Seguir la pasión: terrible consejo

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Nos acostumbramos a que nos digan "sigue tu pasión". El concepto de pasión, sin embargo, debe ser visto lupa.

Voy a empezar por el final: la principal conclusión que me dejó la segunda temporada de 13% es que seguir la pasión es un terrible consejo.

Suena irreverente, pero especialmente incoherente. Incoherente si se tiene en cuenta que el apellido de 13% es Pasión por el trabajo. En efecto, pasión es un concepto complejo — como la felicidad, la innovación o la sostenibilidad — , es un término abstracto que parece estar de moda sin tener una base clara que lo soporte.

Cuando le pusimos ese apellido a 13%, pensábamos en un ideal: que la gente, día tras día, llegara con emoción a sus trabajos. Buscábamos, quizás, una fórmula perfecta para que todos nos levantáramos los lunes con las mismas ganas con las que uno ansiosamente espera el inicio de un partido de la Selección Colombia. Queríamos lograr una relación platónica entre el individuo y su trabajo. Que el trabajo, realmente, no se sintiera como trabajo.

Ese ideal iteró rápidamente. Lo lindo de pasar de la teoría a la práctica es encontrar soluciones reales, algo más fundamentadas y aplicadas en historias. Y la pasión — ese concepto complejo — sigue y seguirá siendo la palabra indicada para explicar esa máxima con la que queremos aportar algo al mundo con 13%. Pero la pasión, así mismo, debe ser replanteada y examinada con cuidado.

Dos temporadas después de contar historias de personas que aman lo que hacen nos han enseñado que ese consejo de “sigue tu pasión” puede ser un terrible consejo.

Dar tumbos hasta encontrar el rumbo

Hay personas que desde tempranas edades tienen bastante claro qué quieren hacer en su carrera profesional. Entonces llegan a los 28 años con un camino recorrido habiendo desarrollado las habilidades precisas y los conocimientos específicos para ser buenos en eso que un día encontraron y que con el tiempo construyeron. Para ese momento, en definitiva, estas personas suelen tener una ventaja frente a quienes a los 28 años todavía no tienen del todo claro cómo quieren enfocar su trabajo.

Los primeros, sin embargo, son una inmensa minoría. Nos dijo Pablo Londoño en el episodio “El eterno aprendiz” que la mayoría de los seres humanos damos tumbos hasta encontrar el rumbo. Confieso que pocas frases me han impactado tanto de nuestros entrevistados como esa. Me impactó porque a veces nos enredamos en ideales de lo que queremos ser como seres humanos y se nos olvida nuestra naturaleza. Esa naturaleza de estar perdidos chocando contra las paredes de muchos corredores combinados sin tener ni una remota idea de por qué estamos en este mundo. Ese modo existencial, casi aleatorio, del cual debemos aprender a sacar provecho y encontrar sentido, en términos de Efrén Martínez.

Así que una razón inicial por la cual “sigue tu pasión” es un terrible consejo es porque muchos no sabemos cuál es nuestra pasión. Y, siendo sinceros, pocas cosas son más tristes que seguir algo que no existe.

Reexaminar los sueños

Dudo que entre mis amigos haya alguno que no hubiera querido ser jugador de fútbol en algún momento. Siempre hemos tenido pensamientos solitarios de lo que nos gustaría ser: ese tenista que gana Wimbledon, la mente brillante de Princeton que demuestra un teorema matemático, o el escritor que inventa el nuevo Macondo. Nos imaginamos el logro, el resultado final.

Lo cierto es que, sin excepción, vivir ese sueño implica necesariamente eso: vivirlo. Día a día. Probablemente con pocas horas de sueño y muchos sacrificios. Y entonces eso que un día soñamos como el momento de dar el discurso de agradecimiento al recibir el máximo premio, en la vida real se vuelve eso: la vida real. La vida de altos y bajos. La montaña rusa inestable en la que estamos cíclicamente.

Ahí es donde entra en juego una constante de las lecciones aprendidas en 13%: no hay caminos buenos ni malos, simplemente hay caminos distintos. Todos tenemos prioridades y límites diferentes. Es por eso que ningún sueño, al momento de vivirlo, es totalmente vivible para todos.

La anterior conclusión pudimos plasmarla con fuerza en el episodio de Alejandro Posada -ex baterista de Morat- “Sueños de batería”. Alejandro estaba viviendo el sueño que un día imaginó: tocar batería frente a miles de personas que cantaban y gritaban las canciones de su banda. El sueño del rock star. Alejandro, sin embargo, en un acto de valentía reexaminó sus propios sueños. Así, dando una muestra absoluta de admiración hacia los otros miembros de la banda por poder llevar ese ritmo intenso de trabajo sin descanso, decidió retirarse de la música para intentar otro estilo de vida.

La pasión, cuando se entiende como sueño, debe ser reexaminada constantemente. Esto se debe a que vivir un sueño es menos perfecto que como lo vemos en stories de influencers en Instagram que viajan por el mundo. Todos los caminos son distintos y uno no se debe atar necesariamente al de la primera pasión.

La pasión como consecuencia del esfuerzo

Si vemos la pasión como la causa para amar el trabajo, seguramente el resultado va a ser odiarlo. Como dije anteriormente (i) muchos no sabemos cuál es nuestra pasión, y (ii) constantemente los sueños se refunden con pasiones que al ser vividas no se acoplan al estilo de vida de uno.

Es así como al sacar el factor pasión como causa de lo que hemos llamado la búsqueda del 13%, el panorama es más amplio. Uno empieza a probar nuevas actividades con mentalidad de crecimiento y así cada cual empieza a entender para qué es bueno. Con eso después lo que falta es el esfuerzo, es decir, trabajar esa fortaleza o habilidad hasta que uno se sienta cómodo y empiece a amarla en la práctica. Cinco de nuestros entrevistados de esta segunda temporada de 13% — Pablo Londoño, Christian Muñoz, Manuela Villegas, Andrés Umaña y Edwin Vargas — fueron enfáticos y explícitos en poner como pilar de la pasión actual por su trabajo el factor disciplina.

Sin disciplina, la pasión se queda en un sueño de sofá. Sin disciplina, no es posible entender que amar el trabajo no es sólo saltar de emoción los lunes por la mañana. Es entender que los momentos de emoción son pocos pero resultan relevantes por todo el trabajo que hay detrás; es entender que, como concluimos del Sísifo Martín Rivera, es mejor negocio disfrutar el camino — que es eterno — y no la meta, que es fugaz.

En este sentido, parece que se trata de algo mucho más que la pasión. Se trata de experimentar y esforzarse construyendo estrategias para, poco a poco, enamorarse del trabajo. Se trata, entonces, de dejar de entender la pasión como una causa para amar el trabajo y mejor entenderla como una consecuencia del esfuerzo. Se trata, también, de cambiar ese consejo de “sigue tu pasión” por un consejo quizás más práctico: “sigue tu curiosidad”.

En últimas, 13% es Pasión por el trabajo. Pero no es de esa pasión que en inglés se llama “hot passion”, la pasión efímera y de la emoción. La pasión a la que nos referimos en 13% es la consecuencial. La fría. La que se construye y se planea. La de maratones, no de sprints.

Este y otros temas los tocamos en nuestro último episodio de 13% -Pasión fría para enfrentar la angustia. Muy invitados a esucharlo en cualquiera de estos medios: https://linktr.ee/treceporciento

 

 

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Red de Ciencia e Innovación

*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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