similar ocurre al comparar diferentes regiones de Estados Unidos. Esto sugiere que en algunos casos las decisiones de los ciudadanos conducen a un resultado similar a la respuesta de política.
No obstante, estos casos no pueden extrapolarse a todas las coordenadas, en particular a nuestro trópico. En países con redes de protección social más frágiles, menos ahorro y más informalidad, está claro que las decisiones individuales pueden diferir de las óptimas mucho más que en los países desarrollados.
Este punto lo formalizo en un artículo que puede consultarse acá. En este trabajo muestro que a menor ingreso y en presencia de niveles de consumo mínimo, es probable que los trabajadores en países de ingreso medio decidan no reducir su oferta laboral como en los países desarrollados, y mucho menos de lo que resulta óptimo para la sociedad. De hecho, al ver las imágenes de un adulto mayor informal siendo retenido y maltratado por la policía, no dejo de pensar que dicha imagen ilustra uno de los puntos más importantes de este trabajo.
Las cuarentenas como políticas de mitigación en países emergentes deben ser tempranas y estrictas, pero se agotan rápidamente como instrumento de política. Que las políticas de restricciones sean tempranas (front-loaded como se les denomina en los trabajos académicos) ayuda no solo a prevenir la congestión en los sistemas de salud, sino a mitigar el problema de externalidades. Adicionalmente permite que las personas estén más informadas sobre la epidemia y tomen las precauciones necesarias. No obstante, la prolongación de las cuarentenas como respuesta de política no resulta óptimo, por su costo económico y la limitada capacidad del Estado de darles cumplimiento. A diferencia de muchos hogares de países nórdicos, los colombianos, en particular los más pobres, no tendrán los mismos incentivos para acatar cuarentenas prolongadas.
Al hacer explícitos estos incómodos dilemas, que se desprenden de estos trade-offs, los economistas cumplen su tarea de científicos sociales lúgubres, y con ello, se abren un espacio en la mesa de discusión.
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