Con Duque, el Congreso se coronó rey

Silla Paisa

La semana que se debatieron las objeciones a la JEP en Senado, el uribismo y el resto de los partidos trataban de llegar a un acuerdo. ¿Dónde estaba el Gobierno?

Sin cupos indicativos ni representación política, el Congreso ha tenido más margen de independencia y ha hecho saber el poder que tiene.  

 

Este jueves acabará la primera legislatura del Congreso elegido en 2018. Lo hará con un revolcón a la relación que históricamente ha tenido con el Gobierno: el presidente Iván Duque no ha buscado tener mayorías cogobernando con partidos diferentes a los que lo apoyaron desde primera vuelta.

12 congresistas duchos, que están en el Congreso por lo menos desde el Gobierno Santos, sienten que esa decisión produjo un cambio estructural, que se nota en que la relación con los ministros es menos cercana y el trámite de los proyectos es más lento.

Sin mayorías

Duque presentó a inicios de su gobierno reformas constitucionales a la política y  a la justicia, y un paquete de leyes anticorrupción, una apuesta ambiciosa que arrancó con el problema de que no tenía asegurados los votos en el Congreso para avalarlos, a diferencia de sus antecesores.  

“Santos tenía unas mayorías claras antes del 7 de agosto de 2010, pues a todos con los que había competido en las elecciones les entregó representación en su Gobierno, lo que garantizó unas mayorías que duraron siete años y medio”, explica el senador de la U Roy Barreras, que está en el Congreso desde 2002.

La falta de mayorías de arranque se sumó a la novedad del Estatuto de la Oposición que como explicó a La Silla la senadora metense Maritza Martínez, copartidaria de Barreras, “nos obligó a mostrar una posición clara y definió si podíamos tener representación o no en el Gobierno”.

Eso porque sólo quienes se declararon gobiernistas, pueden recibir  representación política o cargos burocráticos, pues así lo explica el Estatuto.

Sin coalición gobiernista y con esa obligación, el Congreso arrancó en agosto con unas semanas de incertidumbre sin antecedentes, en las que los congresistas esperaban los movimientos del Gobierno para garantizar esas mayorías.

Como Duque no les ofreció representación política por encima de la mesa ni cuotas por debajo, ni concretó un acuerdo político que le diera tranquilidad a los liberales de que no se iría contra el Acuerdo de La Habana tras sus acercamientos con el expresidente rojo César Gaviria, ese partido pasó de apoyarlo para segunda vuelta a declararse independiente.

En cambio, La U tomó la decisión de declararse gobiernistas sin recibir nada a cambio,  probablemente con la apuesta de que eso ocurriera después. Eso pese a que la parte de su bancada, que lideran los senadores menos cercanos al uribismo y más proAcuerdo, prefería quedarse en independencia.

Finalmente, en septiembre se aclaró que la coalición gobiernista tiene 54 de los 108 senadores y 84 de los 172 representantes, y la oposición declarada es de 22 senadores y 23 representantes.

“Cuando el Gobierno necesitaba armar mayorías llamaba al Ministro de cada partido y le decía ‘qué hubo su bancada’ y eso era suficiente”

Un congresista de Cambio Radical 

Eso dejó el fiel de la balanza en manos de los liberales, la bancada de Cambio Radical y los proAcuerdo de La U, y una incertidumbre que marcó el resto del año.

Encima, bancadas rotas

A esa incertidumbre se suma que en las bancadas independientes y en las oficialmente gobiernistas de La U y los conservadores hay divisiones más fuertes de lo usual.

Eso, a un nivel nuevo: “Cuando el Gobierno necesitaba armar mayorías llamaba al Ministro de cada partido y le decía ‘qué hubo su bancada’ y eso era suficiente”, resalta un senador de Cambio que lleva más de cuatro períodos en el Congreso.

Ahora esas mismas bancadas no funcionan así.

La de Cambio, por ejemplo, no sigue la directriz de Germán Vargas como cuando era ministro del Interior o Vicepresidente. Eso porque una parte importante, especialmente de congresistas caribes y que encabeza el grupo político de los Char, se ha movido a favor del Gobierno y lejos de Vargas en momentos clave.

El ejemplo más sonado fueron las objeciones de Duque a la Ley Estatutaria de la JEP.

La bancada de Cambio debía votar en contra, la senadora charista Ana María Castañeda se ausentó al momento de votar. Ese voto, según la interpretación del presidente uribista del Senado, Ernesto Macías, hizo que no se hundiera, lo que mantuvo vigente el tema y evitó una derrota más sonada de Duque (aunque luego la Corte Constitucional afirmó que sí hubo mayoría).

Otro ejemplo es que Vargas trató de tumbar el Plan de Desarrollo convocando a sus congresistas a una reunión de bancada en Valledupar el día de un debate clave. Varios no vieron la necesidad de acatar la orden, llegaron al Capitolio y salvaron el Plan de Duque.

Uno más fue la Ley TIC, que Vargas se quería hundir y su bancada se opuso, como detallamos en esta historia.

“Recuerdo mucho las discusiones de los dos Planes de Desarrollo de Santos, fueron discusiones fáciles, prácticamente no hubo, ni tanta controversia como ahora”

Juan Felipe Lemos, senador de La U

En el liberalismo ocurre algo similar.

Aunque el partido es cohesionado en defensa del Acuerdo de Paz, las decisiones sobre otros temas no necesariamente están alineados con lo que pide el expresidente Gaviria, en la medida en que se toman democráticamente.

“Gaviria se ha metido muy pocas veces en decisiones de la bancada, la única vez que impuso su posición, y todos estuvimos de acuerdo, fue cuando nos declaramos independientes”, nos dijo un congresista liberal que pidió no ser citado.

Al final, en todas las bancadas independientes hay una postura variable, incierta frente al Gobierno. Y por eso, aunque suene paradójico, un Congreso sin mermelada puede terminar votando a favor del Gobierno.

Cada debate es diferente

Como bancadas rotas y sin mayoría predefinida, cada proyecto tiene su propia historia.

Por ejemplo, la falta de coalición mayoritaria hundió las reformas a la política o a la justicia, pero llevó a debates más largos en otros temas y a que los congresistas hayan tenido más poder para modificar proyectos en los que normalmente el Gobierno tiene el control, como el Plan de Desarrollo o la tributaria.

“Recuerdo mucho las discusiones de los dos Planes de Desarrollo de Santos, fueron discusiones fáciles, prácticamente no hubo, ni tanta controversia como ahora”, dice Juan Felipe Lemos, senador gobiernista de La U.

Resalta que que en contraste este Congreso ha tenido más independencia.

En eso va todavía más lejos el senador Barreras: “No se aprobó nada que fuera del Gobierno. La tributaria la mataron los congresistas porque le quitaron la mitad de lo que quería el Gobierno, y el Plan quedó lleno de artículos de iniciativa congresional.”

“Antes había menos discusión y cada partido lideraba un proyecto y, como tenía representación en el Gobierno, funcionaba mucho mejor”, resume la senadora Martínez.

Eso no significa que las bancadas le muestren los dientes permanentemente al Gobierno: aprobaron la polémica tributaria y la cuestionada ley de TIC, y el proyecto de Duque para que en el futuro el narcotráfico no pueda ser conexo al delito político va viento en popa - la plenaria de la Cámara, que le hundió las objeciones, lo aprobó con más de 100 votos a favor.

Además, las mociones de censura contra el MinHacienda, Alberto Carrasquilla, y el MinDefensa, Guillermo Botero, se hundieron por goleada.

En esa dinámica variable se nota el poder decisorio de La U, Cambio y los liberales.

Ellos votaron contra las mociones de censura pero, con la mayoría de senadores conservadores, rompieron el quórum del Senado cuando debatía las objeciones e hicieron terminar el debate. Con eso, mostraron a Duque y al uribismo lo difícil que será reformar el Acuerdo.

Esas mismas bancadas se pusieron de acuerdo en sacar adelante la reforma a la justicia de Cambio Radical, no la de Duque, aunque luego no le alcanzó el tiempo para salir adelante.

El sospechoso usual de que las mayorías sean tan esquivas y se construyan caso a caso es la falta de “mermelada”, pero no es el único motivo.

Unos ministros más técnicos que políticos

Una de las consecuencias de la apuesta de Duque por no dar representación es que la mayoría de sus ministros no tienen o tienen poca cancha política, lo que significa que hay distancia entre quienes impulsan los proyectos y quienes los aprueban.

Un ex funcionario del ministerio de Interior de Santos explica que una de las claves del éxito en el Congreso es tener “ministros que entiendan la Ley 5a (el reglamento del Congreso)”, pues con ese conocimiento se puede saber cuándo presentar un proyecto, cuándo se debe revisar quórum y otros detalles que pueden ser cruciales.

Un ejemplo de eso es la forma en la que se le hundió al Gobierno una promesa de Duque en materia anticorrupción (el proyecto para que todos los funcionarios estuvieran obligados a presentar su declaración de renta antes y después de estar en su cargo) en la Comisión Primera de la Cámara.

En un momento clave del debate, cuando el Gobierno estaba tranquilo de tener los 20 votos necesarios, la ministra del Interior estaba ausente. Cuando el debate culminó, el presidente de la Comisión, el uribista Gabriel Santos, abrió el registro y nadie del Ministerio le pidió aplazar o demorar la decisión: solo 19 votaron a favor, pues había otros ausentes, y la falta de control hizo que el proyecto se hundiera.  

“Me hubiera gustado firmar el proyecto que busca que los delitos sexuales no sean conexos con el delito político pero la ministra de Justicia nunca nos avisó que lo iba a radicar, la hubiéramos acompañado”

Santiago Valencia, senador uribista

La desesperación del Gobierno fue tal que supimos de primera mano que buscó un camino jurídico para revivir el proyecto, pero ya no era posible, y Duque perdió un triunfo que parecía asegurado.

“Antes había ministros que tenían talla presidencial, que tenían una capacidad política muy grande pero a la vez técnica”, le explicó a La Silla un senador de La U que pidió no ser citado. “Ahora lo que vemos son ministros que representan a gremios y que son más técnicos que políticos”.

“La ministra del Interior llega al debate de una reforma del Gobierno, no saluda a nadie, interviene poco y se queda mirando su computador todo el debate”, se quejó un congresista del Centro Democrático.

A esa distancia se sumó que la presidencia del Senado en cabeza del uribista Ernesto Macías no se convirtió en un puente para el Gobierno o un liderazgo entre los senadores, como explicamos.

Además, muchos congresistas sienten que el Gobierno no los busca ni para que los ayuden a sacar adelante sus proyectos.

“El Gobierno nunca nos buscó y nunca nos reunió para explicarnos bien las objeciones, por lo que tuvimos que dejar en libertad a la bancada en el momento de votar”, explicó un representante conservador, que nos habló bajo la condición de no revelar su identidad para evitar choques.

Esa distancia afecta incluso a los parlamentarios gobiernistas y a las iniciativas del Gobierno, como cuenta el senador del Centro Democrático Santiago Valencia: “Me hubiera gustado firmar el proyecto que busca que los delitos sexuales no sean conexos con el delito político pero la ministra de Justicia nunca nos avisó que lo iba a radicar, la hubiéramos acompañado”.

Eso marca un enorme contraste con el Gobierno Santos, cuando además de cupos indicativos, representación política y una coalición más o menos definida, había un tema aglutinador, que ayudaba a ponerle un norte a muchos esfuerzos legislativos.

No hay una agenda política que reemplace la mermelada

Para el senador liberal Guillermo García Realpe, la debilidad de Duque no es solo la falta de “mermelada”.  “A nosotros nos movía la paz y nos llamaba la atención su ideología, una paz que seguimos defendiendo”, dice.

En eso concuerda un exfuncionario del Ministerio del Interior de Santos, que pidió no ser citado y acepta que la representación política fue un factor clave (él representaba a uno de los partidos en el Gobierno).

“Más que “puestos” o “mermelada” que se ha convertido en la supuesta razón de éxito o de fracaso en el Congreso, el tema central para manejarlo fue el liderazgo político, tener una agenda clara”, explicó.

El sueño de una coalición más estable parece seguir vivo, como indica su propuesta fallida de un ‘pacto nacional’ tras la derrota de las objeciones.

En esa misma línea a inicios de año la ministra del Interior anunció unas mesas técnicas para apoyar proyectos de ley de los congresistas, una especie de agenda programática que tenía sentido porque le podía dar réditos políticos a los partidos ad portas de elecciones locales.

Los encuentros no quedaron en nada. Como dice un representante liberal que pidió no ser citado, acabaron siendo encuentros para pedir puestos que no han llegado. “Lo programático nunca avanzó”, concluyó.

Sin embargo, en algunos casos Duque ha logrado éxitos armando consensos punto a punto en proyectos que sí encarnan una visión económica clara, como la tributaria, la reforma a las regalías o la recientemente aprobada ley TIC, una estrategia que puede ser un camino para los tres años que faltan.

Eso porque el primer año muestra que los resultados de un Congreso más independiente no han sido positivos para el Presidente, pero podrían estar mostrando que es posible sacar adelante por lo menos algunas leyes sin mermelada, lo que sería un cambio de marca mayor para el país.

Pero el camino para eso no es fácil en lo inmediato por el apetito de muchos políticos, las elecciones locales de octubre, los llamados del uribismo a hacer más cambios en el espinoso tema de la paz y la dura puja política que probablemente produzca la terna de Duque para Fiscal.

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