Duque es un americanista, pero eso no cambia mucho las relaciones con los gringos

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La visita presidencial que arranca hoy marca el terreno de la relación que tendrán con Trump, y empieza con más continuidad que cambio frente a los dos presidentes anteriores.

Hoy Iván Duque, el presidente americanista, arranca su primera visita de Estado a Estados Unidos, que durante cuatro días incluye eventos políticos con el presidente Donald Trump y los líderes del Congreso, y económicos con la Cámara de Comercio, Wall Street o el Banco Mundial. Esa gira muestra las bases de la relación que plantea con Estados Unidos, que a pesar de ser la del presidente que mejor conoce Estados Unidos y que es más americanista en décadas, al final es bastante similar a las de sus dos predecesores.

Así se nota al comparar los temas prioritarios y las características básicas de las relaciones que tuvieron Álvaro Uribe con George W. Bush, y Juan Manuel Santos con Barack Obama, con las de la naciente relación:

 

 

Las drogas, siempre presentes

Las drogas siguen siendo un elemento central en la agenda entre los dos países.

La llamada ‘narcotización’ de la relación con Estados Unidos viene de hace unos 40 años, y aunque el tema bajó en importancia durante algunos años de los gobiernos Pastrana y Clinton, se ‘renarcotizó’ rápidamente, y así la recibió el Gobierno Uribe.

Aunque con los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y la seguridad democrática en Colombia la lucha contra el terrorismo se convirtió en el eje del discurso en los dos lados, ese cambio de visión no dejó a las drogas de lado sino que las cobijó en una agenda más amplia.

De hecho, Uribe los conectaba con frecuencia, como cuando en la visita de Bush a Cartagena en 2004 dijo “La droga que financia al terrorismo ha sacrificado a dos generaciones de colombianos, con miles de jóvenes asesinados o encarcelados y sus familias entristecidas. La droga que financia el terrorismo amenaza con destruir la selva amazónica“; además de que en los dos lados se acuñó el término “narcoterrorismo” para conectar ambos temas.

Igual la droga siguió siendo tan relevante que fue uno de los tres temas que tocaron en sus declaraciones en la visita de Uribe a Washington en 2006.

Luego, con Obama y Santos, las drogas perdieron visibilidad pero siguieron siendo importantes en la agenda y, por ejemplo, en el programa ‘Paz Colombia’, que lanzaron en 2016, había un componente importante para luchar contra las drogas.

Eso porque Obama solo avanzó tímidamente en su giro de enfoque de la guerra contra las drogas a la prevención del consumo y porque el tema siguió siendo importante en el debate interno de Estados Unidos.

Ahora, con un Trump que desde sus primeras interacciones con Colombia le volvió a subir el perfil a un tema que fue el primero que abordó su Secretario de Estado en su rueda de prensa de Cartagena en enero, y con un Duque que impulsó la prohibición total del consumo en Colombia y que ha marchitado la sustitución de cultivos mientras propone volver a fumigar, los dos gobiernos le han subido el perfil al tema en la agenda bilateral, algo que probablemente se vuelva a notar hoy en sus declaraciones después de reunirse.

El terrorismo, central ahora como hace una década

Con Duque, la lucha contra el terror volvió a la mesa.

Cuando Bush condecoró a Uribe con la Medalla Presidencial de la Libertad, en 2009, dijo que lo hacía porque “al demostrar que el terrorismo puede ser combatido y derrotado, el presidente Uribe ha reanimado las esperanzas de sus compatriotas, y se ha erguido como ejemplo para el mundo atento”.

Esa anécdota muestra el lugar central que tuvo la lucha contra el terrorismo en la relación Bush-Uribe, que además encajaba perfectamente en la visión de la seguridad democrática de Uribe y en la “guerra contra el terror” de Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Con Santos y Obama, el tema desapareció de la agenda, así como perdió prioridad en los dos países, y especialmente en Colombia por la política de negociar con las guerrillas.

Ahora, aunque Trump no usa en su discurso la guerra contra el terrorismo, Duque lo ha reactivado tras el carrobomba del ELN en la Escuela General Santander, y eso puede resonar en las bases y los círculos republicanos que rodean a Trump. Por eso, para una alta fuente de Palacio la visita de Duque que arranca hoy tiene como uno de sus tres temas centrales la lucha contra el terrorismo.

Inversión y comercio, importantes desde el TLC

Las relaciones económicas seguirán siendo centrales, especialmente con un presidente que le apuesta tanto a las empresas y los empresarios como Duque.

Eso no es nuevo. La tercera pata de la relación entre Uribe y Bush era el Tratado de Libre Comercio que negociaron entre 2004 y 2006, y que luego entró a duros debates políticos en los dos países.

Fue tan importante que la visita de Uribe a Washington en 2006 fue solo para hablar del tema; en la siguiente, pocos meses después, fue el único tema del que habló Bush durante la sesión de fotos tras la reunión; y en 2008 Uribe estuvo en vista de Estado en Washington en buena medida para impulsarlo, como dijeron los dos presidentes en una rueda de prensa conjunta en la Casa Blanca.

Con Santos y Obama, el TLC estuvo en la agenda hasta que finalmente entró en vigencia en mayo de 2012, y luego despareció de la mayoría de discusiones, pero lo reemplazaron la promoción de la inversión como parte del mensaje de transformación de Colombia o el apoyo de Estados Unidos para que Colombia entrara a la Ocde.

Ahora, con Duque y Trump, ha regresado el asunto.

Por ejemplo, en su visita a Cartagena el 2 de enero, el Secretario de Estado, Michael Pompeo, dijo “seguimos viendo la oportunidad para más inversión en cada uno de los dos países. Estamos de acuerdo en que la inversión extranjera importa acá en Colombia”.

Eso a pesar de la visión proteccionista en comercio de Trump, y probablemente porque para él las relaciones económicas con China son las más importantes, como da fe su guerra comercial - aunque dado lo imprevisible del presidente de Estados Unidos, eso podría cambiar.

La paz tuvo su cuarto de hora

El principal asunto de la relación bilateral entre Obama y Santos fue la paz, pero ya no está en la agenda.

Obama apoyó la iniciativa desde 2013, envió a Bernard Aronson como enviado especial y con ello le dio legitimidad internacional al proceso, y logró que el Congreso le aprobara 450 millones de dólares para relanzar el Plan Colombia como Paz Colombia, para financiar la implementación de los Acuerdos con las Farc.

Con la llegada de Trump y luego la de Duque, el tema perdió importancia, aunque no ha desparecido del todo: el Secretario Pompeo dijo en Cartagena que “Estados Unidos apoya totalmente el trabajo de Colombia para asegurar la paz justa y duradera que merece la gente de Colombia”.

Venezuela es el nuevo tema prioritario

El gran asunto hemisférico de las últimas semanas, que tiene un impacto particularmente grande en Colombia, es el de Venezuela. Y en él los dos países están totalmente alineados. Como dijo el Secretario Pompeo en Cartagena el 2 de enero “Gracias, Presidente Duque, por su compromiso en restaurar la democracia en Venezuela”.

Esa prioridad compartida para trabajar sobre Venezuela se debe a una ideología similar y a coincidencias estratégicas.

En lo ideológico, Duque y Trump representan electorados que van del centro a la derecha del espectro político, y que por lo tanto están muy lejos de lo que representan el chavismo y el gobierno de Nicolás Maduro. En ese sentido, es natural que converjan sus miradas.

En lo estratégico, para ambos es positivo subirle el perfil al tema y trabajar en conjunto, pues si logran la caída de Maduro tendrán una victoria - e incluso si no, pueden ganar réditos.

Para Trump, lograr derrocar un régimen sin necesidad de una guerra sería una victoria política, que reforzaría su discurso de no enviar soldados afuera sin que por ello Estados Unidos pierda poder.

Además, le podría ayudar a afianzar el voto de los migrantes cubanos que suelen ser antichavistas, y que tienen un peso grande en el ‘Estado columpio’ de Florida, donde las elecciones se suelen definir por muy pocos votos y que puede definir una presidencia, como ya ocurrió en 2000.

Para Duque, mostrar un endurecimiento frente al Gobierno Santos le ayuda con su electorado, más cuando la migración venezolana se está convirtiendo en uno de los grandes fenómenos y problemas del país.

Por eso las grandes expectativas de la reunión de hoy están en algún anuncio sobre Venezuela, y es probable que siga siendo un asunto de primer orden en la relación, caiga o no Maduro.

 

Un paralelo ideológico

El péndulo se ha movido casi acompasado en los dos países: los presidentes republicanos (Bush y Trump) han correspondido a uribistas, mientras Obama estuvo el tiempo con el gobierno Santos.

Eso ha hecho que las posturas más duras en seguridad o drogas hayan coincidido, mientras que la apuesta de Santos por la paz encontró un aliado en Estados Unidos.

Estados Unidos regresó a un viejo aislacionismo

Una de los grandes cambios en la relación es que Trump fue elegido con una bandera de aislacionismo que no era popular en Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial.

Eso, que parece impactar poco la relación bilateral, puede tener consecuencias imprevisibles, desde menos ayuda financiera hasta más margen de acción de Colombia.

Colombia ya no está en el bloque marginal en América Latina

En tiempos de Uribe, Colombia fue uno de los pocos países de América Latina que no tuvo gobiernos de izquierda; fue contemporáneo de ‘Lula’ Da Silva en Brasil, Néstor Kirchner y Cristina de Kirchner en Argentina, Michelle Bachelet en Chile, Alejandro Toledo en Perú, Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela.

En cambio, ahora Duque es parte de un movimiento grande hacia la derecha en el hemisferio, desde Jair Bolsonaro en Brasil hasta Mauricio Macri en Argentina, pasando por Martín Vizcarra en Perú o Sebastián Piñera en Chile.

Con eso cambia el costo para Colombia de alinearse con Estados Unidos, pues si para Uribe eso debilitó la capacidad de liderazgo regional (más cuando en esos años Venezuela estaba en buenas condiciones económicas y Chávez pudo liderar el bloque de Unasur), a Duque le deja más espacio para armar bloques que puedan compensar la relativa ausencia de Estados Unidos, que suele mirar más a otras regiones del mundo.

Demócratas y republicanos han respaldado la relación

Una de las características de la relación binacional es que en Estados Unidos los dos partidos la han apoyado, por lo menos en lo esencial y con el notorio caso aparte del TLC, que produjo un rechazo fuerte al principio entre los demócratas.

Sin embargo, incluso en ese tema terminó saliendo adelante gracias al impulso del demócrata Obama, y en los años de Bush y de Obama el Plan Colombia logró un apoyo bipartidista que es cada vez menos usual, a medida que la política se ha polarizado en Estados Unidos.

A pesar de eso, incluso para esta gira las perspectivas son de apoyo bipartidista, y Duque se va a reunir con congresistas de los dos partidos, incluyendo la poderosa Nancy Pelosi, líder de la mayoría demócrata de la Cámara.

América Latina importa poco

Otro rasgo permanente y creciente es la poca importancia de América Latina para Estados Unidos.

Para los tres presidentes el Medio Oriente ha capturado el interés por las reservas de petróleo, la lucha contra el talibán y otros grupos terroristas transnacionales, la situación de Israel o la guerra de Siria.

También han sido importantes Europa, como socia comercial y aliada política, y como espacio de puja geopolítica con Rusia; o Canadá por los históricos vínculos.

En cambio, América Latina ha sido poco importante e incluso ha perdido relevancia, hasta el punto de que Donald Trump duró más de un año como presidente sin elegir un subsecretario de Estado para el hemisferio Occidental (el puesto más alto del Gobierno que se encarga de América Latina) y cuando lo hizo con Kimberly Breier en marzo de 2018, se tomó otros 7 meses en lograr que el Senado la confirmara en el cargo, a pesar de las mayorías republicanas.

Estados Unidos importa mucho

Entre Uribe, Santos y Duque no ha habido cambio en la relación con Estados Unidos: ha sido en todos esos gobiernos el principal aliado y el norte en materia de relaciones exteriores.

Aunque esa ha sido la posición en general de Colombia desde que en 1923 el presidente conservador Marco Fidel Suárez dio por zanjada la pelea por Panamá y dictó la doctrina respice polum, varios presidentes liberales dieron algunos pasos de distanciamiento (como Carlos Lleras cuando dirigió la economía hacia adentro, Alfonso López cuando restableció relaciones con países comunistas como Cuba, o Ernesto Samper con el liderazgo de los No Alineados).

Eso no ha pasado en este siglo, y marca uno de los rasgos más fuertes de la relación bilateral, reforzada porque Estados Unidos ha sido además el principal socio comercial, principal inversionista en Colombia y principal aliado militar.

 

Los presidentes colombianos, cada vez más insiders

Un cambio que puede parecer sutil pero que marca una forma diferente de relacionarse es que cada presidente ha sido más cercano, en su historia personal, a Estados Unidos.

Álvaro Uribe ha pasado algunos períodos cortos allá, pero no habla buen inglés, ha estado ya relativamente mayor (sus cursos en Harvard fueron con más de 40 años) y si bien simpatiza con Estados Unidos, no conoce su cultura por dentro.

Juan Manuel Santos conoce más el país, desde su niñez pues hizo buena parte de su colegio en uno bilingüe y de curas estadounidenses, el San Carlos de Bogotá.

También ha vivido más en Estados Unidos: hizo su pregrado en economía y administración de empresas en la Universidad de Kansas y luego una maestría en Harvard. Sin embargo, ha estado más en Inglaterra, donde fue por siete años el ‘embajador’ de la Federación de Cafeteros y donde hizo otra maestría.

Iván Duque, en cambio, es un americanista. Vivió 12 años en Washington, de los 25 a los 37, trabajando en el Banco Interamericano de Desarrollo y, sobre todo, tiene a Estados Unidos como modelo.

Como contamos en nuestro perfil, el actual Presidente es un afiebrado de la política norteamericana, un convencido del liberalismo económico gringo y un político de corte estadounidense.

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