SinCero Embeleco

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Uno de los proyectos más mediáticos que se discutirán en el Congreso en este último periodo será el de eliminar tres ceros de los billetes. ¿Es un embeleco?

El fiscal Néstor Humberto Martínez, reflotó hace unos días la idea de eliminar tres ceros al peso colombiano. Esto con el fin de dejar sin valor las caletas de dinero asociado con actividades ilegales. La idea no es nueva, pero el argumento del fiscal se sumó a la tesis de naturaleza económica que varios proponentes han defendido,  de forma intermitente, a favor de la medida.  El gobierno, algunos gremios y analistas se han subido al bus de eliminar los tres ceros.

No existe un cálculo preciso ni del beneficio, ni del costo de la medida.

No obstante, el argumento del fiscal no va en línea  sino en contravía de los argumentos económicos. Adicionalmente, la discusión sobre la creación de un nuevo peso distrae la atención sobre otras medidas que de forma más clara ataquen el problema de fondo: el uso del efectivo en Colombia asociado a la economía informal, subterránea y/o ilegal. Tampoco es claro por qué en una economía a media máquina -como lo es hoy la colombiana- es deseable gastar recursos públicos y obligar a los privados a incurrir en gastos adicionales para una medida con beneficios inciertos.

Discutamos primero el beneficio de adelgazar en tres ceros el peso para dejar sin valor la plata acumulada en caletas, o en cualquier otra forma.  Para que esta medida sea efectiva, tendría que ocurrir sin previo aviso y el cambio de moneda tendría que ser apresurado. De lo contrario, la plata en caletas, colchones o barriles, se filtra lentamente en el sistema, sin que la medida tenga ningún efecto.

India lo intentó y falló. En noviembre de 2016 el gobierno Indio anunció un programa para deshacerse de los billetes con denominaciones más altas, 500 y 1000 rupias, con el propósito de  atacar la economía subterránea y los fondos usados para financiar terrorismo. El anuncio y la medida fueron intempestivos, y a pesar de ello, el 99 por ciento de los billetes de alta denominación terminaron siendo depositados en los bancos. Muchos de los billetes lograron retornar al sistema financiero en la medida que los tenedores en altas cantidades vendían los billetes a descuento.

El objetivo principal no se logró, pero el daño colateral fue alto: el mercado accionario indio cayó 6 por ciento el día después del anuncio, la economía se desaceleró, e incluso hubo varios muertos relacionados con el afán de los ciudadanos de cambiar los billetes a punto de ser obsoletos.

La experiencia de India muestra que remplazar la masa monetaria con fines de licuar el valor de altas cantidades de efectivo puede ser iluso y costoso. Menos, si el anuncio de la medida es prematuro, y el cambio de billetes es gradual y lento, como lo quiere el Banco de la República para el caso de Colombia, consistente con el objetivo de no generar una alteración en la economía y en los sistemas de pago.

Consideremos ahora los beneficios y costos de la medida, ceñidos simplemente al tema económico. ¿Vale la pena cambiar el peso? Los beneficios atribuidos a la medida son en su mayoría de naturaleza comportamental.

Con menos ceros, dicen los proponentes, será más fácil para los inversionistas y los turistas, su relación con el peso colombiano. Menos tinta, menos cifras. Más fácil revisar las cuentas fiscales. Todos beneficios de naturaleza etérea. Los inversionistas extranjeros, no invierten en Colombia porque tengamos muchos ceros, sino por problemas serios (inestabilidad tributaria, infraestructura, falta capital humano, etc).

Los turistas tienen problemas leyendo los precios en pesos abultados, de acuerdo, pero tienen más problema con la falta de señalización de las ciudades, la falta de menús bilingües, la inseguridad, entre muchos otros factores que hacen que nuestro país con inmenso potencial este en la infancia desde el punto de vista del turismo. El won, la moneda de Corea del Sur, tiene un tipo de cambio de 1079 contra el dólar (2,67 contra el peso colombiano), y nadie ha argumentado que los recientes olímpicos de invierno, tuvieron menor afluencia gracias a que los precios en corea tienen muchos ceros.

Por el lado de los costos frecuentemente se menciona el costo de cambiar el circulante, estimado en $400,000 millones por el Banco de la República, pero se ignora el costo para el sector real y financiero de adaptarse al cambio. Costos fijos de cambio de sistemas, plataformas, ajuste de contabilidad, entre otros, una vez se dé el cambio de moneda.  Sumado a los costos de cambiar física y virtualmente precios -que si bien las firmas incurren eventualmente cuando cambian sus precios, al ser forzado, no es despreciable, y sino pregúnteselo a un modelo Neokeynesiano-.

Los cambios de monedas en otros países han ocurrido después de altas inflaciones y en medio de cambios institucionales diseñados para reducir la inflación. Los cambios institucionales en Colombia ya ocurrieron cuando se le dio independencia al Banco de la República y un mandato claro de mantener una inflación baja y estable.

El país debería estar pensando en medidas orientadas a aumentar la inclusión financiera, dinamizar el comercio y los pagos electrónicos, desincentivar el uso del efectivo- como lo está haciendo Uruguay con la reciente prohibición de pagar transacciones grandes con efectivo. Además de programas de educación financiera. Y claro está, un plan de mediano plazo para deshacerse del 4 por mil. Pero seamos honestos, un gobierno de salida y con pocos dientes, y un año electoral, son más propicios para embelecos y distracciones, que para las discusiones importantes.

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*Este es un espacio de opinión y debate. Los contenidos reflejan únicamente la opinión personal de sus autores y no compromete el de La Silla Vacía ni a sus patrocinadores.

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