Me robaron la cicla
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Hasta ayer, nunca me habían robado una bicicleta. Por una milésima de segundo experimenté esa horrible sensación de querer negar la realidad y, al mismo tiempo, pensar que se trataba de una broma de muy mal gusto. Sensación de la que, hasta entonces, tanto había oído hablar pero que nunca pensé vivir en carne propia.
Mi bicicleta, mi herramienta de trabajo, mi medio de transporte, mi modo de entretenimiento, el vehículo en el que he recorrido tantas carreteras de Santander y Colombia, mi todo, había desaparecido. No estaba, se había ido. O mejor, se la habían llevado.
El hurto de una bicicleta, sea de la gama que sea, no es un mal menor, aunque últimamente se haya vuelto paisaje en este país. Claro, di la papaya que no se puede dar: la dejé en la calle sin asegurar y fuera de la vista mientras almorzaba en el restaurante que más frecuento por estos días. Un exceso de confianza grosero. Un mea culpa absoluto.
Resignado, comencé a revisar los escenarios para superar la pérdida. Pensaba en cómo conseguirme otra bicicleta cuando recibí una llamada de un amigo (que en adelante promoví a la categoría de semidiós) que me preguntó de entrada si me habían robado la cicla, porque la acababa de ver en el mercado de las pulgas (típico). Me instó a llamar a la policía e irme de inmediato para allá.
Yo, que hasta ese momento pensaba que las únicas bicicletas que la policía recuperaba eran las de los famosos, volví a abrir la puerta de la esperanza.
Mi cicla no es la súper cicla de quince millones de pesos; ni siquiera llega al millón. Es una burra por la que en el mercado negro se pagaría una suma irrisoria. Pero es MI CICLA. Y ese punto es clave en esta historia: los cánones de uniformización y producción en serie normalmente aceptados, hacen más fácil el trabajo para las mafias dedicadas al robo de bicicletas. Hacer de cada bicicleta un objeto único, personal y reconocible, es una manera de contrarrestarlas. Mi amigo reconoció mi cicla y supo que me la habían robado.
Apenas llegué al lugar señalado, encontré mi bicicleta junto a dos policías, mi amigo y el presunto comprador inocente, que dicho sea de paso, me pidió una suerte de indemnización porque según él iba a perder el dinero que le pagó a la persona que se la vendió. Obviamente, no cedí a sus pretensiones.
Presenté a los agentes mi factura de compra, la cual llevo conmigo siempre, como toca. Me abstuve de presentar cargos para no dilatar más la cosa y, listo, en un poco más de una hora recuperé mi bicicleta. Increíble, qué suerte. Desde la clásica Ladri di biciclette no había visto que una cicla fuera recuperada tan rápido por las autoridades.
Dejando atrás un poco el sarcasmo, me pregunto cuántos ciclistas pueden contar esta historia con final feliz. La verdad, muy poquitos.
Mi caso, lastimosamente, es la excepción a la regla y la estadísticas señalan que la mayoría de veces los dueños no corren con la misma fortuna.
Y es que en esta época de covid donde escasean las bicis, conseguir un repuesto a precio razonable se ha vuelto una pesadilla. Hay mucha especulación y demora en el despacho por parte de los grandes importadores y distribuidoras. No es mito: la escasez mundial de ciclas es real. Precisamente, estaba teniendo una conversación sobre el tema cuando me robaron la mía.
A raíz de esta experiencia comparto mis consejos a modo de colofón para que usted no se convierta en la próxima víctima:
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Registre su bicicleta. Existen algunos sitios web especializados (uno de ellos es biciregistro.co) donde es posible hacerlo de manera gratuita. Aunque no sea garantía de nada –o de muy poco–, al menos puede facilitar el proceso de recuperación y acreditación de propiedad.
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Deje siempre, siempre, amarrada su bicicleta. No importa si se demora un minuto o una hora, procure reducir la tentación de los amigos de lo ajeno y, por tanto, las posibilidades de que su máquina desaparezca. Ah, y que el candado, como se dice en la logia ciclista, "cueste un poquito más de lo que cuesta su cicla".
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Manténgala a la vista así esté amarrada, en la medida que sea posible.
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Cargue consigo siempre la factura de compra. Recuerde que la tarjeta de propiedad dejó de ser un documento válido ante las autoridades para acreditar la propiedad de una bicicleta, pues es muy susceptible a falsificaciones. En caso de haber extraviado la factura, solicite una copia al lugar donde la compró.
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Personalice su bicicleta, imprímale su estilo propio. Que no se parezca a ninguna otra. Tunéela, customícela, engállela. Que todo el mundo la reconozca y sepa que es la suya si la llegan a ver en manos ajenas, o en un lugar donde no tendría por qué estar.
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Tenga buenos amigos.
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