Desde el inicio del Paro Nacional, las organizaciones de la sociedad civil, la comunidad internacional y gran parte de las expresiones sociales movilizadas señalaron la negociación como el camino idóneo para la resolución del conflicto social que aún enfrentamos como país.
Una negociación condenada al fracaso
Lastimosamente, esa forma de resolución pacífica del Paro (el diálogo) siempre estuvo destinada al fracaso por las siguientes razones:
- Nunca hubo consenso en el objetivo de las reuniones: cuando el Gobierno acepta y anuncia el inicio del diálogo (9 y 10 de mayo), el Comité Nacional del Paro (CNP) se negó y exigió el inicio de negociaciones, porque percibía el inicio del diálogo como una estrategia de dilación que apuntaba al desgaste de las movilizaciones. De hecho, una vez finalizado el primer encuentro, el Gobierno se mostró optimista, mientras que los voceros del CNP afirmaron que el diálogo terminó sin acuerdo porque "no hubo empatía del Gobierno", que evitó "totalmente la palabra negociación". Al final, y así no lo hubieran querido, el Gobierno y el CNP tuvieron que dialogar, ya que todo proceso de negociación implica 3 etapas: diálogo o exploración, negociación y posacuerdo o implementación de lo acordado.
- No existieron acuerdos sobre lo básico: hasta el momento de escribir este texto no se ha concretado un acuerdo básico sobre el metaconflicto. Es decir, no existe una misma versión entre los actores sobre la naturaleza de las demandas a resolver. Esta es una condición básica para el avance de cualquier diálogo que busque llegar a una negociación. Para el Gobierno, como lo manifestaron varios de sus representantes —incluido el presidente en unas cuestionadas auto entrevistas grabadas en inglés—, el paro fue obra de Gustavo Petro e intereses internacionales (Rusia) y actores ilegales. Por su parte, quienes se movilizan conciben el paro como el ejercicio del derecho constitucional a la protesta, afirmando que responde a problemas estructurales históricamente ignorados.
- No hubo representación real de todos los actores en los espacios de negociación: esto produjo dos efectos problemáticos. El primero, pensar que entre más demandas se presentaran en el pliego, mayor representatividad iba a proyectarse ante los sectores involucrados, haciendo que el pliego inicial de emergencia ascendiera a más de 100 puntos. Segundo, la falta de representación también invalidaba cualquier diálogo en la medida en que los resultados del mismo tendrían efectos parciales y limitados a algunos territorios.
- No se crearon confianzas: la falta de confianza entre el Gobierno y el CNP se evidencia en la descalificación y deslegitimación constante entre quienes negocian. Otra señal de esto es que la represión se ha mantenido y algunos puntos de bloqueo siguen activos en algunas subregiones del país. El reconocimiento público del otro como interlocutor político válido en la construcción de salidas viables, resulta determinante para crear puentes que permitan el diálogo.
Es decir, el desescalamiento del paro no se debe al avance del diálogo, sino a una fatiga natural de las movilizaciones por su prolongación indefinida. Lo que indicaría que el ciclo de conflictividad social que enfrenta este Gobierno aún no termina y que, por el contrario, muchos sectores sociales seguirán usando el conflicto social como un medio para la satisfacción de necesidades básicas insatisfechas ante la incapacidad de las instituciones públicas (nacionales y locales) para gestionar sus demandas de manera oportuna.
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