La victoria de Duque con Guacho no significa la paz para Tumaco

Silla Pacífico

El presidente Iván Duque durante el anuncio de la caída de Guacho. Foto: Presidencia.

Aunque es el golpe más grande del Gobierno contra las disidencias desde su aparición hace casi dos años, la caída del líder del frente Oliver Sinisterra poco cambiaría las condiciones de seguridad del Puerto.

 

La operación Perla IX que arrancó en la madrugada de ayer viernes que llevó a la muerte de Walter Patricio Arizala, alias Guacho, líder del frente Oliver Sinisterra, es la victoria más importante del gobierno de Iván Duque en su estrategia de mano dura contra las disidencias. No obstante, que caiga el disidente más famoso del país no implica que cambien radicalmente las condiciones de seguridad en Tumaco, en un puerto donde hay asesinatos diarios y existe el mayor número de cultivos de coca.

Ascenso y caída de la cara más famosa de las disidencias

Desde Medellín, acompañado del ministro de Defensa, Guillermo Botero y del Fiscal General, Néstor Humberto Martínez, el Presidente anunció los resultados del operativo, que arrancó en la madrugada del viernes en Llorente, en zona rural de Tumaco.

 

Duque dijo que fue una “operación heroica”, en la que participaron el Ejército, la Policía y el CTI. Según reportó Blu Radio, desde septiembre -cuando hubo otro operativo anunciado con bombos y platillos, pero Guacho escapó- la Fiscalía interceptó más de 120 líneas telefónicas con 15 personas con contacto directo con el disidente, para dar con su paradero.

Como contamos en su momento, estos golpes eran el resultado de la presión militar que había arrancado en enero de este año con la llegada de la fuerza de Tarea Hércules durante el gobierno de Juan Manuel Santos, y un cambio de chip con la llegada de Iván Duque, quien pidió a las fuerzas militares focalizarse en objetivos de alto valor mediáticos para impactar las estructuras ilegales.

Una estrategia que en lo militar ya había mostrado resultados con la caída de David, líder de las Guerrillas Unidas del Pacífico (GUP), enemigas locales del Frente Oliver Sinisterra (FOS) y del disidente más fuerte de Tumaco hasta ese momento.

A eso se suma que Guacho venía perdiendo paulatinamente el poder ganado durante dos años sembrando el terror en Tumaco.

El ecuatoriano ingresó a la columna móvil Daniel Aldana de las Farc en 2007, luego de ser comerciante en Limones, en Ecuador. Con la guerrilla fue jefe de finanzas y se movía por las zonas de Alto Mira y Frontera en el Tumaco rural, además de Esmeraldas, en Ecuador, un uso de la frontera que le daba una ventaja estratégica sobre los militares.

Ese conocimiento en terreno le permitió convertirse en el enlace entre el cartel de Sinaloa de México y del Clan del Golfo de Colombia, según indicó la Fiscalía a inicios de este año.

En la única declaración que obtuvo un medio de Guacho (la de Noticias RCN de octubre de 2017), dijo que estuvo cuatro meses en la zona veredal de El Playón y que salió del proceso de reintegración por “desigualdades” entre mandos medios y la tropa en los beneficios del Acuerdo con las Farc.

Desde ese momento ya venía atentando contra la población civil: la presión que ejercía sobre los cocaleros en El Tandil habría ocasionado la masacre de seis campesinos, cuya muerte no ha sido esclarecida por las autoridades; además, en noviembre de ese año su grupo asesinó al líder de restitución José Jair Cortés.

Fue este año en donde hizo los ataques más visibles y que pusieron en jaque la seguridad de la frontera colombo-ecuatoriana.

Solo en los primeros tres meses de este año fue señalado de al menos tres atentados contra miembros de la Fuerza Pública ecuatoriana en Esmeraldas; en marzo dejó sin luz a todo Tumaco al volar de torres de transmisión y ese mismo mes ordenó el secuestro y asesinato del periodista Javier Ortega, el fotógrafo Paúl Rivas y el conductor Efraín Segarra, del diario El Comercio de Ecuador. Después secuestró y asesinó a otros dos comerciantes ecuatorianos.

Durante esos episodios, el gobierno de Lenin Moreno alcanzó a tener comunicación directa con el disidente, quien exigía la excarcelación de sus aliados a cambio de la vida de los ecuatorianos.

Luego, en julio, ordenó el asesinato de tres agentes del CTI en un atentado contra una patrulla que fue incinerada con los cuerpos dentro.

Mientras con estos hechos ganaba fama nacional hasta ser declarado objetivo número uno de los gobiernos Santos y Duque, su poder en terreno comenzó a caer.

La presión de los 10 mil uniformados de la fuerza de Tarea Hércules, además de los dos mil que envió Ecuador a la frontera, hizo que tuviera que replegarse por la zona rural de Alto Mira y Frontera, Llorente y Barbacoas.

Desde allí no dejó de intimidar y asesinar a líderes sociales, como ocurrió con el indígena Holmes Niscué, a quien los de Guacho habían sentenciado de muerte si volvía a El Gran Rosario en Tumaco, el segundo resguardo indígena con más coca sembrada en el país.

Además, como contamos en terreno en septiembre, había perdido terreno en el Tumaco urbano, después de que las GUP declararon una guerra contra el FOS y sus subcontratados en el puerto, la Gente del Orden.

A eso se suma que toda esta exposición habría hecho que Guacho estuviera siendo perseguido también por sus otrora aliados del Cartel de Sinaloa, que prefieren una situación menos vistosa.

Con el operativo en su contra de ayer que permitió su caída, Guacho deja al menos 450 miembros del FOS sin líder visible, y una guerra que deja este año más de 200 asesinatos en Tumaco, un municipio de 200 mil habitantes.

¿Sin Guacho, ahora qué?

Si bien la caída de Guacho es una victoria clave para la estrategia de seguridad de Duque, que le da fuerza a su política de mano dura contra disidencias y grupos criminales del plan ‘El que la hace la Paga’, esa muerte está lejos de ser el fin de las disidencias en el segundo puerto del Pacífico y principal cultivador de coca en el mundo, con 19 mil hectáreas según el último reporte de la ONU.

Esto por varias razones, todas conocidas hasta ahora.

La primera es que la estrategia de seguridad si bien está funcionando en eliminar a los objetivos de alto valor, no representa una presencia efectiva del Estado que permita que controle el territorio.

Por ejemplo, en San Juan Pueblo Nuevo, a 90 minutos en lancha de Tumaco, las GUP pavimentaron las calles y sus miembros hacen homenajes a sus desaparecidos líderes como Don Y y David; o en el barrio Humberto Manci, en el Tumaco urbano, los subcontratados por el FOS vigilan entradas y salidas de los habitantes, además de ofrecer seguridad y dirimir disputas entre vecinos.

Esa situación se replica en otras zonas del Tumaco urbano y rural.

Y como denunció Human Rights Watch hace una semana al presentar su informe sobre el Puerto, aunque hay muchos militares en terreno, la impunidad de los asesinatos y delitos como desplazamientos, amenazas y violaciones sexuales continúa al alza.

“Los residentes de Tumaco que han sufrido años y años de abusos cometidos por múltiples actores necesitan mucho más que la baja de Guacho para que no se recicle una vez más la violencia”, dijo el director de HRW, José Miguel Vivanco, al respecto de ese operativo.

Otra razón es que las disidencias han mostrado que sus liderazgos son reciclables, por lo que no es claro si que sin Guacho se acabe el FOS.

El segundo al mando era alias Pitufo, quien al terminar de escribir esta historia no había sido confirmado si cayó en el operativo de ayer.

En todo caso, las GUP, en poco más de dos años de existencia ya han tenido tres líderes; el más reciente, alias Borojó, es buscado por las autoridades.

A ellos se suman otros narcotraficantes con poder en ascenso como Mario Cabezas, alias Mario Lata, quien ha militado durante nueve años en diversos grupos ilegales y ha salido varias veces de prisión. Estaría actuando con alias Contador, un narcotraficante, y alias El Calvo, otro actor que controló Alto Mira mientras la dejación de armas de las Farc.

Un último motivo para que no haya un cambio grande es que Tumaco atraviesa una nueva crisis de institucionalidad con el arresto el jueves de su alcalde, Julio César Rivera, por irregularidades en la construcción de casas de interés social que nunca aparecieron.

Así las cosas, si bien la muerte de Guacho le da a Duque un éxito en su estrategia contra la ilegalidad, probablemente esté muy lejos el fin de la violencia en Tumaco.

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